Opinión

Madrid DF contra España

"No es un escenario descabellado pensar que, en unos años, puede haber un grupo parlamentario de la España Vaciada con capacidad de influencia".

Un pueblo de Teruel. Foto de Ángel Santos en Unsplash.

Hay una cierta satisfacción por el hundimiento de Ciudadanos, pero es probable que no sea una buena noticia. Pese a su deriva, que culminó en el pronunciamiento de Colón, efectuaba una labor importante. Por una parte, desviaba al teórico centro dialogante un porcentaje de voto que podía acabar en las numantinas derecha o ultraderecha y, sobre todo, realizaba un marcaje al PP. El regreso de las malas formas estos días es producto del fin de ese control. Ya no es necesario disimular. 

El hundimiento ha recuperado el debate sobre si existe el centro en la política española. El centro nominal, cabría precisar, ya que el centro político lo ocupa desde hace décadas el PSOE y, de hecho, UPyD y Ciudadanos surgieron de ese espectro. A pesar de las pruebas objetivas, creo que sí. Hay una demanda de discurso moderado. No se trata de un clamor, sino de un runrún disperso que puede articularse en torno al debate sobre la articulación del país, recuperando una de nuestras tradiciones históricas más importantes: las juntas provinciales, que ya estuvieron en el origen del primer intento centrista. 

Uno de los errores más habituales al hablar de la Unión de Centro Democrático es dar por hecho su existencia. UCD no era un partido ni una coalición. Se parecía más a una confluencia municipal, pero a lo bestia. Eran 16 partidos y, algunos de ellos, como la Federación Social Demócrata o el Partido Popular 1.0, tenían en su seno a otros, en una estructura de muñecas rusas. En total, eran más de 40 formaciones, algunas de ellas casi unipersonales, tertulias constituidas en partido cuando no había grupos de guasap. Muchas de ellas tenían carácter regional o provincial y una de las tareas del Álvarez-Cascos en la secretaría general del Partido Popular 2.0, el de Aznar, fue reunir a todos estos movimientos. 

A pesar de lo que puede pensarse desde 2021, no fue inmediato. Extremadura Unida, Coalición Galega, Unión Mallorquina o Unión Valenciana, todos con raíces en la UCD, sobrevivieron algunos años. El Partido Riojano aún resiste, como el Partido Aragonés Regionalista, lejos de los buenos años 80 y 90, donde llegó a ocupar la presidencia de Aragón. El Centro Democrático y Social tuvo una cierta vida durante los 80, especialmente en Castilla y León; pero, como Ciudadanos, desapareció cuando olvidó que la supervivencia de un partido de centro depende de mantenerse en el centro; es decir, de no poner todos los huevos en el mismo cesto. En un pacto faústico, el PP ofreció cargos al CDS a cambio de desbancar al entonces hegemónico PSOE y el personal entendió que, para votar de forma interpuesta, era mejor hacerlo directamente. 

Las otras dos reencarnaciones del centro, UPyD y Ciudadanos, coinciden en tener el mismo origen: raíz socioliberal y un discurso antinacionalista articulado a través de asociaciones poco numerosas y bastante endogámicas, algo que se apreciaba en la machacona homogeneidad de sus manifiestos o, sobre todo, en el circuito cerrado de premios y reconocimientos con los que se distinguían entre ellas. Ambas compartieron un problema de base: el patrocinio de la prensa del turbomadrid, que decidió usar tácticamente a ambos partidos para presionar a Mariano Rajoy. Probablemente, confundieron este apoyo con un posicionamiento honesto, olvidando que esa palabra no existe en la Corte. Llegado el momento, se encontraron con varias puñaladas, incluso personales, y el estruendoso sonido de la cadena del váter como única música de réquiem.  

Madrid DF

Hace veinte años, Pasqual Maragall publicó en El País un artículo titulado Madrid se va, en el que desarrollaba la idea de que la capital ya no estaba en España, sino que disputaba «la liga mundial de ciudades». Sostenía que había un proyecto político para crear un fuerte polo económico en detrimento del resto del país, al que se le privaba de desarrollo e inversiones, como el Corredor Mediterráneo. España quedaría reducida a un conjunto de puntos a diferentes distancias de Madrid, como Hispanoamérica. La diferencia, el acento y el medio de transporte. Maragall dejaba una predicción: «Si Madrid se va solo por ahí, puede ser que un día se encuentre que los demás vamos todos juntos por otro lado».

No sucedió. Nunca se produjo ese todos juntos. El proyecto político de Madrid DF triunfó por el apoyo de las administraciones que lo defendían, mientras que el resto estaban desunidas o no le prestaban atención, ya que estaban centradas en sus propias burbujas políticas o inmobiliarias. También cuajó porque es el modelo. En 2019, la Comisión Europea publicó un informe llamado Capitals take it all, en el que se alertaba sobre la concentración económica y demográfica de las grandes ciudades. El proceso es global. Los nuevos modelos funcionan en red y los flujos financieros o comerciales son imprescindibles para que todo el conjunto funcione. La materia prima y el trabajo bajan su valor porque lo más importante es la distribución. Flexibilidad y movilidad. Estar en un nudo. 

