Crónicas | Internacional
Las mil decisiones de quienes se preparan para la guerra
Son muchas las mujeres las que han decidido quedarse en Kiev y ayudar desde la retaguardia a defender su país. Pero, antes, tienen que ponerse a salvo ellas mismas. Así lo están viviendo la publicista Maryna Matvieieva y la consultora Natalia Nesterenko.
Cuando lo imposible ocurrió, Maryna Matvieieva y Kirill Davido se dieron cuenta de que el precioso apartamento en el que adoraban vivir era exactamente el lugar del que se tenían que ir de inmediato. Las magníficas vistas de la ciudad de la que habían disfrutado hasta entonces, se reducían ahora a lo que veían justo debajo de sus ventanales, situados en una novena planta: una inmensa base militar.
El mismo 25 de febrero, unas horas después de que comenzase la invasión rusa, esta publicista y este arquitecto que acaban de estrenar la treintena, sellaron las ventanas con cinta adhesiva para evitar que, de darse un bombardeo, los cristales se convirtieran en diez mil agujas. Abrieron el grifo y llenaron de agua la bañera, metieron su documentación en el bolso de ella, cogieron varias mudas, pusieron el dispensador automático de comida en la pecera, metieron a sus gatos en los transportines y cerraron la puerta sin saber si podrían volver a ver todos esos recuerdos que dejaban atrás.
“Mi madre se había refugiado en Lviv, así que nos fuimos a su apartamento”, explica Kirill, quien hubiese preferido que su pareja se fuese con ella, aunque sabía que no sería así. Ambos habían participado, día tras día, en la revolución de Maidán de 2014, y sabía que esa mujer que sonríe cuando quiere llorar no abandonaría su ciudad. “Este es mi país. Quiero quedarme aquí y ayudar a mi pueblo y a los soldados que nos defienden en lo que pueda: cocinando, haciendo cocktails molotov… Lo que sea para defender mi ciudad. Siento los nervios. Es realmente doloroso”, explica ella, sentada en el sofá de su antiguo apartamento, rodeada de fotografías de viajes por distintos países, abrazada a su marido desde que tienen 20 años. La puerta de la nevera, llena de los imanes que fueron coleccionando en cada escapada. En el dormitorio, un casco de los días acampados en la plaza de Maidán, libros de fotografías del levantamiento, pinceles con restos de óleo, cactus con muchos años de vida, un sillón para leer junto al ventanal. Es inevitable mirarlo todo y preguntarse cuánto ocupa un hogar convertido en escombros.
Maryna viste una riñonera amarilla, Kirill no se quita la gorra para la entrevista porque lleva la bandera ucraniana. Muchos habitantes de Kiev llevan algún elemento de este color como símbolo de adscripción a la defensa nacional. Es llamativo como en un contexto de guerra, rápidamente, la sociedad adquiere una actitud marcial y de dedicación absoluta a la causa común. Mientras es llamado a filas, Kirill participa como voluntario en varias iniciativas para apoyar al Ejército.
El ambiente es de gravedad. Solo un detalle consigue sacarle una sonrisa al matrimonio: cuando explican cómo la tía de Kirill, que lleva viviendo 40 años en Moscú, no les cree cuando le cuentan lo que está ocurriendo. “Dice que es todo manipulación informativa ucraniana, que somos marionetas del presidente Zelensky, que nos estamos auto-bombardeando para acusar a Putin, que somos unos nazis”, relata él mientras ella sonríe amargamente. No es un caso excepcional. Son muchos los ucranianos con familiares en Rusia los que lamentan, a través de las redes sociales, casos muy parecidos. También desde el humor, que está siendo una de las estrategias colectivas de resistencia. Son muchos los memes que hacen alusión a estas negaciones de la guerra que están viviendo. Resulta revelador cómo la propaganda que el Kremlin ha desplegado contra Ucrania durante los últimos ocho años ha conseguido su fin: construir una realidad paralela en la que el pueblo ruso es víctima de un complot internacional. Los efectos finales de conceptos que en los países en paz empleamos demasiado alegremente como ‘crispación’ o ‘polarización’.
Qué hacer con el dinero
Maryna y Kyrills han tomado otra decisión que divide estos días a la población de Kiev: si sacar de los cajeros bastante dinero en efectivo o si ingresarlo por si, con las tropas rusas, llegan los saqueos. Ellos han decidido ingresarlo, pero encontrar un cajero que funcione no es fácil. Recorremos la parte oeste de la ciudad buscando uno que les permita esta opción. Cruzamos más de una veintena de controles militares, en los que debemos mostrar el pasaporte y en el caso de esta periodista, su permiso de prensa. La actividad es incesante. Hombres vestidos de civil tiran cables al final de los cuales colocan focos; otros, construyen pasadizos con sacos terreros en zig zag sobre los que se apostaran cuando tengan que defender la ciudad de la infantería; sobre los bloques de hormigón, cajas de dulces o de galletas saladas para cuando tengan que calmar el hambre; en las aceras, camiones cargando bidones de agua, cajas de comida imperecedera, mantas… Una ciudad de casi tres millones de habitantes que se transforma a marchas forzadas en un campo de batalla, tan medieval como todos los campos de batalla.
