Sociedad

Borja Sánchez: “El principal reto de la ciencia en España es ser catalizador de un cambio de modelo productivo”

Borja Sánchez es científico titular del Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA), del CSIC. Y es, desde el verano de 2019, consejero de Ciencia, Innovación y Universidad del Principado de Asturias.

El consejero Borja Sánchez. Principado de Asturias

Esta entrevista a Borja Sánchez está incluida en el dossier sobre ciencia de LaMarea81 en papel. Puedes leerlo completo aquí o suscribirte desde 40 euros al año para recibir nuestra revista. ¡Gracias!

Borja Sánchez (Serrallo, Asturias, 1979) es científico… y político. Es científico titular del Instituto de Productos Lácteos de Asturias (IPLA), del CSIC. Y es, desde el verano de 2019, consejero de Ciencia, Innovación y Universidad del Principado de Asturias. Miembro de la Asociación Española para el Avance de la Ciencia, escribe un diario que va más allá de inauguraciones o fotos. Este inicio retrata bien el perfil de Sánchez y de cómo entiende la gestión política de la ciencia: “Buenas noches. Recibo con bastante preocupación la aparición de una nueva cepa del virus SARS-Cov-2 en Reino Unido”. Y así lo explica: “Como véis, la tirosina es una molécula aromática, porque tiene lo que se denomina un grupo fenol, muy diferente a la asparagina, y es un cambio muy notable que afecta a la funcionalidad de la proteína, y recuerdo que justamente la proteína spike es la que el virus utiliza para entrar en las células. Para que os hagáis una idea, este cambio de aminoácido es como si tienes un muro y sustituyes un ladrillo de adobe por una piedra caliza de las de escollera. En esta publicación de ayer tenéis mejor explicados los pormenores de esta nueva cepa”.

¿Cuál es la principal dificultad con la que se trabaja en ciencia en España?

El principal problema es cultural, hasta hace pocos años no se entendía la ciencia como algo prioritario. A pesar de que científicas y científicos contamos con una muy buena reputación como profesionales de cara a la sociedad, esto no se ha traducido en inversiones sostenidas en el ecosistema científico tecnológico. Principalmente porque hay opciones políticas que no entienden eso: que invertir en ciencia –y por supuesto en educación– es nuestra garantía para seguir construyendo un futuro como sociedad. Sin embargo, España ha tenido períodos de su historia donde sí se ha apoyado la ciencia, y me parece de justicia recordarlo.

Por ejemplo, durante la época que siguió al Nobel conseguido por Ramón y Cajal, en el primer tercio del siglo XX, o durante la década de los 80, donde científicos de la talla de Emilio Muñoz o Carmina Virgili supieron aprovechar la presencia de políticos como Luis González Seara, José María Maravall o Josep Borrell para impulsar y modernizar el sistema científico-tecnológico español de una forma decisiva. De ese ecosistema se impulsó la Ley de Ciencia y la Ley de Sanidad del 86, se crea el Plan Nacional y se democratiza la petición de proyectos de investigación (que solo hacía el catedrático de turno), se le da un impulso al Instituto de Salud Carlos III, se promueve la investigación en ciencias de la vida, etc.

La falta de inversión en ciencia, la precariedad en el sector… es una denuncia año tras año. ¿Por qué los gobiernos, a la hora de la verdad, no toman medidas? ¿Por qué no se invierte lo suficiente en ciencia? ¿Por qué no se pasa de la palabra a los hechos?

Vamos a ponerle un marco histórico a esas tres preguntas. La ciencia se ha visto seriamente perjudicada por las políticas conservadoras que siguieron a la crisis de 2008, y de la que, a pesar del empuje del actual Gobierno, tardaremos aún muchos años en recuperarnos. Hemos de tener en cuenta que construir un sistema científico-tecnológico competitivo lleva muchos años, pero destruirlo cuesta muy poco tiempo. Voy a hablar de los últimos dos años y medio, tras la salida del ejecutivo de Mariano Rajoy. Voy a resaltar tres cosas.

