Opinión

Cuando te empiezas a hartar de ser responsable

"Necesitamos ser más responsables que nunca, está claro. Pero necesitamos, también, que los responsables públicos asuman su responsabilidad".

Un cartel de aviso en una atracción infantil. O. C.

Había un adjetivo, o una buena cualidad, que parecía más importante que cualquier otra cuando éramos pequeños. Qué agradable era escuchar cuando alguien, generalmente algún mayor –la madre, la maestra–, se la asignaba a alguno o alguna de nosotras. Recuerdo el orgullo en los rostros de muchos padres cuando destacaban de sus hijos o hijas ese atributo, mucho más que cuando les decían, por ejemplo, inteligentes, o buenas, o generosos. Era como si aquel compañero de repente fuese considerado un adulto. Y todos sabemos cuántas ganas tenemos de ser grandes cuando somos pequeños. Esa cualidad es la responsabilidad. Qué responsable es fulanito, qué responsable es fulanita.

La responsabilidad, en efecto, está por encima de muchos otros valores. Es, por así decirlo, un valor incalculable. Lo sabemos muy bien en estos tiempos que corren. Nos piden que seamos responsables constantemente, que no salgamos de casa si no es imprescindible, que adelantemos los toques de queda de manera voluntaria, que no vayamos a ver a nuestras familias, que teletrabajemos siempre que se pueda. Y todo eso está muy bien. Como dice Pilar del Río, deberíamos vivir en un estado de responsabilidad.

Pero, oye, a veces llega un momento en el que te hartas de ser responsable, de ser tan responsable que, como ningún rastreador te llama, eres tú el que llama a tus contactos. De ser tan responsable que, como no te dan cita con tu médico, te pagas una PCR por si acaso. De ser tan responsable que dejas de cobrar un jornal para no poner en peligro la salud pública. Te cansas de ser tan responsable cuando nunca hay ningún responsable de nada, nadie que responda por lo que se hace mal, nadie que responda ante quienes la precariedad y la pobreza les impide, de hecho, ser responsables.

Hablo de quienes nos gobiernan, de todos, de los que se ponen la vacuna saltándose el protocolo, pero también de los que no. De quienes nos gobiernan en España, en nuestras comunidades autónomas, de quienes representan grandes y rimbombantes entidades internacionales. No todos son iguales, decía Gabilondo hace unos días en una entrevista en El País. Y es cierto. Sería injusto y poco riguroso afirmar lo contrario. Pero cada vez cuesta más el necesario esfuerzo que desde muchos colectivos se hace para diferenciarlos justamente.

En La Marea, los compañeros Miquel Ramos y Dani Domínguez contaban esta semana que el secretario general de la Organización Mundial del Turismo (OMT), Zurab Pololikashvili, incumplió las normas sanitarias en una cena en Madrid. Estaba también la ministra de Turismo, que, según la misma información, sí cumplió con las medidas. Pero allí no fue la Policía, ni hubo prensa y, es posible, que ni siquiera nos hubiéramos enterado.

Todo el mundo tiene contradicciones. ¿Quién no ha incumplido alguna norma alguna vez? Pero en este punto, como mínimo, surge una pregunta: hasta dónde llega la responsabilidad de quienes te piden responsabilidad. No es la primera noticia que tenemos de actos similares en los que no ha habido ni una multa. El Ministerio de Sanidad, preguntado por este periódico, dice que no conoce los detalles del evento, pero que, en todo caso, existen una serie de restricciones y medidas dirigidas a la contención de la COVID-19. Obviamente.

¿Hubiera dado el Estado la misma respuesta si la cena sin mascarillas se hubiera celebrado entre los trabajadores de una residencia? ¿Si donde se hubieran incumplido las medidas sanitarias hubiera sido un teatro de barrio? ¿O si los abrazos se hubieran producido en una boda? En todos los casos hubiera sido un acto de irresponsabilidad, como lo es la fiesta en el Teatro Barceló, la última de la que hemos tenido constancia. No olvidemos tampoco que la gente aún no puede despedir con tranquilidad a sus muertos.

