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¿Aceptamos el reto de otro mundo posible?
"Son muchas las iniciativas transformadoras que llevan años y décadas, mostrándonos que otro mundo ya es posible", defienden desde REAS.
BLANCA CRESPO Y MARÍA ATIENZA / REAS RED DE REDES* | Son muchos los retos globales que enfrentamos en la actualidad, un panorama donde la pandemia sanitaria no ha hecho sino acuciar las fallas de un sistema, el capitalista, que hace aguas desde hace décadas. Y lo sabemos porque su onda expansiva nos salpica por doquier, al calor de los polos derretidos por el cambio climático, a su vez generado por un sistema económico, político y social que no asume los límites naturales planetarios. Patente, así mismo, en la extinción cada día de más especies, en una pérdida de biodiversidad que está alterando profundamente el ecosistema del que, aunque queremos ignorar, somos parte.
Como también nos atraviesa de manera profunda la creciente desigualdad social a nivel local y global, por la acumulación de la riqueza en pocas manos, en detrimento de amplias mayorías sociales cada día más expulsadas y exprimidas del mercado laboral, incapaces de dar respuesta de manera digna y humana a sus necesidades vitales básicas.
Pero este texto va de esperanza, buscando superar estos retos a la luz de experiencias transformadoras que ya están impactando de manera beneficiosa, en lo social, económico, ambiental, técnico y político. Éste era el objetivo de la convocatoria “Aceptamos el reto” promovida en el marco del Foro Social Mundial de las Economías Transformadoras, que tuvo lugar de manera virtual durante el pasado 2020, y que fue presentada nuevamente la semana pasada en el marco del Foro Social Mundial.
La idea principal de esta propuesta fue el poder visibilizar las iniciativas transformadoras existentes a través de un escaparate que sirva para impulsarlas y potenciarlas, con la finalidad de ofrecer una oportunidad de intercambio a modo de amadrinamiento que garantice el conocimiento y la ayuda mutua. A lo largo de esta convocatoria se inscribieron un total de 56 iniciativas de todo el mundo. Tras un proceso de selección llevado a cabo por un jurado internacional y una votación popular a través de la web se seleccionaron 15 iniciativas que se presentaron a lo largo de 4 sesiones virtuales. Los criterios de selección tuvieron en cuenta aspectos como la rentabilidad integral en todas sus dimensiones (económica, social y ecológica) si respondían a las necesidades de la población local, si se estimulaba la armonía entre lo individual y lo colectivo y si metodológicamente ejercitaban las capacidades.
En palabras de Paco Hernández, integrante del Casal y de la XES y parte del jurado internacional de esta propuesta, “se buscaba rescatar las experiencias existentes que nos ayudan a superar los retos globales, aquellas propuestas que practican la solidaridad económica y social; que desde el ecofeminismo ponen la vida en el centro; que promueven la democracia económica y la autogestión; que generan un modelo económico construido desde los movimientos sociales; que proclaman el mercado social como alternativa y que parten del arte para construir cultura y educación popular”.
Comencemos, pues, nuestro recorrido por las 15 iniciativas seleccionadas entre más de 50, paseando por una localidad comprometida con un modelo de desarrollo solidario y sostenible, que impulsa el comercio justo entre los agentes sociales, económicos y públicos de la ciudad, acercando la realidad de los pequeños grupos de productores y sus productos a la ciudadanía a través del sector público, sus comercios y restaurantes, empresas, escuelas y tejido asociativo.
Seguramente conozcamos lo que es el Comercio Justo, pues no es extraño ver incluso sus productos en los grandes supermercados y su artesanía está también presente en multitud de tiendas, ferias y mercados, pero ¿una ciudad entera por el comercio justo? Pues sí. En la actualidad, más de 2.000 municipios de todo el mundo han conseguido el título de Ciudades por el Comercio Justo, 18 en el caso del Estado español. Todas estas ciudades cumplen los 5 requisitos que hace falta para la obtención de esta denominación: Compromiso institucional e iniciativas de compra pública ética; Accesibilidad a productos de comercio justo; Compromiso del sector empresarial, la sociedad civil y la comunidad educativa; Acciones de comunicación y sensibilización; y creación de un grupo promotor o de trabajo local para mantener el modelo de Ciudad por el Comercio Justo.
