Internacional | Opinión

Sáhara: un año más

"Lo cotidiano y lo que nunca debería normalizarse se mezclan en una historia que no avanza. El sol sale cada día y todos los años pasan muchas cosas. Pero nunca pasa lo que tendría que pasar", reflexiona Laura Casielles.

Campamento de refugiados saharauis. LAURA CASIELLES

Llegan estas fechas y aparece una pregunta: ¿escribiremos un año más el artículo de siempre sobre el Sáhara Occidental? 14 de noviembre: aniversario de los Acuerdos de Madrid, esto es, del abandono por parte de España de la que había sido su provincia número 53, dejando a la población a su suerte. Su suerte: mala. Concretamente, la mala suerte de vivir bajo la ocupación, en el exilio o en campamentos para personas refugiadas. Un año más, sí –y van 46–, de contar la misma historia. 

Pero es que este año han pasado muchas cosas. 

Este año nació M, el cuarto hijo de T. Así que ahora hay que incluir pañales y leche en polvo en la compra que hacen para la familia unas amigas desde España a través de Butigon, un supermercado web que reparte productos básicos y algunos caprichillos por las wilayas de los campamentos de Tinduf.

Este año murieron en la guerra 12 personas. Porque este año las efemérides se complican con otro aniversario: además de la memoria más lejana, ahora toca recordar también que el 13 de noviembre de 2020 las tropas marroquíes rompieron el alto el fuego que llevaba vigente desde 1991. Desde ese día, B, el poeta, manda cada noche por whatsapp a sus amistades un parte de guerra: número de ataques, balance del día, novedades destacables. 

Este año las escuelas militares saharauis tuvieron overbooking. Los jóvenes que querían ir al frente recibían una breve instrucción. Llegó a haber hasta tres o cuatro turnos en lista de espera en algunos de los centros.

Este año S cumplió trece y ya viste mehlfa. Sonríe para las fotos. Este año tampoco pudo venir a pasar el verano con su familia madrileña. Quizá era su última oportunidad.  

Este año, el Sáhara estuvo más presente en las noticias. El presidente Brahim Gali se vino a Logroño a ver si se curaba de la COVID, y Marruecos se puso nervioso. La crisis diplomática estalló en la frontera de Ceuta, dejándonos ver hasta dónde está dispuesto a llegar el vecino del sur. 

Este año H terminó la carrera de informática. Es bueno en lo suyo, pero en los campamentos no hay trabajo. Está intentando ganarse la vida como pintor: pone bonitas esas casas de adobe que con el paso de los años se han ido volviendo más y más características del paisaje, sustituyendo a las jaimas de tela que servían como hogar cuando se tenía más esperanza en que el asentamiento fuera solo por un tiempo corto. 

Este año aterrizó el primer vuelo chárter post-pandemia en el aeropuerto de Tinduf. Air Algerie 2667: 264 personas atravesando por fin una frontera cuyo cierre había dejado fuera la ayuda humanitaria, la cooperación internacional, los ojos del periodismo. Familiares, amistades. En estos días llega el segundo de esos vuelos. Poco a poco. 

Este año, cuando se preparó ese vuelo, la dirección de RTVE decidió que en él no iban a viajar cámaras ni reporteros de su casa. Los Consejos de Informativos de tele, radio y web se unieron para condenar una decisión que consideraron un veto. Los jefes de las áreas de Internacional de TVE y RNE dimitieron en señal de desacuerdo con la cúpula del ente. 

Este año la Universidad de Tifariti, situada en los territorios liberados, tuvo que cerrar. Las autoridades pidieron a la población civil que se retirase de esa zona, peligrosa en tiempos de guerra, así que solo sigue activa su administración, pero no las clases. 

Este año el tribunal de la Unión Europea canceló dos acuerdos sobre pesca y agricultura que venían permitiendo a Marruecos exportar productos desde los territorios ocupados. El Frente Polisario lo calificó de “gran victoria”. 

Este año L se arruinó. Tenía una veintena de camellos, que criaba en la zona de los territorios liberados, como suelen hacer quienes viven de la ganadería, porque en esa zona hay más agua que en los áridos territorios de la hamada donde se sitúan los campamentos de refugiados, y hasta algo de pasto. Pero pasaron dos cosas: por un lado, hubo sequía; por otro, lo dicho, en esas zonas ya no se puede estar. L se llevó a su rebaño a los campamentos, pero allí el agua y el pasto hay que pagarlos. No podía, así que perdió once o doce camellos. A los que quedan tampoco sabe cuánto tiempo los va a lograr mantener. 

