Cultura

Mercedes Hoyos: “La alfombra roja y las poses de Instagram son una mínima parte del mundo real de esta profesión”

La actriz sevillana hace un retrato de la situación del cine y la pandemia: "La sensación generalizada en todo este campo es de angustia, de vacío, de precipicio".

La actriz Mercedes Hoyos. Curo Medina

Ha trabajado para Bigas Luna, Miguel Hermoso o Fernando Colomo, ha formado parte del reparto de series como CuéntameLa que se avecinaÁguila Roja, El Comisario y Hospital Central, además de actuar en teatro con Antonio Onetti o José Carlos Plaza. Y a pesar de todo, la sevillana Mercedes Hoyos sabe que ser actriz es una lucha cotidiana. Y más cuando sobreviene una pandemia, y los retos se multiplican. 

Si ser actor o actriz ha supuesto siempre cierto riesgo, ¿cómo ha sido dedicarse a este oficio en 2020?

Habría que empezar diciendo que el mundo del cine y del teatro, el mundo del espectáculo, siempre ha estado en crisis. Pero no es menos cierto que había una bonanza, y en concreto en el cine andaluz estábamos viviendo un impulso histórico. Se habían venido consiguiendo grandes triunfos que estaban abriendo el campo con directores como Benito Zambrano o Alberto Rodríguez, o productoras como La Claqueta, que este año será la representante española de los Oscar con La trinchera infinita. Nunca antes habíamos estado en una posición tan favorable, hasta que la pandemia supuso un frenazo absoluto, por no hablar de hecatombe. Ahora estoy rodeada de profesionales que no tienen manera de seguir subsistiendo. 

Una de las paradojas del sector es que, aun gozando de una gran atención por parte de los medios, a veces sus problemas son invisibles. ¿Cómo evitar esta circunstancia?

En efecto, los técnicos, que son los menos visibles, han tenido que manifestarse porque son muchas personas que trabajan detrás. En este sector hay un montón de familias que viven casi al día, con un sueldo sin ninguna continuidad, que intentan ahorrar hasta que llega el próximo trabajo. Y otros sectores, como el del flamenco, no están mejor. La sensación generalizada en todo este campo es de angustia, de vacío, de precipicio. 

Una cosa es lo que se ve en la tele y otra la cruda realidad, ¿no?

Así es como van sobreviviendo. Te recuerdo que según el último estudio que hizo Aisge [Artistas Intérpretes, Sociedad de Gestión], solo el 8% de los actores y actrices de nuestro país viven solo de este trabajo. El 92% restante tiene que hacer otras cosas. Y cuando llega u-na pandemia, los problemas se multiplican. La realidad es que la alfombra roja, las portadas de las revistas o las poses de Instagram son una mínima parte del mundo real de esta profesión. La realidad se parece más a que cuando ruedas puedes estar doce horas sin descanso, y que el trabajo que te llega es intermitente. 

Entre los problemas que ha sacado a la luz la pandemia, está la intermitencia de muchos de estos oficios, que han impedido que una buena parte de los trabajadores se hayan acogido a los ERTE. 

En el mundo artístico hay un régimen muy especial. No hay continuidad, no cobras el paro, no hay ERTE. Ahora el ministro [José Luis] Ábalos ha dicho que la solución está en el Estatuto del Artista, y en efecto esperamos que se nos pueda tomar en serio de una vez. Necesitamos una tabla de salvación, una esperanza, porque ahora mismo no la hay. 

En su caso personal, ¿hubo de sufrir ese frenazo de algún modo particular cuando llegó el confinamiento? 

