Opinión

De bufones, falsificadores y militares agraviados

Esta es una de las acciones menos conocidas de Lucio Urtubia: la de su implicación en la lisérgica fuga de Albert Boadella de España.

Máscara de la libertad de expresión creada por Jaume Pedrós.

Hace ya un año que nos dejó Lucio Urtubia, el albañil que puso contra las cuerdas a todo un First National City Bank (Citibank) mediante la falsificación de travel checks. Con él perdíamos a un rebelde hiperbólico, en el que la realidad de andanzas contrastadas se cruza a veces con alguna perdonable fabulación. En todo caso, el personaje es irrepetible, así que, qué mejor excusa para recordarle que recuperar una de sus acciones menos conocidas: la de su implicación en la lisérgica fuga de Albert Boadella de España y librarle del consejo de guerra al que le querían someter los militares por La Torna.

La historia cuenta con un elenco deudor del mejor esperpento valleinclanesco: sin duda el primer personaje a quien habría que mencionar es el de Heinz Chez, víctima de las circunstancias políticas de un régimen que da las últimas boqueadas y que muere matando a garrote vil. El misterioso apátrida –no cuenta con documentos, no se conoce motivación de su asesinato al guardia civil, muestra indiferencia ante la pena capital que pende sobre él– se convertirá en el elemento compensador del asesinato de Puig Antich, y la pieza necesaria con la que Franco intenta cubrir con una pátina de delincuencia común lo que a todas luces es un ajusticiamiento de claras motivaciones políticas.

La historia de Chez sirve a la banda de Els Joglars, que en 1977 disfruta ya de un notable eco, para recrear en La torna una farsa judicial en la que se arremete sin piedad contra el Ejército y la guardia civil. La obra había pasado la censura oficial y, después de ser estrenada en Barbastro el 7 de septiembre, sería representada en cerca de 40 localidades sin incidentes dignos de mención antes de llegar el 2 de diciembre a Reus, donde la compañía recibe una airada llamada del general Pascual Vidal Aznares, que había participado en el juicio contra Chez y Puig Antich, exigiendo la paralización inmediata de la obra, a lo que los actores hacen oídos sordos. Cuarenta y ocho horas después, la policía se presenta con orden de prohibición de la obra por la autoridad y con una citación a Boadella para que acuda al juzgado militar.

Faltan meses para que sea promulgada la Constitución española, que en su artículo 20 reconoce y protege el derecho a la libertad de expresión y de creación artística o literaria sin ningún tipo de cortapisa o censura. Bueno, dicho sea de paso, faltan también algunos años para que quienes entren en la cárcel por sus obras pertenezcan al gremio de los raperos o de los titiriteros. Es más, puestos a recordar, no olvidemos que a día de hoy llevamos sufriendo ya seis años de Ley Mordaza sin que “el gobierno más progresista de la historia” se haya atrevido a meter mano en su derogación… pero no nos desviemos demasiado del asunto que nos trae por aquí.

En 1977 puede que el dictador se encuentre ya en el infierno, pero su sombra es alargada y el Ejército sigue siendo un pilar intocable que no va a permitir que un vulgar grupo de comediantes hagan mofa y befa de la institución, así que, después de la segunda declaración, Boadella es procesado, detenido, y encarcelado en la Modelo de Barcelona por un delito de injurias a las Fuerzas Armadas. Pensemos, además, que en ese momento sigue vigente la ley franquista de jurisdicciones, así que el juicio tomará la forma de un consejo de guerra militar.

Es este el momento en que entra en escena otro de los personajes fundamentales para la trama: Federico de Valenciano y Tejerina, exlegionario y veterano combatiente del Ejército nacional, retirado como comandante para dedicarse a la abogacía. Figura singular que, tal y como le comenta a Boadella, siendo fiscal militar después de la guerra “habrá solicitado algunas penas de muerte que se cumplieron”. Para más inri, es amigo personal de Vidal Aznares, el general auditor de la causa, que representa el ala más reaccionaria del Ejército, (y de quien se dice que ha sufrido un infarto causado por el argumento de la obra teatral). En todo caso, Valenciano es alguien capaz de dialogar con el mismo lenguaje militar que los adversarios, por lo que el actor le adopta como abogado defensor. Para completar el retablo judicial, el juez de la causa será el coronel de infantería Enrique Nieto Martínez, mutilado de guerra.

