Sociedad
¿Resucita Asturias?
En el Principado crece la sensación de que hay motivos para el optimismo con respecto a enterrar la crisis aparentemente interminable que desangra a la región desde hace 40 años
Este reportaje sobre Asturias se publicó en #LaMarea85. Puedes conseguirla aquí
“¿Asturies o trabayes?”. Un lema humorístico, pero que expresa una disyuntiva muy seria: ¿Asturias o trabajas? Incompatible vivir en Asturias y trabajar. La pregunta, título de un álbum de 1993 de la banda Dixebra, hizo fortuna como estrecho comprendo de una crisis interminable, que duraba ya entonces varios lustros, y perdura hasta hoy. La muerte dulce de Asturias: de las barricadas a los jubilados de oro, titulaba Carlos Prieto, en 2018, una crónica sobre el desmantelamiento industrial de la región, que rastreaba datos como que Asturias es la autonomía cuyo PIB menos ha crecido en democracia, ha perdido un 6% de su población en este tiempo, el 29% de sus habitantes cobra una pensión estatal, el 24,4% vive del empleo público y el 24% de sus jóvenes dejó la región desde 2008.
En 2016 era el lugar del mundo con menos natalidad junto a Singapur, Madeira y Macao. La bajada del millón de habitantes parece inminente y angustia de un modo peculiar a los asturianos, que hallan en ese descenso simbólico de categoría el certificado final de su postración. El pozo ha parecido no tener fondo, ni remedio. Pero a veces cambian tornas que parecían irreversibles. En los últimos tiempos, una convergencia de novedades esperanzadoras genera una sensación creciente de que ese fondo sí se ha tocado e incluso se advierten, levísimos, frágiles, todavía, signos de recuperación tanto económica como demográfica.
Puede que haya un futuro para Asturias, después de todo; el proporcionado por el boom del turismo, la conclusión de la faraónica Variante de Pajares –que, además de acortar el tiempo de los trayectos de pasajeros, mejorará destacablemente el tráfico de mercancías– o las inversiones descarbonizadoras por valor de mil millones de euros que parecen garantía –celebrada como tal por los sindicatos– del futuro de ArcelorMittal, responsable directa del 12% del PIB asturiano: la construcción, en la planta de Gijón, de una planta de DRI alimentada con mineral de hierro, pero también con hidrógeno verde, que reducirá el consumo de mineral de hierro, e instalación de un nuevo horno de arco eléctrico; inversiones que recortarán a la mitad las emisiones de carbono en cinco años.
Las perspectivas mejoran también en lo demográfico, aunque sea por motivos de los que no quepa alegrarse: la extensión del teletrabajo es uno, la COVID-19 es otro, y tal vez el principal sea el cambio climático.
Un relevo generacional
A Asturias afluyen ya de manera notable foráneos atraídos por su clima bonancible, su belleza natural o la calidad de sus servicios públicos, demostrada durante la pandemia: el Principado fue desde el primer momento la comunidad con mejor ritmo de vacunación. Aldeas remotas de concejos al borde de la extinción poblacional reverdecen ya con este aporte de neorrurales a quienes los meses de confinamiento terminaron por espantar de la gran ciudad.
La periodista Elena Plaza, buena conocedora de este fenómeno, menciona sobre esto último “el efecto dominó de alguna avanzadilla que viene, se enamora de Asturias y lo recomienda a sus amigos, fascinados por la calidad de vida o que tengas el monte y la mar tan cerca”. Cualquier distancia asturiana parece corta a quien, acostumbrado a “hasta hora y media de transporte público en Madrid», ve que “aquí te plantas desde Oviedo en Ribadedeva”. En Ponga, un concejo recóndito de belleza abrumadora, pero que se cuenta entre los que han sufrido una sangría demográfica más brutal, acaba de abrirse una guardería municipal; algo que hubiera sido insólito hace no tantos años.
