Cultura

‘Josep’, resistencia a través del arte

El dibujante Aurel lleva al cine el relato de supervivencia del artista Josep Bartolí en los campos de concentración franceses.

Josep Bartolí (a la derecha) y su amigo Helios, representados por Aurel en la película ‘Josep’. FILMIN

“El año que viene, ¡a Barcelona!”. De esta forma se dan ánimos Josep Bartolí y su amigo Helios (trasunto del pintor Helios Gómez) cuando son encerrados en el campo de concentración de Argelès-sur-Mer, a pocos kilómetros de la frontera con España. Era el año 1939 y, desde febrero, con la guerra civil ya decantada a favor del bando fascista, una riada de republicanos españoles (hasta 500.000) cruzaba a Francia para salvar el pellejo. Allí los agruparon, los rodearon de alambradas y los trataron como animales. De aquel dramático cautiverio surgió el libro Campos de concentración, en el que Bartolí, ilustrador y militante del POUM, plasmó el horror con el que muchos españoles iniciaron el exilio.

El dibujante francés Aurel (nombre artístico de Aurélien Froment) debuta en el cine contando la historia de Bartolí en un largometraje conmovedor, Josep, que se estrena este viernes y que ha sido nominado a la mejor película de animación en los Premios del Cine Europeo (que se concederán el próximo 12 de diciembre). A ella llegó casi por casualidad, mientras mataba el tiempo hojeando ejemplares en una feria del libro a la que había sido invitado.

Allí se topó con La Retirada. Éxodo y exilio de los republicanos españoles, el volumen con el que Georges Bartolí homenajeaba a su tío, catalán y comunista. “Aquello solo podía ser obra de un artista brillante”, dice Aurel para explicar el impacto recibido. “Cada página que pasaba me lo confirmaba. Había ilustraciones políticas llenas de detalles y de significado, críticas al poder, al Estado, a la religión, a la cobardía de los líderes internacionales…”.

Aurel, ilustrador habitual en las páginas de Le Monde y de Le Canard enchaîné, quedó atrapado por el trazo fino, nítido y espeluznante de Bartolí. Las estampas que dibujó a lo largo de su estancia en siete campos de concentración diferentes recogían el espíritu de Goya, lo pasaban por el tamiz de las vanguardias y lo impulsaban hacia el cómic del futuro. Una obra visionaria en lo artístico, comprometida en lo político, fiel en lo histórico y de una contundencia estremecedora. Todo eso lo quería aglutinar Aurel en su película: “Había que traer a Bartolí otra vez a la vida y hacerlo de la mejor manera posible…”. Y lo ha logrado con la ayuda del guionista Jean-Louis Milesi, colaborador habitual de Robert Guédiguian y coautor del libreto de esa obra maestra (otro monumento al humanismo) que es Las nieves del Kilimanjaro.

Josep consigue mezclar a la perfección dos estilos de dibujo diferentes, el de Aurel y el de Bartolí. Hasta llegar a esa próspera fusión el director investigó profundamente sobre la vida del ilustrador exiliado y habló con expertos y compañeros de profesión. Jean-Claude Carrière le señaló que su proyecto debía versar sobre cómo Bartolí se comunica con los artistas que le han sucedido. Tras varios meses de trabajo con el productor Serge Lalou, empezó a tener clara cuál debía ser la esencia del proyecto: la película trataba sobre el acto de dibujar. Un acto de esperanza y resiliencia.

Campos de ayer y de hoy

Bartolí retrató su experiencia en los campos de concentración franceses (“ese episodio dramático, vergonzoso y poco conocido de la historia del siglo XX”, en palabras del director), en unos dibujos a plumilla que trazaba de forma clandestina. Tenía que enterrar su cuaderno en la arena del campo para mantenerlo a buen recaudo, lejos de los gendarmes. Su historia, narrada con exquisita sensibilidad por Aurel, acaba siendo un emocionante fresco histórico construido a partir de piezas diminutas y cotidianas, como un mechero, una foto o una libreta. Pequeños objetos que tienen para el prisionero otro significado. Representan, en suma, su anhelo de libertad y de una vida mejor (como el de tantos refugiados, presos hoy, también, en campos de todo el mundo).

Detalle de un dibujo de Josep Bartolí. ARXIU MUNICIPAL DE BARCELONA/TWITTER

En un último traslado, esta vez al campo de Dachau, en el que probablemente le esperaba la muerte, Bartolí consiguió escapar. Su testimonio gráfico, un verdadero acto de resistencia artística, viajaría con él, tras muchos avatares, hasta México, donde se convirtió en libro en 1943. En España no se editó hasta 2007, una espera que habla con elocuencia sobre nuestra premeditada desmemoria histórica.

Bartolí (a quien presta su voz Sergi López) vivió “mil vidas”, como explica el director. Su periplo le llevó de Barcelona a Francia, de ahí a México, donde trabajó con Frida Kahlo (interpretada por Sílvia Pérez Cruz, que también firma la música original), a cuyos encantos y consejos pictóricos fue receptivo. Y de ahí, tras trabajar como escenografista en Hollywood, a Nueva York, donde se codearía con Rothko, Pollock o De Kooning, y donde seguiría pintando hasta su muerte en 1995. A Barcelona no pudo volver el año siguiente a la retirada, como soñaba junto a su camarada Helios en la playa de Argelès-sur-Mer. No lo hizo hasta 1977, tras la muerte de Franco.

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