El caso, que pronto será tomado como una prueba de fuerza a favor de la libertad de expresión, de la democratización y contra el estamento militar, moviliza a la sociedad y especialmente al mundo del espectáculo: se organiza la Assemblea Permanent de l’Espectacle y se crea un comité de solidaridad con Els Joglars con sede en el Salón Diana que reclama la libertad de Boadella y el juicio a los ciudadanos por la legislación civil. Por su parte, los sindicatos, y muy especialmente el de Espectáculos de CNT, mayoritario entre los técnicos del sector (aunque cuenta también con destacadas figuras de la industria teatral y cinematográfica), llaman a la huelga el 22 de diciembre, y Barcelona y localidades limítrofes paran en su totalidad: cines, teatros, salas de fiesta… Incluso el Liceu, templo de la alta burguesía catalana, cierra por primera vez en su historia por la acción de los piquetes; también otros sectores como el de la educación o Mercabarna se suman a la huelga. En Madrid, todos los teatros secundan la convocatoria y la mayoría de cantantes suspenden sus recitales para ese día. 

Por su parte, los grupos ácratas que se mueven alrededor de otro personaje fundamental en esta historia, Luis Andrés Edo, cenetista que proviene del exilio francés y la lucha clandestina contra el franquismo a través del organismo Defensa Interior, se aprestan para facilitar la posible huida de Boadella. A Edo le une una estrecha amistad con Lucio desde los tiempos mozos en los que ambos militaban en las Juventudes Libertarias de Clichy, y Lucio se encuentra siempre dispuesto a jugársela al sistema: expropiador de bancos, falsificador de cheques y pasaportes … y capaz de compaginar dos vidas paralelas con total normalidad: la del entregado albañil y la del anarquista clandestino. El elenco se va completando.

Pero volvamos a Boadella: según el actor, fue el propio Valenciano quien le propuso la treta para salir momentáneamente de la Modelo. Para un bufón como él, no debería ser complicado: se trata de simular una grave enfermedad gástrica metiendo su propia sangre, mezclada con la de su pareja, Dolors Caminal, en frasquitos que le pasa el abogado en el locutorio: «Me la tragaba cuando no me veían y luego me provocaba el vómito delante de los funcionarios. El efecto era contundente. Lo hice dos veces y me llevaron de urgencia al Clínico». Allí, aunque entra esposado y bajo vigilancia armada por parte de la policía, irá viendo cómo las medidas se relajan con el paso de los días.

Y el día previo al Consejo de Guerra, se lía la manta a la cabeza y se fuga del Clínico aprovechando una bata de médico y una peluca que Dolors le ha llevado al hospital camuflada entre la ropa de paisano que debería llevar al juicio. La huida se produce a través del ventanuco del baño y, tras avanzar varios metros por una estrecha repisa (la habitación se localiza en la quinta planta), penetra en el cuarto de baño de la habitación contigua y baja hasta hasta la planta baja camuflado por el disfraz.

En la calle se encuentra con el operativo montado por Edo: un coche le traslada a casa de la actriz Carlota Soldevila, donde vegetará algunos días hasta que la cosa se calme un poco y pueda pasar a Francia gracias a los documentos falsificados que han nacido de la imprenta que coordina Lucio. En el país vecino, todo está preparado para la recepción: al albañil le une una cierta amistad con la corresponsal del grupo Z, Evelyn Mesquida, así que la llama para decirle que alguien necesita ser acogido, que ha escapado de la cárcel gracias a los anarquistas y que llegará aquella misma tarde a París. Según recuerda Evelyn, Lucio no le aclara la identidad del fugado, pero le asegura “que no tiene nada que ver con extremismos”, le especifica que “es un intelectual” y que “tiene el convencimiento de que en su casa estarán seguros”. Pocas horas después, se presenta a su puerta con Albert Boadella y Dolors Caminal.

Cuentan las malas lenguas que una de las primeras cosas que hace el bufón al llegar a Francia es llamar por teléfono a Vidal Aznares para darle la buena nueva, lo que le causaría un segundo infarto y la muerte. En todo caso, lo cierto es que el día del entierro, Valenciano y Tejerina, que como hemos dicho era amigo del finado, aparece en Francia al lado de Boadella en un claro gesto simbólico de apoyo.

Durante la estancia en el pisito de Evelyn, se organizan recogidas de firmas y entrevistas para publicitar la situación del dramaturgo y también la de los otros miembros de la compañía, todavía detenidos. Evelyn habla con Simone de Beauvoir, que confirma el apoyo de Sartre y numerosos escritores y artistas firman la protesta. Destaca especialmente Peter Brook, que cede su teatro para la conferencia de prensa en la que se denunciará internacionalmente la situación y por donde pasan colegas del gremio como Roger Blin o Ariane Mnouchkine. También Jack Lang –que luego sería ministro de Cultura con Miterrand– y otras personalidades. 

