Sociedad
“Las protestas son la materialización analógica del nihilismo digital de parte de la juventud”
David Ortiz García, estudiante de Antropología, es uno de los jóvenes que participan en las protestas convocadas tras el encarcelamiento de Pablo Hasél: "No es normal que vivamos con tanto miedo, no es normal que el consumo de ansiolíticos esté disparado en España".
Siendo un niño, David Ortiz García sufrió el embate de la crisis que comenzó en 2008 y que la pandemia ha agravado. Su familia de clase media tuvo que dejar su Valencia natal e instalarse en Talavera de la Reina, donde la madre consiguió un trabajo que les permitió seguir adelante. Ahora tiene 19 años, estudia Antropología en la Universidad Complutense de Madrid y es autor de un análisis publicado hace unos meses en el PlayZ, el canal juvenil de RTVE, que ha cobrado gran actualidad con las protestas que se han desatado tras la detención de Pablo Hasél, en las que él participa. Sostiene que buena parte de la juventud ha caído en el nihilismo ante la falta de un futuro.
Conversamos con él en MediaLab-Prado, un centro cultural que se ha convertido en uno de los laboratorios de ideas más importantes de la última década sobre formas de vida vivibles en la ciudad, y que el Ayuntamiento de Madrid va a reducir a una parte más de otro espacio creativo, Matadero.
¿Por qué os estáis manifestando quienes acudís a las protestas convocadas tras el encarcelamiento de Hasél?
Estas movilizaciones comparten un patrón con otras previas, de militancias y causas muy distintas, pero con las que comparten la misma sensación de rabia. Los grandes medios de comunicación están totalmente perdidos porque no saben si señalar a los manifestantes de negacionistas de la pandemia, de negacionistas del poder judicial –como nos llamaban a los que estábamos en Valencia–, de okupas y anarquistas a los de Barcelona. No es así. La mayoría de los que he visto a pie de calle somos gente de 18, 19 o 20 años, con escaso recorrido político anterior que se pueda clasificar con la óptica de los grandes medios.
Estamos manifestándonos porque no hay una visión de futuro clara que nos garantice una sensación de seguridad y el arraigo emocional y afectivo que necesitamos para sentir que las cosas van a funcionar. Ante la falta de ese horizonte, emerge la rabia, las ganas de salir a la calle, de juntarse y de crear cosas nuevas.
Algunos analistas y medios de comunicación tradicionales reducen las protestas a la violencia de los saqueos de los comercios y a los enfrentamientos contra la policía. ¿Qué es realmente esta violencia?
Hay una parte del discurso mediático que solo trata de deslegitimar las luchas, como hizo con el 15M. Se muestran las consecuencias, poniendo el foco en los destrozos, consiguiendo así que la gente se olvide de las razones para manifestarse.
Desde los movimientos sociales tenemos que reflexionar sobre qué nos ayuda y qué no, y los saqueos no lo hacen. Y no lo digo yo, sino también los grupos de Telegram que están coordinando las protestas en Catalunya.
Pero hay otra violencia, que es la que tenemos que tratar de entender, que se da cuando la Policía ataca indiscriminadamente a quienes estamos intentando ejercer el derecho a la manifestación segura. Yo he estado en dos de las manifestaciones de Valencia. Salimos de la Plaza de San Agustín, la policía nos encerró en una de las calles laterales y empezó a cargar indiscriminadamente y a generar terror: la gente corriendo, cayéndose, yo me hice bastante daño en un hombro.
En esos casos, la defensa táctica para evitar determinadas persecuciones de la policía la veo legítima. Y creo que vale más un ojo que un contenedor.
Ha escrito sobre cómo hay un nihilismo digital en muchos de los relatos de los y las jóvenes en las redes sociales.
Las protestas son la materialización analógica del nihilismo digital de parte de la juventud. Cualquiera que vea los memes y tuits que genera la gente joven, lo que encontrará es un absoluto desarraigo con los sucesos trágicos que ocurren en nuestra sociedad. Cuando la pandemia estaba en su peor momento, la gente de mi generación estaba tan desarraigada con la comunidad que todo lo envolvía en un tono cínico, en un humor irónico que tiene que ver con que no vamos a tener una casa ni a poder independizarnos hasta los 30, con que uno de cada dos de nosotros no encuentra un trabajo cuando finaliza sus estudios… Y esto no es politiqueo, sino el día a día de la juventud.