Quizás necesitemos aterrizar un poco más estas alternativas, que apuestan por un comercio justo pero que también promueven la equidad de género, la sostenibilidad ambiental o la soberanía alimentaria, para entender el impacto del modelo económico, político y social que conforman. Para ello, podemos, por ejemplo, recalar en Río Grande Do Sul (Brasil) para deleitarnos con las frutas que nos ofrece la Cadena productiva frutas nativas, iniciativa de cosecha, procesamiento y comercialización de frutales nativos, que implica a unas 500 familias productoras así como a diversos grupos de procesamiento (agricultores y emprendimientos urbanos) que suman un total de 15 agroindustrias cooperativas y/o familiares que producen aproximadamente 50 productos finales y emprendimientos de comercialización y que sostienen aproximadamente 40 espacios de comercialización. Sin duda una buena forma de repensar el modelo productivo tradicional y de generar actividades productivas organizadas en red que integren diversas familiar y grupos productivos.
En el mismo Brasil podemos encontrar, la Red Justa Trama del Algodón Orgánico, que, además de la fruta, trabaja en el ámbito textil y de artesanía, a partir de algodón orgánico de Comercio Justo que la propia red produce y procesa. La dimensión social y económica de esta iniciativa se amplía enormemente además a través de su proyecto de finanzas éticas y moneda local propia, lo que permite crear oportunidades de trabajo asociativo y cooperativo autogestionario y ensayar procesos de gestión innovadores e interdependientes.
No sólo de alimentos viven las personas
Esta pluralidad de experiencias y prácticas, tanto en lo estrictamente productivo como en la generación de servicios que atiendan a las necesidades de las poblaciones donde se insertan, es la lógica de muchas otras iniciativas a lo largo y ancho del planeta. Sin irnos muy lejos, en Venezuela, tenemos el caso de Cecosesola, red conformada por 50 organizaciones de los sectores populares de Venezuela fundada hace 53 años, con clara voluntad de transformación cultural. Este proyecto que comenzó como una funeraria ha terminado abasteciendo desde el punto de vista alimentario a más del 40% de la población de una ciudad con más de un millón de habitantes. Además, desarrolla proyectos de créditos y fondos solidarios y cuenta con servicios sanitarios, todo ello, a partir de la rotación de tareas y donde hay paridad en la participación y las decisiones se toman por consenso.
Recorriendo la amplia dimensión productiva de estas iniciativas, más allá de la alimentación y el textil, dos de los ámbitos que probablemente cuenten con más experiencias inspiradoras, podemos recalar en Quitumbe-Ecuador, para conocer una experiencia de Hábitat, comunidad y vivienda. El proyecto comunitario solidaridad-quitumbe de la cooperativa de vivienda alianza solidaria, tiene como reto lograr que todas las personas tengan una vivienda adecuada y un entorno saludable y seguro. Con ello, se busca la construcción de barrios y ciudades pacíficas, ecológicas, participativas, creativas, solidarias y autogestionadas, generando planificaciones adecuadas que eviten la proliferación de periferias de pobreza.
Seguimos nuestra ruta, y lo hacemos de la mano de Som Mobilitat, cooperativa catalana fundada en 2016 para acelerar la transición hacia un modelo de movilidad más sostenible. Su principal servicio es un carsharing eléctrico y cooperativo, a partir del cual se está creando una red de aparcamientos de vehículos eléctricos compartidos en varias localidades. Además está llevando a cabo un proyecto a nivel español para ayudar a otras cooperativas a impulsar nuevos carsharing regionales, y está conectada con Europa: es cofundadora de The Mobility Factory. Con este movimiento podemos irnos en un momento de Mali a Colombia para conocer iniciativas para el empoderamiento y la capacitación socioeconómica a través de la implementación de incubadoras y desde una triple perspectiva: de género, ecológica y desde el enfoque de la Economía Social y Solidaria, con proyectos como Incubatrice d’entrepreneures solidaires et citoyennes, (internacional) y Mujeres construyendo desarrollo con apuestas ambientales ENDA Colombia.
