Política
“Ahora, el 15M carece totalmente de importancia, nadie se acuerda de él”
El periodista y escritor Daniel Bernabé, defiende que "el proyecto iniciado por Aznar es el que sienta las bases para que Vox tenga posibilidades"
“Un manual de resistencia, un códice para entender cómo hemos llegado hasta aquí y por qué somos como somos”. Así define Daniel Bernabé (Fuenlabrada, 1980) La distancia del presente (Akal, 2020), su nuevo trabajo en forma de libro en el que repasa y analiza lo sucedido durante la década 2010-2020. Diez años en los que hemos visto pasar por Vistalegre a Rosa Díez y UPyD, a Pablo Iglesias y Podemos, y a Santiago Abascal y Vox. Un edificio testigo directo de lo que ha significado este periodo en materia política.
Tras la polémica en torno a su anterior libro, en este recoge e hilvana acontecimientos que van desde aquella reunión entre el presidente Jose Luis Rodríguez Zapatero y el jefe de la oposición Mariano Rajoy en La Moncloa el miércoles 5 de mayo de 2010, y en el que se trató la fusión de las cajas de ahorro a la segunda sesión de investidura de Pedro Sánchez, hasta prácticamente ayer. Porque cada suceso presente está íntimamente ligado con un pasado a veces no tan cercano. La fusión CaixaBank con Bankia no aparece en el libro, pero sería un buen ejemplo de ello.
Decía Faulkner que “el pasado nunca está muerto. No es ni siquiera pasado”. El Capítulo 0 del libro hace un repaso de la primera década del milenio. ¿Cuánto de esa década resuena en nuestro presente?
El libro es un primer borrador de la historia, que es una frase que escuché en una película sobre The Washington Post, que decía que el periodismo era eso, el primer borrador de la historia. El libro, la intención que tiene es esa: acercarnos a unos acontecimientos que son muy recientes pero también analizar una serie de consecuencias políticas.
De la primera década del siglo XXI creo que, con la moción de censura de Vox, podremos ver una de las consecuencias. En esa década, uno de los hechos clave que se dan es la derrota de Aznar, aunque el candidato era Rajoy en las elecciones de 2004. Una derrota nunca asumida que fue transformada en una conspiración con la ayuda de determinados medios y que se lleva al ámbito de lo callejero con la formación de grupos conspiranoicos extrañísimos. Surge algo que se llama crispación política que hoy vuelve a unos niveles esplendorosos en comparación con aquel entonces.
Pero, sobre todo, hay un hecho muy concreto. Aznar, FAES y todo ese núcleo de derecha más extrema del PP ven que en la última legislatura, a pesar de que tenían mayoría, no pudieron llevar a cabo gran parte de sus medidas porque el sentido mayoritario de la ciudadanía seguía siendo progresista. Y a partir de ahí, comienza una relectura revisionista de nuestro pasado, la utilización de los sectores deportivos en clave nacional-reaccionaria y la ocupación de unos canales de TDT, lo que se llamó el TDT Party. Lo que consiguen es crear un ejército de reserva social que ha sido y que ha hecho posible, sumado a otros acontecimientos como el proceso independentista catalán, que surgiera un partido llamado Vox. No digo que Aznar tuviese en la cabeza que Vox iba a surgir 15 años más tarde, sino que el sustrato se fue creando poco a poco, seguramente con la intención de llevar al PP hacia la derecha, pero que ha dado lugar finalmente a que exista un espacio social y de consenso en la derecha para que los ultras tengan posibilidades de existencia.
Entonces, ¿es esta moción de censura una culminación del proyecto de Aznar?
No, no, lo que digo es que Aznar, a pesar de su mayoría absoluta, se encontró con gran oposición de los sectores sociales. Cuando derrotan a su pupilo Rajoy, se da cuenta de que esto no se puede volver a repetir y que cuando el PP vuelva a ganar elecciones primero tienen que haber ganado la hegemonía cultural en España. Este proyecto es el que sienta las bases para que Vox tenga carta de posibilidad.
Dice que la semilla del populismo ultra que vivimos en 2020 nace con los Peones Negros tras la tragedia del 11M, “con la conspiranoia como combustible” y agitando la bandera contra “los secretos del poder”. Se parece bastante a lo que estamos viviendo ahora, ¿no?