La primera es que el sistema de gobernanza de la ciencia estaba muy lastrado no solo por la falta de inversión, sino por la implementación de una serie de leyes que regulaban procedimientos que ahogaban al propio sistema. Paradójicamente la Ley de Ciencia de 2011 estaba casi sin desarrollar. Por mucha inversión en ciencia que haya, si no se cuenta con un sistema normativo que permita despliegues ágiles pero garantistas, no hay nada que hacer porque los presupuestos tienen un ciclo anual en el que, si no despliegas tus acciones, tienes que volver a empezar de nuevo.

La segunda es que no haber contado con presupuestos hasta este año ha sido un lastre, que recuerdo tienen rango de ley, porque cualquier modificación presupuestaria es un camino, en sí mismo tortuoso. Una de las cosas que aprendes cuando entras en un ejecutivo es la importancia de la ley presupuestaria, el arma ejecutiva por excelencia.

La tercera es la propia administración; la ciencia y la innovación no es licitar edificios, detrás de un expediente que se retrasa hay personal científico que tarda en incorporarse, o grupos de investigación que no pueden realizar sus tareas. Todo esto está mejorando, pero llevará tiempo.

Usted conoce los dos ámbitos de primera mano: el científico y ahora el político como consejero. ¿Cree que la ciencia se entiende de una manera distinta dependiendo del lado en el que se esté?

Es cierto que durante años la política científica –si es que la había– ha estado marcada por una visión eminentemente cortoplacista. Pero esto ya no es así. Desde mi punto de vista, la ciencia es ciencia la mires por donde la mires, y es toda aquella actividad de carácter más o menos exploratorio que persigue explicar el mundo que nos rodea y convertirlo en un lugar mejor. Antes, como científico, me dedicaba a una parte de la ciencia que es la investigación; ahora, como consejero de un ejecutivo, me dedico a otra parte que es la política científica. La buena noticia es que la entrada de científicos/as en política hacen un efecto contagio: en los plenos, en los consejos de los gobiernos… se discute y debate de política, y como digo se contagia esa “manía” tan científica de planificar, tener una estrategia, proyectar escenarios, tener planes B. De todas formas, el éxito está en lograr ese fino balance entre la visión a largo plazo combinada con resultados a corto. Ver el trabajo de una consejería como el de un proyecto de investigación de un consorcio, con sus hitos y entregables que permiten monitorizar la evolución.

¿Cuál es su objetivo como consejero de ciencia?

Crear un ecosistema científico tecnológico capaz de absorber, de forma eficaz y eficiente, las inversiones crecientes del presupuesto. Solo así lograremos abordar retos que son críticos para Asturias: la adaptación y diversificación de nuestra industria a la transición ecológica y digital, el impulso de sectores consolidados como el agroalimentario o incipientes como el de la economía del dato, dotar a mi comunidad de una capa de conectividad de banda ancha, hacer de nuestra universidad no solo una fábrica de generación de conocimiento, sino de transferencia del mismo. Que de la mano de la ciencia, Asturias sea una región para vivir, trabajar, visitar, una región industrial, verde, inclusiva y cohesionada.

¿Traerá esta pandemia consecuencias prácticas?

Sin duda la pandemia ha supuesto un impulso para la ciencia, a todos los niveles. Las políticas ya están activadas, hay un nuevo presupuesto, hay un Real Decreto Ley (36/2020) que permite agilizar convenios, recuperar el papel de las agencias, destinar más fondos a actividades de I+D+i. A nivel de la sociedad civil organizada, el Ministerio de Ciencia e Innovación tiene previsto presentar el Pacto por la Ciencia con el respaldo de más de 60 asociaciones, donde entre otras cosas se recoge ese itinerario hacia el 3% de inversión en I+D+i con respecto al PIB para 2030. La proa apunta hacia la dirección correcta y ojalá ese pacto se convierta en un Pacto de Estado por la Ciencia, de obligado cumplimiento para cualquier gobierno independientemente de su ideología.

¿Qué reflexión hace sobre el episodio que estamos viviendo con las vacunas y las farmacéuticas? ¿Cómo se podría regular desde su punto de vista?

