Política
Aina Vidal: “Después de la moción, Vox queda debilitado y tenemos la oportunidad de aislarlos políticamente”
Aina Vidal, diputada por En común Podem, volvió al Congreso, después de una baja por cáncer, el día de la moción de censura. Catalunya Plural habla con ella después de la respuesta que dio a Vox, asegurando que “en nuestros miedos mandamos nosotras”
Entrevista publicada originalmente en Catalunya Plural. Puedes leerla en catalán aquí
Aina Vidal dejó el Congreso el día de la investidura del nuevo Gobierno para enfrentarse a un cáncer. Después de un tratamiento largo ha vuelto a la arena política para hacer frente a la moción de censura presentada por Vox contra el gobierno al cual pertenece. Aquella moción, que nació abocada al fracaso, fue “una estrategia miserable para dar una salida racista y clasista al miedo que todos y todas sentimos ahora mismo”. Vidal respondió a las palabras del partido de extrema derecha reivindicando el derecho a no sentirse seguro y a afrontar el miedo colectivamente: “en nuestros miedos mandamos nosotras”, espetó.
Vidal no vivió el primer estado de alarma desde el Congreso, sino desde los hospitales. Por eso hace una fuerte defensa de la sanidad pública, apelando a la necesidad de construir una salida de la crisis que alabe a todos los profesionales que hicieron frente a la pandemia: “no puede ser que las personas más precarias sean las que nos hayan salvado la vida”, dice. Pero no solo se trata de asegurar la calidad de vida durante los años laborales, sino también cuando se acaban. Por eso, dedicamos la última parte de la entrevista con Aina Vidal, también portavoz de Unidas Podemos en la comisión del Pacto de Toledo, a hablar de este acuerdo, aprobado la semana pasada.
¿Cómo se encuentra?
Estoy mejor, queda mucho tratamiento por delante pero por suerte he superado el peor momento. Gracias a la ciencia, que ha evolucionado para conseguir superar enfermedades que antes era imposible que pudieras llegar a explicar. Ya he dejado atrás la quimioterapia y la operación fue un éxito. Ahora estoy haciendo inmunoterapia y radio. Pero todavía estoy viendo cómo encajar la agenda médica y mi vida normal: intento estar el mínimo tiempo posible en Madrid porque mi cuerpo no es el que era y cosas que antes no me suponían ninguna dificultad, ahora son un problema.
Una de las últimas entrevistas que hizo fue justo empezada la pandemia. En aquel momento ya hacía una alabanza de la sanidad pública.
Si ya sabíamos que era importante, ahora lo hemos podido comprobar más. Recuerdo mi abuela que, como todas, en Navidad brinda por la salud, para que no falte. Pienso en aquel momento en que ponía los ojos en blanco y pensaba “¿qué va a pasar?”. Hasta que te pasa. Hasta que no sientes dolor y sufres una enfermedad grave como es el cáncer, no te das cuenta que la salud es el bien más preciado y echas de menos los recursos para poder llevar un día a día normal. Aunque yo he tenido mucha suerte: he tenido un altavoz que me ha permitido sentirme cerca de mucha gente y acompañada.
«No puede ser que las personas más precarias sean las que nos han salvado la vida»
Aina Vidal, diputada
También tengo suerte porque nadie me ha puesto problemas por no haber asistido presencialmente a trabajar, pero mucha gente tiene que sumar a la angustia y el miedo de la enfermedad el miedo a perder el trabajo. Y esto es muy duro. No tenemos bien trabado el sistema: falta acompañamiento para las personas que sufren enfermedades largas o crónicas y también para las personas que cuidan. Las enfermedades irradian en todo el entorno porque, cuando no te puedes valer sola tiene consecuencias en el día a día de familia y amigos.
Los cuidadores y cuidadoras fueron aplaudidos cada día, pero su situación laboral o administrativa todavía no mejora.
Yo vivía los aplausos dentro del hospital. Es precioso e importante que nos hayamos dado cuenta que esta gente es fundamental, pero no basta con palmaditas en la espalda. Tenemos que reconocer económicamente su tarea y esto todavía no pasa. Tenemos déficit de médicos y enfermeras superiores, entre otros cosas, porque se marchan porque aquí no se ganan bien la vida. La pandemia nos tendría que hacer replantearnos cuál es el valor, más allá de los aplausos, que damos a estos trabajos. Y, si consideramos que son esenciales, tienen que tener más reconocimiento social y económico. No puede ser que las personas más precarias sean las que nos han salvado la vida.
