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¿Qué futuro tienen los periodistas en Afganistán?

La Federación Internacional de Periodistas (FIP) hace un llamamiento a las Naciones Unidas ante la situación en Afganistán

Población afgana intenta acceder al aeropuerto de Kabul. REUTERS

ANTHONY BELLANGER* | «Cambiar todo para no cambiar nada». Este podría ser el nombre de la cínica política de comunicación del nuevo gobierno talibán en Afganistán.

Apenas dos semanas después de la salida de Afganistán de la administración estadounidense, el antiguo Ministerio de Asuntos de la Mujer fue sustituido por el Ministerio de Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio en un gobierno que niega los derechos de las mujeres. Estos hechos nos recuerdan a su gobierno entre 1996 y 2001. Ahora, de nuevo, las mujeres sólo pueden salir de la casa familiar para ir a la mezquita.

Y después de las mujeres, los periodistas.

Hace unos días, Qari Muhammad Yousuf Ahmadi, director en funciones del Centro de Información y Medios de Comunicación del Gobierno (GMIC) y experimentado portavoz talibán, dio a conocer las once normas para los periodistas.

El primer punto ya deja claro el marco general: «Los temas que contradicen el Islam no deben ser difundidos». Los siguientes puntos van en la misma línea y confirman, para los que aún no lo han entendido, que son ahora los talibanes quienes controlan la prensa y que solo ellos pueden ejercer ese poder.

Las nuevas normas prohíben a los medios de comunicación «insultar» a las figuras nacionales [para ellos, ¿qué es un insulto entre tanta verborrea?] mientras que «las cuestiones no confirmadas por los funcionarios del gobierno deben tratarse con cuidado». Además, los talibanes exigen que los temas que tienen un «impacto psicológico negativo en la audiencia» y pueden «afectar a su moral» deben tratarse con cautela durante su emisión. Por último, el nuevo director de comunicación advirtió que a partir de ahora «los medios de comunicación tendrán que preparar informes detallados de su actividad en coordinación con el Centro Gubernamental de Medios de Comunicación GMIC.

Estas normas son solo la antesala de la represión y censura que les espera a los medios de comunicación y periodistas afganos.

¿Qué futuro tienen el periodismo y los periodistas en Afganistán?

¿Cuánto tiempo pasará hasta que sólo haya periodistas pagados por el régimen talibán? ¿Cuántos días pasarán antes de que todas las mujeres desaparezcan definitivamente de las redacciones?

En el momento de escribir estas líneas, dos mujeres siguen trabajando en una televisión local de Kandahar, un puñado más en Kabul y algunas más en Herat y Jalalabad.

¿Quién puede seguir creyendo a los talibanes en sus promesas de cambio cuando vemos la brutal violencia que ejercieron contra decenas de periodistas por cubrir las manifestaciones de mujeres en Kabul? ¿Quién puede seguir siendo tan ingenuo?

Desde el 12 de agosto, la Federación Internacional de Periodistas (FIP), la mayor organización profesional del mundo que representa a más de 600.000 periodistas en 150 países, ha recibido miles de solicitudes de auxilio de periodistas cuya vida estaba en peligro. Gracias a los sindicatos miembros de la FIP, cientos de periodistas afganos pudieron obtener visados humanitarios y viajar a lugares seguros en Europa, Estados Unidos, Canadá, Australia, Qatar, India y, sobre todo, en Pakistán.

Esta fue la solución de emergencia para aquellos periodistas y familias que se encontraban en situaciones extremas y que estaban forzados a dejarlo todo atrás.

Pero, ¿qué pasará a partir de ahora? ¿Qué futuro les espera en un nuevo país en el que posiblemente no hablen el idioma y en el que, más allá de las promesas de seguridad, los gobiernos, temerosos de contestación política, les ofrecen entre poco y nada de apoyo?

La FIP se ha visto desbordada por las donaciones a su Fondo de Seguridad de la FIP por parte de periodistas y sindicatos de periodistas de todo el mundo. Aún así, esta es sólo una gota en el océano comparado con el enorme volumen de solicitudes de auxilio que hemos recibido.

Todavía hay miles de periodistas atrapados en distintas regiones de Afganistán. Muchos de ellos reciben el apoyo directo de la Asociación Afgana de Periodistas Independientes (AIJA) y del Sindicato Nacional de Periodistas Afganos (ANJU), los dos afiliados de la FIP. En su mayoría son periodistas que, de momento, no han podido huir o decidieron quedarse porque quieren, a pesar del riesgo que corren sus vidas, seguir informando sobre el terreno y ser testigos del futuro de su país.

La férrea política talibán con los medios de comunicación ya ha empezado a destruir los últimos vestigios del periodismo independiente en Afganistán. Sin necesidad de glorificar los últimos 20 años de ocupación norteamericana, todos coincidimos en que se produjeron avances tanto en libertad de prensa como en derechos sociales, aunque la fuerza del patriarcado y el poder de la religión acabaran siempre controlando el poder.

Hasta la fecha, más de 120 medios de comunicación han tenido que cerrar, se les ha impedido emitir o simplemente ya no tienen medios económicos suficientes para poder operar, ya que los ingresos por publicidad han desaparecido.

Se calcula que el desempleo entre los periodistas está entre el 70 y el 80 por ciento, mientras que los que intentan cumplir su misión de informar al público reciben presiones y amenazas de muerte por teléfono de grupos terroristas y líderes locales talibanes.

Qué será de los medios de comunicación afganos después de 20 años de aparente libertad de información en los que el país ya se situaba en los primeros puestos de la lista anual de la FIP de periodistas asesinados: 10 periodistas fueron víctimas del terrorismo islámico en 2020, siendo el segundo país más peligroso para ejercer la profesión, solo por detrás de México. ¿Cómo podemos ignorar también el atroz asesinato de tres mujeres periodistas el 3 de marzo?

El Secretario General de la ONU ha subrayado la absoluta necesidad de acoger a los refugiados afganos, pero no es suficiente.

La FIP pide hoy a la directora general de la UNESCO, Audrey Azoulay, que se pronuncie para garantizar la protección y la seguridad de los periodistas en Afganistán, tanto de los extranjeros como de los locales que trabajan en primera línea.

La FIP también pide a la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michele Bachelet, que garantice la continuidad del periodismo independiente en Afganistán como bien público y el derecho humano fundamental de recibir y transmitir información libremente. La luz del periodismo independiente no debe apagarse en Afganistán. No podemos permitirlo.

«Los regímenes totalitarios no tienen mejores aliados que la lasitud y el olvido. Nuestras consignas son, pues, evidentes: la memoria y la obstinación», escribió Albert Camus, escritor y periodista francés, en su mensaje a los escritores húngaros en el exilio en 1957.

Todos nosotros, la Federación Internacional de Periodistas y las agencias de la ONU, somos responsables del futuro de los periodistas afganos, hombres y mujeres. No los olvidemos. Persistamos en hacer brillar la luz del periodismo. Actuemos. Hagámoslo ahora.

*Anthony Bellanger es el secretario general de la Federación Internacional de Periodistas (FIP)

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