Opinión
Margarita Robles y el Estado telúrico
«España tuvo en la Inquisición su primer pegamento; el Estado español se construyó a partir de ella, con ella y la Corona como esqueleto. Se construyó recio, sólido. Y se construyó con éxito», escribe Pablo Batalla.
En 1521, las Cortes de Navarra elevaban una protesta a la Corona: la Inquisición —denunciaban— se había instalado en Tudela y no en la capital del reino, Pamplona; y para algunas causas, se consultaba a Zaragoza. Antes, en 1518, los síndicos de Teruel habían formulado una queja similar: ¿por qué se los vinculaba a Valencia, siendo aragoneses? Castilla y Aragón se habían unido ya, Navarra había sido ya conquistada; la soberanía de Carlos I se extendía por toda la península ibérica, salvo Portugal, pero se trataba de una unión solo formal: los viejos reinos mantenían sus fueros e instituciones. Había una excepción: el Santo Oficio. El Consejo de la Suprema era el único con jurisdicción sobre todos los reinos y no sentía —escribe Bartolomé Bennassar en Inquisición española: poder político y control social, de 1984— «preocupación particular por las fronteras políticas interiores de las Españas: Orihuela, en el reino de Valencia, depende del tribunal de Murcia, que está en Castilla. Alfaro y Agreda, aunque castellanas, dependen de Zaragoza».
España tuvo, en efecto, en la Inquisición su primer pegamento; el Estado español se construyó a partir de ella, con ella y la Corona como esqueleto. Se construyó recio, sólido. Y se construyó con éxito. Hay un adagio que dice que Italia es una nación exitosa y un Estado fallido, y a España le sucede al revés: es una nación fallida en un Estado exitoso. No es del todo cierto, porque la construcción nacional española no ha sido tan fallida como se tiende a pensar; pero sí lo es, en todo caso, que la nación para sí quisiera, en estos pagos, la robustez del Estado. Para sí la quisiera también el Estado italiano, con respecto al cual pueden hacerse comparaciones ilustrativas y, por ejemplo, la de la infiltración profunda de la mafia en las instituciones de allá y la eficacia judicial con que, en España, se acabó con el intento de lograrla para sí del narco gallego o el gilismo. En Italia, nunca acabó de construirse el puente de Mesina, proyectado desde hace lustros para unir Sicilia con la península, en parte por la seguridad de que los fondos que a él se destinasen acabarían en manos de la Cosa Nostra y la ‘Ndrangheta. En España, jamás se ha dejado de construir una sola autopista, puente o aeropuerto que a alguien se le ocurriese en algún momento. Y ha habido corrupción: mucha, muchísima, toda la del mundo. Pero ha habido la corrupción que el Estado ha querido permitir y amparar, no la que no ha sido capaz de evitar.
También había corrupción en la Inquisición. Pero esta no dejó de cumplir eficazmente su papel; uno que no era tanto matar o torturar como vigilar, y sobre todo, hacer sentir vigilados. Tras unos primeros lustros de terrorismo desatado contra los criptojudíos, la labor del Santo Oficio pasará a consistir ante todo en lo que Bennassar llamaba pedagogía del miedo, y Juan Ignacio Pulido, Inquisición difusa; un conjunto de estrategias de amedrentamiento que iban desde la presencia cotidiana de su personal en las calles (calificadores, confesores, predicadores, comisarios, familiares…) hasta la cuelga de sambenitos en las parroquias. La llovizna fina de la advertencia más que el chaparrón ocasional del Terror. El dominico Francisco Peña escribía en su reedición de 1578 al Manual de inquisidores de Nicolau Eimeric, de 1324, que la «finalidad primera del proceso y de la condena a muerte no es salvar el alma del acusado, sino procurar el bien público y aterrorizar al pueblo. Ya que el bien público debe situarse mucho más por encima de cualquier consideración caritativa por el bien de un solo individuo».
El propósito, aquel bien público por el que Peña clamaba, era que todo un orden social permaneciese atado y bien atado. Y no dejará de serlo, cuando la Inquisición sea abolida a principios del Diecinueve, para aquel recio Estado, que sí sobrevive básicamente intacto a los estallidos fundacionales de la edad contemporánea, y lo hace hasta hoy.
Cuando uno escudriña debajo de las alfombras de la historia reciente de España, se da cuenta de que, turbulenta como ha sido, la nota predominante en ella no es la crisis, sino la continuidad. Ha habido revoluciones y guerras civiles en la contemporaneidad aciaga de este reino (como, por otra parte, las ha habido en todas partes); pero nunca ha habido un hachazo profundo que seccionase auténticamente las arterias del viejo orden. Todo fue cambiando para que todo siguiera igual; los cambios de régimen han sido aquí vistosos pero cosméticos, y siempre han acabado por consistir en una mera apertura de los salones y las alcobas de la ilesa nobleza vieja a una nobleza nueva pujante.
