Marion Maréchal muestra su racismo sin complejos

Marion Maréchal Le Pen, el mayor apoyo de Éric Zemmour en su campaña para las elecciones presidenciales francesas, se expresó en la cadena de radio Europe 1 en unos términos inequívocamente racistas: «De aquí a 2060, lo que llamamos ‘pueblo histórico’ o ‘pueblo nativo’ será minoritario en suelo francés. 2060 es pasado mañana. Yo lo veré y mi hija lo verá. ¿Y qué consecuencias tiene esto? Digámoslo claramente: mañana podríamos tener una Francia africana».

La sobrina de Marine Le Pen, que abandonó Reagrupamiento Nacional, el partido de su tía, para unirse a la candidatura del polemista de extrema derecha Éric Zemmour, utilizó las tesis de la demógrafa Michèle Tribalat para sostener su argumentación.

Sin adherirse plenamente a la teoría del «Gran Reemplazo», Tribalat admite que el mito racista creado por Renaud Camus no puede avalarse con datos pero que esa sensación de reemplazo existe, en cualquier caso, entre las clases populares francesas y que «la élite del buen gusto» se equivoca al tratar de «desmentir y ridiculizar» esa percepción. Famosa por sus polémicos estudios étnicos sobre los migrantes (a los que señala como renuentes a la integración y a quienes resta importancia en el desarrollo económico de Europa), su último libro Immigration, idéologie et souci de la vérité (‘Inmigración, ideología y preocupación por la verdad’), ha sido publicado por la misma editorial que ha traducido al francés al escritor revisionista de la guerra civil española e historiador aficionado Pío Moa.

La popularización de estas tesis xenófobas (junto con el antieuropeísmo, el libertarismo y el antiecologismo) es el objetivo principal del think tank fundado por Marion Maréchal Le Pen, el Instituto Superior de Sociología, Economía y Política (ISSEP), que abrió su sucursal en Madrid en 2020 y que tiene sólidos vínculos con Vox. Recientemente, Toni Cantó se sumó a su nómina de ponentes.

Campaña plácida para Macron

Las polémicas declaraciones de Marion Maréchal podrían interpretarse como un intento desesperado de reconducir una campaña electoral que discurre plácidamente para Emmanuel Macron. La invasión rusa de Ucrania y la subsiguiente crisis energética ha brindado al presidente la oportunidad de mostrar un perfil de tecnócrata preocupado y activo. Habla continuamente de «soberanía energética». Ha anunciado la construcción de 16 reactores nucleares. Ha adelantado que habrá una «planificación estatal de la economía». La guerra, por tanto, ha eliminado de la agenda del día los temas sobre los que las candidaturas conservadoras y ultras han basado tradicionalmente su éxito: la inseguridad ciudadana, la inmigración, el choque cultural, el islam… Sin esos temas encima de la mesa, Marine Le Pen y Zemmour se quedan en fuera de juego.

La semana pasada, en un programa especial de entrevistas (no un debate) que reunió a ocho de los 12 candidatos al Elíseo, Zemmour fue el que salió peor parado. En su minuto final, nervioso y apocado, incluso perdió el hilo de su razonamiento y sólo acertó a decir para cerrar su alocución: «El 10 de abril, elíjanme. Elijan Francia». Los sondeos no parecen ir en esa dirección: el resumen de encuestas realizado por Politico sitúa a Zemmour (a fecha de 21 de marzo) en quinta posición con un 11% de intención de voto.

Según un estudio de la Fundación Jean Jaurès, es el candidato que tiene peor imagen entre el electorado femenino. Sólo el 8,2% de sus potenciales votantes son mujeres y tienen menos de 35 años. No es una sorpresa ya que, habitual de los platós televisivos y de los estudios de radio, Zemmour lleva 25 años emitiendo declaraciones sexistas. «La pobre Marion se ha transformado en salvavidas de una campaña que se está hundiendo. Y es una pena, porque ella merece algo mejor», dijo Marine Le Pen cuando conoció la traición de su sobrina.