Algunos tratamientos y operaciones fueron pospuestos para dar atención a la COVID. ¿Usted vio alterado su tratamiento?
No puedo evitar pensar que si me hubieran detectado el cáncer tres o cuatro meses más tarde no hubiéramos llegado a tiempo y hay gente que sufrió esto. Yo tuve suerte, a pesar de que los problemas los estoy teniendo ahora, con la rehabilitación y prevención. Estoy preocupada porque veo que son servicios que no funcionan. Por ejemplo, me quieren hacer rehabilitación por teléfono. Cuando te lo comunican se te llevan los demonios y le explicas a la señora que llama que ya tienes psicólogo y si quieres tutoriales, ya está YouTube. Que lo que necesitas es un médico. Pero no tiene sentido que me enfade con una persona que aguanta horarios infernales y que no tiene la capacidad de desarrollar el trabajo como seguro que querría. Estamos muy obsesionados con aquello que pasa hoy y no prestamos atención a las enfermedades que están naciendo y que se tendrían que parar desde el principio.
La saturación de la sanidad pública, en parte, bebe de los recortes que se hicieron a raíz de la crisis del 2008. Ahora ustedes están en el Gobierno: ¿cuáles son las líneas rojas para no superar la crisis actual a expensas de los servicios públicos?
La crisis del 2008 nos muestra aquello que no se tiene que hacer. Queremos gestionar la crisis a la inversa, poniendo a las personas en el centro. Por eso, en el momento en que se decretó el primer estado de alarma se hizo acompañándolo de un escudo social para paliar sus efectos nocivos. Si no garantizas moratorias de desahucios, ayudas sociales, prestaciones por los ERTE y garantías para que las familias puedan continuar llenando la nevera, esto será un desastre. Hasta ahora lo hemos hecho razonablemente bien, a pesar de que la experiencia nos está diciendo dónde están los agujeros de las políticas que hemos llevado a cabo hasta ahora.
Se repitió mucho el mantra de no dejar nadie atrás. Es verdad que hay una diferencia sustancial en cómo se han gestionado estas dos crisis, pero se está dejando gente atrás.
Siempre. Y por eso tenemos que ser críticos y ver dónde están las insuficiencias de las políticas públicas para hacer que no pase. Pero no tiene nada que ver la gestión de esta crisis con la anterior; y no solo desde nuestro gobierno, sino también desde Europa, que ha visto que las políticas de austeridad fueron un austericidio que destrozaron familias y que, todavía hoy, pagamos las consecuencias. No podemos volver a condenar generaciones presentes y futuras a la miseria a la cual nos abocaron aquellas políticas tan crueles.
«No podemos volver a condenar generaciones presentes y futuras a la miseria a la cual nos abocaron unas políticas austericidas tan crueles»
Aina Vidal, diputada
Hablemos de su vuelta al Congreso. La última vez que estivo fue en la votación de investidura y volvió en una moción de censura propuesta por Vox, a quienes usted respondió “en nuestros miedos mandamos nosotras”.
Di muchas vueltas a qué podía aportar yo y, desgraciadamente, si algo he vivido estos meses que me conecta con la mayoría de personas del país es el miedo. He tenido tiempo de pensar y la necesidad de enfrentarme a él. Sobre todo en cuestiones médicas, no puedes permitirte el lujo de estar asustado: te tienes que levantar y luchar, en este caso, por tu vida. El miedo es un mecanismo de autodefensa, es necesario y bueno que lo tengamos, a veces. La cuestión es cómo nos enfrentamos. No pasa nada por tener miedo, pero tenemos que responder tejiendo lazos para ser más fuertes. En un momento en que todo el mundo tiene miedo, tenemos que andar hacia un escenario en que podamos, como mínimo, reconocernos entre nosotros como seres humanos.
