Opinión
Tras la EBAU
"La precarización y el servilismo nos están llevando al modelo de estudiante de peli de sobremesa, tan alabado por los liberales del mundo".
Miles de estudiantes se han enfrentado esta semana a los exámenes de la EBAU, una prueba que evalúa los conocimientos adquiridos a lo largo del año y en la que, como suele decirse, «uno se juega su futuro». El dicho es en parte, y solo en parte, cierto, ya que la nota media que se obtenga en estos controles será determinante para poder acceder a la carrera soñada. Pero, y luego, ¿qué?
El precio de la matrícula en las universidades públicas españolas es muy superior a la media europea, lo que, unido a los, en muchas ocasiones obligatorios, costosos másteres habilitantes, puede suponer un gran obstáculo para los estudiantes sin recursos, obtengan la nota que obtengan en la EBAU.
A pesar de que el Gobierno anunció hace unos días un plan de inversión millonaria para impulsar la creación de puestos de trabajo y luchar contra el desempleo juvenil, lo cierto es que este se sitúa actualmente entre los más altos de Europa, y eso tampoco llama al optimismo aunque uno consiga financiarse los estudios universitarios.
El Banco de España acaba de afirmar que el salario mínimo interprofesional, de 950 euros, es abusivo y que desde su imposición ha destruido empleo, por lo que si uno consigue superar la EBAU, pagarse la Universidad y encontrar un empleo, que no espere optar a un buen sueldo, porque los que más cobran entienden que un salario digno es perjudicial para la economía (la suya, no la tuya).
Así, eso de que uno se juega su futuro en la EBAU, no parece ser muy exacto.
Junto con lo expuesto, la cada vez más habitual tendencia a romantizar, en medios de comunicación y redes sociales, el hecho de que los trabajadores (por ejemplo, de Uber o Cabify) inviertan en estudiar sus pocos minutos libres entre servicio y servicio, nos aboca irremediablemente al modelo de estudiante de las pelis de sobremesa estadounidenses.
Todos tenemos en la cabeza a Tommy o a Cindy, estudiantes que trabajan en el turno de noche en la hamburguesería de su pueblo de Texas, hasta las tantas de la madrugada, a cambio de unos cuantos dólares en propinas, para poder pagarse unos estudios universitarios por los que, en el país de la «libertad», muchos se endeudan hasta la vejez.
También acompañamos a Tommy o Cindy en su sufrimiento cuando les llega la carta de admisión a la Universidad a la que siempre soñaron ir, a la que en su momento también acudió el admirado y ya fallecido tío Philip, pero a la que, a pesar de haber sido aceptados, no podrán acceder porque no les alcanza el dinero.
«No te preocupes, la Universidad pública que está a 10 kilómetros de nuestro recóndito pueblo tampoco está tan mal», les dirán sus padres, resignados, sabiendo que si cursan sus estudios en ese centro y no en otro más caro, van a tener más complicado acceder al mercado laboral.
Mención aparte merecen las niñeras, un subgénero propio dentro del cine-siesta, el más habitual en los fines de semana de Antena 3. En estos films de sobremesa siempre se nos presenta a las nanies como elementos desestabilizadores de la típica familia de clase media: una estudiante que, para pagarse la Universidad, cuida a los hijos de un matrimonio adinerado.
En algún momento del metraje, la niñera se vuelve loca e intenta destruir a sus empleadores. Pero, ¿cómo no se le va a ir la olla si lleva años estudiando y trabajando al mismo tiempo en condiciones precarias, para financiarse unos estudios que no sabe si podrá completar, mientras soporta a los mocosos de unos forrados?
Como siempre defiendo en mi sección, las pelis de tarde reflejan en muchas ocasiones la realidad presente o futura. En este caso, parece que la precarización y el servilismo nos están llevando (si no estamos ya en él) al modelo de estudiante de peli de sobremesa, tan alabado por los liberales del mundo. Pero tampoco quiero desanimar a aquellos estudiantes que se hayan presentado recientemente a la EBAU, así que mucha suerte con esos exámenes en los que, realmente, uno no se juega su futuro.