España no participó en las dos guerras mundiales y eso la libró de las transformaciones profundas que significaron para las potencias combatientes: para las derrotadas, a las que se castiga con la defenestración y la disolución de sus castas, pero también para las vencedoras, que no dejan de ser pasto de una destrucción, material e inmaterial, tras la cual se acomete una reconstrucción durante la cual las clases populares exigen compensaciones contantes y sonantes a su tributo de sangre en las trincheras. Será different Spain. Habrá aquí momentos de Terror con te mayúscula, pero nunca se abatirá sobre el arcaico establishment español, que solo habrá un momento en que sienta auténtico miedo; miedo cuyo resultado será un genocidio con seiscientas mil víctimas, tras el cual la élite vieja, victoriosa una vez más, premia a sus aliados de la nueva con el timbre codiciado del ennoblecimiento: en el límite más esperpéntico, el ducado de Fenosa concedido por Franco a Pedro Barrié de la Maza. Fenosa: Fuerzas Eléctricas del Noroeste, Sociedad Anónima.
Seguirá, después, corriendo la historia y volverá a suceder que el franquismo se termine sin terminarse. En 1975, sobre el lecho de muerte del sátrapa anciano, vuelve a sonar la hora de la cosmética gatopardesca. No hay juicios de Núremberg para este fascismo; no se levantan los adoquines de su orden socioeconómico: solo se los relustra con una vistosidad, ya desconocida para la mayor parte de los españoles, de carteles electorales, octavillas, sondeos, mítines, anuncios que anuncian que habla el pueblo y suyo es el mañana. «Hemos olvidado la guerra, pero no la Victoria», dice Torcuato Fernández-Miranda en el funeral de Carrero Blanco. Olvidada la guerra, la jerarquía franquista abre las puertas del poder legislativo a los derrotados del treinta y nueve, pero no olvida la Victoria, y se cuida de que el poder judicial permanezca en manos de, y tan solo en manos de como sea posible, los asesinos de Julián Grimau, Enrique Ruano y Salvador Puig Antich.
Un PSOE continuista
En cuanto al ejecutivo, parecerá ser aquel en que se verifique el cambio más profundo: su monopolio absoluto, durante catorce años, por el partido de Pablo Iglesias y Largo Caballero; la huelga general del diecisiete y la revolución del treinta y cuatro; la resistencia republicana. Y sin embargo, también aquí pesará más la continuidad que la ruptura, y tal vez pese más, de hecho, que en los otros dos poderes.
Un dato triple y elocuente traza, en negativo, los contornos de la trampa:
1) El PSOE será la socialdemocracia europea que menos tiempo tarde, desde la liberación del régimen dictatorial de su país, en conseguir una mayoría absoluta.
2) Lo hará en el país con la segunda dictadura más larga del continente, después de Portugal.
Y 3), lo hará como un partido esencialmente nuevo, aunque tome —y se esfuerce en tomar, batalla judicial mediante— las siglas y los símbolos de uno viejo.
Tan nuevo como Estados Unidos con respecto a las sociedades indígenas de Norteamérica, si seguimos el juego de una metáfora luminosa de Pedro de Silva: la de la corriente interna Izquierda Socialista como la «reserva india» del PSOE; el estrecho redil en que quedaron confinados los defensores del PSOE republicano y marxista tras la masacre de Wounded Knee que fue para ellos el ciclo comprendido entre Suresnes y los dos congresos de 1979, de los cuales emerge un partido cuya cosmovisión tendrá menos que ver con la de Rodolfo Llopis o Luis Gómez Llorente que con la de José Luis Arrese o Laureano López Rodó.