Por fin, Maryna y Kyrills encuentran un cajero que funciona. La puerta acristalada que daba entrada al banco, cerrado como todos los de la ciudad, está rota en mil añicos. “Los saboteadores”, dicen, sin entrar en más detalles. Cada vez son más habituales los restos de coches calcinados en la ciudad propiedad de personas que huyeron cuando les dieron el alto en un control policial. “Saboteadores”, espetan, igualmente, cuando se les pregunta por ellos. La ansiedad por identificar a rusos infiltrados para identificar objetivos estratégicos es uno de los factores más peligrosos de moverse por la ciudad, aunque depende del día y de la zona. Hay soldados que han tenido momentos de tensión con periodistas por sospechar que podrían ser espías rusos.
Otra de los establecimientos en los que se concentra gente esperando es en las oficinas de Correos. Desde allí envían y reciben paquetes y dinero, en la mayoría de las ocasiones de productos básicos como medicinas. Pero también siguen llegando vestigios de la vida anterior al 24 de febrero.
A Natalia Nesterenko se le empaña ligeramente la mirada mientras hace cola en la oficina de Correos situada dentro de un polígono industrial de Kiev. Tiene el pelo corto rubio platino y ninguna intención de dejarse arrastrar por las emociones. Respira profundo y alza la mirada. Ha venido para recoger unos zapatos de tacón que pidió a Estonia antes de que comenzase la guerra. Se ríe antes de explicar qué sentido tiene hacer una cola de una hora para algo que no sabe cuándo podrá utilizar. “No me van a quitar la feminidad. Parecerá una tontería pero es lo poco que puedo hacer ahora”. No es la única que estos días se arregla más de lo habitual, y todas dan la misma razón: es una forma de resistencia. Algo que ocurría también en conflictos como el de los Balcanes o en Irak.
Natalia saca su móvil y enseña la foto de un par de tacones de charol blancos y negros. Es la misma mujer que tiene aparcado el coche en su garaje listo para salir pitando si comienzan a bombardear Kiev. Pero, por el momento, ha decidido quedarse pese a que, según explica, tiene amigos en distintos países que no entienden su decisión y que le ofrecen su casa para alojarse. “Tengo dos hijos, uno de ellos con problemas de salud mental, tiene ataques de pánico, y no quiero someterle a la tensión de convertirse en refugiado. Además soy una mujer con formación superior y no quiero tener que dedicarme a limpiar casas por un poco de dinero”, añade esta empresaria, socia de una inmobiliaria y de una constructora. “Cuando acabe esta guerra tendremos que reconstruir los edificios”, dice con ese humor amargo que no pierde esta población y que se ha convertido en el único chaleco antibalas que tiene la mayoría, incluidos parte de los civiles reclutados para las Fuerzas de Defensa Territorial.
Alexey Bulava, un amigo de Kirill y de Maryna, viste un chaleco sin las placas que le protegerían de los impactos. “Al menos algo hará, el nylon es un material resistente”, apunta, con resignación. Muchos de los hombres que vigilan puestos de control, edificios públicos y establecimientos privados como grandes superficies apenas tienen un spray de gas pimienta en su bolsillo. Miran con atención los chalecos antibalas que vestimos los periodistas.
A la vez, cada vez son más numerosos los comandos militares fuertemente armados y bien equipados. Avanzan en grupos de ocho y se mueven en jeeps. Desde el coche, Kirill y Maryna los observan aún con incredulidad. Cada vez que suena el móvil de él, escuchamos el estribillo de Smells like teen spirit, de Nirvana. “Con las luces apagadas es menos peligroso / Aquí estamos ahora, nos divierte”. El himno autodestructivo que compuso Kurt Cobain vuelve a ser la mejor banda sonora para la guerra. En este caso, para una nueva generación que saboreó la victoria de una revolución y que, ocho años después, contempla cómo se le parte la vida mientras la comunidad internacional -signifique lo que signifique eso- se muestra incapaz de evitar tanto sufrimiento y dolor.
“Tres días después de llegar a la casa de mi suegra, nos sorprendió a unos pocos cientos de metros el ataque a la torre de telecomunicaciones. Ahí nos dimos cuenta de que no había un lugar seguro al que huir. Mis abuelos vivieron la II Guerra Mundial y lo que dicen es que lo más importante es conseguir un cielo seguro. No podemos dormir mientras no sabemos qué va a pasar con esos sonidos que están sobre nuestras cabezas, no podemos dejar de pensar que podemos ser asesinados en cualquier momento. Ahora mismo no somos capaces de entender lo que estamos viviendo. Quizás en cinco o seis años podamos dar sentido a todos estos pensamientos”.
Fuera, Kiev sigue inmersa en la metamorfosis de una ciudad rica y moderna en un campo de batalla, tan medieval como todos los campos de batalla y como todas las guerras. Al día siguiente de este encuentro, Kirill y Maryna apenas hablan. Mantienen la mirada fija en dirección al sentido de la conducción. En un check point, un soldado felicita a Maryna por el Día de la Mujer.