La digitalización abre a la España vaciada –y hay una España vaciada en Asturias, que concentra en una estrecha almendra central, el llamado ocho asturiano, el ochenta por ciento de su población– oportunidades que nos confirma María Torres, llegada a Asturias hace 30 años y cuya floristería, establecida en la aldea de Prelo (Boal), florece hoy, valga la redundancia, gracias al novedoso escaparate de las redes sociales y al compás de algunos cambios tanto materiales como sociológicos.
“Antes –cuenta– pasaba meses muy malos y tenía que dedicar un día a la semana a salir a repartir, porque aquí no subía nadie, se asustaban, pero ahora llevo unos meses que ni salgo, porque la gente quiere subir aquí. Tienen curiosidad. Quieren venir a darse una vuelta en pareja o en familia, conocer la zona, ver el paisaje, comer. He notado un cambio muy grande en ese sentido”.
La primacía del turismo de sol y playa ha dado paso a una preferencia creciente por los paisajes verdes, los climas templados y un turismo diversificado y basado en las experiencias, justamente aquel que Asturias ofrece: playa, montaña, pueblos encantadores, patrimonio histórico-artístico y una renombrada gastronomía, todo muy cerca. Los últimos veranos han arrojado escenas de masificación en lugares como la ruta del Cares, los lagos de Covadonga o las playas de Llanes.
E incluso las más deprimidas áreas industriales van consiguiendo atraer hacia sí a las cohortes turísticas poniendo en valor un patrimonio que tiene su público y que responde bien a ofertas como la del antiguo Pozo Sotón, emblemática explotación de la cuenca del Nalón: “Un paseo por las entrañas de la tierra” durante el cual antiguos mineros ofician como guías. Juan González Ponte, concejal de Cultura y Empleo del Ayuntamiento de Mieres (IU), confirma que la cabeza de la cuenca del Caudal, uno de los epicentros de la crisis postindustrial, batió en 2020 su récord de visitantes, atraídos por un triple señuelo que combina el patrimonio industrial, un programa referente de actividades culturales y la gastronomía.
Los economistas son cautelosos cuando se les pregunta si pueden certificar con frías estadísticas esta sensación de recuperación. “Sobre brotes verdes, creo que aún es muy pronto para afirmar algo robusto desde el punto de vista técnico”, nos dice Joaquín Lorences, catedrático de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Oviedo, que llama a una prudencia atenta a comprobar cómo se concretan los proyectos condicionados a los fondos europeos, así como a no confundir un cambio cíclico –porque es cierto que “en general, la economía asturiana está recuperándose de esta última crisis más rápido que otras regiones, seguramente debido a una mejor gestión de la pandemia y de los recursos económicos empleados”– con un cambio de tendencia.
En cualquier caso, no deja de haber “señales que anuncian que la siesta se acaba, y, además, en varias direcciones” al decir de un periodista poco sospechoso de no justipreciar la decadencia de la autonomía: Xuan Cándano, quien fuera director de la ya desaparecida revista Atlántica XXII, demonio durante años de los gobiernos socialistas de la región y del sindicato minero SOMA por su rastreo de las presuntas corruptelas y malversaciones que envolvieron la gestión de los fondos mineros.
Cándano detecta un cambio generacional a mejor “que se nota en todos los sectores de la sociedad y también en las esferas del poder”, y que considera que el presidente Adrián Barbón encarna bien. Este lavianés de 42 años, sucesor, en 2019, del septuagenario Javier Fernández al frente de la autonomía, ha enterrado –afirma Cándano– «a la vieja guardia de la FSA, que era profundamente conservadora», y abandera “un discurso nuevo basado en impulsar la autoestima colectiva, enterrar complejos”, que encuentra su guinda en la proyectada declaración de cooficialidad de la lengua asturiana, que horroriza a Fernández.
“Ambicioso” al decir del periodista, el Gobierno Barbón tiene uno de sus pilares en el robustecimiento del sector de la investigación, objeto de un plan de ayudas y atracción de científicos cuya cabeza, Borja Sánchez, consejero de Ciencia, Innovación y Universidad, ve “una absoluta unanimidad, incluso entre sus rivales políticos”, acerca de su valía.