Cuando estas generaciones comprenden que estas injusticias tienen unos culpables, es normal que esa aparente indiferencia se transforme en rabia o en movilización: con unos deseos indeterminados, sin unos objetivos políticos claros, pero sí con unas causas comunes.
Cuando desde algunos medios intentan criminalizar las movilizaciones juveniles, enmarcándolas en Unidas Podemos, se demuestra un profundo desconocimiento de la gente que está en la calle que, en su mayoría, no creo que se sienta identificada con Pablo Iglesias.
Los movimientos sociales deben saber hacer presión al Ejecutivo, deben ser la avanzadilla de los cambios y quienes ponen sobre la mesa ideas que los partidos políticos no son capaces de materializar. Como están haciendo los sindicatos de alquiler presionando para que el PSOE y Unidas Podemos cumplan con lo pactado al respecto.
¿Cuál es el recorrido mental que haces para participar en las manifestaciones?
Antes del encarcelamiento de Pablo Hasél, estaba de exámenes, me crucé con una movilización a su favor en Madrid, me uní, pero pensé que no iría más allá. Tras su detención, en la primera manifestación que hubo en Valencia, apenas van 200 personas y se les agrede indiscriminadamente sin ningún tipo de provocación previa. Al día siguiente éramos 5.000. La razón era que les habían reprimido salvajemente, pero también que veníamos de la agresión en Linares a un padre por defender a su hija de comentarios obscenos por parte de policías, que hay detenciones arbitrarias en otros sitios…
¿Es la primera vez que asistes a una manifestación con cargas policiales?
Es la primera vez que veo tal nivel de agresividad policial en mi vida. Han querido dispararnos desde todos los poderes, incluidos los mediáticos, que son los que nos señalan cada día, ampliando la brecha con los jóvenes que se sienten representados por estas movilizaciones. El enfado y la rabia son nuevos, las demandas son nuevas y no son canalizables por las vías de toda la vida.
Hace mucho hincapié en la manipulación que percibe como joven manifestante en algunos medios de comunicación.
Y no solo sobre las protestas. En muchos medios se ha señalado la imputación a Pablo Hasél de delitos comunes con los que la gente no se puede sentir identificada. Por ejemplo, que había acosado a un testigo. El testigo era un policía que le amenazó con un arma fuera de servicio. Esa es la agresión a un testigo judicial de la que tanto se habla. Entonces hay que estar prevenidos con estos relatos mediáticos.
Otra cosa interesante es que, tras casi una semana de movilizaciones por Hasél, hay una manifestación en la Estación de Sants a la que acude Carles Sánchez. Cruza entre contenedores patinando durante las cargas policiales. Es detenido y se decreta prisión preventiva para que no participe en las movilizaciones posteriores. Y así se consigue revitalizar unas protestas que estaban agonizando. Y es porque se trata de señalar la represión cotidiana y la persecución de quienes se mueven.
¿Cree que estas manifestaciones van a continuar?
Para ello es fundamental la inteligencia colectiva, que hemos visto más en Catalunya estos días que en Madrid o Valencia. Esa inteligencia es la que te permite ser pragmáticos, como están haciendo en Barcelona con los grupos de Telegram, en los que los manifestantes cuentan cómo moverse por las calles en tiempo real para evitar la represión policial. La gente necesita pequeñas victorias para seguir yendo a la calle.
Las próximas semanas serán, probablemente, más calmadas, pero en un mes, en dos, habrá una nueva injusticia y volverán a salir los mismos.
¿Qué papel está jugando en estas protestas la revolución feminista que se ha vivido en este país en los últimos 3 años?
Pues hay una paradoja. Ha sido un movimiento alentador. En el instituto hemos sido felices por la alegría de organizarnos bajo la consigna del feminismo. Nosotros, los chicos, quedándonos dentro, organizando actividades para nosotros, mientras las chicas salían fuera, organizaban piquetes… Ha conseguido unos logros muy asentados que se ven incluso en el discurso del Partido Popular. Pero la batalla que se está dando ahora entre quienes se posicionan a favor de la ley trans y quienes son más afines al feminismo más del PSOE, más clásico, está difuminando la causa y la capacidad de movilización.
¿Cuáles son los mayores miedos de la llamada generación Z, quienes nacisteis con este nuevo milenio?
