Sociedad
La restauración vital de La Palma
Las personas afectadas por el volcán intentan recuperar sus vidas a la espera de las ayudas.
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Perdí mi vivienda y el taller enseguida. Y no sé qué es más horrible, si perderlo de una vez o estar con la incertidumbre de si la colada va a alcanzar a tus edificaciones o terrenos agrícolas”, dice Celia Chinea, una de las personas afectadas por la erupción del volcán de Cumbre Vieja, en La Palma. Tras 85 días de actividad, ya no hay explosiones, ni sale lava, ni sale con tanta frecuencia en la televisión.
Mientras habla, Celia espera que lleguen las ayudas prometidas por el Estado. A El pasado octubre, el Senado aprobó una moción para mantener y agilizar las subvenciones para la reconstrucción de la isla. El 5 de enero, el Consejo de Ministros aprobó un plan de 206 millones de euros.
Celia fue una de las 7.000 personas evacuadas por los efectos de la erupción volcánica, y una de las 2.300 que se han visto directamente afectadas. Su pueblo, Todoque, ya no está en el mapa. “Salí una mañana a trabajar y ya no pudimos regresar ni a recoger nuestros enseres. Justo acabábamos de pagar la hipoteca en octubre, y el mismo día tuvimos que ir a pedir un crédito al banco para poder seguir adelante”, rememora.
Ella y su marido son artesanos de joyas finas de lava en Artelava, empresa fundada hace más de 20 años. “Por suerte, me quedó esta tienda en el Puerto de Tazacorte, donde vendo artículos de otros artesanos y los nuestros que no quedaron sepultados”, comenta con la voz entrecortada. Otras personas no tienen todavía dónde volver a vivir o dónde volver a trabajar.
Francisco Portocarreño es de Tazacorte, tiene 81 años y actualmente se dedica a la música. Como tantos isleños, acogió en su hogar a familiares que lo perdieron todo. Vive rodeado de pescadores que tuvieron que dejar de faenar: “Tienen que mantener a una familia, pagar seguridad social… Han estado tres meses parados, y muchos de ellos aún no han recibido las subvenciones estatales”, insiste.
El vecindario de Tazacorte se reúne en un bar a escasos metros de la zona afectada para animarse. Jaqueline vende números de lotería nacional. Ella y su marido, que regentaban un restaurante, sufrieron, antes de la erupción, las consecuencias de la pandemia de la COVID-19. “No podemos hacer nada, si te desesperas es peor. A nuestra edad ya no podemos comenzar de nuevo, diferente es si fuéramos jóvenes. Las ayudas aún no llegaron. Yo tengo días malos, y este ratito que pasas con los amigos en el bar te desahogas un poco”, explica. Al menos, las otras ayudas sí llegan. Con su agrupación Los Arrieros, Francisco, por ejemplo, continúa cantando música tradicional canaria y boleros en diversas localidades de la isla para aliviar la situación de sus paisanos y paisanas.
La solidaridad no ha cesado en todo este tiempo. En solo 15 días, desde que se habilitaron los canales de donación, se superaron los cuatro millones de euros al Cabildo de La Palma, sin contar lo recibido en otras cuentas oficiales y materiales de donantes particulares. A esta ayuda se ha incorporado el trabajo del voluntariado y la organización de eventos en diversos puntos de la geografía española, como el macroconcierto celebrado en Madrid el pasado 8 de enero. Pero también la solidaridad de muchas personas afectadas.
Isa Fuentes, actriz y monologuista, ha visto cómo su casa, que construyeron sus bisabuelos a lo largo de los años, ha sido cubierta por la ceniza hasta casi la azotea. A la desolación por el desalojo y a la incertidumbre de no saber si podrá volver a vivir ahí, se le suma el trabajo físico agotador de retirar las toneladas de cenizas, una labor a la que no se le ve el fin. Mientras Isa vivía todo esto, participó en un evento para las casi 400 personas damnificadas alojadas en el hotel de Fuencaliente. Lo habían perdido todo, no tenían la posibilidad de ir a vivir con familiares, ni se podían permitir pagar el alquiler de una vivienda.
