Opinión
Vox y el “regionalismo bien entendido”
Pablo Batalla escribe, con mirada histórica, sobre cómo el Abascal que proclama que «León no es Valladolid» o el blaverismo valenciano nos habla de la compatibilidad de los anhelos centralizadores de la ultraderecha con el cultivo de retóricas regionalistas
Sorprendía el pasado 20 de enero Santiago Abascal, de mitin en León, arrancándose con un discurso podría decirse que leonesista; leonesista de aquella manera, pero curioso en todo caso en el líder de un partido de ambiciones recentralizadoras, enemigo furioso de todo -ismo territorial que no sea el español. «León no es Valladolid», aseveraba, y sí una tierra «leal a España» cuya lealtad, sin embargo, ha sido castigada en lugar de premiada —denunciaba el Duce voxista— por el Estado del setenta y ocho.
José Ortega Lara abundaba más tarde en el mismo acto que la fidelidad leonesa «no se ha pagado, se ha castigado». El demonio atizado acá era, por supuesto, el Estado autonómico, pero de forma bastante audaz, sirviéndose de una pasmosa pirueta argumental: un reivindicar la pluralidad de España por vía de denunciarla ahogada por «las autonomías centralistas».
La estampa nos habla de la fuerza transversal de un momentum leonesista que se sustancia, desde hace tres años, en una ola de mociones por la autonomía que recorre los Ayuntamientos del País Leonés, y sobre todo la de León (pero también alguna localidad de Zamora y Salamanca). Los municipios leoneses que las han aprobado abarcan ya más de la mitad de la población provincial, y en alguno de ellos, han llegado a contar con los votos a favor de ediles de Vox, desobedientes a la orden de su propio partido de declararse en contra.
En las encuestas, supera el 70% de la población tanto leonesa como zamorana y salmantina la desidentificación con la comunidad autónoma en la que los colocó, en 1983, la avidez —dicen las malas lenguas— de la burguesía cerealista vallisoletana de agrupar en una misma comunidad toda la cuenca del Duero. Y en las próximas elecciones autonómicas, se espera que cebe un resultado histórico para la Unión del Pueblo Leonés, partido fundado en 1986, de raíces conservadoras y ambiciones transversales, pero donde un relevo generacional ha desencadenado últimamente un leve giro socialdemócrata. Ese éxito previsible estaba probablemente en la cabeza del Ortega Lara que peroraba también su deseo de que los leoneses no se sumen al «experimento» de un regionalismo pactista con «Sánchez, los etarras y los comunistas» y de «convertir el Congreso en un mercado persa».
La historia nos muestra que el fascismo y sus ansias violentas de centralización no son incompatibles con un cierto discurso regionalista. Como explica Stefano Cavazza del italiano en un artículo académico de hace unos años (El cultivo de la pequeña patria en Italia), publicado en la revista Ayer,
«El fascismo […] se mostró abierto a acoger los temas de la tradición cultural favorable al localismo y —en menor medida— al regionalismo, viendo en la pequeña patria una suerte de puente hacia la nación y la posible matriz de una cultura italiana renovada […] Un aspecto para ello fue el culto al folclore. […] [Se absorbieron tendencias] interesadas en hacer compatibles el amor de la pequeña patria y el amor por la patria grande, mediante la utilización del interés por la dimensión local como medio de reforzar la identidad nacional».
La Opera Nazionale Dopolavoro, encargada de la planificación del ocio y el tiempo libre, exhumaba fiestas medievales, organizaba grupos corales o convocaba juegos florales de poesía en dialecto. España, más tarde, conocería también lo que el franquismo llamaba regionalismo bien entendido: un cultivo folclórico, costumbrista, preocupado por apagar cualquier rescoldo posible de separatismo, pero vigoroso, de identidades locales, convertidas en un decálogo de maneras de ser español.