El PSOE obtendrá 202 escaños en 1982, y mantendrá la mayoría absoluta dos legislaturas más y aun después de decepcionar a la clase trabajadora española hasta el punto de enajenarse el apoyo de UGT, porque no solo recibirá votos de izquierda, sino que será correctamente percibido por una vasta masa de conservadores y liberales de derecha como la nueva FET y de las JONS, agrupación apresurada y caótica de fuerzas dispares en torno a un caudillaje carismático al servicio de lo que la casta española necesita en ese preciso momento: una neoliberalización del país cuya pantalla izquierdista confunda a sus víctimas y merme sus fuerzas. No la ruptura con, sino la continuación más plácida del franquismo; y no, desde luego —nos autocitamos—, del «franquismo de la Cruzada, la Victoria, la autarquía y el búnker, pero sí [… del] de los “XXV Años de Paz”, el desarrollismo, las bases americanas, el “propietarios, no proletarios” de Arrese, un europeísmo sin antifascismo de suecas en bikini y desmantelamiento industrial, la letanía del todos fuimos culpables en una guerra entre hermanos, el enriquecimiento fácil y turbio». Pueden añadirse a esta lista el terrorismo de Estado, las patadas en la puerta de José Luis Corcuera y una represión antiobrera con heridos y muertos como los de Reinosa. Y hasta la construcción autoritaria de pantanos, que ahora conocerá el valle leonés de Riaño.
Al frente de todo esto, una élite nueva: la beautiful people cuyo representante más esclarecido será el Miguel Boyer que case con Isabel Preysler y se instale en una mansión cuyos once cuartos de baño la harán ser conocida popularmente como Villa Meona; hombres —describía Haro Tecglen en 1988 en un artículo desgarrado sobre la generación bífida, escrito tras la muerte de su hijo— que «acuden a los besamanos de los obispos, comen langostinos, llevan pianos a sus despachos, tienen moquetas […], tienen escoltas, compran fraques, usan Visa Oro, viajan en Concorde, eligen trajes y corbatas de buen paño y buena seda, tienen asesores de imagen, cambian de esposas en busca de la riqueza, la elegancia o la popularidad [y] segregan unos seguidores que crean a su imagen y semejanza —lealtad y langostinos— y que ocupan los vigorosos puestos delegados del poder». La escena de siempre se ha representado una vez más: una nobleza nueva germinada en las asambleas universitarias y las manifestaciones del antifranquismo (el joven Boyer daba charlas sobre el socialismo autogestionario) ha completado su refundición con la aristocracia vieja de un país convertido orgullosamente por aquel Gobierno en aquel en el que —como presume el ministro Solchaga— es más fácil hacerse rico.
Velar por que todo siga atado y bien atado
El árbol centenario del Estado sobrevive y se refuerza y lo hace también su parte profunda, que casi mejor habría que adjetivar de telúrica: la Santa Inquisición se llama ahora GAL en su parte torturadora y CESID en la vigilante, y su velar por que todo siga atado y bien atado consiste en pincharle el teléfono a Julio Anguita, garantizar que Bárbara Rey calle sus revolcones con Juan Carlos I o arruinar con filtraciones infundiosas la reputación a Josep Borrell después de que le gane, impulsado por la izquierda del partido, unas primarias a Joaquín Almunia, el candidato bendecido por la Curia felipista.
Todo debe seguir, también, atado y bien atado en el interior del PSOE; partido que —como decía José Martínez Guerricabeitia, fundador de Ruedo Ibérico— tomó el Estado a la vez que era tomado por él. Y se sabrá conseguir aun sobreponiéndose a acontecimientos inesperados como el triunfo electoral de José Luis Rodríguez Zapatero, aupado a la secretaría general del partido por mor de una carambola de enemistades internas en el 35º Congreso, en 2000: todos los candidatos caían muy bien a unos y muy mal a otros; el desconocido Zapatero no caía mal a nadie, y unos votos del sindicato minero asturiano SOMA para evitar que saliera elegido José Bono hicieron de él, con solo nueve sufragios de ventaja, el campeón de la hora.
Otro acontecimiento fortuito, los atentados del 11-M y las mentiras del Gobierno Aznar, lo lleva después a la Moncloa. Y desde allá, lanza un proyecto doble: renovar, a la vez, la imagen de España y la del PSOE; abrir las portillas de la reserva india y permitir que los confinados en ella —poquitos ya— se desperdiguen por todo el territorio, devolviéndole al partido, si no el marxismo, si no literalmente la República, al menos un sentimiento de conexión estrecha y de tributo hacia el PSOE que los defendía. No lo logrará por varias razones entre las que se cuentan la indisposición a ayudarlo del Grupo PRISA, la fuerza de la derecha mediática o la propia precariedad de su triunfo interno, que lo obliga a componendas con el viejo aparato; los Bono o los Rubalcaba, quien será su sucesor. Uno que, soldado solícito de la preservación de las ataduras, prolongará en 2014 el mandato al que ya ha decidido renunciar cuando la Corona le requiera quedarse: Juan Carlos I va a abdicar, Felipe VI lo va a suceder, eso va a reactivar en alguna medida el debate republicano y hace falta un PSOE comprometido con la Monarquía para garantizar que el tránsito se produzca sin sobresaltos; PSOE monárquico que no está garantizado si un Eduardo Madina u otro candidato republicano se hace con el mando del partido.
