Cultura | Sociedad
Rescatar o dejar de ser personas
Llega a los cines el documental ‘Aita Mari’, la historia de un barco y de un imperativo moral: el de salvar vidas en el mar.
Ayudarse es un acto revolucionario. Lo es porque en nuestro mundo todo está dispuesto precisamente para lo contrario. Los neos (neocons, neoliberales, neofascistas, qué más da) hablan de liderazgo, meritocracia y competitividad como algo beneficioso para una sociedad en la que, para colmo, no creen. En la competición que proponen (obscenamente adulterada por la clase social, el sexo y la raza) siempre hay un perdedor, y de eso se trata en definitiva: de perder para, primero, convertirse en deudor y, después, en esclavo. Por eso ayudarse es revolucionario, porque rompe las reglas de su juego trucado. Por eso, rescatar personas en el Mediterráneo, como hace el buque Aita Mari, también lo es.
En 2015 se creó Salvamento Marítimo Humanitario, una ONG vasca que pretendía colaborar en la respuesta a la crisis de los refugiados provocada por la guerra en Siria. Detrás de ella estaban sus impulsores, Iñigo Mijangos e Iñigo Gutiérrez, quienes poco después decidirían ir un paso más allá y transformar un viejo barco pesquero, el Stella Maris Berria, de Getaria, en un barco de rescate. Así nació Aita Mari, nombre del buque y del documental que narra su historia y que hoy llega a los cines.
Cuenta Iñigo Gutiérrez que la imagen que lo agarró por las solapas y lo zarandeó fue la de Aylan Kurdi, el niño kurdo que apareció ahogado en una playa de Turquía en 2015. No le pasó solo a él, el mundo entero sintió un escalofrío al verlo. Pero también es cierto que aquella conmoción duró un suspiro. De repente, el electorado de muchos países (incluido el nuestro) empezó a llenar sus urnas con votos que, perdonen la crudeza, aprobaban aquella muerte. Ganaron los neos (o sus políticas, qué más da), ganó el discurso del miedo, ganó el «o ellos o nosotros». ¿Pero qué significa ese «ellos»? ¿Quiénes son «ellos»?
Michele Angioni, primer oficial del Aita Mari, se lo explica de forma cristalina a la tripulación antes de acometer su primera misión de rescate: «No son sacos de arena, son personas, y merecen un respeto. Eso es lo que hacemos las ONG y lo que marca la diferencia: dar un trato humano a personas rescatadas en el mar. Nosotros aquí no ponemos etiquetas. No hay migrantes, no hay refugiados. Son personas, igual que yo, igual que vosotros».
La obligación de rescatar
Analizado así, desde el humanismo, la igualdad, la compasión y hasta la Ilustración, el rescate se convierte en un imperativo moral. Al negarlo somos nosotros, los europeos blancos, los que, de alguna manera, dejamos de ser personas. No se puede no rescatar, ni desde el punto de vista ético ni desde el legal, ya que así lo dictan las leyes internacionales. Leyes que las instituciones democráticas (desde Bruselas a los gobiernos nacionales) llevan años tratando de sortear, deformar y adecuar a su conveniencia. Así puede considerarse la externalización de las fronteras, cuya labor de control ha sido traspasada a Turquía o Marruecos, o el cambio de la Operación Mare Nostrum (pensada para salvar) a la Operación Tritón (pensada para repeler). «A nosotros nos decían que no teníamos derecho a rescatar. ¿Perdone? Es que el derecho a rescatar no existe. Lo que existe es la obligación de rescatar», remarca Iñigo Gutiérrez.
El documental dirigido por Javi Julio destaca, sobre todo, por su falta de épica. No hay unos heroicos rescatadores enfrentados a una misión peligrosa. «Habla de cómo gente sencilla y anónima se transforma y abandona su vida anterior para realizar el trabajo que deberían hacer los Estados», explica el director. El Estado español, en particular, después de darse un barniz de humanitarismo con la llegada del Aquarius a Valencia, bloqueó al Open Arms en el puerto de Barcelona, consideró Libia como «un puerto seguro» en el que desembarcar a los rescatados y puso todo tipo de trabas para conceder los permisos necesarios al Aita Mari, evitando así que comenzara sus labores de salvamento. Ya rehabilitado y dispuesto a hacerse a la mar, lo mantuvo amarrado durante un año con excusas administrativas.
El ascenso global de la ultraderecha ha sacado a relucir un aspecto especialmente repugnante en esta situación: el racismo. En un momento del documental, Iñigo Mijangos aborda el tema con rabia y precisión: «La respuesta, en general, es racista. Y luego tenemos ese cinismo, denunciando el Black Lives Matter. Salen los políticos europeos dándose golpes en el pecho y diciendo: ‘Qué vergüenza, fíjate lo que ha pasado en Estados Unidos, esto en Europa nunca pasará…’. Lo que pasa en Europa es que no los ahogamos con una rodilla en la garganta, directamente los ahogamos en el mar».
En su primera misión, la que aparece en la película, el Aita Mari rescató a 79 personas. Desde noviembre de 2019 ha salvado la vida a otras 383. El nombre del barco hace honor a José María Zubia, quien en 1886 murió rescatando a tres pescadores que se vieron sorprendidos por una galerna. No era la primera vez que arriesgaba su vida para socorrer a las embarcaciones que naufragaban en la costa guipuzcoana. Lo hizo en multitud de ocasiones. Por eso hoy se le sigue recordando con el cariñoso apodo de Aita Mari.
Lo que empezó hace casi dos años como una emergencia global de salud pública ha derivado aceleradamente en una grave crisis de hambre, que ha puesto al descubierto la enorme desigualdad del mundo en que vivimos: A día de hoy 155 millones de personas de 55 países malviven con unos niveles extremos de inseguridad alimentaria. Son 20 millones más que en 2.020.
EN ESTE TIEMPO EL GASTO MILITAR MUNDIAL HA AUMENTADO EN 51.000 MILLONES DE DOLARES Y 10 DE LAS PERSONAS MAS RICAS HAN AGRANDADO SU FORTUNA EN 413.000 MILLONES DE DOLARES.
Cantidades que servirían, la primera para cubrir seis veces y media la financiación requerida por Naciones Unidas para acabar con toda el hambre y, la segunda, para financiar once veces la totalidad de la asistencia humanitaria mundial (Oxfam-La pandemia del hambre)
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He aquí la raiz del problema.
Ni huir (en algunos casos está justificado) ni acoger es ir a la fuente del problema para extirpar el cáncer de la codicia y de la irracionalidad, virtudes ámbas de la dictadura del capital.
ES EL CAPITALISMO, ESTUPIDO!!! y quienes lo alimentamos.
Una guerra sumamente calculada la de Siria.