La Declaración de Deberes Humanos impulsada por José Saramago incide en el deber de responsabilidad de la ciudadanía. Pero el Estado, dice también la carta, nunca queda eximido de su responsabilidad de garante, «de proteger, promover y hacer efectivos todos los derechos humanos y las libertades fundamentales, entre otras cosas, adoptando las medidas necesarias para crear las condiciones sociales, económicas, políticas y de otra índole, así como las garantías jurídicas requeridas para que toda persona sometida a su jurisdicción, individual o colectivamente, pueda disfrutar en la práctica de todos esos derechos y libertades».

Ahora que somos grandes, sabemos –como indica el cartel de la foto– que no todos los adultos somos responsables. No nos podemos hartar de ser responsables. Necesitamos ser más responsables que nunca, está claro. Necesitamos una ciudadanía responsable. Pero necesitamos, también, que los responsables públicos asuman su responsabilidad.

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios
  1. CUANDO ESTAS MAS QUE HARTO DE VER, Y SOPORTAR, TANTAS, TANTAS, TANTISIMAS INJUSTICIAS, SOBRE TODO CONTRA LAS PERSONAS QUE LUCHAN POR UN MUNDO MAS JUSTO, como ejemplo, el caso JULIAN ASSANGE. El viacrucis de Jesús no es nada comparado con él que están sometiendo a Assange.
    No hay día que no se cometan injusticias, injusticias que consentimos.
    Ya nos advirtió B. Brecht adonde conducía consentirlas.
    Europa Laica denuncia el ingreso en prisión del poeta Pablo Hasél, condenado por un código penal que debe ser reformado.
    Una vez más Europa Laica se ve obligada a denunciar otro flagrante despropósito del sistema jurídico español.
    La Audiencia Nacional ha ordenado el ingreso en prisión del cantante y poeta Pablo Hasél en un plazo de diez días para cumplir la condena de nueve meses que le fue impuesta por enaltecimiento del terrorismo e injurias a la monarquía.
    La existencia de ambas figuras legales en el Código Penal sigue generando sentencias condenatorias por causa de una intolerable y subjetiva aplicación por parte de determinados sectores de la judicatura, como también sucedió con el cantante César Strawbery, el concejal Guillermo Zapata y otros casos, donde la libertad de opinión y expresión se vio criminalizada. Estas situaciones han generado no pocas controversias.
    El portavoz de Jueces para la Democracia considera que las penas previstas por enaltecimiento del terrorismo son incluso “desproporcionadas a la gravedad del delito” y que en los últimos tiempos, con la “Ley Mordaza” y el Código Penal, se ha producido una importante “merma en la libertad de expresión”. Otro tanto sucede con las sentencias que se han dado por injurias a la monarquía, figura legal arcaica cuyo único sentido es proteger a la institución de cualquier crítica por justificada que sea.
    La libertad de expresión, como derecho fundamental de primer orden, debe tener máxima protección en nuestro ordenamiento, como así establece la Constitución, la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea y los Tratados internacionales ratificados por España.
    Esta condena confirma una vez más la urgente necesidad de derogar la “Ley Mordaza”, que el gobierno se comprometió y no lo ha hecho, así como sacar del Código Penal figuras delictivas extravagantes e indeterminadas como las “injurias contra la corona”, además de esa otra “contra los sentimientos religiosos” que tan reiteradamente son utilizadas por sectores fundamentalistas.
    Europa Laica exige cambios legislativos que supriman estos delitos, ya que suponen un grave atentado a la libertad de expresión; un ataque en toda regla a la libertad de conciencia de las personas.
    Europa Laica muestra toda su solidaridad con el músico, cantante y poeta Pablo Hasél, exige su inmediata libertad y apoya cualquier iniciativa en ese sentido.
    *********************************
    Aún nos queda Europa Laica. Gracias Europa Laica.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.