Cuando el Ayuntamiento y la organización del evento se lo propusieron, a Isa le entró la duda: ¿cómo iba a subirse a un escenario a hacer y transmitir humor al público con lo que tenía encima? “Lo pensé y al final decidí que lo tenía que hacer: es para mi gente y eso es lo realmente importante. Al iniciar el acto me encontré con dichas personas frente a mí, sentadas, casi sin hablar y tristes. Y les dije que yo también estaba afectada por el volcán, y que drama tampoco íbamos a hacer en la obra, pues bastante habíamos llorado ya. La gente lo entendió y me dio las gracias: y así fue como por lo menos durante un rato conseguí sacarles una sonrisa y que se olvidaran temporalmente de todo. Esto era lo que buscábamos, y sí, creo que lo conseguimos”, cuenta.
La hija de Isa, Amanda Fuentes, también actriz, se volcó en la búsqueda de donaciones como manera de ayudar a los afectados. Además de enseres básicos necesarios, Amanda llevó a La Palma juguetes donados en la isla de Gran Canaria, y, junto a su madre, los distribuyeron en Navidad a familias que se habían quedado sin nada.
Restauración vital
Más allá de los aspectos materiales, la isla necesita una “restauración vital” para una población sacudida en su economía pero, sobre todo, emocionalmente. Isa Fuentes y su familia salen a limpiar la casa sepultada de cenizas en sus ratos libres, cuando sus obligaciones se lo permiten. Requieren de un permiso de acceso, que está limitado a tres días a la semana.
Hacen hasta tres horas de cola para que les dejen entrar a la “zona de exclusión” donde se encuentra la casa, lo cual solo es posible si las mediciones de los gases letales que siguen emanando del material lávico dan resultado negativo. Algunos amigos se han ofrecido a ayudarles los domingos, cuando no trabajan, pero ese día no está permitido. La ayuda de los voluntarios ya ha llegado a Los Llanos, pero aún no a su zona. “Es un trabajo muy duro, casi inhumano, terminamos agotados, sacamos la ceniza durante el día y por la tarde la vuelves a tener cayéndote encima, igual que al empezar, es desesperante”, lamenta Isa.
Con la erupción del volcán, el verde y fértil valle de Ariadne de la llamada Isla Bonita se tiñó de negro. No solo las viviendas quedaron sepultadas bajo la lava, sino también empresas plataneras, áreas de cultivos que eran de las zonas más productivas de toda Canarias y que constituían el sustento de numerosas economías familiares. A ello se suma el cierre del acceso a los campos limítrofes por ser zonas de exclusión, o por haberse cortado la carretera en algún tramo. Numerosas tuberías de suministro también se han visto afectadas, lo que ha dejado zonas sin agua. “No puedo ir a cortar las piñas (racimos de plátanos), ni a regar. El plátano requiere un cuidado continuo, y justo en los meses de la erupción era el periodo de producción en esta zona. Y peor lo tienen los compañeros que lo han perdido todo“, afirma Chedey Bandama.
Pese a todo, hay destellos de esperanza: el terreno ocupado por la lava puede volver a ser de cultivo de plataneras, como ocurrió tras la erupción volcánica de hace 50 años al sur de la isla. Habrá que esperar, no obstante, a la calificación de las áreas afectadas por parte de la Consejería de Medio Ambiente. Respecto a las edificaciones, según el borrador del Decreto Ley del Gobierno de mediados de enero, las personas que hayan visto sepultadas por completo sus viviendas podrán construir una nueva en suelo rústico común, de protección agraria e incluso de protección paisajística.
En la isla se respira tristeza. José Medina regenta una tienda de artesanía en el mirador más frecuentado en los últimos meses, el Time. “Ves a familias enteras apiñadas viviendo en caravanas, o en albergues, esperando que se establezcan las ayudas y puedan comenzar la vida de nuevo. La espera ha sido muy dura, nos preguntábamos cada día si el volcán se habría llevado nuestra casa o si se la iba a llevar al día siguiente”, recuerda.
Mientras se levantan casas prefabricadas en los municipios afectados, llegan al Valle de Aridane plantas desalinizadoras portátiles para permitir el riego de los cultivos que quedaron sin canalizaciones de suministro, se está planificando el trazado de la reconstrucción de las carreteras y se extrae la ceniza que cubrió edificaciones e infraestructuras. También se espera que se revitalice el turismo, que, tras las fiestas navideñas y con el cese de la erupción, ha bajado considerablemente. Pero lo que se espera, sobre todo, es que no los olviden.