El felipismo pierde batallas en ocasiones, a veces con estrépito, pero siempre gana la guerra, como siempre la gana, en la historia de España desde hace quinientos años, el Estado del cardenal Cisneros y el inquisidor Valdés Salas; mochila vigorosa que hoy descansa sobre las espaldas de Margarita Robles y Fernando Grande-Marlaska. El affaire Pegasus es en este momento el último fotograma del último episodio de la historia que aquí hemos pretendido contar. Episodio que comienza con el rostro funerario de Susana Díaz tras su derrota ante Pedro Sánchez en las primarias de 2017, después de una campaña que arrojó la imagen de la candidata andaluza guarnecida por el panteón veterotestamentario al completo, con González y Guerra, Rubalcaba y Zapatero; pero prosigue con Pedro Sánchez defenestrando a quienes lo apoyaron y devolviendo cargos y prebendas a aquellos que, antes, lo habían defenestrado a él; asunto sorpresivo del que las malas lenguas malician lo siguiente: anhelando un poder omnímodo, Sánchez se desprende de todos aquellos que conservan redes clientelares propias, caso de José Luis Ábalos, y no ve inconveniente en recuperar a quienes ya no las tienen, y ahora son inofensivos y están dispuestos a regresar con el rabo entre las piernas, porque fuera de la política hace mucho frío.
El asunto Pegasus no perjudicará a este Sánchez, que podrá perder votos por su izquierda, pero los ganará en el espacio que, a su derecha, ahora le disputa un Alberto Núñez Feijóo que hace campaña contándole a Bertín Osborne que fue votante de Felipe González, y lo volvería a ser. Pero sí perjudicará gravemente a un Unidas Podemos y una Yolanda Díaz que ven acumulárseles los sapos que tragar, y a quienes ello provoca indignación a su alrededor y trifulcas disolventes en su interior, que arruinan ya la potencia del efecto Yolanda. Un UP menguado y desactivado, jibarizado hasta los niveles de la vieja Izquierda Unida, y un PSOE refelipizado con 150 escaños no es un escenario improbable para las próximas generales.
El cambio sin cambio del gatopardismo español se habrá, entonces, reeditado; reanudado se habrán de nuevo los prietos nudos, cinco veces centenarios, de su bien atada atadura. Para el viaje de derrotar a este Estado telúrico con Ione Belarra y Pablo Echenique al frente del asedio, pueden dejarse en casa las alforjas.
Rafa: El terrorismo es la guerra de los pobres, la guerra es el terrorismo de los ricos.
Jaume:
Siempre he defendido que si la izquierda española logra despertar plenamente alguna vez, tendrá que dar las gracias a catalanes y vascos porque siempre habéis sido la vanguardia, habéis sido pioneros en las luchas por la libertad y los derechos de los pueblos y del ser humano. Sois sociedades más maduras y despiertas, duela ésto a quien duela, para mí es así. Y lo digo con conocimiento de causa.
«Al abrirse las mazmorras a la muerte de Franco había 749 presos vascos y de ellos tan sólo uno era del PSOE, tres del PNV y cuatro del PCE. Cuatro gatos los sedicentes demócratas. Aquella foto de salida ilustraba muy bien quien había tomado partido, hasta mancharse, contra la dictadura».
Memorias de un Editor «Edit. Txalaparta»
Un bon article! Retrata una bona part de la història espanyola. Excepte una cosa: Catalunya. Sembla que no existeixi. Com diem aquí, en castellà: corramos un tupido velo.
Ja fa massa anys que es persegueix i es reprimeix a molts catalans per les seves idees polítiques. Ja massa anys que els nostres representants polítics elegits han hagut de passar per l’adreçador o bé han hagut d’exiliar-se.
Mentrestant, poquíssims intel·lectuals i representants de l’esquerra espanyola han obert la boca contra aquestes injustícies.
Deixem-ho córrer!
No te digo, hasta Alberto Garzón… que lo conocí en sus comienzos de firme comunista, ¿pero que tipo de abducción le practican a esta gente para que efectue semejantes cambios ideológicos tan dispares?
Dudo que sea una buena idea que la «izquierda» forme parte de los gobiernos del capital.