Yo hasta ahora había venido haciendo como mínimo una película al año, y en épocas especialmente buenas he podido compaginar varios proyectos a la vez. Hubo un momento en que tenía rodaje de Cuéntame, de Amar es para siempre y de una película, La primera cita de Jesús Ponce, todo al mismo tiempo. Te pasas media vida en el AVE, y los fines de semana estudiando como si no hubiera un mañana, pero lo coges todo, precisamente porque no sabes cuándo te va a faltar. Sin embargo, si solo me hubiera dedicado a esto, cuando llegó el confinamiento habría sido un parón total, porque los rodajes se suspendieron todos. Por suerte, desde hace 30 años he sobrevivido como actriz de doblaje, y es mi principal fuente de ingresos. Incluso hemos tenido un récord de taquilla como Dragon Ball Super, Broly

¿El doblaje se salvó del parón? ¿Cómo lo logró?

El doblaje está a la baja, como todo, pero en mi empresa, Dasara, decidimos mantenernos con una red de trabajo online, que ha funcionado. Desde marzo no hemos vuelto a las salas, pero gracias a las nuevas tecnologías hemos conseguido que no nos afectara demasiado, porque los encargos seguían llegando. Eso, naturalmente, no significa que no vea y sufra lo que pasa a mi alrededor. 

¿Ha habido más gente que ha sorteado la parálisis?

Hay gente valiente que se ha lanzado a rodar y a estrenar en medio de la pandemia, y es para aplaudir. Todo es más caro, los beneficios más inciertos, pero se trataba de evitar el parón total. La mayor parte, sin embargo, se define por la incertidumbre.

Muchas voces han denunciado que el mundo del espectáculo ha sufrido restricciones feroces, mientras otros ámbitos –el transporte sin ir más lejos– ha gozado de mayor flexibilidad. ¿Comparte esa queja?

Por supuesto. Es poco comprensible, y no es justo, que un tren venga atestado de gente, pero a un teatro se le obligue a abrir con la mitad del aforo, y aun así se le pongan más limitaciones. Sabemos que un aforo así es para subsistir, no se gana dinero, y sin embargo han intentado seguir adelante. Como se ha dicho más de una vez, la cultura ha sido la primera en cerrar y será la última en volver, pese a que no ha habido focos de contagio ni en teatros ni en cines ni en conciertos. El cuidado con las medidas ha sido ejemplar. Pero ya se sabe, este país es el bar y la playa del mundo, y no se hace lo que hay que hacer. No ven que, si muere la cultura, morimos todos, como personas y como sociedad.

¿En qué sentido?

La gente de la cultura, y en concreto de la escena, nos reinventamos una y otra vez, pero necesitamos más que nunca un respiro. En el confinamiento hemos visto que lo único que nos ha dado luz en algunos momentos ha sido poner música, ver películas y series, disfrutar de lo que los artistas compartían en Internet generosamente. Pero si vamos a una carnicería tenemos que pagar: no nos van a dar el filete a cambio de una canción, de un monólogo o de una patadita por bulerías. Y cada vez nos cuesta más cubrir las necesidades básicas. 

Hasta donde usted sabe, ¿ha afectado por igual la situación a hombres y a mujeres?

La brecha profesional y salarial es muy grande aún. Por suerte, movimientos como AMMA [Asociación Andaluza de Mujeres de los Medios Audiovisuales], al que pertenezco, y la mayor concienciación de la sociedad, están ayudando poco a poco a que haya una igualdad. Pero nos queda mucho camino por delante, sobre todo en cuanto a puestos de responsabilidad, a hacer películas guionizadas y dirigidas por mujeres y a lograr que el modelo de mujer no sea solo el objeto sexual o el personaje sufrido, sometido, de la víctima. 

¿Cómo se plantea su 2021?  

Tenía previsto el rodaje de una película y de una tv movie, y de momento todo se ha parado, sin perspectiva de retomarlo. Como he dicho antes, mi nevera va a seguir llena solo gracias al doblaje, y decir esto con la situación que vivimos, lo sé, es casi una provocación. Doy gracias por ello todos los días. Y sigo en la búsqueda de soluciones trabajando con AAMA y la Plataforma del Audiovisual Andaluz, porque, a pesar de todo, nunca podemos perder la esperanza.

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