Cultura
La ‘sección amor’ o de cómo la reflexión sobre las relaciones empezó a llenar estanterías
Las librerías y bibliotecas han cambiado y han crecido: de novelas rosas a libros que ayudan a pensar cómo construir vínculos lejos de las normas que solíamos dar por hecho.
La ‘sección amor’ de las librerías y de nuestras bibliotecas personales ha cambiado mucho en los últimos años. No solo ha crecido en volumen y ha perdido complejos para ponerse en lugares mucho más visibles de la estantería: también ha mutado su aspecto. Su base ya no son novelas rosas con historias de amor y lujo que leemos con placer culpable, sino más bien libros de filosofía que teorizan sobre las “relaciones líquidas”, narraciones que indagan en cómo afecta el capitalismo a nuestra capacidad de querer o ensayos de corte activista que ayudan a pensar cómo construir vínculos que se salgan de las normas que solíamos dar por hecho.
En pleno 2021, este tipo de lecturas son un fenómeno cada vez más consolidado. Pero no hace tanto tiempo que llegaron a nuestras vidas. El sexólogo y divulgador Miguel Vagalume –una de las primeras personas que empezó a intentar difundir en España reflexiones y propuestas críticas contemporáneas en este campo– recuerda que, a principios de la década de los 2000, “lo gracioso era tener que convencer a las editoriales de que había interés en ese tema, que habría público interesado y que era algo más que una moda”.
Historia de una perspectiva crítica
“Todo esto empieza en 2004 cuando Juliette Sigfried crea el primer grupo poliamor del Estado español en Yahoo Groups”, cuenta Vagalume. Fue a través de ese foro como él mismo descubrió The Ethical Slut (Ética promiscua), el libro que detonaría lo que iba a venir: “Al leerlo me pasó como a cientos de miles de personas que lo han leído desde los años 90: me explotó la cabeza al ver que reunía tantas cosas que me resultaban tan familiares, tan conectadas con mi forma de entender el sexo, la identidad, las relaciones, el BDSM, las fiestas…”. Empezó a traducirlo por su cuenta, en su blog de la plataforma Golfxs con Principios –uno de los espacios pioneros para quienes se encontraban en torno a este tipo de ideas–.
Tras el rechazo de varias editoriales, fue Melusina quien accedió a publicarlo –lo que ocurriría finalmente en 2013–. Hoy, esa casa es uno de los principales referentes para quienes buscan materiales sobre estos temas, con un catálogo que incluye otras cuantas obras traducidas por Vagalume, como Opening Up: Guía para crear y mantener relaciones abiertas de Tristan Taormino (2015), El libro de los celos (en la no monogamia) de Kathy Labriola o Reinventa las reglas de Meg-John Barker (2019). También ha sido fundamental para el debate y la difusión en este campo la serie de libros colectivos (h)amor, de la editorial Contintametienes, que ha publicado ya seis volúmenes que proponen mirar desde una perspectiva no normativa temas como la culpa, el placer o el amor propio.
De aquellos principios, Vagalume cuenta que su interés en difundir estos libros se debía a que “veía reflexiones sobre el tema del poliamor a mi alrededor que ignoraban totalmente lo que había ya escrito en inglés, que ya empezaba a ser mucho en 2010-2012. Mucha gente tampoco conocíamos aportaciones desde Latinoamérica como las de Norma Mogrovejo (Desobedientes, en 2009). En todo el mundo se había escrito sobre estos temas mucho más de lo que creíamos”. Esta situación, apunta, no es muy distinta de la que se da en la actualidad: un debate centrado en muy pocos temas, cuando hay ya mucho más material disponible si se está dispuesto a abrir la mirada.
Libros como Anarquía relacional. La revolución desde los vínculos, de Juan Carlos Pérez Cortés (La Oveja Roja, 2020) hacen ese intento, recogiendo otras perspectivas que están también en el debate, más allá de las miradas que han conseguido más visibilidad. Otros recuperan obras que marcan de algún modo la genealogía de estas reflexiones, recordando que no se trata tampoco de inventar la pólvora: en los últimos años se han reeditado, por ejemplo, las Cartas de amor y de guerra de Emma Goldman, o El amor y la mujer nueva de Alejandra Kollontai.