De proponer salidas a la guerra nada…solo racarraca bélico a lo ABC,El País,La Razón,A3,Sexta,Rtve… Éramos pocos y parió A. Maestre
Putin ha despertado a Occidente del letargo en el que lo sumió la ofensiva conservadora de los ochenta y sus tres principales protagonistas. Ahora- demasiado tarde- nos hemos dado cuenta de que, en un mundo con armas nucleares, no se puede hablar de potencias ni de superpotencias. En un mundo con armas nucleares sólo se puede hablar de poderes y de contrapoderes. King Jong Un.
I LOVE OTAN/USA/EU.
Como dice mi vecino «hay que ir siempre con el que manda».
MI NO A LA GUERRA NO ES CONDICIONADO.
Alberto Cubero (Concejal ZenC Ayuntamiento Zaragoza) tiene la memoria y las ideas muy claras y tiene valor; así se expresa en un vídeo de 2 minutos:
https://www.youtube.com/watch?v=VzIAYY5s_Ig
Bien dicho, Ana Romero P.
Me felicito y te doy las gracias de que todavía haya personas que no se dejan manipular.
La hipocresía de un “No a la guerra” que llega muy tarde
«Ahora, la gente del Donbass podrá salir de sus refugios y jugar en un parque con sus hijos, sin miedo a saltar por los aires, por primera vez en 8 años»
Artículo de Ramiro Gómez, miembro de la Brigada Rubén Ruiz Ibarruri y participante en la Caravana Antifascista de Banda Bassotti.
Me pongo a escribir esto tratando de contener la rabia y la indignación que me producen las reacciones de la izquierda occidental y de la sociedad en general sobre el contraataque ruso contra Ucrania.
La verdad es que no espero gran cosa con esto. Tengo de sobra comprobado que no hay más ciego que el que no quiere ver, y que por mucho que todos repitáis mil veces que la tele manipula, seguís bailando al ritmo que os marcan desde los medios de masas de occidente.
Desde ayer he visto las redes sociales llenas de cartelitos de NO A LA GUERRA a los que habéis quitado los casi 20 años de telarañas desde la guerra de Irak.
Podría decir que esos mismos carteles han estado olvidados en el fondo del cajón de la infamia, mientras Israel masacraba Palestina. Mientras EE.UU. arrasaba Afganistán, o Libia, en bombardeos masivos que han causado la muerte de mas de 150.000 personas, incluyendo miles de niños. Muertes que EE.UU. se ha negado a investigar. Pero decir todo esto, sería demasiado fácil. Podría decir que cuando los medios os dijeron otra vez, que al igual que con Libia había que intervenir en Siria, os habéis mantenido callados mientras USA atacaba a un país soberano y saqueaba sus reservas de petróleo.
También podría decir que en lo que va de mes de febrero del 2022 , ha habido muertos en Palestina, en Damasco por bombardeos de Israel, al igual que en Yemen o en Somalia. Y vuestros cartelitos seguían olvidados.
También podría decir que las políticas occidentales han causado un genocidio constante en las aguas mediterráneas, pero seria poner en bandeja el que 4 caraculos me tachen de demagogia. Se ve que hay muertos que importan, y otros que no.
Como decía Malcolm X, tened cuidado con los medios de comunicación porque si no vais a acabar defendiendo a los opresores.
Pero quiero centrarme en la guerra que estalló en Ucrania en el año 2014, a la cual, vuestros insulsos carteles están llegando 8 años tarde. Todo el mundo puede despistarse, todos podemos cometer errores, pero también es posible que haya algo más perverso en según qué “descuidos”.
Tener memoria es algo muy importante, y más en una sociedad que fabrica conflictos de usar y tirar para los que la mayoría de personas sólo actúan poniendo un avatar de moda en su foto de perfil, y que días después con la aparición de cualquier noticia de la prensa rosa, del futbol o de cualquier gilipollez caduque en un suelo infértil.
Antes de nada hay que entender que una guerra hoy en día no aparece de la nada y que muchos de nosotros entendemos que la guerra global comenzó hace mucho tiempo. Otra cosa es que los medios de comunicación de los que nos alimentamos , decidan qué tiempo hace, o qué conflictos existen o no existen, pero son muchísimos rincones del mundo los que desde hace años están en guerra y son invisibilizados debido a que los interés económicos que hay detrás favorecen a la alianza occidental USA-OTAN….
https://insurgente.org/la-hipocresia-de-un-no-a-la-guerra-que-llega-muy-tarde/
Este artículo me recuerda a las «heroicas madres libias» que hacían comida para los heroicos soldados que estaban liberando a Libia del hórrido dictador Khadaffi. Este articulo es propaganda barata que ya hemos comprado en anteriores invasiones de USA y ahora la de Ucrania. no compro esta epopeya de «mamas defendiendo a la «madre patria».
hasta aquí los leo señores lamarea.
Leyendo el artículo sobre la sospecha de periodistas posibles espías…. que se sabe del periodista español (nacido en Moscú) detenido por el ejército polaco…..entre otros medios trabaja para el salto, público,….