Hay miedo a prácticamente todo. El otro día un amigo me decía que la gente no sufría lo suficiente porque si no saldría masivamente a la calle. Y es todo lo contrario, pero estamos paralizados por el miedo: miedo a la Policía, al profesorado, a no saber qué se puede hacer en la calle con los amigos por la pandemia, a no tener casa, a la concepción del día a día que nos imponen los grandes medios. Nos han mantenido en una estabilidad muy inútil, centrados en nuestro propio sufrimiento a través del cinismo. Lo veo en mi universidad, donde a muchos estudiantes les cuesta ir al departamento a exigir cosas tan básicas como que nos pongan un profesor para una asignatura. No es normal que vivamos con tantos miedos, no es normal que el consumo de ansiolíticos esté disparado en España.
¿Ves mucha tristeza entre tus amistades y conocidos?
Hay una sensación de que nos han vendido una moto que no existe. Nos dijeron que si íbamos a la universidad íbamos a conseguir… Y ves que todo eso no existe, lo que genera desamparo, soledad y la sensación de estar muy perdidos.
Sí, hay una profunda sensación de tristeza, de no saber adónde dirigirnos, de no saber decirle a nuestros padres «estoy mal, no me encuentro bien». Es un continuo correr hacia adelante.
Los viejos abandonados y los jóvenes desarraigados y olvidados. Estamos creando una sociedad fría e individualista; sin futuro.
Emotiva Carta abierta de Jordi Cuixart a PABLO HASEL.
Carissimo Pablo:
Te envío un abrazo desde la celda, convencido de que no te han puesto la prisión adentro.
Ponent está a 120 kilómetros de Lledoners, pero en el fondo todas las prisiones del mundo están en el mismo lugar, en la parte más oscura del sistema, allá donde nadie quiere mirar, porque es donde reside la madre de todas las injusticias. Pero también aquí se juntan toneladas de humanidad, casi imposibles de encontrar más allá de los muros.
En el año 2018, cuando presentamos Demà pots ser tu, los abogados de Òmnium me explicaron que participabas en la campaña. Y recuerdo que me hizo mucha ilusión, porque para el mayor de mis dos hijos siempre has sido uno de las raperos de referencia, y eso nos unía un poco más.
La prisión está llena de aprendizajes, y no dudo de que aún te hará más rebelde conocer de primera mano cómo se ceban las desigualdades en muchos de nuestros compañeros de módulo. Asumir las consecuencias de los propios actos para denunciar a quien encarcela la protesta y la disidencia política (y cultural) es motivo también para dar sentido a nuestras vidas. Para convertir la frustración en lucha por la esperanza.
La libertad de expresión se defiende ejerciéndola. En pleno siglo XXI, cuando el Estado español se consolida encabezando el ranking de represión artística, por delante de Irán y Turquía, como señala Freemuse, tú has decidido utilizar tu situación como altavoz, y eso merece un reconocimiento absoluto.
Que nadie lo olvide: esta represión viene de lejos. Porque el dictador murió en la cama y, hasta que no se haga justicia por los crímenes del franquismo, el Estado está condenado a convivir con sus propios fantasmas.
La policía entra en la universidad para detener y encarcelar a un cantante, mientras el fascismo aviva el odio en la calle, en los tribunales, en las redes sociales y en los parlamentos, a la vez que se multiplican los delitos de odio contra las personas LGTBI, como denunciaba el Observatori contra l’Homofòbia. Ya lo dijo Xavier Vinader: “El Estado no ve la extrema derecha como un peligro, sino como una colaboración necesaria”.
La operación de los poderes del Estado contra la disidencia es permanente y desgraciadamente no se para con tu encarcelamiento. De hecho, condenas como la del Tribunal Supremo por el primero de octubre dan carta blanca para perseguir derechos y libertades de toda la ciudadanía. Tu encarcelamiento, como el de Dani Gallardo o los compañeros de Altsasu, son las mismas caras de una oleada que también suma cerca de 3.000 represaliados en la lucha para la autodeterminación.
“Somos más de condenar por injurias a la corona que de condenar las injurias de la corona”, reconocía la actriz Ana Milán mientras el coche se te llevaba…
https://www.elsaltodiario.com/tribuna/carta-cuixart-hasel-siempre-adelante