Madrid DF recibe una enorme inversión extranjera, centrada en sectores como el inmobiliario o el logístico. También es la zona que más habitantes gana en un país que se vacía. Sobre todo, personas en edad de trabajar y reproducirse. En los años ochenta, las capitales de provincia articularon una importante estructura formativa que, en la actualidad, nutre el nodo central de mano de obra capacitada sin compensación. El problema de la España Vaciada no es una cuestión solo de agricultores o ganaderos, sino de las estructuras empresariales y profesionales de todo el territorio, que son las que más sufren el poder de atracción y destrucción del agujero negro. Por último, la gestión de la pandemia puede haber sido un elemento catalizador: hay cansancio del protagonismo narcisista de Madrid.

Las Juntas Provinciales 

El miércoles 24 de marzo, el Gobierno anunció que Extremadura albergará la primera fábrica de baterías del sur de Europa. El proyecto se nutrirá de las minas de litio de la zona y se repartirá entre Badajoz y Cáceres. Desde hace bastantes meses, la autonomía está movilizada contra las explotaciones mineras y la posibilidad de que la inversión se fuera a otra autonomía había despertado cabreo. Ya que se ha de provocar un desastre medioambiental, qué menos que quedarse con el proceso de fabricación. El movimiento es inteligente y puede evitar, de momento, que Extremadura se una a la lista de territorios cabreados. 

El primero de esa lista fue Teruel. En 1999, varias plataformas se unieron en una coordinadora a la que llamaron Teruel Existe. Pedían evitar el abandono de la provincia, algo que concretaban en más infraestructuras y dotaciones. Hicieron varias manifestaciones y concentraciones hasta 2017. A finales de ese año, un militar serbio conocido como Igor el Ruso mató a tres personas en la provincia, por la que estuvo huido durante varios días. Siempre hay una gota que colma el vaso. La plataforma ciudadana se transformó en partido político. Tiene un diputado y dos senadores. 

Quizá, la gota de Jaén llegó el pasado 13 de febrero, cuando dos policías nacionales fueron detenidos en Linares, acusados de agredir a una niña de 14 años y a su padre. La historia es conocida. La manifestación del siete de marzo parecía el auge de la tensión acumulada durante esos días, pero había sido convocada con anterioridad por varias plataformas ciudadanas, coordinadas en Jaén Merece Más, un modelo similar al de Teruel. La provincia ha perdido 40.000 habitantes en la última década. Los planes que se presentan tras cada cierre o desmantelamiento –el más famoso fue el de Santana Motor– no suelen cumplirse y la industria que resiste sufre al quedarse fuera de los flujos. La línea de alta velocidad bordea la provincia.  

Soria ya o Burgos pide paso son modelos parecidos. Una coordinadora aglutina a diversas plataformas ciudadanas, normalmente vinculadas a sectores concretos, como la asistencia sanitaria o las infraestructuras. Son proyectos que no nacen con una vocación ideológica y que suelen tener una fuerte presencia de profesionales o pequeños empresarios. Es lo que antes se conocía como menestralía, la clase que encabezaba los movimientos juntistas, desde los Comuneros a la Guerra de la Independencia. De hecho, Huesca Suena es una plataforma promovida por asociaciones empresariales y, desde el inicio, ya cuenta con grupos de trabajo por áreas. Son ciudades que, además de Madrid, tienen otro gran polo autonómico que vacía la región: Zaragoza y Valladolid.

Es probable que surjan más iniciativas. Extremadura es un lugar propicio, lo mismo que Salamanca, donde también hay una fuerte polémica por las explotaciones mineras y el cierre de la línea ferroviaria. En la Plataforma de la España Vaciada (EVA), hay 140 asociaciones diversas, que reúnen a colectivos de más de 20 provincias. Su objetivo es un pacto para el reequilibrio territorial. A estos movimientos se pueden añadir grupos más consolidados, como el murciano Somos Región o la Unión del Pueblo Leonés. Sus mociones a favor de la autonomía leonesa han recibido el apoyo de medio centenar de ayuntamientos, gracias a los votos de los cinco partidos estatales. Son iniciativas transversales que buscan influir a través de los pactos y que no suelen ser bien recibidas por la prensa del turbomadrid. Es irrelevante. Cada provincia tiene su ecosistema mediático.

No es un escenario descabellado pensar que, en unos años, puede haber un grupo parlamentario de la España Vaciada con capacidad de influencia. Madrid DF contra España, las ciudades globales contra los estados, el flujo contra el territorio, centro y periferias. Es un conflicto que viene de lejos y que no tiene pinta de cerrarse.

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