Este es un mensaje importante porque Vox representa la gestión contraria al miedo. Pretenden fomentarlo, partiendo de nuestros instintos básicos, y esto me parece miserable. Es una gestión miserable e interesada del miedo que pretende que desconfiamos de quién tenemos al lado, aquel quien nos podría ayudar a ser más fuertes. Pretenden construir una salida racista y clasista para este miedo. Y esto no es exclusivo de Vox, sino que en toda Europa la ultraderecha fomenta la xenofobia.
¿Cree que los disturbios que se vivieron en Barcelona la noche del viernes van en esta línea?
Los disturbios del viernes son preocupantes porque, a pesar del malestar general, ahora sólo benefician a la estrategia de Vox y, por eso, han sido reivindicadas por el propio partido de ultraderecha. Pero más allá de los disturbios, lo que está claro es que la política no puede dar la espalda al malestar general que hoy sentimos muchos y muchas de nosotras y eso pasa por acompañar las medidas del confinamiento con más recursos para los sectores más afectados: más derechos y más protección para la Sanidad Pública. Ante su odio, más solidaridad y políticas públicas.
Es en las crisis cuando la extrema derecha más se crece. Esta moción nació abocada al desastre a nivel de votos, pero consiguió abrir todas las portadas de todos los diarios con este discurso que quiere capitalizar el miedo. ¿Cree que lo consiguieron?
Estamos ante dos posibles escenarios: uno positivo y otro negativo. Y no tengo claro hacia cuál vayamos. El positivo parte de la base que la moción de censura fue un fracaso, que evidenció que Vox no tiene capacidad para liderar un país. No hicieron propuestas ni desarrollaron proyectos; solo vomitaron odio, haciendo alegatos nacionalistas extremos. Abascal, que se consideraba preparado para presidir el país, no habló de nada que pudiera interesar al país. Se deshizo como un azucarillo en un café. Creo que después de la moción Vox queda debilitado y quiero pensar que tenemos la oportunidad de aislarlos políticamente y hacer que sus propuestas queden en nada.
El escenario negativo pasa por el hecho que, a pesar de que la moción fue una derrota, ellos se lo plantearon como una inversión. Creen que las cosas irán a peor y es posible que Vox esté preparando el terreno para que, cuando la gente esté más cansada y abatida, puedan decir que ellos ya habían avisado. A menudo, cuando más desesperado estás es cuando mejor aceptas las respuestas sencillas a problemas complejos. Vox juega a esta simplificación y a ampliar aquellas pulsiones miserables que todos y todas tenemos dentro, en mayor o menor medida. Por eso creo que es importante avanzar en un compromiso democrático. Hay una mayoría suficiente en el Congreso para aislarlos, pero para eso necesitamos una derecha tranquila y solvente. Hace falta que el Partido Popular rectifique su giro de discurso y rompa los gobiernos que tienen con Vox para volver a la constitucionalidad que tanto les gusta.
La postura del PP fue una incógnita hasta el último momento.
El día de la moción dije al PP que ahora la oposición de derechas en España la está haciendo la CEOE, la patronal, que son los únicos que se sientan a la mesa, hablan con sindicatos y Gobierno y, desde sus intereses legítimos, que no tienen nada que ver con los míos, llegan a acuerdos. Casado tiene que ir por este camino. Es insostenible que sigan al margen de lo que pasa en su propio país: necesitamos su referencialidad. Tienen que volver al espectro democrático, constitucional, tienen que desbloquear el Poder Judicial…
Habla de unidad y de la necesidad de hacer un frente común contra la capitalización del miedo. ¿El Pacto de Toledo, aprobado hace unos días, va en esta línea?
Estoy especialmente contenta: hacía cuatro años que trabajábamos en este acuerdo y casi había perdido la fe. Hay que recordar que el Pacto de Toledo no es una ley, es una propuesta normativa a partir de la cual el Gobierno tiene que hacer una propuesta legislativa: con este pacto no caen las reformas del PP. Pero creo que es un documento muy positivo: no es nuestro documento, no es perfecto, pero es bueno. Hay muchos elementos en qué hubiéramos ido más lejos pero tiene algunos elementos positivos.