¿EL PCE «SE BORRA» DE LA MARCHA A ROTA CONTRA LAS BASES MILITARES YANQUIS? (VÍDEO)
El dirigente de esa formación política, Alberto Garzón, defendió que «crean puestos de trabajo»
Coincidiendo con la próxima Cumbre de la OTAN, que se celebrará en Madrid los días 29 y 30 de junio de este año, un total de ocho organizaciones políticas y sindicales, entre las que no se encuentra el PCE, han decidido recuperar la Marcha a Rota contra las bases militares de Estados Unidos en el el Estado español (…).
https://canarias-semanal.org/art/32639/el-pce-se-borra-de-la-marcha-a-rota-contra-las-bases-militares-yanquis-video
MARGARITA, HAZ EL AMOR Y NO LA GUERRA, POR FAVOR.
El capital, (los poderosos de cualquier época) siempre nos gana las guerras y cuando es el pueblo el que gana no lo pueden digerir, recurren al golpe de estado, que los militares y la iglesia siempre han sido sus aliados y los que no lo son se compran.
El mismo trabajador vota a los gobiernos del capital. La mayoría dice que les vota porque gracias a los empresarios hay trabajo.
Les han hecho creer que las ideologías de izquierdas les llevarán al caos y a pasar hambre.
Ya irán viendo, si despiertan, a dónde les conduce el capital que, para empezar, ya nos ha llevado a todxs, a una situación mundial extremadamente grave, tanto mediambiental, de saqueo de los recursos del Planeta y de distintas maneras de exterminar a sus criaturas.
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CHINA recuerda al mundo: «La OTAN ha arruinado a Europa»
Wang Wenbin, portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, recordó a la Organización del Tratado del Atlántico Norte que se atreve a exigir a otros países que cumplan con las normas básicas del derecho internacional, mientras que “ha librado guerras sin sentido y arrojado bombas en estados soberanos, matando y desplazando a civiles inocentes”.
“La OTAN, una organización militar en el Atlántico Norte, ha llegado en los últimos años a la región de Asia y el Pacífico para ejercer su influencia y provocar conflictos”, dijo Wang, quien añadió que esta organización “ha arruinado a Europa. ¿Está ahora tratando de arruinar Asia-Pacífico e incluso el mundo?”.
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Oliver Stone en su reciente viaje a Bcn:
¿Cuál es la relación de España o Francia con los Estados Unidos? ¿Sois el perro moviendo la cola o sois la cola del perro escondida entre las piernas?».
Los atentados yihadistas cometidos el 11 marzo 2004, tres días antes de las Elecciones Generales, desataron en España un terremoto político cuyas consecuencias aún estamos digiriendo. Tal conmoción llevó a una parte del Gobierno a acusar a la banda criminal ETA. El presidente llamó a directores de periódicos y se precipitó con un telegrama a embajadas y organismos internacionales el mismo día 11, a las 17:30 hrs. Origen y causa de la manipulación mediática que vino después.
Pedro J Ramírez, Casimiro García Abadillo y Jiménez Losantos, con mentiras y medias verdades, acusaron a policías, jueces y fiscales de conspirar para encubrir a terroristas (por ejemplo, «Informe ácido bórico», 2006). Ignoraron y despreciaron las sentencias de Audiencia Nacional (2007) y Tribunal Supremo (2008). Con el apoyo político de Eduardo Zaplana (300 preguntas parlamentarias), Ángel Acebes, Esperanza Aguirre y otros, continuaron con sus “teorías de la conspiración del 11 M” varios años más.
Aún, en junio de 2009, estos periodistas seguían insistiendo en la autoría de ETA con la promoción del libro «Titadyn» (nombre de dinamita utilizada por ETA). García Abadillo lo prologó con una extensa recopilación de las “teorías” difundidas únicamente por El Mundo y la Cope. Ningún otro medio hizo caso a sus alocadas y dañinas especulaciones.
Con su mala praxis periodística dividieron a las victimas y causaron la crispación social y política cuyas secuelas aún están presentes.
Nunca debió de darse esta situación. Los TEDAX, dos horas después de las explosiones y antes de neutralizar dos bombas que no explosionaron (Atocha y El Pozo), observaron que la sustancia explosiva era de color blanco. No de color rojo como la dinamita Titadyn utilizaba ETA. Datos comunicados inmediatamente a las autoridades policiales.
Así consta en página 30 y en documento nº 5 del anexo del libro «Las Bombas del 11-M. Relato de los hechos en primera persona». Acceso gratuito biblioteca universitaria Dialnet:
https://dialnet.unirioja.es/servlet/libro?codigo=561602
En este aniversario se ha estrenado en Netflix una película-documental 11 M (2022) y una serie en Amazon Desafio: el 11 M.