Opinión
Los sabios plebeyos
"Nuestros “Reyes” son solo sabios plebeyos que buscaban conocimiento", explica Ana Carrasco-Conde.
Ni eran tres ni eran reyes (Mt 2,11), sino que la palabra mago, calco del persa magu hace referencia a los sacerdotes del zoroastrismo (paganos), capaces de leer las estrellas como metáfora de luz y de conocimiento. En las representaciones antiguas, como la de Rávena de Sant’Apollinare Nuovo, portan gorros frigios, procedentes de la antigua provincia de Frigia en Anatolia, y no coronas. Nuestros “Reyes” son solo sabios plebeyos que buscaban conocimiento.
Se podrían rastrear las raíces de esta tradición en el trasfondo pagano que hemos olvidado y que, sin embargo, sigue brillando sin que seamos conscientes. La luz, que en griego se dice “phos”, estuvo siempre relacionada con el conocimiento, como cuando se “nos enciende una bombilla”, o asociada con la inteligencia, como cuando “tenemos luces”, lo que quiere decir que se nos ha aparecido algo y tenemos la inteligencia para verlo y podemos conocerlo. “Aparecer” se dice en griego “phainesthai”, de donde fenómeno (“phaenomenon”), por eso se conoce lo que se aparece. Los magos miraban las estrellas, es decir, los fenómenos celestes, como un mapa de conocimiento que hay que saber leer. Kepler decía que los magos buscaban ver mejor la conjunción Júpiter-Saturno. Otras fuentes hablan de que analizaban la estrella Sirio.
Las fuentes cristianas hacen coincidir este “phainesthai” con la epifanía (epipháneia, de la misma familia) que era la manera de hablar de la aparición de la luz asociada a una divinidad que se hace visible y por eso puede verse y conocerse. Los magos buscaban saber y no fe. Claro que esta es una historia de una tradición que, aunque no sea crea en ella, se celebra. Y de la que hemos olvidado un sentido de la magia que no debería pasarse por alto: que procede del conocimiento, que no es aquello propio de unos reyes, sino de unos humildes buscadores del saber que observan con curiosidad, analizan y ofrecen su conocimiento como regalo. Solo este saber, el que se da (y ni se vende ni exige), es lo que salva.