Se parece muchísimo. Pero también se parece mucho a cosas que vimos en el 15M. En el 15M hubo un momento en el que el apartidismo estaba muy cercano a la antipolítica, y había sectores que propugnaban constantemente por una suerte de oposición frontal al cualquier forma de partido e incluso a los sindicatos. Y no era una crítica hacia el partido o hacia el sindicato, era una crítica frontal.
Yo no digo que en el 15M estuviese presente la conspiranoia actual, pero sí se da una cierta carta de naturaleza cuando las narrativas que se plantean son muy abstractas. Cuando tú hablas de “los de arriba”, del “poder” y del “sistema” pero no le pones apellidos, lo que estás haciendo es dejar un espacio que otros pueden ocupar. ¿El sistema qué es? Si no hablas de economía, de estructura de clases o de intereses contrapuestos entre los diferentes poderes, al final te queda algo abstracto que es muy de película de Marvel, una especie de amenaza inconclusa que al final vale para todo.
En ese momento ya se atisbaban determinadas formas de no entender nuestro presente que se expresaban mediante unas críticas abstractas y casi conspiranoicas. De hecho, algunos de los personajes que hemos visto en estas manifestaciones actuales, estaban presente en el 15M. Es algo interesante de ver.
¿Por qué le pone tantos peros al 15M?
El 15M es sin duda uno de los momentos más importantes, eso yo lo asumo y no creo que en el libro le ponga especiamente un énfasis negativo. Pero sí planteo que hay que hacer una relectura y digo algo así como que los acontecimiento fundacionales, por el hecho de ser fundacionales, acaban convirtiéndose en mito. Y el 15M tiene esas características para una generación de personas que probablemente no vivió por edad las protestas del periodo de la guerra [de Irak], del Prestige… las que van de 2001 a 2004; para ellos adquiere una importancia brutal porque es su primer despertar político. Sin embargo, te diría que, ahora, el 15M carece totalmente de importancia, nadie se acuerda de él y el mito construido no vale para nada. Nadie lo reclama ni hay ningún debate en torno al mismo.
En el libro lo que se explica es que mientras que en Sol se estaban llevando a cabo discusiones bizantinas en torno a temas que parecían que se iban a poner en marcha al día siguiente, como si allí hubiese un poder ejecutivo, el PP ganó por mayoría en las elecciones municipales y generales. Evidentemente, el 15M no tenía culpa de eso porque el PP habría ganado igualmente, pero es interesante ver cómo existía una especia de cerrazón respecto de lo que ocurría fuera.
¿Ha sido esta década 2010-2020 más especial que las anteriores? ¿Por qué?
Sí, sin duda alguna. 2010-2020 es una arbitrariedad temporal que sirve para construir un libro pero es que además hay algo que lo une. Es una década que comienza con una destrucción gigantesca de determinados pilares económicos que habían servido durante 20 años. El neoliberalismo se pega un golpe monumental con dos crisis sucesivas. La primera, la de 2008, comienza con la especulación del suelo; luego viene una segunda, que es la recuperación de los capitales perdidos por los bancos de inversión norteamericanos atacando a la deuda externa de los países del Sur, que es realmente la que a nosotros nos destroza.
Es una década en la que surgen diferentes sujetos colectivos que nunca se habían visto en las décadas anteriores con tanta fuerza. El nivel de protesta es similar al de los años 70, aunque con características muy diferentes. Existe un protagonista habitual que es la corrupción; los casos que vamos conociendo son de unos niveles inéditos y afectan al concejal de Urbanismo de una pequeña pedanía hasta la Casa Real.
El cuestionamiento de representación del sistema político llega a unas cotas enormes. Ante esto surge una respuesta política que el 15M sí que vehicula. Ahora está cundiendo el desánimo general pero no se está vehiculando esa desafección y eso tiene una serie de peligros muy ciertos.
2020 es un epílogo en el libro, pero no un capítulo. Con la formación del gobierno de coalición se pone punto y final a una etapa que deberá ser abordada en un nuevo libro. ¿Qué le dicen estos meses? ¿Cree realmente que podemos hablar de un nuevo ciclo?
