Opinión
Nosotros y el trumpismo
Vox, Ciudadanos y PP comparan a los asaltantes del Capitolio con el 15-M y el independentismo, mientras que la derecha soberanista catalana que miraba con simpatía a Trump ahora reniega.
Este artículo ha sido publicado originalmente en elcritic.cat. Puedes leerlo en catalán aquí.
El Senado y el Congreso de los Estados Unidos, en sesión conjunta, han ratificado la victoria de Joe Biden, que el 20 de enero se convertirá en presidente de los EEUU. En una declaración, Trump ha dicho que facilitará una «transición ordenada» a pesar de que insiste en las acusaciones sin fundamento de fraude electoral. Seguramente será así, y Biden será presidente.
El tiempo dirá si el asalto al Capitolio de los partidarios de Donald Trump, instigado por el discurso conspiranoico del mismo presidente, será el canto del cisne del trumpismo o el inicio de un nuevo ciclo político en el que la extrema derecha global se radicalizará todavía más. Lo que ha pasado en los EEUU no puede considerarse un golpe de estado, pero los hechos de Washington dibujan un paisaje preocupante y tienen ramificaciones por todo el mundo. También en Europa y, en particular, en el Estado español.
En España, hay diversos partidos que califican al ejecutivo de Pedro Sánchez y Podemos de «gobierno ilegítimo» e incluso lo tachan de «dictadura». Hay medios de comunicación que siguen esta corriente cavernaria. Y no solo medios: este discurso también encuentra eco en algunos estamentos de las fuerzas armadas. Y dispone, además, de una amplia representación parlamentaria capitaneada por Vox.
Ayer, en el Capitolio, algunas voces se preguntaban cuál debería ser la reacción policial si en lugar de a manifestantes trumpistas, la policía hubiera tenido delante a activistas antifascistas o del movimiento Black Lives Matter. ¿Las fuerzas de seguridad habrían tolerado el asalto al Congreso norteamericano, una de las instituciones más protegidas del mundo, sin prácticamente oponer resistencia? ¿Quién preparó y validó el operativo policial, claramente insuficiente?
Y si todo esto hubiera pasado en el Estado español… ¿Cómo habría reaccionado aquí la policía, cuya representación sindical está en manos de organizaciones ultras afines a Vox como Jusapol? ¿Se habrían pronunciado las fuerzas armadas, en cuyo entorno son recurrentes los discursos de la extrema derecha por parte de militares retirados? ¿Qué diría el estamento judicial? ¿Con quién se alinearía el Tribunal Supremo? Si hubiera una denuncia de fraude electoral por parte de la extrema derecha, ¿qué diría la Junta Electoral Central, la misma que inhabilitó a Quim Torra por colgar una pancarta?
La crispación en la política española no es una novedad. Tampoco lo son los tics autoritarios de la derecha. Pero, a diferencia de lo que ocurría con el PP de Aznar o Rajoy, ahora un partido abiertamente ultra como Vox tiene una gran implantación parlamentaria en el Congreso –y, según indican las encuestas, la tendrá bien pronto también en el Parlamento catalán–. Y no solo eso, sino que el PP de Pablo Casado se aviene a trabar alianzas para gobernar conjuntamente, sin que ello le suponga ninguna contradicción interna.
Las conexiones de Vox con el trumpismo y la alt right norteamericana son múltiples. Abascal siempre ha visto a Trump con «interés y respeto» y se ha sentido identificado por cómo le han tratado los medios de comunicación de los Estados Unidos por romper con el «pensamiento políticamente correcto». Estos son los aliados de Pablo Casado –y de Inés Arrimadas y Carlos Carrizosa–:
La derecha española no ha dudado en comparar los hechos de los EEUU con las protestas de ‘Rodea el Congreso’, que tuvieron lugar durante la investidura de Mariano Rajoy en 2016. Unas movilizaciones que tuvieron un carácter simbólico y que en ningún caso supusieron la entrada de manifestantes en el Parlamento español. Tampoco ha dudado en comparar los hechos de Washington con movilizaciones independentistas como las del 20-S de 2017, en protesta por las detenciones de dirigentes del gobierno catalán. En ninguno de estos hechos los manifestantes irrumpieron en una sede parlamentaria interrumpiendo ningún debate político.
Pero la derecha española no ha sido la única que ha hecho reflexiones de este tipo. Algunas voces dentro del soberanismo catalán también han comparado el asalto al Capitolio con las protestas del 15-M delante del Parlamento. No lo han hecho solo tuiteros anónimos: lo ha hecho el director general de comunicación de la Generalitat, Jaume Clotet, afín a Junts per Catalunya.
Hoy pocos lo reconocerán, pero lo cierto es que, en un determinado momento, el ascenso del trumpismo generó algunas simpatías en determinados entornos de la derecha independentista. Y no solo en partidos minoritarios o marginales sin implementación, sino entre referentes de la intelectualidad soberanista llamada «transversal», así como en el entorno del mundo convergent. El propio Artur Mas, poco después de las elecciones norteamericanas de 2016, explicó en un vídeo que creía que la victoria de Trump era «un ejemplo» para el soberanismo. Según Mas, su victoria demostraba que «lo que parece imposible a veces es posible», haciendo un llamamiento a «aplicarlo desde una óptica catalana» de cara al proceso independentista. En 2016 ya eran bien conocidas las filias ultraderechistas de Trump.
Hay una parte del soberanismo que ha contemporaneizado con el trumpismo, por mucho que ahora reniegue abiertamente. Joan Canadell, número 3 de la lista que encabezan Puigdemont y Laura Borràs, lo hizo en el año 2016, cuando Trump salió elegido. En una serie de tuits rescatados por CRÍTIC y que ha borrado parcialmente, pidió «prudencia» al mundo ‘indepe’ a la hora de posicionarse contra Trump. El pasado miércoles 6 de enero, Canadell tuiteó que los incidentes del Capitolio eran «una lástima». En una entrevista con Gemma Nierga explicó que había borrado los tuits porque se habían sacado de contexto.
Canadell es un personaje particular dentro del mundo soberanista y que seguramente no representa el ideario mayoritario del movimiento, pero que alguien con sus ideas ocupe un lugar tan destacado en la lista de JxCat es indicativo de un cierto estado de las cosas. El síntoma de que algo no acaba de funcionar en el mundo ‘indepe’.