Nunca se han visto tantas sardanas y muñeiras en la televisión pública española como durante la dictadura, que en 1969 emitía una serie de sellos con los trajes regionales de cada provincia (varios de ellos reinventados por la Sección Femenina para reforzar su pintoresquismo). La ultracentralización administrativa podía coexistir con lo que, en Italia, Luigi Farini llamaba en 1860 «respetar las membranas naturales» del país, o el propósito que Giovanni Crocioni expresaba de este modo en 1914: «Reevocando las tradiciones y restaurando la civilización de las regiones, nos proponemos conservar sus elementos buenos, fundirlos conjuntamente, con el objetivo de reforzar y hacer cada vez más grande la nueva, única y verdadera civilización nacional».
La región como puente, como trampolín, como lanzadera hacia la nación. Y, para ello, la asignación a cada una de una gloria nacional, y con ella, desprendiéndose de ella, una misión nacional. El regionalismo bien entendido era también enorgullecerse de, y reencarnar el espíritu de, don Pelayo en Asturias, los conquistadores en Extremadura, el Cid en Castilla, los defensores de Zaragoza en Aragón, etcétera. Vox, hoy, envía a sus candidatos a iniciar una campaña electoral —la de 2019— ante la estatua de Pelayo en Covadonga, la del Cid en Burgos o la del Tambor del Bruch en Barcelona; ameniza una convención con sanfermines, sevillanas, jotas, fallas y gaiteros o promueve aquí y allá modificaciones de días grandes locales, exigiendo, por ejemplo, que el 2 de enero —toma de Granada— sea la fiesta oficial de Andalucía en lugar del 28 de febrero —día del referéndum autonómico de 1980—, o las de Badajoz y Murcia pasen a ser el aniversario de la conquista de la taifa musulmana en 1230 y 1266 respectivamente.
Entrevistado en 2019, José María Llanos, candidato valenciano de Vox, afirmaba (y nadie de los que se lo tiraría más tarde a Yolanda Díaz le tiró entonces el DRAE a la cabeza) que
«el valencianismo está dentro del programa de Vox […], lo llevamos en nuestro ADN: como decía el rector del monasterio del Puig, los valencianos tenemos la patria y tenemos la matria. La patria es España, a la que adoramos, y la matria es nuestra terreta, nuestro Reino de Valencia […] Los valencianos de Vox somos valencianos de pura cepa y españoles hasta la médula; es absolutamente inclusivo y defendemos sin ismos lo valenciano, la valencianidad».
El blaverismo —un cultivo ultraderechista de una identidad valenciana estridente, pero asociada a un españolismo y una catalanofobia igual de robustos, y con frecuencia violentos— es el ejemplo vivo del recorrido final de este regionalismo bien entendido que Vox rescata hoy, y que es fácil adaptar al color doméstico de cada región española; de cada terreta, cada tierruca y cada tierrina, del baturrismo aragonés al paconismo asturiano (Covadonga, cachopos y fiestes de prau). Frente a ello, hay también una lección valenciana en el éxito de Compromís, basado en gran parte en años de pico y pala en la construcción y el enraizamiento asociativo de un valencianismo fallero pero progresista, populachero para bien, regionalismo, este sí, bien, magníficamente entendido. Aprendámosla todos.
Vox y PSOE coinciden en una cuestión: una Castilla fuerte, unida y consciente de sí misma sería una piedra en el camino para los equilibrios territoriales y políticos del actual Régimen. Por eso azuzan el anticastellanismo en diferentes formas, y una de ellas es pervertir el legítimo sentimiento de desagravio provincial en León. Solo hay que ver cómo han sido la Sexta y elDiario los principales difusores de todo el tema este de las mociones de UPL en Ayuntamientos, que no han tenido ya más recorrido.
Eso sí, la jugada para el PSOE tiene un precio: la UPL dobla votos en estas elecciones, y volverá a hacer lo mismo de siempre: otorgar sus votos para que gobierne el PP y le aprobará los presupuestos a cambio de alguna migaja. Pero para el PSOE, CyL es un patio trasero que puede sacrificar en nombre de los intereses supremos del Estado (es decir, seguir mamando de la vaca del Régimen del 78 hasta que no dé más de sí).
La patria grande y la patria chica. No han inventado nada que no hubiera inventado ya el franquismo.
