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¿Es pecado votar al Partido Popular?
La economía defendida por el PP es una economía criminal. El Papa Francisco, en el primer documento escrito en su pontificado, La Alegría del Evangelio, no puede ser más claro: "Esta economía mata".
Eso de hablar del pecado no está de moda en nuestra sociedad. Desde luego en los medios de comunicación y en las redes sociales muy raramente se le menciona. Donde sí se menciona muy frecuentemente es en las iglesias. Aparece de manera recurrente en la predicación de muchos curas. Ahora, en tiempo de elecciones, bastantes de esos clérigos van a apoyar, de una manera más o menos abierta, a las opciones de derechas. Para ellos las izquierdas defienden cosas claramente pecaminosas, como el aborto y la eutanasia.
No voy a entrar ahora en el debate de si el aborto y la eutanasia son moralmente lícitos o no. Sólo señalaré que no aparecen mencionados para nada en toda la Biblia, mientras que el afán de riqueza está claramente condenado en numerosos pasajes de todo el Nuevo Testamento. Por tanto, lo primero que habría que discutir es si es pecado o no votar a una fuerza como el Partido Popular, para el que la aspiración a acumular riqueza es lo más natural del mundo. ¿Y qué podemos decir si, además, se acumula de una forma claramente ilegal?
Todo lo que está saliendo a la luz últimamente -y lo que ya salió tiempo atrás- nos habla de un partido en el cual la corrupción era presuntamente algo habitual, algo que corroía profundamente las estructuras de esa organización. Podrán decir que, mientras no llegue una condena formal, hay que atribuirles la presunción de inocencia. También es posible que los jueces de su órbita logren evitar esa condena, o por lo menos suavizarla lo más posible. Pero no conseguirán evitar que, para unos ciudadanos con los ojos abiertos y sin prejuicios, esté muy claro que la corrupción era un elemento fundamental en el funcionamiento del PP.
Podrán decir también que no todos eran corruptos, y que ahora hay una renovación en que esa corrupción va a desaparecer. Pero este PP renovado se ha apresurado a comprar a unos políticos de Ciudadanos para evitar el ser desalojados legalmente del gobierno de Murcia. Además, los líderes actuales -que pretenden protagonizar esa renovación- llevan años en puestos de responsabilidad. ¿No se enteraban de nada? ¿No había nada que les llamara la atención? Resulta bastante difícil de creer que no fueran, por lo menos, consentidores de la corrupción. Un auténtico deseo de renovación debería suponer una apuesta por la claridad y la transparencia y, si aparecen culpables, no tratar de encubrirlos. Facilitar la investigación abriendo puertas y ventanas para que salga a la luz todo lo que haya de blanco y de negro. Pero no parece que sea esa la línea emprendida por el «nuevo» PP.
El partido popular, la economía criminal y el COVID-19
Asimismo, la actitud de este renovado PP al encontrarse con el drama del COVID-19 nos permite ver cuáles son sus principales objetivos. En vez de prestar su colaboración para hacer frente a la pandemia, la ha utilizado para acosar constantemente al gobierno. No parece una actitud demasiado ética.
También pueden decir que el proyecto político defendido por el partido no es lo mismo que la conducta personal de algunos líderes. Ya resulta difícil de creer que unos políticos corruptos promuevan unas políticas beneficiosas para el conjunto de la sociedad. Pero además es que aquí llegamos al punto clave: el proyecto político del Partido Popular ¿nos lleva hacia una sociedad justa y solidaria?
Cuando ha gobernado el PP, las desigualdades han aumentado y la crisis ecológica ha estado totalmente olvidada. Pero lo más grave es que la economía defendida por el PP es una economía criminal. Hablan de economía de mercado, de mercado libre. Una forma de cargar las terribles consecuencias de esta economía en ese ente mítico e impreciso: los mercados. Pero dentro de esa nube negra de los mercados, hay personas de carne y hueso que los mueven y sacan escandalosos beneficios a costa del sistema mercantil.
El Papa Francisco, en el primer documento escrito en su pontificado, La Alegría del Evangelio, no puede ser más claro: «Esta economía mata». Mata en primer lugar de hambre porque ha convertido la alimentación en un negocio, se especula con los alimentos y se dedican grandes extensiones de terreno a los cultivos que produzcan más beneficios y no a los más necesarios para la alimentación humana.
Mata por falta de atención médica. Para la economía criminal la atención sanitaria es también un negocio. Estamos experimentando ahora, con motivo de la pandemia, los efectos de los recortes que la derecha ha realizado en la sanidad pública en beneficio de la privada. En muchas regiones del mundo no pueden experimentar esos recortes porque no tienen servicios sanitarios. No los pueden pagar y tranquilamente los dejan que se mueran.
Mata por las guerras. Pequeñas, interminables y mortíferas guerras que se libran en gran parte para apropiarse de recursos naturales escasos. Apoyo a dictaduras crueles que machacan a sus pueblos pero favorecen a grandes empresas capitalistas. Y detrás de todo esto, el gran negocio de las armas, uno de los más rentables para empresas y países volcados en la economía criminal.
El cambio climático está detrás de grandes desplazamientos de población, de temporales, sequías y hambrunas que producen innumerables víctimas. Pues detrás del cambio climático también están las grandes empresas, no sólo las de los combustibles fósiles, sino todo el conjunto de la economía capitalista que, por encima de todos sus esfuerzos por pintar de verde su actuación, quiere mantener una forma de vida, una civilización basada en el producir y consumir que les permita a ellos seguir con su acumulación de riqueza, aunque empuje a la humanidad a una hecatombe difícil de imaginar.
Todo eso es lo que se apoya cuando se vota al Partido Popular, y no digamos con el voto a VOX. Difícil negar que, objetivamente, esto es algo gravemente pecaminoso. Lo que no podemos afirmar es que todos los votantes sean conscientes de esta realidad. La tradicional «alianza entre el Trono y el Altar» se ha vivido estos últimos tiempos como alianza entre la derecha y la jerarquía eclesiástica, lo que ha llevado a mucha gente de buena voluntad a considerar que sus creencias religiosas les obligaban a votar a partidos de derechas. Frente a esta mentalidad, que desgraciadamente está muy extendida, es necesario poner de manifiesto lo que se defiende con el voto a la derecha. Vamos, hay que decir alto y claro que votar al Partido Popular es votar políticas inmorales. O sea, que votar al Partido Popular es pecado.