Sociedad
Homofobia: los pasos atrás de un largo historial de avances
La ley aprobada por Zapatero supuso un antes y un después en España. ¿Qué ha cambiado para que aumenten los delitos de odio por homofobia?
Los delitos o incidentes de odio registrados por el Ministerio del Interior en el informe de 2019, el último disponible, ascendieron a 1.706, un 6,8% más que el año anterior. La mayoría de ellos son atribuidos, en primer lugar, al racismo o la xenofobia (515). Después, le siguen los relacionados con la orientación sexual o la identidad de género (278). El Observatori Contra l’Homofòbia (OCH) registró 111 casos de LGBTI-fobia en Cataluña en 2017, lo que supone un aumento del 32,2% respecto a los 84 casos registrados el año anterior. Las cifras, como alerta el observatorio y otras organizaciones que luchan a diario contra la homofobia, continúan subiendo.
Este mismo año, la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Michelle Bachelet, escribía lo siguiente: «La pandemia de COVID-19 ha puesto de manifiesto en toda su crudeza cómo, a consecuencia de la marginación, la discriminación y la violencia, las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero, intersex y queer (LGBTIQ+) todavía figuran entre las más rezagadas».
El asesinato en A Coruña de Samuel ha vuelto a recordar que queda mucho camino aún por recorrer a pesar de los avances logrados. El anteproyecto de Ley trans y LGTBI aprobado la semana pasada en el Consejo de Ministros incide en los aspectos aún discriminatorios y prevé multas para actuaciones que, pese a poder sonar a épocas pasadas, todavía deben ser prohibidas expresamente, como las terapias de conversión para “modificar la orientación e identidad sexual o la expresión de género de las personas”.
Sin embargo, existen otros datos que no concuerdan con el aumento de delitos de odio por homofobia y tienen que ver con todo lo contrario, es decir, con su aceptación por parte de la sociedad. La profesora Mar González, del Área de Psicología Evolutiva y de la Educación de la Universidad de Sevilla, trae al debate el barómetro elaborado por el Europarlamento en 2019, que indica que el 91% de la población en España está de acuerdo con que el colectivo LGTBI debe tener los mismos derechos que las personas heterosexuales. Solo un 6% se declaró en contra.
Este porcentaje de tolerancia sitúa a España entre los tres países con mayor aceptación social, después de Suecia y Países Bajos. ¿Está de acuerdo en que no hay nada malo en una relación sexual entre personas del mismo sexo? En España, el nivel de aceptación también es muy superior a la media europea, según los datos de esa encuesta. El 89% de la ciudadanía no ve nada malo en este aspecto y solo un 8% opina lo contrario.
La Ley del matrimonio igualitario aprobada por el gobierno de Zapatero en 2005 supuso un antes y un después en España. Fue, como se dijo en su momento, una ley pedagógica con la que se intentaba desterrar los mitos y lasfalacias en torno a la homosexualidad, castigada como delito, durante años de dictadura. Esa ley y todo lo que se generó alrededor ahorró mucho sufrimiento a personas que aún tenían miedo a expresar libremente su opción sexual y ayudó a muchas otras a cambiar su mentalidad. Incluso el recurso presentado por el PP en el Constitucional generaba contrariedad dentro del propio partido.
“En torno a la aprobación de la ley hubo encuestas que indicaban que la aceptación del matrimonio estaba en el 50%. Si observamos este último barómetro, vemos todo lo que ha aumentado. Los marcos socioculturales, de alguna manera, determinan las actitudes sociales; los cambios legislativos abren la puerta no solo a la legalidad, sino también a la legitimación social –explica la profesora de Psicología–. Que España fuera uno de los primeros países que aprobaba el matrimonio entre personas del mismo sexo ha hecho que los procesos hayan ido mucho más deprisa. Estamos al nivel de Suecia y Países Bajos. Todo aquello supuso un impulso y el hecho también de que se visibilizara a las familias LGTBI supuso un avance importantísimo en la legitimación”.
¿Qué ha ocurrido entonces para que aumenten los delitos de odio? ¿Qué ha cambiado en todo este tiempo? ¿Hemos empezado a desandar lo que ya habíamos superado? La profesora González es directa: “Yo creo que hay que buscar las razones en el cambio del panorama político. Voces autorizadas en el marco de la política, y digo autorizadas porque son representantes en los parlamentos, están poniendo en cuestión que las personas homosexuales deban gozar de los mismos derechos que las demás; están poniendo en cuestión que los niños y niñas deban saber que existe la realidad LGTBI; son voces autorizadas que plantean medidas como el pin parental, que es algo que genera inseguridad al propio colectivo LGTBI y da carta de legitimidad a comportamientos de rechazo”.
