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Del obrero de derechas al inmigrante de derechas
"Las personas inmigrantes pasan desapercibidas y eso incrementa la no participación en el derecho constitucional como votantes".
La autoría de este artículo, Ben Zahra, es un pseudónimo.
Todos hemos vivido el desastre del 4-M con impotencia y dolor. Todos vimos cómo se esfumaba el sueño de una noche de primavera, el sueño del fin de un partido que se caracterizó durante su eterno mandato por la corrupción. Que ha desmantelado todos los servicios públicos regalándolos a los sectores privados en una bandeja de plata.
Todos vivimos el triunfo de «la libertad» y el fracaso del «comunismo» y cómo la derecha ganó la empatía de los votantes a base de ráfagas de bulos fabricados a su antojo para desprestigiar a la izquierda, a los inmigrantes y, sobre todo, a los menores no acompañados. Bulos que impactaron en los votantes que anhelaban «la libertad» de poder ir a una terraza o hacer un botellón hasta medianoche. Todo a pesar de la mediocre y cínica gestión de la Comunidad de Madrid durante la pandemia –con la construcción de un hospital sin sanitarios, cerrando plantas enteras de hospitales públicos; el abandono de los ancianos en las residencias y el del sector de la hostelería–.
¿Por qué los inmigrantes votan a la derecha?
Si no entiendes al obrero de derechas, poco vas a entender al inmigrante de derechas.
Algunos inmigrantes ignoran que detrás de los medios de comunicación hay poderes económicos que los manejan y los usan para difundir sus propagandas.
Recuerdo que una vez, al llegar a casa de un paisano, vi que estaba viendo una tertulia en el canal Intereconomía. Cuando le pregunté que por qué estaba viendo este canal, me contestó que echan buenas películas. Yo me interesé por las tertulias, a lo que me respondió que estaban hablando de «el coletas». Decían que era un mentiroso, que quería convertir España en Venezuela y que acabaría por quitar a la gente sus propiedades.
Así que quise saber si en esa tertulia también habían hablado de cómo Ana Botella había vendido 3.000 viviendas a un fondo buitre. Me contestó que no sabía quien era Botella ni lo que era un fondo buitre. Mi amigo no estaba obligado a saberlo, pero me di cuenta de que gracias a Intereconomía ya conocía a «el coletas» y conocía Venezuela. Sin embargo, desconocía lo que pasaba en Madrid y en España.
Este es solo un pequeño ejemplo de una experiencia vivida en primera persona.
Otra amiga, también inmigrante, me dijo que, aunque estaba nacionalizada, no pensaba votar porque hay tantos corruptos en España que la situación le recuerda a su país. La desconfianza hacia las elecciones legislativas en sus países de origen –debida a la escasa transparencia y las falsas promesas de los programas electorales, que nunca llegan a transformarse en realidad para ganar el respeto del pueblo– explica la baja participación en las elecciones de los inmigrantes.
Mientras tanto, quienes proceden de países con pasado o presente comunista –no todos, naturalmente– no quieren saber nada de la izquierda española ni de Podemos, ya que es un partido que ha sido denostado al definirlo como una formación de ideología castrista, chavista y hasta “ceaucescusta” (Ceaucescu) que propone unas garantías sociales muy radicales.
Estas se traducen en:
- Una reforma electoral que favorezca la proporcionalidad directa.
- Una reforma de la Justicia garantizada constitucionalmente que asegure la independencia de los jueces, de manera que estos no actúen al servicio de los partidos políticos.
- Garantías constitucionales respecto a las puertas giratorias.
- Blindaje de los derechos sociales constitucionales: derecho a la educación, a la vivienda y a la sanidad.
- Una reforma fiscal que garantiza que los que más ganan paguen más impuestos.
Pero si estas propuestas son comunistas radicales, entonces la Constitución española es comunista radical.
¿Se sienten valorados los inmigrantes por las élites políticas en España?
«Todos los estudios indican que la inmigración, en un determinado grado, es positiva para las economías que reciben a la gente. En primer lugar, porque incrementa el consumo, especialmente en vivienda», explicaba el economista Moisés Martín en la Cadena Ser en 2018.
Si nos fijamos en los discursos de los políticos de todas las ideologías y, lamentablemente, también la de la izquierda que se autoproclama la vox populi de los marginados y los vulnerables, siempre nos encontramos con ciertas expresiones. Por ejemplo: “Están engañando a los españoles”; “están robando a los españoles” o “trabajaremos para garantizar el bienestar de los españoles”. Una persona inmigrante puede pensar: ¿y qué hay de lo mío?
Las personas inmigrantes pasan desapercibidas y eso incrementa la no participación en el derecho constitucional como votantes. El secreto está en cambiar la palabra “españoles” por “contribuyentes”. Y enfatizarlo, a ser posible, diciendo: «todos los contribuyentes, sean españoles o inmigrantes».
No creo que esa marginación que sufren los nuevos vecinos sea intencionada. Lo que pasa es que está tan normalizada que los políticos, por muy buena intención que tengan, inconscientemente, no les invitan a formar parte de la sociedad ni les reconocen como actores participantes en todas las esferas –no solo en lo económico, sino en la riqueza cultural– como factor añadido e imprescindible. Y así les llega la onda expansiva de los bulos.
También juega un papel importante la jerarquización lingüística que sufren los inmigrantes de habla no española.
Esta estadística muestra la población extranjera residente en España en el año 2020 y desglosada por nacionalidad. A 1 de enero de ese año, aproximadamente 761.122 de los habitantes de España procedían de Marruecos. Los procedentes de Rumanía aparecen en segundo lugar con un total de 666.963 de habitantes en España.
Pero los carteles en espacios públicos, hospitales, centros de salud o aeropuertos no están escritos en árabe o rumano, sin embargo, el inglés está por todas partes –con una población procedente de Reino Unido de 300.987 personas–.
Tampoco hemos visto un programa electoral traducido al idioma árabe o rumano. Por eso, da la sensación de que esos programas están dirigidos solamente a españoles, si bien es cierto que aprender el idioma es una herramienta esencial que ayuda a la integración. No obstante, este es un detalle que muestra la preocupación de la élite política en España.
«Pedimos trabajadores y vinieron personas», dijo el arquitecto, novelista y dramaturgo suizo Max Frisch, quien recuerda la distancia que hay entre la consideración impersonal del trabajador y la rica multiculturalidad de las vidas reales de los inmigrantes en tanto que personas.
Y yo que pensaba que solo había una cosa más tonta que un obrero de derechas y era que se juntaran dos obreros de derechas ; pero parece ser que me encontraba en un error ; pues evidentemente el redondeo de la estupidez humana : es ser un inmigrante en este cortijo llamado España y estar de acuerdo con los postulados pepineros de las saqueadoras de cualquier recurso público ( y privado….) derechuza ultra y ultraderechuza ejpañolas .
Salud.
Da igual el partido que gane las elecciones, todos roban a los inmigrantes con la misma pasión.
Este artículo destila un paternalismo y superioridad intolerable en un periódico como este. La cantidad de estereotipos e hipótesis de trazo grueso no ayudan tampoco.
Hola,
Sobre esta frase: «Tampoco hemos visto un programa electoral traducido al idioma árabe o rumano» puedo comentar que en Barcelona en el barrio de el Raval si se observan carteles en diferentes idiomas. Diría que al menos árabe y algo que al menos yo identifiqué como Hindi pero podría ser perfectamente Bengalí, ya que no tengo los conocimientos suficientes para diferenciarlos. En rumano sí que no los he visto, aunque no quiere decir que no exista.
Un saludo