No hay democracia sin justicia y memoria: VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN
COMUNICADO DE LA COORDINADORA DE APOYO A LA QUERELLA ARGENTINA (CEAQUA) ANTE EL ACTO PÚBLICO DE MARTÍN VILLA EN MADRID.
El ‘desayuno informativo’ convocado por Fórum Europa y Nueva Economía Fórum en torno a Rodolfo Martín Villa en Madrid el 17 de enero bajo el título ‘La Transición, mi memoria y la querella argentina’ solo cabe ser interpretado como un acto de adhesión a dicho personaje, probablemente como desagravio por su imputación –y posterior procesamiento, provisionalmente revocado– por un tribunal argentino como responsable de 4 delitos de ‘homicidio agravado’, imputación que por cierto no ha sido rechazada por la Cámara Criminal y Correccional Federal Argentina en su reciente auto de 23 de diciembre, sino que ha ordenado que se sigan investigando los hechos.
No es necesario recordar la trayectoria de Martín Villa: joven promesa franquista como jefe nacional del Movimiento (partido único de la dictadura), ministro de Relaciones Sindicales y de Gobernación en la transición, y responsable de la represión de las masivas movilizaciones durante esos años, autor de la destrucción de los archivos policiales franquistas y del Movimiento, posteriormente miembro de consejos de administración de numerosas empresas…
El acto contará con el mecenazgo de las empresas ASISA y SOLARIA, y es de esperar que al mismo acuda una nutrida representación del empresariado, clase política y en general de quienes sostienen la ejemplaridad de la Transición, periodo en el que precisamente sucedieron esos crímenes de Estado de los que Martín Villa ha sido acusado, como responsable político, entre otros muchos.
Para las víctimas de aquellos crímenes este acto es una provocación y un escarnio añadido a la negación de acceso a la justicia que han padecido a lo largo de más de 40 años en este país por culpa del vergonzante pacto de silencio e impunidad que se selló en la Transición para que figuras como Martín Villa pudieran cambiar de chaqueta y mantenerse en el poder.
En estos días en los que tanto hincapié se hace en el respeto a las víctimas, algunas de ellas, como las producidas desde las estructuras del estado, tienen que soportar que victimarios como Fraga Iribarne o Martín Villa tengan un busto de reconocimiento en el Senado el primero o reciban condecoraciones en el Congreso el segundo sin cuestionarse el dolor que ello produce.
¿Qué sentirán ante actos como éste las familias y entorno de Pedro María Martínez Ocio, Romualdo Barroso Chaparro, Francisco Aznar Clemente, José Castillo, Bienvenido Pereda Moral, asesinados en Vitoria, 3 de marzo de 1976; Rafael Gómez Jauregui, el 12 de mayo de 1977, en Rentería, por parte de efectivos de la Guardia Civil; José Luis Cano Pérez, el 14 de mayo de 1977, en Iruñea-Pamplona, por parte de efectivos de la Policía Armada; Francisco Javier Nuñez, el 29 de mayo de 1977, en Bilbao; Jesus María Zabala Erasun, el 8 de septiembre de 1976, durante una manifestación, en Hondarribia-Fuenterrabía; Norma Menchaca el 9 de julio de 1976 en Santurce; Arturo Ruiz el día 23 de enero de 1977 en Madrid y Germán Rodríguez Saiz, el día 8 de julio de 1978 en Pamplona? Estos son los asesinatos por los que Martín Villa ha estado imputado y ha sido investigado. Estos crímenes ni han sido investigados ni sus criminales imputados en nuestro país a día de hoy.
Este tipo de actos, de adhesión a un presunto responsable de crímenes políticos de lesa humanidad son, no solo una ofensa para sus víctimas, sino que representan una vergüenza para esta democracia corroída por la impunidad del franquismo, y retrata fielmente las convicciones democráticas y éticas de sus organizadores y patrocinadores.
SPECIAL THANKS :
» » GRACIASSSSSSSSSSSSSSSS……………. P$$$$$$$$$$$$$(—)€€€€€€€€€€€€ » , ya sabéis que todo esto sería imposible sin vosotr@s……….. » .
Salud y ¿ decencia? .