Asturias acredita algunos indicadores que la sitúan en una buena posición para la atracción de inversiones en este campo y, entre ellos, un índice históricamente alto —herencia, suele analizarse, del ateneísmo obrero— de población con estudios superiores. Según datos de 2021, Asturias es la cuarta comunidad autónoma en un ranking que lideran autonomías prósperas: País Vasco (53,4%), Madrid (50,2%) y Navarra (48,2%).
Y estos jóvenes preparados lideran hoy el abandono, en favor de la innovación, la creatividad y las soluciones mixtas, de algunos lastres que han caracterizado la gestión asturiana de su propia crisis durante años, entre los cuales Cándano cita la “mentalidad economicista”, la “obsesión por las infraestructuras” o una “mentalidad subsidiada y casi mendicante”, incapaz de imaginar soluciones que no pasaran por la empresa pública o la llegada de una multinacional extranjera que, como un deus ex machina, viniera a remediar la crisis por sí sola.
Comprar una aldea
Por supuesto, no pueden echarse aún las campanas al vuelo. Cuarenta años de anunciados remedios que no lo fueron imponen la cautela. Si bien se ha garantizado el futuro de ArcelorMittal, otras empresas, como Vauste o Alcoa, viven –denuncia Cándano– “procesos de deslocalización escandalosos, a través de empresas fantasmas y empresarios corruptos que llegan para cerrarlas en operaciones que deberían tener responsabilidad penal”. Por su parte, Juan González Ponte comenta una “gran preocupación” que hay motivos para tener: que se repita con los nuevos fondos europeos la opacidad y la corrupción que caracterizaron el reparto de los mineros. “Nadie sabe nada”, denuncia. “La información es escasísima y también detecto una falta de planificación absoluta. Tampoco hay coordinación entre los ayuntamientos. Me consta que estamos a la cola de otras comunidades autónomas que sí hicieron los deberes, como País Vasco o Catalunya”.
También puede suceder, advierten los más prudentes, que el remedio sea en algún sentido peor que la enfermedad. El turismo –señalan– es un gran invento, pero no lo es una economía en la que sobrepase cierto porcentaje del PIB, se convierta en un monocultivo y la amarre a las fluctuaciones de un sector que, en un mundo de zozobras, es de esperar que las sufra cada vez más abruptas. Y en Asturias, además de la ya comentada masificación de lugares emblemáticos, ha llegado a suceder que se ponga en venta una aldea completa, El Mortorio, en el portal inmobiliario Idealista, al precio de 2.375.000 euros.
Elena Plaza recela de estos desembarcos en el agro que no suelen parecerse a la filosofía del cohousing que a veces dicen abanderar, sino a una especie de colonialismo interior. “No se crea comunidad, ni territorio, sino que se busca una especie de atrezo rural para una vida aislada de los vecinos; abrir la ventana y ver los Picos de Europa o las vacas pasar, pero en una promoción inmobiliaria separada de los del pueblo”.
¿Resucita el Lázaro astur, o vive el espejismo de recuperación por el que pasan algunos moribundos? El tiempo proporcionará la respuesta.
Gente noble, la asturiana. Hermosa tierra. Merece una vida digna y la tendrá porque tiene méritos para ello.
Pero atención con las CENTRALES TERMICAS DE CARBON, algunas totalmente fuera de control.
Las centrales térmicas de carbón estarían funcionando totalmente fuera de control, tanto desde el punto de vista administrativo como, y es lo más importante, desde el punto de vista de las emisiones contaminantes.
Las centrales térmicas de carbón asturianas de Aboño, Soto de Ribera y La Pereda no estarían cumpliendo con sus obligaciones de funcionar con una Autorización Ambiental Integrada actualizada.
Además, las dos primearas estarían incumpliendo sus obligaciones en lo que se refiere a los Planes Nacionales Transitorios para las Grandes Instalaciones de Combustión.
https://www.ecologistasenaccion.org/186643/las-centrales-termicas-de-carbon-totalmente-fuera-de-control/