La intercooperación como ADN
Si algo tienen en común todas estas iniciativas es su filosofía cooperativa y que, lejos de la competencia e individualismo tan valoradas bajo el paradigma capitalista, apuestan por la socialización e intercambio de saberes bajo lógicas colectivas y comunitarias.
Éste es justo el sentido del proyecto en curso para la Sistematización y publicación de experiencia, reflexiones y buenas prácticas en economías transformadoras en América Latina que busca sistematizar la treintena de encuentros llevados a cabo en el marco del foro social de economías transformadoras en Colombia-Lat, recogiendo experiencias, acciones, buenas prácticas y reflexiones, que llevan a cabo distintas miradas de cambio en el continente para transformar el modelo económico dominante.
O el caso de la Plataforma desbordes de la Patagonia, Argentina, una herramienta tecnológica (web/app) para conectar a personas colaboradoras con capacidades y recursos a compartir, con necesidades específicas de proyectos culturales con impacto social, tecnológico, comunitario, ambiental o político. También la Medición del impacto de las economías transformadoras, espacio de trabajo para compartir herramientas y metodologías de balance social y medición de impacto de las economías transformadoras, coordinada por las redes de Economía Solidaria a nivel Europeo: RIPESS, APES-HDF, ADEPES, MES, XES, REAS Red de Redes.
La filosofía cooperativa está así mismo muy presente en proyectos educativos que buscan en lo pedagógico una vía de transformación social y que desean hacerlo desde la práctica y en consonancia con sus valores. Es el caso de Aprender jugando, aprender haciendo, iniciativa para transformar las prácticas escolares a partir de la inclusión de juegos cooperativos no competitivos en el aula, el aprendizaje cooperativo, el aprendizaje basado en proyectos y la educación solidaria en clave con los principios de la Economía Social y Solidaria. En la misma línea se engloba Trabajando para la libertad. Escuela popular de medios de comunicación comunitarios, Escuela de comunicadores populares -gráfica, radial y audiovisual-, con dos orientaciones: periodística/documental y ficciones, productora de contenidos e incubadora de emprendimientos asociativos vinculados a la industria de las comunicaciones, con enfoque de Economía Social y Solidaria. Su objetivo es el poder multiplicar opiniones, voces y miradas y generar un mercado audiovisual de la EPSS.
Por último, encontramos la iniciativa Universidad del buen vivir que nació en la Celebración de la Campaña por un Currículum Global de la Economía Social Solidaria en el FSMET, cuya propuesta pedagógica política está centrada en la desobediencia epistémica. Se trata de una educación que crítica al eurocentrismo, al capitalismo, al racismo epistémico y patriarcal y que busca complementar saberes, visibilizar diversidad epistemológica y fortalecer las investigaciones endógenas de los territorios.
Por último, hacemos escala en el Centro de educación y promoción para el desarrollo sostenible (CEPRODESO) que lleva más de 20 años vinculada a potenciar procesos de gestión ambiental participativa como contribución al desarrollo sustentable en el contexto local, nacional y latinoamericano y a través de la educación de las personas que provoque un efecto multiplicador hacia la comunidad.
Llegamos al final de nuestro recorrido por estas iniciativas seleccionadas y que, como señala Anna Bardolet de LaCoordi e integrante del jurado internacional de “Aceptamos el Reto ”demuestran que no sólo son viables aquellos proyectos que ponen la vida en el centro -que se financian con dinero ético, que demuestran que se puede trabajar de forma autogestionada y horizontal y cuya relación con la naturaleza es sostenible y donde prima la solidaridad- sino que llevan décadas contribuyendo a mejorar las comunidades locales y globales”.
En nosotras está tener la mirada atenta a tantas otras que existen, difundirlas y apoyarlas para que se consoliden y sigan sentando las bases para este recorrido a un nuevo mundo.
Más información en el libro digital y en el canal de vídeos del FSMET.
*REAS Red de Redes es una red confederal de economía social y solidaria, que busca promover la cooperación y el fomento de proyectos empresariales y asociativos.
Es un mensaje de Esperanza! !!