Este año, debido a la guerra y a la evacuación pandémica de las organizaciones humanitarias, la labor de desactivación de minas antipersona se ha parado. Desde entonces ha habido varios accidentes. En uno de ellos la víctima fue un niño. En el hospital de los campamentos solo pudieron limpiar sus heridas, pero no sacar la metralla. Ese niño está ahora en Argel. Espera un visado para poder venir a curarse a España. 

Este año M, otra niña, tuvo que dejar de ir a la escuela. A ella también le estalló una mina cuando era más pequeña, y a ella tampoco pudieron extraerle los fragmentos que le quedaban debajo de la piel, y que todavía se notan si se pasa la mano suavemente sobre las heridas cerradas. Cuando hace frío, el dolor es insoportable, así que en invierno no puede salir de casa para seguir estudiando

Este año se ha nombrado un nuevo enviado especial de la MINURSO, la misión de paz de la ONU en el Sáhara Occidental. Es el diplomático italo-sueco Staffan de Mistura, que ha sido mediador en Siria, Afganistán e Iraq. El puesto llevaba tres años vacante. Como cada vez que llega un nuevo enviado, hay algo esperanza, pero no mucha. 

Este año J encontró un modo de ganar algo de dinero para mantener a su familia. En Ramadán puso un pequeño quiosco en la calle para vender bebidas y pinchitos de carne. A la hora del iftar –la ruptura del ayuno–, las familias que salían a pasear le compraban algo. Cuando pasó el mes sagrado, decidió seguir con el negocio. Ahora ha empezado a tener también tabaco, que se vende bien. 

Este año Mohamed Lamin Haddi, uno de los 59 presos políticos saharauis detenidos en cárceles marroquíes, pasó 70 días en huelga de hambre.

Este año Marruecos alargó un poquito más el muro de la vergüenza, que ya tiene 2.720 kilómetros. El nuevo tramo es corto pero decisivo: cierra el Guerguerat, el paso hacia Mauritania, zona por la que se desencadenó la reactivación del conflicto. Al otro lado del muro, este año se han seguido expoliando recursos de tierra y mar, dejando un poco más esquilmado un territorio que, si un día es recuperado por su población, será ya mucho más pobre. 

Este año, en ese territorio ocupado, la activista Sultana Khaya ha estado en arresto domiciliario en su casa de Bojador. Pero ya que está ahí, ha declarado ese hogar territorio liberado. Cada día de este año los militares han ido a quitar de su techo la bandera de la RASD. Cada día ha ondeado un ratito, sin embargo.   

Este año J tuvo cuatro bodas. “Después de la guerra y de la COVID no sé que le pasó a la gente, que se ha empezado a casar de pronto”, me cuenta. “Será para compensar”. 

Un año más, sí. Van 46. Un año más, como cantaba Silvio, “entre el espanto y la ternura transcurre todo”, también en el Sáhara Occidental y en los campamentos de personas refugiadas de Tinduf. Lo cotidiano y lo que nunca debería normalizarse se mezclan en una historia que no avanza. El sol sale cada día y todos los años pasan muchas cosas. Pero nunca pasa lo que tendría que pasar. 

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Comentarios
  1. Mediante un comunicado remitido a la redacción de Canarias-semanal,
    la Delegación Saharaui para Canarias ha denunciado «la barbarie que – dicen – está cometiendo el régimen opresor marroquí contra ciudadanos saharauis civiles indefensos en las ciudades ocupadas del Sahara Occidental».
    Según la Delegación Saharaui, los ataques se están produciendo principalmente en la ciudad capital de El Aaiún, donde las casas de los activistas están sitiadas día y noche por cientos de elementos de las fuerzas de seguridad, desde que se produjera la violación del alto el fuego por parte de régimen marroquí.
    Denuncian, asimismo, que de esta forma «el régimen queda con las manos libres para cometer todo tipo de atrocidades. De hecho actualmente han asaltado la residencia de Sultana Jaya y su hermana Luaara, que fueron agredidas con daños físicos irreparables, cuyas imágenes con gran crudeza recorren las redes sociales».
    el territorio ocupado está cerrado a cal y canto sin posibilidad de acceso a todos las Ongs. de Derechos Humanos que quieren verificar la situación sobre el terreno.
    Alertan de que el régimen marroquí sigue desafiando a la Comunidad Internacional con la violación del alto el fuego, está llevando a cabo una guerra no declarada contra el pueblo saharaui, de consecuencias incalculables para la región.
    Pedimos a todas las instituciones a intervenir para parar este genocidio, antes de que sea tarde para muchos ciudadanos/as saharauis sitiados y encarcelados en sus propia casas, y peor aún las secuelas psicológicas que sufrirán muchos niños de estas familia que están siendo testigos de este teatro dantesco».

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