El fin lo sitúo en enero de 2020 porque es la constatación de muchos años en la que mucha gente ha salido a la calle. Este Gobierno no se forma, y hay que remarcarlo, no porque haya habido un acuerdo exitoso de última hora en las bambalinas de la política y el parlamentarismo. Esto es posible porque existe un líder de PSOE, Pedro Sánchez, que es fruto de la indignación dentro del PSOE. Hay que recordar que primero surge como candidato del aparato y cuando se emancipa de él y pretende llevar a cabo otras políticas, es eliminado en el golpe de Ferraz de 2016. Pero vuelve tras una entrevista antológica en Salvados, con Jordi Évole, donde básicamente comienza una nueva etapa para él. Las bases del PSOE le aúpan hartas, sobre todo y esto es muy importante, de haber sido comparadas con el PP, que es algo que les hace mucho daño.
Por otro lado, que Podemos e Izquierda Unida tengan la capacidad de formar y negociar un gobierno, ocurre porque durante una década ha habido gente saliendo a la calle y levando a unos partidos a un nivel con capacidades de negociación. Estos acontecimientos confluyen en 2020 y marcan un fin de década.
Claro, esta década nueva que comenzaba ahora, ha sido completamente agitada por la pandemia del coronavirus. La pandemia no ha sido tan inesperada, ya hemos visto casos similares en lo que llevamos de siglo. Todo lo que nos está ocurriendo está íntimamente ligado con el periodo anterior: la destrucción de los servicios públicos, la incapacidad que tienen las administraciones de llevar a cabo sus decisiones porque la estructura pública está machacada, el neoliberalismo como sistema incapaz de sustentar el orden social en estas condiciones… cantidad de cuestiones que ya estaban presentes.
«El proyecto iniciado por Aznar es el que sienta las bases para que Vox tenga posibilidades»
Daniel Bernabé, periodista y escritor
Lo que todavía desconocemos son las incertidumbres que aún vamos a ver; cómo se va a comportar la sociedad española y europea ante esta desafección, si va a haber una salida por la ultraderecha. Fijándonos en el periodo anterior podemos sacar algunas conclusiones de lo que puede venir.
La década comienza inmersa en una gran crisis y termina con otra que podría ser incluso peor, aunque con un momento político aparentemente diferente. ¿Tiene la izquierda capacidad para dar una salida social a esta recesión?
Aquí hay que analizar dos cuestiones. La primera es que la izquierda consigue llegar al Gobierno y esto es un acontecimiento exitosísimo como no se había visto en 80 años; pero contradictoriamente la izquierda tiene hoy menos presencia social de la que tenía hace unos años. Hoy, la capacidad de los movimientos sociales y de los partidos políticos está completamente dañada. ¿Por qué? Porque los conflictos internos han fraccionado mucho a los movimientos políticos y porque ha sido una década donde gran parte de esos movimientos acabaron en la política institucional con unos resultados desastrosos. Se ha quemado el 90% de la gente que participó en la nueva política; y no han vuelto, se han ido a su casa.
Hay descoordinación, hay movimientos sociales muy difusos y que están centrados sobre todo en aspectos de reclamación de sus diversidades específicas más que en la crítica al sistema. Pero, es que por otro lado tenemos un gran problema: desde hace 10 años, la Economía es un factor que queda fuera de las elecciones; nosotros no votamos la Economía y es algo que ha quedado completamente enajenado de la soberanía popular. El problema es que la Economía es esencial como resorte para iniciar cualquier proceso de transformación política, y si queda fuera de la acción de la política, ¿cómo se van a llevar a cabo eso cambios?
Ni yo tengo la respuesta, y quienes están en puestos clave tampoco la tienen. Solo se puede seguir adelante y ver qué transformaciones se van a poder poner en marcha, por ejemplo, con los fondos de la Union Europea. Pero más allá de eso, no hay mayor horizonte, o yo al menos no lo veo.
¿Tiene algo que ver este Podemos actual, formando parte del Gobierno, con el 15M? Ya no le digo con el Podemos de 2014, sino con aquel movimiento de 2011.
