Opinión
Del primo de Rajoy al chuletón de Sánchez, o cómo jugar con las cosas del comer
"La llamada a un consumo más moderado de carne no pasa de ser una posición moralista, incapaz de enfrentar la dinámica del sistema de producción", opinan el eurodiputado Miguel Urbán y el militante de Anticapitalistas Juanjo Álvarez.
En estos días en que todo es verde y en el Reino de España gobierna el progresismo desatado, hemos asistido atónitos a una curiosa polémica que parte del propio Ejecutivo sobre la necesidad de reducir el consumo de carne en nuestra dieta. Pero que por momentos ha parecido más una discusión culinaria sobre el punto de preparación de la carne que un debate necesario sobre el excesivo consumo cárnico en nuestras sociedades, su impacto sobre nuestra salud y sobre el planeta.
El debate empezó después de que el ministro de Consumo lanzara una reflexión sobre la necesaria reducción del consumo de carne; al día siguiente, perseguido por los fantasmas de millonarias pérdidas en el sector cárnico, el presidente del mismo Gobierno liquidaba la cuestión con un contundente “donde esté un chuletón que se quite todo” y a partir de ahí todo fueron lamentos. Cierto es que el ministro no lanzaba la propuesta desde su ministerio, con estudios y una propuesta concreta, sino en un artículo de opinión. Cierto es también que la respuesta del presidente parecía más la de un Paco Martínez Soria que la de un presidente “moderno” preocupado por el cambio climático que tanto le gusta aparentar.
Una respuesta por parte de Sánchez que en cierta medida recordaba a la famosa afirmación de Rajoy, citando a un primo físico suyo, por la que si no se puede predecir el tiempo en Sevilla de un día para otro cómo se puede asegurar el cambio climático. Y es que ambas respuestas tienen en común un cuestionamiento de la ciencia para evitar las conclusiones obvias que surgen del análisis científico. Conectando tanto el negacionismo de la emergencia climática como las soluciones mágicas y sin “esfuerzos” del capitalismo verde que tanto le gustan a este Ejecutivo.
La verdad es que el debate no deja de tener contenido, y contenido digno de ser tratado con más profundidad, por eso os proponemos detenernos en el elogio de Sánchez al chuletón. Parece una boutade, y probablemente ese es el truco: soltando la gracia, el presidente elude la discusión y hurta un debate en el que tendría que lidiar con el ejercicio imposible de conciliar la supuesta transición ecológica que defiende y el apoyo a las grandes empresas. Soltando su elogio del chuletón, Sánchez elude el debate y sin embargo no deja de tomar posición: con el sector cárnico y las grandes multinacionales. La verdad es que el PSOE nunca defrauda.
El tema del consumo de carne es un debate con recorrido, que conjuga y confronta elementos de lucha y posiciones diversas. En primer lugar, el impacto de la producción de carne es enorme tanto en términos de emisiones como en impacto ambiental y en pérdida de biodiversidad. No tiene sentido traer aquí las cifras que llevan años circulando y que todo el mundo tiene al alcance, pero es obvio que no podemos sostener el consumo actual y mucho menos ampliarlo a toda la población mundial. Como muestran los datos que aporta la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) del sector ganadero a nivel global representan ya el 14,5% del total. Destacan la ganadería industrial y el crecimiento exponencial de las explotaciones intensivas en las últimas décadas.
Ante esta situación, lo fácil es solo hablar del consumo, una aproximación sesgada y que por desgracia no se limita a la discusión de estos días sino que afecta a buena parte de las aproximaciones a este tema. Y es que solo se habla de consumo. Sin embargo, el consumo está mediado por múltiples instancias en el capitalismo, la primera el mercado, pero también la publicidad y los hábitos culturales. De fondo, lo que condiciona todo esto es la producción. En un mercado en el que todo está sometido a la lógica del beneficio, la cuestión alimentaria no es una excepción. Así, la comida rápida, la publicidad, los platos preparados, los menús de comedores escolares y un largo etcétera de elementos cuentan con la carne como producto con mayor valor añadido y por lo tanto como clave de bóveda de un sistema de producción de beneficios que está fuertemente automatizado y también internacionalizado.
Con este marco, lanzar el mensaje que pide a la gente que reduzca su consumo de carne es enormemente injusto, porque traslada la responsabilidad a unos individuos que no son –no somos– más que la última pieza en la cadena de consumo. Y aquí está la clave. La salida de tono del presidente y su alabanza de los chuletones no deja de ser una manera calculada de supuestamente “expiar las culpas del consumidor” que en realidad oculta lo que se encuentra detrás del consumo de carne, una producción y cadena de distribución y comercialización que ganan millones a costa de la salud de la gente y a costa de depredar el territorio.
La defensa del chuletón de Sánchez es totalmente coherente con el impulso de acuerdos comerciales como el de Mercosur, blanqueamiento incluido de la ultraderecha de Bolsonaro. Un acuerdo que, como indican diversos estudios científicos y académicos, aumentará las emisiones de gases de efecto invernadero, favorecerá la expansión de la agroindustria y la ganadería intensiva, acelerará la pérdida de biodiversidad, agravará las violaciones de los derechos humanos, especialmente los de los pueblos originarios, y profundizará en el abandono del mundo rural y la explotación animal.
