Cultura

Una historia de cooperación y resiliencia a través del hongo ‘matsutake’

'La seta del fin del mundo' (Capitán Swing) muestra –según Fermín Grodira– un camino de esperanza en un otoño de desabastecimiento e inflación que podría ser un aviso de lo que puede ocurrir, a mayor escala, al superar los límites físicos del planeta.

El matsutake es el nombre común de Tricholoma matsutake, un hongo micorriza que crece en Asia, Europa y América del Norte y es apreciado por los japoneses por su olor aromático a especias. De esta forma tan insulsa define la Wikipedia al protagonista y a la vez figurante de la multidisciplinar obra de la antropóloga estadounidense Anna Lowenhaupt Tsing.

En su libro La seta del fin del mundo (Capitán Swing, 2021), Tsing explora la posibilidad de vida en las ruinas capitalistas, como anuncia en su subtítulo, a partir de una seta de elevado coste cuyo olor representa el otoño en Japón. En menos de 400 páginas, la antropóloga combina la etnografía, con la ecología, la historia, la biología, la economía, el comercio, la sociología e incluso el marxismo para contar mucho sobre nuestra propia especie y nuestra relación con el resto del planeta a partir de un ser vivo con el que tenemos aparentemente poco en común.

La recolección del matsutake en Oregón (Estados Unidos) supone la creación de valor capitalista a partir de regímenes de valor no capitalistas porque no hay una alienación en la relación entre los recolectores y las setas. Muchos de ellos pertenecen a minorías desplazadas y culturalmente marginadas de origen asiático, en gran medida refugiados de Laos y Camboya que lucharon en primera línea de combate por el bando estadounidense en sus países de origen.

Ahora están en un espacio límite ‘pericapitalista’ de vida comunal en bosques públicos donde recolectar matsutake les facilita sobrevivir mejor de manera informal –sin que ninguna empresa les contrate ni cobrar un salario– que insertos en la economía urbana de Estados Unidos. Los recolectores representan una mano de obra indisciplinada en busca de una mayor libertad segregada en campamentos por grupos étnicos. Porque según Tsing “el matsutake realza las grietas existentes en la economía política mundial”. 

Este hongo nos recuerda nuestra dependencia de otros seres vivos. Porque las setas necesitan del pino rojo (Pinus densiflora) para subsistir y este árbol germina en lugares desforestados anteriormente por el ser humano. El fin de la intervención humana en esos bosques a partir de la década de 1950 supuso que otros árboles se desarrollasen y con ello el declive del hongo en Japón.

En un contexto de degradación de paisajes y de agotamiento de recursos, con una precariedad creciente e intrínseca a nuestro tiempo, el elevado precio del matsutake permitió incentivar la recuperación de los bosques tradicionales japoneses a través de la intervención humana a partir de los años 70. Su recolección es la única actividad viable hoy en día en ese ecosistema. En cambio, en los bosques desforestados del noroeste estadounidense, la protección contra los incendios a lo largo del siglo XX trajo consigo un cambio en los pinos que crecen en la zona y recientemente ha permitido la aparición del matsutake. 

El mutualismo transformador es una constante que atraviesa el libro. De las raíces de los árboles el hongo obtiene nutrientes de ida y vuelta a la par que forma suelo fértil para los árboles anfitriones. Esta simbiosis se conoce como micorriza. Los encuentros entre especies son una forma de cooperación esencial que posibilita la vida. Incluso el nemátodo de la madera del pino (Bursaphelenchus xylophilus), una plaga para el pino en Japón y por lo tanto para el matsutake, necesita del escarabajo aserrador del pino (Monochamus galloprovincialis) para ir de árbol en árbol sin que el insecto obtenga nada a cambio. Tsing nos recuerda que la interdependencia no ocurre solo dentro de cada especie sino entre ellas.

Este ensayo interdisciplinar, publicado originalmente en inglés en 2015 y ganador del Premio Gregory Bateson que da la Sociedad para la Antropología Cultural, muestra un camino de esperanza en un otoño de desabastecimiento e inflación que podría ser un aviso de lo que puede ocurrir, a mayor escala, al superar los límites físicos del planeta. La obra de Anna Lowenhaupt Tsing se puede intentar sintetizar en una frase del libro: “Aquí convergen muchas historias distintas que nos llevan más allá de los mundos burbuja para adentrarnos en cambiantes cascadas de colaboración y complejidad”. De la ruina de los bosques industriales puede surgir vida.

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