Sociedad

Una adolescencia marcada por controles policiales

Sin pruebas objetivas ni indicios razonables, la policía aborda frecuentemente a personas racializadas en la calle. Joël, a sus 17 años, ha vivido ya muchos de estos controles por perfil racial.

Una actuación policial en el barrio de Lavapiés, en Madrid. ÁLVARO MINGUITO / ARCHIVO

29/12/2021. Anoche de nuevo pararon a mi hijo. 23.45, al lado de casa. Le para la secreta. Él pide saber el motivo por el que le paran. «En esta zona hay robos con violencia». Incierto. Se quedó con ganas de preguntarles si es que daba con el perfil. ¡Está harto! Hay que seguir luchando para que esto pare.

Se trata de la última denuncia de Ana Melgosa a través de la red social Twitter. Quien sufre el control descrito es su hijo, Joël, un chico de 17 años al que le gusta el deporte, sobre todo el fútbol, al que lleva jugando desde los seis años. Aunque también estuvo practicando rugby. Un entorno en el que ha tenido que soportar ataques racistas, sobre todo de los padres de equipos contrarios.

Joël es un chaval como cualquier otro que disfruta de sus amigos, le gusta estar al día de las noticias y se siente bien en familia. «Maduro para su edad, coherente y reflexivo», añade su madre. Sin embargo, tiene algo que lo diferencia de otros chicos: la frecuencia con la que es parado e identificado por la policía.

A mediados de diciembre llegó a casa sorprendido. Terminado el entrenamiento, regresaba acompañado de la música de sus auriculares y un caminar tranquilo interrumpido por un coche de policía que se había metido en dirección contraria para detenerse frente a él. A continuación, según su relato, los agentes bajan del vehículo para pedirle la documentación, le preguntan si ha estado detenido alguna vez y, antes de decirle que se vaya, le avisan de que tenga cuidado.

«Fue cerca de casa, al lado de la calle Alcalá. No duró más de cinco minutos. Casi nunca explican los motivos por los que le paran», señala Ana. No era la primera ni la última vez que sucedía. Sin embargo, esta vez fue extraño y descorazonador. «Lo pararon hasta en ropa deportiva. ¡Se veía claramente que venía de hacer deporte! Él dice que por las pintas», explica su madre. «Pero tiene todo el derecho a llevar el pelo y los pantalones que más le gusten».

Los protocolos de actuación definen los controles policiales como requerimientos de identificación personal en vía pública o cualquier otro lugar con el fin de prevenir delitos u obtener información en la averiguación de actos ilegales. No obstante, lo que diferencia a Joël de otras personas identificadas es su color de piel. Hablamos de controles por perfil racial que consisten en el uso de generalizaciones basadas en la idea de raza como factor que impulsa la acción policial. Aquí no hay pruebas objetivas o indicios razonables que puedan arrojar luz sobre el comportamiento individual del chico. Solo hay racismo.

A estos controles se les suma la opacidad, ausencia de datos que permitan conocer la dimensión de una práctica ampliamente denunciada por diferentes organizaciones tanto nacionales como internacionales. Es el caso de SOS Racisme Catalunya, que, a finales de 2021, lanzó una aplicación móvil para que quien sufre o es testigo de estos controles en Cataluña pueda documentarlos. «Del 4 de noviembre al 13 diciembre se registraron 34 de alertas, una media de casi un control por perfil racial al día», señalan desde la organización antirracista.

«Por ser negro y punto»

La primera vez que Joël sufrió un control por perfil racial fue, según denuncia, con tan solo 14 años. Pararon a su grupo de amigos en las fiestas de San Isidro. En ese momento se percató de que a su lado había un grupo de chicos blancos: «A ellos no les dijeron nada». Otro día, yendo también con sus amigos, le pidieron la documentación, solo a él. En ese momento preguntó al agente si lo paraban por ser negro. La respuesta fue que sí, alegando que había «muchos menores de centros de acogida que se estaban escapando».