Con la cautela y la prudencia que marcan el discurso de la profesora, González incide en las consecuencias de la irrupción de la extrema derecha en las instituciones: “Creo que no es insensato establecer una correlación entre la proliferación de mensajes de odio, que avalan esa discriminación de nuevo hacia las personas LGTBI y que es contraria a nuestra Constitución, a nuestro ordenamiento jurídico, con los mensajes discriminatorios que se defienden en sede parlamentaria. Eso está creando un caldo de cultivo”.
Por otra parte, González apunta a la mayor difusión de esos mensajes a través de las redes sociales. “Se ha creado una comunidad virtual que legitima y mantiene el mensaje de odio. Aunque no podemos olvidar que las redes sociales también han servido para normalizar las experiencias, muchas personas han encontrado referentes aquí”, añade.
¿Y qué genera ese odio a una persona que es homosexual? El profesor del Departamento de Sociología de la Universidad Autónoma Metropolitana de México Jorge Mercado Mondragón, en un estudio publicado en 2009, destacaba en primer lugar un elemento de tipo social. ”Nos referimos al sistema patriarcal y autoritario que se opone a todo aquello que se salga de o se revele a la norma establecida. Si a eso agregamos la fuerte influencia de la Iglesia católica, que condena a los homosexuales desde la Edad Media, pues en su perspectiva ‘se construye la condena a la sexualidad sin fines reproductivos: desde la masturbación (regar la simiente) hasta la relación homosexual’. Por eso la sociedad genera o facilita conductas de aversión, fomentando, modelando y hasta creando segmentos homofóbicos en la escuela, la familia, el trabajo y, de manera general, en los medios de comunicación», decía el estudio, titulado Intolerancia a la diversidad sexual y crímenes por homofobia.
El autor explica que, desde una perspectiva sociológica, podemos hablar de la homofobia personal, que resulta de la creencia de que las personas homosexuales son merecedoras de odio o, en el mejor de los casos, de lástima, en el supuesto de que no pueden controlar sus deseos, que son en gran medida perturbadores, genéticamente anormales, inmorales, inferiores y, además, defectuosos en relación con los heterosexuales.
“Existe –añade– la homofobia interpersonal, que surge cuando el prejuicio personal transita a las actitudes discriminatorias (chistes, agresión física, verbal o formas extremas de violencia), afectando la relación entre las personas en diferentes espacios: educativo, laboral, familiar, etcétera”.
También cita la homofobia institucional, que parte de diversas instituciones: educativas, religiosas, de investigación, empresariales y profesionales, “que ejercen presión sobre la preferencia, la orientación y la identidad de los homosexuales”. Y, por último, destaca la homofobia cultural, definida como «las normas sociales o códigos de conducta que, sin estar expresamente inscritos en una ley o un reglamento, funcionan en la sociedad para legitimar la opresión”.
En resumen, el estudio indica que la homofobia, término acuñado por el estadounidense George Weinberg –miedo a estar incómodamente cerca de los homosexuales– ha existido de una u otra manera a lo largo de la historia de la humanidad. La Organización Mundial de la Salud, de hecho, la sacó de la lista de enfermedades mentales en 1990.
“La gente que está viva vio cómo se encarcelaba a gente por ser homosexual. Los abuelos y las abuelas han crecido en esa sociedad homófoba que tenía legitimada y legalizada la homofobia, con la ley de vagos y maleantes y la de peligrosidad social. Era algo indeseable, pero además, algo que no había que defender –argumenta la profesora González–. Esto es muy importante, como explicaba estos días en El País la periodista Luz Sánchez-Mellado”. El artículo, titulado Por maricón, decía lo siguiente: “Todas lo adorábamos, claro, pero ninguna salimos a defenderlo cuando crecimos y alguno de los salvajes que antes solo lo ignoraban empezaron a llamarlo marica. Nunca le pedí perdón ni me lo perdoné a mí misma”.
Los espectadores –insiste Mar González– son cruciales en el bullying: “Tanto para mantenerlo como para acabar con él. Y en 30 años pasamos del ámbito penal al ámbito civil, que es donde se codifican los derechos de ciudadanía. Ha sido un salto cultural muy grande. No nacemos intolerantes, la intolerancia se construye y esta sociedad, la sociedad española, había hecho una apuesta por la tolerancia”.