Rechazo desde un punto de vista ético toda aquella acción que perjudique a las sociedades, en este caso haciendo que las vacunas no lleguen a tiempo de proteger a aquellos colectivos que más lo necesitan. Desde el punto de vista regulatorio estoy seguro de que Europa va a tomar buena nota de todo lo acontecido y que esto no volverá a pasar en la próxima pandemia, pero todo pasa porque este tipo de actitudes, contraviniendo contratos, mercadeando con el precio de las vacunas para una enfermedad que justamente ataca más a los colectivos más vulnerables, tengan las sanciones correspondientes.

En el plano práctico, debemos aprovechar el impulso de la pandemia para producir alguna de las vacunas que tenemos en desarrollo aquí, en España. No olvidemos toda la industria farmacéutica que tenemos, que no solo genera valor añadido bruto, sino empleo de calidad. Como recordaba hace pocas semanas mi amigo Alberto, y mientras escribo estas líneas en Pola de Laviana, que es donde vivo, todo el ácido acetilsalicílico que se utiliza para fabricar todas las aspirinas del mundo se produce a escasos 10 kilómetros de aquí, en la factoría que Bayer tiene en la localidad de Lada. Pfizer, Moderna, AstraZeneca, todas procesan parte de sus vacunas en España. Novavax fabricará su vacuna en España. Todas las jeringas con bajo volumen muerto (las que permiten sacar 6 dosis de los viales) se producen en la fábrica que BD tiene en Fraga. Actualmente hay tres vacunas en desarrollo en sendos equipos del CSIC. Tenemos el ecosistema, creemos las condiciones para que se desarrolle e incorporemos la capacidad de fabricarlas. Habrá más pandemias.

¿Qué retos deberá afrontar la ciencia?

El principal reto de la ciencia en España es ser catalizador, junto con la digitalización, de un cambio de modelo productivo. Para ello es necesaria una política científica clara, que es la que figura en la actual Estrategia Española de Ciencia, Tecnología e Innovación, o en el Plan de Reconstrucción, Transformación y Resiliencia. Si la política científica son todos esos instrumentos legislativos mediante la cual los poderes públicos inciden de forma deliberada en el progreso científico del país, aprovechémosla para avanzar hacia una economía basada en el conocimiento científico y más resiliente. Ojo, esto requiere de dirigentes con una elevada dosis de cultura científica.

No es hora de fijarse en las dependencias, ya que la COVID-19 ha causado una crisis sanitaria, social, económica, de demanda, de oferta, de logística… sin precedentes, y nos ha puesto a todos los países en la misma línea de salida para la transición ecológica y la digital. La buena noticia es que estamos preparados para avanzar hacia esa descarbonización progresiva de la industria, para transformarla y diversificarla, y por otro lado para ser líderes en la economía del dato. La irrupción de las redes 5G va a suponer un cambio de paradigma sobre el que van a poder crearse muchos modelos de negocio que ni imaginamos, el mundo rural acaba de revalorizarse de la mano de la pandemia. Muchas cosas están cambiando: Spain can be different.

Desde mi ámbito como científico, avanzamos hacia una personalización de la asistencia médica que necesitará de nuestros datos genómicos, tanto los nuestros como eucariotas, como los de toda esa pléyade de microorganismos que llevamos sobre y dentro de nosotros. Y más importante aún, necesitaremos tener esos microorganismos vivos para poder diseñar cócteles adaptados a nuestras necesidades, ya que cada persona lleva una colección única de microorganismos.

¿Qué papel deben jugar las empresas?