«Estamos buscando gente como tú», fue también lo que le espetó un policía nacional a la afroamericana afincada en España Rosalind Williams en 1992. Actuación por la que el Comité de Derechos Humanos de la ONU condenó a España en 2009. Más reciente es la respuesta dada por otro agente a Zeshan Muhamad mientras caminaba junto a un amigo. Aquel «por ser negro y punto» le costó a España una demanda ante el Tribunal Europeo de Derechos Humanos tras las infructuosas denuncias de este joven español de origen paquistaní ante la justicia española. En las próximas semanas conoceremos el resultado de la sentencia.

«Cuando ve un coche de policía piensa que le van a parar e identificar», señala Ana mientras recuerda una de las peores veces, sucedida hace poco. Joël estaba con su pareja en un parque y cuando vio pasar un coche patrulla le dijo a su acompañante: «Verás cómo dan la vuelta». Así sucedió. Los agentes se acercaron para preguntar si todo iba bien; ambos respondieron que sí. Sin embargo, uno de los policías volvió a repetir la pregunta mirando únicamente a la chica. Ella asintió y, sin añadir nada, los agentes se marcharon. Pero ahí no acabó todo. Uno de ellos dio media vuelta y levantando el dedo hacia Joël le dijo: «Tienes suerte de que nos tenemos que ir, que si no te iba a enseñar a respetarnos».

También lo han parado yendo con una bicicleta del Ayuntamiento de Madrid. En ese caso, además de identificarse, le solicitaron la aplicación móvil «para verificar que no la había robado». Otro día, fue porque su ropa (pantalón negro y sudadera roja) coincidía «con la descripción de un supuesto robo». «En fin, suma y sigue. Hay más, como puedes imaginar», lamenta Ana.

En el informe Bajo Sospecha: impacto de las prácticas policiales discriminatorias son las propias personas que sufren estos controles quienes describen sus muchas consecuencias. Una limitación de derechos y libertades que acaba por afectar a todos los ámbitos de la vida, sumada a una criminalización que refuerza los prejuicios sociales sobre las poblaciones no blancas y que acaba por afectar a la conformación de las identidades de las personas afectadas. En el caso de Joël, varias veces ha manifestado avergonzarse de sus orígenes africanos.

Para este joven, lo mejor es «acostumbrarse, pensar que esto te puede pasar, no dejar que te afecte y te haga sentir mal». No obstante, para su madre, la sociedad no debe normalizar ni mucho menos naturalizar estas prácticas. «La adolescencia es una etapa complicada, quizá la más complicada, ya que es el momento de búsqueda de tu futuro, el momento en el que se construyen los pilares básicos de los que serán adultos. Hay que visibilizar, escuchar a los y las jóvenes. Hay que darles la palabra, hacerles sentir que nos importan», concluye.

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Comentarios
  1. Siento discrepar. Que te pare la policía no es nada malo. Que te golpee sin motivos sí. La autoridad está para preservar el bien común. No hay que temer a la policía, no hay motivo para temerles si no has hecho nada malo. Si te paran y ellos te los piden enseñas tus papeles, respondes a sus preguntas y cuando te lo autoricen te vas.
    España es una democracia, y en una democracia nadie debería temer a la policía. Tengo 69 años, he vivido mi niñez, mi adolescencia y parte de mi juventud en el franquismo, en la dictadura, me han parado muchas veces, y nunca me ha pasado nada.
    No tenía nada que temer. Nunca he sido un delincuente. He trabajado hasta caer desfallecido, pero nunca he delinquido; y nunca he contestado mal a la policía. Porque siempre he tenido claro que ellos hacen su trabajo. ¿Tanto cuesta entenderlo? ¿Es necesario vivir en confrontación permanente con las fuerzas del orden? Y digo yo, ¿desafiarles es inteligente? Si les tratas con respeto ellos te respetan. Pero si les chuleas…

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