Opinión
Violaciones en contextos de guerra o ¿a qué llamamos paz?
"Una aproximación a la violencia sexual en tiempos de guerra permite reenfocar ciertos supuestos sobre violencia sexual, género y feminismos, lo que viene muy bien en medio de tanta controversia y polarización inducidas".
Hace pocas fechas me invitaron a charlar sobre violaciones masivas en contextos de guerra. Desde que comencé a interesarme por el asunto, cada vez me parece más evidente que existen conexiones analíticas insoslayables entre la violencia sexual contra las mujeres en sociedades en paz y en sociedades en guerra. Me parece, igualmente, que una aproximación a la violencia sexual en tiempos de guerra permite reenfocar ciertos supuestos sobre violencia sexual, género y feminismos, lo que viene muy bien en medio de tanta controversia y polarización inducidas. A esto último espero poder dedicarme extensamente en los próximos tiempos. Sobre lo primero: el asunto es complejo pero me gustaría en este breve espacio señalar tres cuestiones para pensar juntas y a plantear una pregunta, a la espera de vuestras respuestas.
Uno: creemos que siempre que ha habido guerras ha habido violaciones, y, sin embargo, el interés por comprender y explicar este fenómeno y la necesidad de generar un corpus jurídico protector de las mujeres es sorprendentemente reciente. ¿Por qué aun considerándose las violaciones en conflictos armados reprobables y punibles no se crearon antes los instrumentos jurídicos que captaran su especificidad? Hay que tener en cuenta que esa especificidad se recoge desde hace menos de veinte años, a partir de la formación de los Tribunales Especiales de Ruanda y Yugoslavia y de la incorporación de sus planteamientos sobre la violencia sexual como arma de guerra a la Corte Penal Internacional. Hay que tener en cuenta, igualmente, que los resultados de la aplicación de esta justicia son muy desiguales y en general poco satisfactorios.
Dos: la violencia sexual masiva es un fenómeno muy difícil de comprender y, sin embargo, el mensaje que lanzan los victimarios o perpetradores es fácil de interpretar por las víctimas y sus entornos. ¿Acaso las violaciones en contextos armados no pueden ser objeto de explicación y análisis “desde fuera”? ¿Cómo decodificamos las violaciones masivas en contextos armados para entenderlas, que es el paso necesario para evitarlas?
En palabras de la antropóloga argentina Rita Segato, ¿cómo enfocar el análisis de un fenómeno como este que es “de baja inteligibilidad”?
Tres: debemos entender que la violación de mujeres, de cuerpos femeninos y feminizados, no obedece a una única motivación.
No es por causa del patriarcado que los hombres violan a las mujeres de forma masiva en tiempos de guerra, si bien es verdad que el patriarcado nombra un conjunto de fenómenos que nos ayudan a enmarcar estas violencias, pero no las explican.
Tratar de comprender esta violencia yendo a las motivaciones del violador nos hará dar vueltas en círculos. El violador viola porque quiere implicarse en acciones de violencia; viola porque quiere demostrar su poder; viola porque es el ganador de una contienda; viola porque la mujer es la mujer del enemigo y en su ánimo está humillar e incluso aniquilar al enemigo, viola porque la mujer puede incluso ser el enemigo al que quiere humillar o aniquilar; también puede ser que viole porque desprecia a las mujeres, porque quiere demostrar su virilidad; porque la apropiación del cuerpo de una mujer implica la apropiación de una parte del territorio conquistado; quizá viola porque quiere transferirle a otro ser humano las humillaciones y la deshumanización de las que él mismo ha sido víctima en el transcurso de la guerra; tal vez lo haga porque violando a una mujer siente que sus propios miedos se desvanecen o quizá lo haga, simplemente, para divertirse o, finalmente, quizá el violador en contextos de guerra viola por causa de la guerra que, como sabemos, es un negocio de hombres en el que la violencia descontrolada termina por dirigirse, de una manera particular, contra quienes son más vulnerables.
Los violadores violan en contextos armados por todas estas razones y aún otras que se nos puedan ocurrir, pero no creo que lo importante sea entender por qué lo hacen, sino contextualizar para qué lo hacen, qué es lo que esas acciones expresan, qué simbolizan en cada contexto sociohistórico. Solo así lograremos desactivar los códigos que dan sentido a este tipo de prácticas.
En suma, y por ir al grano, deberíamos rastrear en estos crímenes la dimensión expresiva. Toda violencia tiene una dimensión instrumental y otra expresiva. En la violencia sexual -como es sabido- la expresiva es predominante.
Pregunta: Si -como también es sabido- una violación es, ante todo, un ejercicio de poder: ¿qué distingue las violencias sexuales en sociedades en guerra de las que se perpetran en tiempos de paz?
¿Acaso no es la violencia sexual contra las mujeres un fenómeno, en paz también, de baja inteligibilidad? ¿No es cierto que ante violaciones y abusos es inútil y contraproducente centrar la atención en las motivaciones íntimas del abusador y provechoso entender que las mismas tienen lugar en un contexto -que por pacífico que sea puede haber propiciado esa práctica- para reparar a la víctima? ¿No nos sorprende a todas, retrospectivamente, lo tarde que se han creado los instrumentos jurídicos necesarios para combatir la violencia de género en sociedades democráticas como la nuestra a pesar de la existencia de un estado de Derecho desde 1978? ¿No nos choca, en definitiva, el nivel de tolerancia que las sociedades han mostrado históricamente hacia prácticas que se consideraban poco menos que ancestrales y que por ese motivo se tenían por inevitables?
Me diréis que lo distintivo de las guerras es que son contextos especialmente proclives a la impunidad, pero ¿no convivimos en nuestras muy avanzadas sociedades capitalistas con nichos de extrema impunidad? ¿No conocemos, por ejemplo, que existen entornos profesionales en los que la violencia sexual y el abuso forman parte de procesos de cooptación? ¿Acaso ignoramos la existencia de redes de trata a escala internacional que se integran en las dinámicas de crecimiento y consumo del capitalismo global? ¿Es que no tenemos noticia de la existencia de feminicidios organizados en áreas concretas del planeta, de la creación de espacios concentracionarios, del consumo masivo de cuerpos femeninos y feminizados como si se tratara de mercancías?
Desde la perspectiva de la violencia sexual: ¿a qué llamamos paz?
¿A qué llamamos paz?
Un grupo de fundamentalistas católicos quiere bloquear el acceso al aborto y que los niños reciban educación sexual, así como prohibir el divorcio en Europa. Ahora, el fundador de este grupo es candidato para convertirse en juez del Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Esta y otras medidas similares ya se han implementado en Polonia o se están debatiendo en la actualidad.
Surgen de un grupo fundamentalista católico, que se hace conocer como «laboratorio de ideas». Se llama Ordo Iuris, y redacta propuestas de ley y actúa como grupo de presión en varios gobiernos.
El Tribunal Europeo de Derechos Humanos es un recurso disponible para toda la ciudadanía que solicita que se haga justicia cuando sus países no protegen los derechos humanos. Solo en el año pasado. Si esta institución incorpora a un juez fundamentalista, la posibilidad de que se produzcan fallos a favor de los derechos humanos se verá mermada.
Si demostramos que este hombre es una amenaza para los derechos humanos, es posible que consigamos que rechacen su candidatura.
Firma la petición:
https://you.wemove.eu/campaigns/rechaza-fundamentalismo?utm_source=civimail-36312&utm_medium=email&utm_campaign=20210406_ES