El salto al ‘mainstream’
Basta una búsqueda en Google Trends para ver cómo el interés por el término “poliamor” ha crecido exponencialmente en los últimos 15 años. Las publicaciones académicas se han multiplicado y, más allá de las reflexiones teóricas, los nuevos modelos relacionales se han colado en la creación cultural. Series como Tú, yo y ella (Netflix) han acercado al mainstream estas ideas, pero también han puesto de relieve sus contradicciones. Vagalume explica que, en estas producciones, las relaciones no normativas aparecen a veces “como otredad, como algo exótico, raro, desviado; o sirven para multiplicar las tramas y culebrones posibles renovando el clásico del triángulo amoroso”. Es decir: cambiar todo para que no cambie nada. Para el activista y divulgador, son más interesantes series como Easy (Netflix) o Trigonometry (HBO), “por la cantidad de errores que comete todo el mundo, como pasa en la vida real, en lugar de plantear versiones irreales”. Aunque el cambio más revelador probablemente sea que este tipo de relaciones empiezan a aparecer normalizadas en historias de las que no constituyen la trama principal, como ocurrió en su momento con los personajes LGTBI.
Y como ocurre, en general, en la vida, más allá de las páginas y pantallas. Este interés creciente se ha traducido en que los cuestionamientos sobre el amor y las relaciones han saltado fuera del ámbito activista, y suponen una opción para cada vez más personas. Nociones como la de amor romántico han pasado al vocabulario común, convirtiéndose en herramientas útiles sobre todo para las mujeres, a la hora de desentrañar cómo lo que parecían problemas personales eran en realidad fruto de una estructura que no tiene por qué ser inevitable. Autoras como Coral Herrera –que acaba de publicar su cuarto libro, El contrato amoroso. Herramientas para mujeres que negocian en la pareja (Catarata, 2021)– han traducido la teoría a ideas fáciles de asimilar y aplicar, en obras que se presentan casi como guías para un viaje de transformación personal.
Otras han profundizado especialmente en el componente político y sistémico de estas cuestiones. En Pensamiento monógamo. Terror poliamoroso (La Oveja Roja, 2018), Brigitte Vasallo explora el desarrollo histórico de la idea de monogamia en relación con el capitalismo, el colonialismo y, en general, el orden del mundo. Para ella, no se trata solo de una práctica, sino de un sistema. Su enfoque amplía la crítica a las construcciones alternativas que no hacen un cuestionamiento radical, porque acaban a veces por suponer una nueva forma de acumulación. La suya es una apuesta por las redes que van más allá del vínculo afectivo-sexual en sentido estricto: amistades, vecindario, alianzas.
Pero no hace falta estar buscando modelos alternativos para preguntarse por todo esto. La novela Feliz final, de Isaac Rosa (Planeta, 2018), vendió más de 20.000 ejemplares y está a punto de convertirse en una película. La historia que cuenta es la de un amor que se muere porque las condiciones materiales y de vida de la pareja que lo protagoniza son agotadoras y llevan de manera inevitable al conflicto constante. Del año en que se publicó, 2018, la también escritora Luna Miguel dijo en una entrevista que era el “año de las rupturas”, con una proliferación de los relatos de divorcio, como la oscarizada película Historia de un matrimonio. Algo se desbarata y necesitamos entender por qué.
Permitirnos sentir
La pregunta por el dolor y el sufrimiento de las relaciones no atañe solo a su final, sin embargo. Como una antropóloga inocente, la argentina Tamara Tenembaum se pregunta en El fin del amor. Amar y follar en el siglo XXI (Seix Barral, 2019) cómo está construido todo este entramado del querer para que lo pasemos tan mal tan a menudo. Criada en una comunidad judía ortodoxa de Buenos Aires, Tenembaum cuenta que “la religión de las chicas laicas que conoció en el secundario era el amor”. Y se pone a estudiar las reglas que rigen esa fe en un mundo de apps y de celebrities.