Por ejemplo, aumentar el poder adquisitivo de los pensionistas. Es responsabilidad del estado garantizar que las personas no se empobrezcan cuando son más vulnerables. Por eso, vincular las pensiones al IPC es básico. Porque la foto general de las personas jubiladas en nuestro país es de pobreza. Y el Pacto de Toledo reconoce, por fin, que las pensiones mínimas y no contributivas tienen que crecer. Y es que es insoportable que en un país democrático la situación de pobreza sea tan extrema en muchos casos.
También estoy contenta porque este pacto supone una actualización al siglo XXI en diferentes aspectos. En términos de género, el Pacto anterior no cuidaba bastante la situación de las mujeres pensionistas que, al igual que durante la vida laboral tienen peores condiciones y salarios, una vez jubiladas tienen peores pensiones. Las pensiones no contributivas, precisamente, tienen mucho que ver con el género. También hemos conseguido, por fin (¡Siglo XXI!) que la pensión de viudedad no esté vinculada solo al matrimonio.
«Nos tendría que preocupar que la mayoría de jóvenes del país estén plenamente convencidos que no tendrán pensión»
Aina Vidal, diputada
Así mismo, también hemos avanzado en términos intergeneracionales. Que la mayoría de jóvenes del país estén plenamente convencidos que no tendrán pensión nos tendría que preocupar. Por eso, el pacto propone que las cotizaciones no sea lo único que garantice la cobertura de las pensiones, sino que el estado reconozca su papel. Creo que es un buen acuerdo.
Dice que no es “su pacto” y, de hecho, no es tan diferente al anterior que se propuso. ¿Por qué no refrendaron aquel y este sí?
Entre otros cosas, porque estábamos a media discusión cuando vinieron unas elecciones y el trabajo se fue al garete. Podíamos haber intentado cerrar las negociaciones, que no estaban listas, o aceptar que en aquel momento no se daban las condiciones para un acuerdo. Sí que es verdad que había cierta música que ya estaba acordada y estábamos muy cerca. También es cierto que los pactos no son tan diferentes, pero han desaparecido cosas que han hecho posible el acuerdo.
¿Matices?
Concreciones, más bien. Sobre cómo relacionarnos con los planes de pensiones complementarios, por ejemplo. En la propuesta anterior se daba más volada a los planes privados y para nosotros era inaceptable porque entendíamos que la mayor parte de la población, con salarios de miseria, no podía destinar una parte de su sueldo a una pensión privada. No podíamos mentir a la población. Pero este pacto ha sido capaz de reconducirlo y habla de planes de pensión colectivos, gestionados por la empresa y la negociación colectiva, como en el resto de Europa. Sobre esta base sí que podemos trabajar.
¿Cree que si hubieran tenido más tiempo antes de las elecciones hubieran llegado a un acuerdo? ¿O que ustedes estén efectivamente en el Gobierno esta vez ha cambiado la situación?
Con más tiempo habríamos llegado a un acuerdo, pero el cambio de fuerzas después de las elecciones ha ayudado a que las conversaciones viren a un espectro más social que el inicial.
Ya lo ha dicho que el Pacto no legisla, sino que marca una guía para reformas. Me quedo con un ejemplo: cuando en el Pacto se habla de la prevención del racismo en ambientes laborales, se dice que “la administración ejercerá el deber de cuidar para evitar racismo o doctrinas en el ámbito laboral”. Esto nos remite directamente a la necesidad de reformar leyes como la de extranjería, que también ayudaría a garantizar las condiciones laborales de muchas de las personas que se dedican a los cuidados, como hablábamos al principio. ¿Hay compromiso real de acabar con la ley de extranjería?
Es un compromiso que forma parte del acuerdo de gobierno inicial
Igual que la derogación de la reforma laboral y aquello no salió bien…
Sí. Somos conscientes de que el Gobierno está conformado por dos partidos que no piensen igual y esto tiene limitaciones. Si Unidas Podemos tuviera una mayoría más amplia, la reforma laboral probablemente ya no existiría, pero no la tenemos. A pesar de todo, estamos orgullosas de cómo se está haciendo. Es cierto que en el ámbito de extranjería es donde más tirantez hay, pero seguiremos defendiendo nuestro programa electoral, que pasa por la dignidad de las personas, el cierre de los CIE y la reforma de la ley de extranjería para no seguir maltratando personas que son vecinos y vecinas y que tendrían que ser ciudadanos de pleno derecho.