De tal forma es importante denunciar que la llamada a un consumo más razonable, más moderado, no pasa de ser una posición moralista, bien pensante pero incapaz de hacer frente a la dinámica del sistema de producción. No controlamos la publicidad y otros elementos indirectos que condicionan el consumo, pero sobre todo no controlamos el propio consumo: lo que comen nuestros hijos e hijas en los comedores escolares, lo que se ofrece en un menú de bar en donde hacemos buena parte de las comidas en días laborables, la comida rápida que nos sirve para salir del paso tras largas jornadas de trabajo que apenas dejan tiempo para programar las cenas de las familias.
Si un consumo es contaminante e innecesario en la situación actual de crisis, entonces es evidente que hay que regularlo. Si además es un consumo limitado a una parte de la población mundial, entonces podemos tener claro que no solo se trata de algo dañino, sino de un privilegio dañino. Un privilegio de algunos que está produciendo consecuencias nefastas en la vida de todas. Y a esto no podemos dejar de añadir una cuestión oculta pero elemental, y es que el sistema está soportado por la explotación animal más bárbara e inhumana que se pueda concebir.
A los debates hay que llegar cargados con razones, pero también con propuestas y con alianzas que permitan ir más allá de la enunciación ideológica y construir una movilización preparándose para una dura confrontación política: justamente lo que Garzón no ha hecho. Por eso es fundamental una llamada a la movilización colectiva, pero no con invocaciones abstractas a la participación ni mucho menos con peticiones de comentarios en redes. Eso es asumir la doctrina social del neoliberalismo más duro, según el cual solo hay individuos y familias (Thatcher dixit) pero no hay tal cosa como la sociedad. Muy al contrario, sabemos que la sociedad existe y que miles de personas se organizan para sostener distintas luchas: por el medio rural, por el trabajo, contra la salvaje explotación de los animales, por la salud de nuestro entorno y de todas nosotras.
Entender la situación de extrema gravedad de la crisis ecológica es entender también que no es una crisis meramente ecológica, sino también económica y social. Los movimientos sociales que han ido escalando la lucha en estos últimos años han visto esto como la oportunidad de crear un polo amplio, que vaya más allá de lo juvenil, más allá de lo ecológico y más allá de lo sindical: que llegue al conjunto de lo social para construir un frente común ecosocialista, en el que la distribución del trabajo, la reducción de emisiones o la transición energética, estén lideradas por la mayoría y no por una minoría con intereses separados de los del conjunto de la sociedad.
Y en el apartado de la producción alimentaria, esto pasa por tejer alianzas con los movimientos que están luchando contra las macrogranjas y por la defensa del territorio, también con los colectivos animalistas que han mostrado la brutalidad del sistema de explotación de los animales. Desde ahí sí, se puede hacer una llamada a la participación, pero colectiva y a la altura de los retos que tenemos por delante como sociedad.
*Miguel Urbán es eurodiputado y Juanjo Álvarez es militante de Anticapitalistas.
DIETA SANA PLANETA SANO.
Le llevamos la contraria al Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y defendemos la reducción del consumo de carne como parte de la solución a muchos de los problemas de salud y medioambientales a los que nos enfrentamos, por culpa, entre otros, de la ganadería industrial.
Con una alimentación sana podemos cuidar nuestra salud y la del planeta.
Debemos reducir el consumo y la producción de carne y lácteos a nivel global en un 50% para 2050. Esto representa un consumo semanal de carne de 300 gramos y de lácteos de 630 gramos. Actualmente, el consumo diario en España es de 257 gramos de carne y 452 gramos de lácteos. Este elevado consumo ha convertido a España en el segundo país europeo y en el décimo cuarto a nivel mundial en cuanto al consumo de carne. Esto, junto con la producción industrial de estos alimentos, tiene graves repercusiones sobre nuestra salud y sobre el medio ambiente.
Alternativas al consumo de carne (30 platos diferentes para no echar de menos el consumo de carne):
https://es.greenpeace.org/es/noticias/30-platos-diferentes-para-no-echar-de-menos-la-carne/?utm_term=boton&utm_campaign=Carne&utm_medium=email&_hsmi=142688407&_hsenc=p2ANqtz–74KE3PynCmu8NqxUk_TyIuf7ljtxp7wxZjrRRJuEO0hcUXwgt7Ruo9_XvR7d4sqYrw0LXG-l1mjcEW5zCqWe1DdfKHw&utm_content=NewsletterVictoriaMinaUranio&utm_source=newsletter-socios
«Con este marco, lanzar el mensaje que pide a la gente que reduzca su consumo de carne es enormemente injusto, porque traslada la responsabilidad a unos individuos que no son –no somos– más que la última pieza en la cadena de consumo».
Resulta que estos millones de individuos somos los que tenemos la llave para cambiar el mundo. Estos millones de individuos tenemos la responsabilidad de que exista la más letal de todas las dictaduras, la dictadura del capital, esta dictadura nos gusta, aunque nos vaya devorando no paramos de engordar a los grandes tiburones. Ya que al menos apoyáramos a la ganadería local e intensiva.
La gente no quiere pensar por sí misma, por lo visto le requiere mucho esfuerzo, prefiere que los medios de comunicación la manipulen, luego cuando vienen mal dadas lavamos nuestra conciencia echándole la culpa al gobierno de turno y solucionado.