Algo parecido hace la sueca Liv Strövmquist en la novela gráfica No siento nada (Reservoir Books, 2021). Poniendo en diálogo ideas de filósofos, escritores y elementos de cultura popular, lanza una conclusión demoledora: en un entorno de narcisismo extremo, enamorarse es algo cada vez más extraordinario. Sin perder el humor, sus viñetas muestran cómo el individualismo, la cultura del éxito y el fetichismo de la racionalidad nos alejan de la posibilidad de vivir afectos y pasiones que, pese a todo, seguimos buscando para que nuestras vidas sean más plenas. Permitirnos sentir, ese sería el reto.
Y es que hay trampa en querer enfrentar los sentimientos poderosos de amor y las formas de construir sobre ellos que rehúsan reproducir modelos que ya han mostrado su cara más oscura. “Amor es lo que diga Shakespeare que es el amor (…) Otra cosa es que luego haya maneras muy patriarcales o muy feministas de apañárselas para administrar este acontecimiento”, explica Carlos Fernández Liria en Sexo y Filosofía. El significado del amor (Akal, 2020). Un libro que nos recuerda que todas estas reflexiones no harían falta ninguna de no ser porque ahí sigue, poniendo patas arriba las vidas, la vivencia que más canciones inspira.
“Cuando se habla de amor responsable, de si el amor exige sacrificio, de si puede ser libre o no, no se está hablando del amor en sí mismo, sino de estrategias vitales para sobrellevarlo”, señala Fernández Liria. La clave del cambio cultural que se ha dado en estos años es que la idea de que esas estrategias pueden ser muy variadas y de que somos libres para elegir entre ellas cada vez está más extendida, como también la reflexión sobre lo que suponen a nivel colectivo. Si la ‘sección amor’ de las estanterías crece es porque ese “latido más fuerte del corazón” –que decía Ryszard Kapuscinski– pide ser vivido de la mejor de las maneras, sin renunciar a las reflexiones éticas y políticas que nos sirven de eje en otros aspectos de la vida. Pero vivido, eso sí, porque si no… ¿para qué tantos libros?
Conócete, acéptate, supérate y sé tú mismx.
El amor tendría que expandirse más allá del ámbito familiar y de pareja y en eso yo veo que, como en otras muchas cosas, estamos retrocediendo. Otro triunfo del capitalismo.
El dicho «cuanto más conozco al ser humano más amo a mi perro» tiene mucho de verdad, quizá será por éso que cada vez veo más personas con perro.
Hay seres crueles e inmisericordes que utilizan innecesariamente tanto a personas como a animales.
El gremio de los cazadores es un ejemplo de crueldad, la practican con los indefensos animales y no lo hacen con el ser humano porque en este caso está penalizado:
Febrero es el fin de la temporada de caza con perros y el inicio de la temporada de abandonos masivos de aquellos que desean descartar.
España es uno de los pocos países desarrollados que permiten aún las monterías, que es una modalidad de caza donde los perros son usados como armas de caza. Son usados para perseguir, acosar, agotar y matar a sus presas, que mueren desangradas por las dentelladas de la jauría. Estos perros no conocen el amor, la caricia y la calidez de un hogar. Todo el año viven en condiciones deplorables, en cheniles pequeños, con muy poco o ningún estímulo. Esta es la realidad de estas otras víctimas de la caza.
Sin embargo, los cazadores y sus aliados en el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación están haciendo todo lo posible para excluir a los perros usados en la caza de la próxima Ley de Protección y Derechos para los Animales y de cualquier otro reglamento que los proteja. Quieren que se siga considerando a estos animales meras cosas, a las que se les puede hacer lo que se desee. Y todo esto con una única justificación: dinero. Es como si cualquier barbaridad se justificara si hay un beneficio económico. Incluso la crueldad. (AnimaNaturalis)