Política
PSC y ERC, dos victorias que hacen historia
Salvador Illa gana las elecciones, empatando en número de diputados con ERC. Unos resultados que se tienen que interpretar en tres claves: la victoria de Salvador Illa, la reedición de la mayoría independentista –que queda una vez más en manos de la CUP– y el fortalecimiento de la Mesa de Diálogo, reforzada por la victoria del PSC y la segunda posición de ERC.
Este artículo ha sido publicado originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerlo en catalán aquí.
El efecto Illa no era un espejismo. El exministro de Sanidad ha llevado al PSC a la primera victoria de la historia del partido en número de diputados (empatando con ERC) y, también, a la segunda victoria del partido en número de votos. Un resultado histórico que refuerza tanto la apuesta por la Mesa del Diálogo como el movimiento estratégico de la Moncloa de desplazar a Miquel Iceta y colocar en la carrera de la presidencia el que era, hasta hace menos de un mes, el Ministro de Sanidad en tiempos de pandemia. A pesar de conseguir estos resultados, Illa –que anunciaba en su comparecencia postelectoral que se presentaría a la investidura–, lo tendrá más que difícil para formar gobierno. La aritmética, una vez más, parece no estar del lado de los vencedores. Ahora bien, si la sensación en la victoria de Ciudadanos en 2017 era que se debía más bien al contexto histórico determinado, la de Illa se ubica bajo otro titular: el PSC ha vuelto.
También Pere Aragonès consigue los mejores resultados de la historia. En este sentido, las elecciones autonómicas del 14-F son también la victoria de Esquerra Republicana de Catalunya, que tiene la Presidencia de la Generalitat al alcance de la mano. La tarea que Aragonès tiene por delante es monumental. En estos momentos –y si atendemos al pasado reciente–, el pacto «natural» tendría que ser el de un govern de coalición con Junts per Catalunya. Pero esta ocasión será más complicada que las anteriores. Es bien sabido que las relaciones entre ERC y JxCAT han tocado tierra en la última legislatura, relación expuesta cruelmente durante la gestión de la pandemia con los enfrentamientos entre Presidencia y las diferentes consellerías. La apuesta de Aragonés era la de hacer una vía amplia que aglutinara Junts por Catalunya, la CUP y los Comuns. Es decir, que la apuesta de ERC no solo se centraba en mantener la hegemonía del independentismo sino que pretendía mirar al eje izquierda – derecha. Pero aglutinar Comuns en un govern con la presencia de Laura Borràs es poco más que una utopía. Y de esto, Aragonés, es muy consciente.
Y desde la izquierda independentista destacan los resultados de la CUP, que volverán a tener la clave de la Generalitat. Los cupaires pasan de 4 a 9 diputados y se quedan a un diputado de igualar los resultados obtenidos en 2015. Queda por ver cómo utilizará la CUP esta fuerza estratégica determinante. La palabra la tendrá la Asamblea del partido. Es, por lo tanto, difícil de prever por donde pueden ir los tiros.
Con la victoria del PSC y de ERC queda validada la apuesta por la Mesa del Diálogo; una apuesta arriesgada tanto para el PSC –que ha tenido que aguantar como la derecha ponía el grito al cielo por negociar con el independentismo– como por ERC, que ha visto como sus compañeros de govern ponían continuamente trabas para debilitar a sus competidores naturales. Aun así, las victorias de la socialdemocracia (independentista y no independentista) son un indicador que mide el sentimiento mayoritario de la población de Catalunya en cuanto a cómo actuar ante el conflicto entre Catalunya y España. El diálogo gana adeptos.
A las victorias del PSC y de ERC se le contrapone la derrota ajustada de Junts per Catalunya. Los posconvergentes han conseguido 32 diputados (dos menos que en las últimas elecciones),y ven como se los escapa la posibilidad de mantener la Presidencia de la Generalitat. Ahora tendrán que conformarse con ser la segunda fuerza del independentismo. Esto significa que de reeditarse el actual pacto de govern, Catalunya, por primera vez en más de diez años, no tendrá un presidente vinculado a CiU.
Si analizamos el independentismo en su conjunto, también hay que destacar que ha conseguido superar la barrera psicológica del 50% de los votos y vuelve a tener mayoría absoluta en número de diputados. De hecho, aumenta su margen respecto al 2017. Si hay una cosa que se puede afirmar, es que el independentismo es una realidad social sólida. No es ninguna noticia, pero los resultados obtenidos tienen que reforzar necesariamente la idea de que es necesario indultar a los presos políticos del Procés y avanzar hacia la resolución democrática del conflicto. Que el independentismo no desaparece, ni mirando hacia otra parte, ni negando el derecho a su existencia.
En Comú Podem, liderado por Jessica Albiach, saca los mismos resultados obtenidos en las últimas elecciones: ocho diputados. Desde un inicio de la campaña propusieron una coalición de izquierdas conformada con Esquerra Republicana y el Partido Socialista. Una propuesta aritméticamente viable –pero virtualmente imposible– si atendemos la promesa de Pere Aragonès de no pactar, ni por activa ni por pasiva, con el Partido Socialista.
El batacazo de Ciutadans es histórico y se convierte, inmediatamente, en el ejemplo paradigmático de lo que es un suflé en política: de ganar las elecciones del 2017 con 36 diputados, la fuerza naranja se queda en 6 diputados y se sitúa como la penúltima fuerza en el Parlament, solo por delante del PP. Por su parte, los populares de Alejandro Fernández no han conseguido atraer a nuevos votantes y empeoran en un escaño los resultados que obtuvo García Albiol. Tres diputados.
De las cenizas de Ciutadans se levanta la extrema derecha de VOX. Ciutadans llevó la crispación al Parlamento, y ahora, el partido de Santiago Abascal –representado en Catalunya por Ignacio Garriga– a buen seguro que subirá la apuesta e intentará convertirla directamente en confrontación. 11 escaños les convierten en la cuarta fuerza política. Si hay un pacto importante de legislatura es el que tendrían que hacer los partidos políticos para aislarlos y no permitir que conviertan el Parlament en un altavoz para la propaganda de sus discursos racistas.
Las elecciones ya han acabado, pero el juego de la política no ha hecho más que empezar. Nos esperan semanas intensas de negociaciones, propuestas cruzadas y, seguramente, de investiduras fallidas.