Tendremos que hacer cumplir la palabra del pacto de Gobierno. Pero si algo he aprendido con las pensiones es que no es suficiente con tener un pacto firmado. Necesitas la presión de la calle movilizada que reclame cambios legislativos.
Si hablamos de extranjería o reforma laboral, esta presión ya está.
Sí, en las pensiones también estaba y fue determinante para poder cambiar la norma. Igual que sin el Sindicato de Inquilinas y los movimientos de vivienda no habríamos podido hacer cumplir los acuerdos de regulación de los alquileres. Necesitamos presión social que apriete a este gobierno progresista para modificar la ley.
Una cosa que me sugiere la lectura de esta entrevista es que los políticos que están por la lucha contra la desigualdad no deberían tomarse tan a la ligera esa caricaturización esperpéntica de Vox que en cada artículo vemos. Vox no es algo así como el demonio fascista que viene a por nuestra muy lograda y muy moderna sociedad, a través de un cósmico viaje en el tiempo desde los años 30-40 del siglo pasado. Al menos, puede que sus líderes den esta imagen, pero la mayoría de sus votantes en absoluto quedan así bien representados. Los que votan a Vox son nuestros vecinos, conciudadanos y familiares: a veces hasta los más allegados. Son gente que se siente (y se ha sentido toda la vida) abandonada y humillada por las políticas públicas en general (no sólo las de izquierda), que durante años pidieron ayuda y nadie les echó una mano. Mujeres que no pueden cogerse una baja de maternidad por miedo a quedarse sin trabajo, pero ven cómo sus amigos con trabajos estables pueden hacerlo. Jóvenes que invierten el 70% de su salario en alquiler, mientras ven cómo sus jefes se compran casas adosadas de VPO, o pisos en solares de cesión cooperativa financiados parcialmente por ayuntamientos progresistas, pero a los que ellos no pueden ni soñar en aspirar. Personas que piensan que el puro egoísmo fue lo único que los ha llevado a la supervivencia y a una cierta prosperidad, y no porque sean malas personas, sino porque desgraciadamente esa ha sido y es una experiencia real en la vida de muchas personas.
Nunca está de más señalar que si a Vox sólo el votara su público «objetivo» (es decir, aquellas personas con suficiente dinero como para no necesitar del estado garantía alguna más allá de la defensa de la propiedad, es decir, que se pueden mantener a ellos mismos y quizá a dos generaciones más con los salarios, rentas y patrimonio con los que ya cuentan) no tendrían ni un solo escaño.
Mucho cuidado con abandonar a sus votantes pobres: posiblemente es más fácil conservar a 100 que ya te votan que no conseguir uno sólo de Vox, pero las tendencias hablan. Mientras ellos están al alza, Podemos baja. Si Podemos pretende alimentarse exclusivamente de su nicho de personas con una relativamente buena educación de clase media-alta, ya sabemos dónde quedará (dónde fueron ya esos 70 escaños…). Parece que los desposeídos le regalaron el voto de la ilusión, pero en vista de un nuevo abandono, ahora están invirtiendo en no otra cosa que en resentimiento.
Pronta y total recuperación, Aina. Por tí y porque necesitamos personas como tú.
«Nos tendría que preocupar que la mayoría de jóvenes del país estén plenamente convencidos que no tendrán pensión»
A mi, Aina, aún me preocupa más que lxs jóvenes ni luchen ni estén preocupados por su futuro.
Los padres creo que delegaron en el sistema su obligación de formarlos y educarlos. En un sistema al que le interesan súbditos borregos y manipulables.
No dudo de que hay políticxs válidxs y comprometidxs con un mundo más justo; pero si no tienen apoyo o insuficiente apoyo de parte de la sociedad, como bien dice Aina, poca cosa podrán hacer pues la presión contraria (los intereses de las élites y la inconsciencia, la desinformación, la manipulación de la sociedad), es muy fuerte.
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XXª Jornada Desigualdades Sociales y Salud, Cádiz. [Encuentro Virtual] 3 al 17 de noviembre de 2020.
El objetivo de la XXa Jornada es habilitar un espacio virtualque nos permita compartir información sobre las desigualdades sociales en salud relacionadas con la pandemia de la COVID-19.
Más información: http://saludaccionyequidad.es/