Sostiene que aún se emociona cuando rememora escenas que vivió tras la aprobación de la ley del matrimonio homosexual: “Cuando iba a congresos fuera de España, me preguntaban ¿pero cómo la conservadora y católica España ha aprobado esta ley? Nunca me he sentido más orgullosa de ser española. Ese marchamo de tolerancia nos estaba definiendo como país y como sociedad”, afirma González.
Actualmente, existen países que siguen manteniendo la homosexualidad como un delito. Pero, como citaba ya entonces el profesor Mercado Mondragón, aunque en ningún Estado europeo ni en la mayoría de los americanos existen disposiciones legales contra la homosexualidad, sí se siguen produciendo acciones de discriminación y hasta homicidios. El informe recordaba, por ejemplo, el ataque con cuchillo al alcalde de París Bertrand Delanoë en un acto público por haber manifestado su preferencia sexual.
«Es cierto que hoy la homosexualidad, al menos en las sociedades occidentales, no es condenada penalmente y que la discriminación basada en la orientación sexual está prohibida tanto en el sector público como en el privado. Además, la tutela jurídica de las parejas formadas por personas del mismo sexo ha ido alcanzando el mismo nivel que las heterosexuales, a través de la creación de institutos jurídicos ad hoc o de la extensión del matrimonio», reflexionan los expertos en Derecho Constitucional Octavio Salazar y Luca Giacomelli.
«Sin embargo, y pese a estas innegables conquistas, estamos todavía lejos del efectivo reconocimiento de la igual dignidad social y de las reales posibilidades de cada individuo de desarrollar libremente su identidad […] En este contexto, la homofobia juega un papel importante porque constituye el humus para la difusión de formas de discriminación (institucional, social, cultural y económica) y de manifestaciones de violencia y odio. Estos fenómenos se manifiestan, tanto en la esfera pública como en la privada, bajo diversas formas que van desde los discursos que incitan a la discriminación a limitaciones arbitrarias e irrazonables de derechos, justificadas por motivos de orden público, de libertad religiosa o de conciencia».
Un Trabajo Final del Máster en Psicología General Sanitaria de la Universidad Jaume I, titulado Homofobia en España: análisis de variables mediadoras en las actitudes en la homosexualidad, concluye que las mujeres, las personas ateas o agnósticas y aquellas que tienen un amigo o amiga homosexual o bisexual parecen mostrar actitudes más favorables. No obstante, realiza esta distinción: “Contar con amistades LGB implica inequívocamente una actitud de tolerancia y aceptación hacia el colectivo. Sin embargo, el hecho de tener un familiar homosexual no lo hace necesariamente”, explica la autora, Isabel Monzonís.
También implica, según la investigación –de carácter exploratorio, aclara–, una mayor aceptación entre aquellas personas con actitudes más igualitarias respecto al género. Y aquí llegamos al otro proceso de involución que se está viviendo en España, al cuestionamiento de las políticas feministas, a los pasos atrás en otro largo historial de avances.
¿Sólo han aumentado los delitos homófobos?
A medida que el capital gana terreno, los valores lo pierden y aumentan todas las barbaries.
Mira, por ejemplo, tus tocayos de profesión. 248 periodistas encarcelados en 2019 y yo diría que en Sudamérica también han asesinado a más de uno.
Imposible olvidar el calvario del ya olvidado JULIAN ASSANGE la tortura psíquíca que le vienen practicando parece que ya ha afectado seriamente a su salud psiquica. ¡qué ingratos somos la raza humana con aquellos que defienden los derechos y las libertades de todxs!
Según Amnistía Internacional:
…estos tiempos que vivimos en los que que cada día nos resulta más peligroso denunciar violaciones de derechos humanos. Difamaciones, encarcelamientos, multas arbitrarias… algunos gobiernos intentan detener nuestro trabajo en favor de los derechos humanos y silenciarnos.
El trabajo y el personal de Amnistía Internacional somos objeto de ataques. Las cuentas de nuestras oficinas en India han sido congeladas, el personal ha sido víctima de redadas como parte de una campaña de difamación por parte de las autoridades del país, en Nigeria recibimos amenazas violentas e incluso hace tan solo tres años, colegas de la oficina de Turquía fueron encarcelados acusados falsamente de terrorismo…
1.535 defensores y defensoras de los derechos humanos fueron asesinados/as entre 2015 y 2019, 248 periodistas encarcelados/as en 2019 y 350 personas trans fueron asesinadas entre octubre de 2019 y septiembre de 2020, un 6% más que el año anterior.
Luego a la más letal y genocida de todas las dictaduras, a la causante de la destrucción y agonía de la Madre Tierra y de sus criaturas le llamamos democracia.