Las empresas juegan un papel clave, ya que si ellas no apuestan por invertir en ciencia, el impulso público no tendrá un traslado al tejido productivo y difícilmente alcanzaremos un 2% de inversión en ciencia con respecto al PIB. Si tanto nos fijamos en otros países, fijémonos también en cómo en ellos la carrera científica es público-privada, o que las empresas figuran en publicaciones científicas junto a grupos de investigación. ¿Por qué una empresa no va a poder generar conocimiento? ¿Por qué tiene que penalizarme en mi carrera investigadora haber trabajado en una multinacional? Para mí el sistema científico tecnológico (SCT) es como una ecuación de estado, lo que pasa que las variables en vez de ser densidad, temperatura o presión son parámetros más bien relacionados con las capacidades de tracción, empuje y dinamización. ¿Qué papel juegan las empresas? Las grandes traccionan del SCT, las empresas de base tecnológica lo empujan, y las pymes innovadoras lo expanden desde dentro, son una especie de energía interna.

En Asturias este ecosistema es muy particular. Tenemos más de 43 multinacionales de las que 8 tienen centros de I+D+i, tenemos unas 250 empresas de base tecnológica y un número creciente de pymes innovadoras. Estas tres tipologías de empresa, convenientemente alineadas con una estrategia de especialización inteligente orientada a cadenas de valor, son fundamentales para que la inversión pública, el conocimiento generado en las universidades o en los organismos públicos de investigación y el talento que formamos en nuestro país, pueda redundar en retornos para nuestra sociedad. Que es quien lo subvenciona pagando impuestos, no nos olvidemos.

¿La sociedad entiende lo que significa la ciencia?

Ciencia significa conocimiento, pero no cualquier tipo de conocimiento, sino ese conocimiento experto, contrastado, el knowledge inglés. Cada vez tenemos mejores comunicadores, cada vez se entiende más la importancia de la ciencia como sostén del estado de bienestar y como motor económico, pero queda mucho por hacer. La comunidad científica se enfrenta al reto de conectar con la sociedad, una sociedad cada vez más líquida, de impacto rápido y olvido rápido, en las que los argumentos ad twitterum o como lo he leído en twitter, entonces es cierto imperan. La ciencia necesita inculcar ese espíritu crítico, escéptico, explicar lo que hace a la sociedad, sin estar un peldaño por encima de ella, con palabras amables pero sin perder rigor. La ciencia no es dogmática, es revisable y esa revisión es la que permite progresar. A la sociedad hay que explicarle a qué va a parar cada uno de los euros que invierte en ciencia, que sientan como suyos futuros recortes que espero que no haya, que demanden aumento de inversiones, que pidan que los fondos se ejecuten, y si no se ejecutan que pregunten por qué.
Necesitamos también acabar de quitarnos el lastre con el que la economía ha pervertido a parte de nuestro ecosistema científico, transferir está bien, pero no podemos olvidarnos de seguir generando conocimiento científico y personal científico. Tengo un vídeo de Margarita Salas en el que dice “la ciencia va de descubrir cosas”, a lo que yo añadiría que a veces esas “cosas” redundan, a menudo sin pretenderlo, en aplicaciones, muchas de las cuales son tan importantes que sin ellas no podríamos ni siquiera imaginar nuestra vida actual: electricidad, plásticos, antibióticos, programas informáticos, publicidad, vacunas… Que la sociedad conozca que construiremos un futuro mejor de la mano de la ciencia.

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Comentarios
  1. Habrá más pandemias, nos dice Borja.
    Tanto «progreso», tanto «adelanto» para acabar con mascarillas físicas, para acabar muriendo en cantidades industriales de canceres, infartos, raras pandemias, para vivir con mordazas psíquicas que ni siquiera permiten que expreses tu malestar por los derechos, las libertades, las vejaciones de las que somos objeto por parte de un sistema que utiliza a las personas para su provecho.
    Hemos permitido como pardillos que nos compliquen la vida, tan sencillo y sano que sería vivir simplificándola.

  2. La cultura y la ciencia no interesan al sistema.
    No nos quieren cultos, nos quieren cretinos y manipulables.
    Los presupuestos más abultados del Estado son para Defensa (OTAN) para que los grandes capos del capital bombardeen y expolien los recursos de pueblos inocentes.
    Hasta la iglesia, impostora, adoctrinadora y aliada del poder económico, creo que recibe del estado, temerosa de tenerla de enemiga, más ayuda económica que la ciencia.

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