Lo que no sabe nadie es que por allí también anda Lucio con una furgoneta lista para arrancar y la compañía de una veintena de fornidos compañeros dispuestos a repartir una ensalada de hostias en el hipotético caso de que la policía se acerque con la intención de detener al actor por organizar un acto semejante sin tener el estatuto de refugiado. El caso es que todo va como la seda y, que sepamos, será el último acto en el que Lucio participará echando una mano al actor.

Más tarde Boadella y Dolors se trasladarán al sur de Francia, para trabajar en una nueva obra teatral, 7M Catalònia, antes de volver a España, donde tras algunas semanas de actuación clandestina, será detenido para poco después conseguir la libertad provisional. Finalmente, en febrero de 1981 la Audiencia Territorial de Barcelona le condena a un año por un delito de quebrantamiento de condena, que no cumple por la suma de tiempo pasado en reclusión y le exculpa del supuesto delito de injurias al Ejército.

A partir de ahí, y aunque sigan mostrándose un afectuoso recuerdo, los dos insumisos seguirán caminos divergentes: el albañil morirá siendo irreductible, mientras que el actor, pese al mantra de ser refractario a todo vasallaje, acabará escorado hacia trincheras cada más conservadoras y llegará a chapotear en la charca del PP de Esperanza Aguirre como director de los Teatros del Canal de Madrid. También a apadrinar aventuras políticas infinitamente más grises y aburridas que sus obras.

Bola extra: Federico Valenciano y Tejerina seguirá con sus inefables andanzas como abogado participando en otros juicios mediáticos, como el de los secuestradores del futbolista del Barça, Enrique Castro “Quini”, en el que sorprenderá al personal trazando una línea divisoria entre “secuestros y secuestros” porque “no se pueden comparar los de ETA con aquellos cometidos por quienes se encuentran en paro, como es el caso de los encausados”.

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Comentarios
  1. Tu, PABLO HASEL, estás en prisión, entre otras cosas por rapear contra la corona española, heredera de Franco. ¿Qué piensas echando la vista atrás, volverías a criticar al rey de los españoles? ¿Por qué la libertad de expresión en el Estado español está cuestionada?

    Lo volvería a hacer, lo hago y lo haré. Días antes de ser secuestrado saqué otra canción contra estos criminales titulada “ni Felipe VI” donde lo dejaba claro. Los derechos y libertades se defienden con desobediencia asumiendo riesgos. Aquí solo el fascismo y sus colaboradores tienen garantizada la libertad de expresión. La gente ha de entender que esto sucede porque seguimos oprimidos por los mismos, el régimen del 39 maquillado. Literalmente encarcelan por contar hechos probados y lo más terrible es que se normalice y cada día escandalice menos, incluso desde Europa y otros lugares -hasta la ONU- les dan constantes toques de atención pero siguen igual. Resulta patético que se llame fascismo a encarcelar por criticar a Franco pero cuando lo hacen por contar las fechorías de la familia real, los cuerpos represivos lo hacen contra los presos políticos. Sus tribunales políticos también son herencia de la época de Franco y aún hay masas que lo desconocen. Ni siquiera en el corazón de la bestia imperialista que es Estados Unidos se vulnera así la libertad de expresión. Otra cosa es que no sería posible sin tanta complicidad, también de la mayoría de artistas.

  2. Claro , claro los patriotillas naranjita no son derechuza casposona ejpañola pura y dura ; son » liberales…..» como las chorizas y desgraciadas de la Esperpento Aguirraca y la exalcaldesa por encargo Anita Botellona , o el de los grandes trepas del » Toni Cantazo» o la » Rosita Fahion Díez » . Si es que……………………
    Y lo del Boadella ; otro » no comment…..» .
    Salud.

  3. Quien te ha visto y quien te vé, Albert; aunque conozco muchos como tú; de jóvenes son de izquierdas y con los años acaban en las trincheras cavernícolas.
    Hoy Boadella está como un cencerro, no sabe lo que dice:
    «Ciudadanos no es un partido de derechas. Es un partido liberal, y ser liberal hoy es creer en la sanidad pública, en la educación pública, en el subsidio del paro, en hacer que el Estado no sea tan intervencionista en la vida de la gente. Ahora es el partido que fue en los inicios y yo creo completamente en él».

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