Esa misma pregunta se la podríamos hacer a Ciudadanos, porque yo creo que es tan deudor del 15M como lo es Podemos, absolutamente. Ciudadanos es también un partido que surge con la transversalidad como bandera; Podemos decía “no somos ni de izquierdas ni de derechas” y Ciudadanos decía “no somos ni rojos ni azules”. Es un partido que habla constantemente de la gestión, de la participación… temas que son esenciales para entender el 15M. En 2011 no había grandes propuestas económicas, lo que había era una crítica de representación y una crítica instrumental a la democracia: como la democracia está mal construida y por lo tanto mejorando los procesos participativos, mejoraría todo.
Esas son las grandes vertientes con las que surgen Podemos y Ciudadanos, no son otras. Sin embargo, hoy a nadie le interesa eso. Nadie está reclamando más participación política ahora, es lo último en lo que pensamos. Ahora mismo solo nos interesan las certezas; es una época de mucha incertidumbre. En la anterior crisis todavía teníamos fresco el recuerdo de la época del ladrillazo, de la de España como fiesta; teníamos unas certezas basadas en la nada, pero las teníamos. Sin embargo, en esta ya no recordamos cómo era eso, hay una generación adulta que desconoce lo que es vivir con tranquilidad. Y lo último en lo que piensa esa gente es en participar, en votar, en tomar decisiones… Y eso tiene un peligro: quien sea capaz de plantear esas certidumbres puede llevarse el gato al agua. E insisto, tenemos un partido de extrema derecha en el Congreso cuyas formas y cuyo lenguaje va siempre hacia ese punto.
Volviendo a la pregunta, que Podemos o Ciudadanos se parezcan o no al 15M original carece de importancia porque nadie lo reclama.
Más allá de las evidentes restricciones discursivas que Unidas Podemos ha aceptado entrando en el Gobierno, ¿cuáles son los grandes sapos que van a tener que tragarse los morados?
Yo creo que ellos tienen una asunción bastante clara de esto. Saben que si llegaban al Gobierno y a cada problema que se plantee que no esté en su programa político dan como respuesta una ruptura total, no podrían avanzar. Entonces, la táctica que están siguiendo, que no está exenta de riesgo, es sacar adelante todo lo que puedan. Y pelear muchas de las cosas. Lo que ocurre es que se produce aquí una contradicción de términos, porque Unidas Podemos está pagando más caro su entrada en el Gobierno que el PSOE. A ningún votante socialista le importa que UP esté ahí, la gente no tiene ninguna antipatía; pero hay sectores, votantes o simpatizantes de UP, que sí tienen recelos a ciertas cosas que están pasando.
Esto choca con la estrategia de sus dirigentes, que lo que buscan es poder sacar adelante un porcentaje de su programa, sea el que sea. Y plantean que si pueden llevar al PSOE un poquito hacia la izquierda, bienvenido sea. El problema es que en medida que UP pierde capacidad pública, tiene menos capacidad dentro del Ejecutivo. Hay que recordar que tienen treinta y pico diputados.
«Ciudadanos es tan deudor del 15M como lo es Podemos»
Daniel Bernabé, periodista y escritor
Creo que la sociedad de izquierdas española tiene que salir ya de la adolescencia: no puede perder el horizonte al que se dirige pero no puede pretender que los principios sean la única clave para la acción política. Cualquier persona que plantea que los principios son lo único que importa, o tiene un poder omnímodo que puede aplicar cuando quiera o no entiende en qué consiste la política, donde las oportunidades son posiblemente tan o más importantes que los principios. Y se califica constantemente de traición y de haberse vendido cuando la realidad es que no hay muchas más posibilidades ahora mismo.
Las referencias a la clase social son constantes a lo largo de todo el libro. ¿De qué habla cuando se refiere a la clase trabajadora? ¿Es posible hoy articular un discurso en torno a la clase trabajadora que la ciudadanía asuma como actual y no como algo caducado?
Los sujetos políticos se construyen en base a una serie de intereses comunes de un número grande de personas; y esto se hace a partir de una ideología. En ese sentido, tú en teoría puedes construir el sujeto político en torno a lo que te dé la gana siempre y cuando tengas unos resortes comunicativos enormes a tu disposición. Por eso, por ejemplo, Ciudadanos jugó muy bien lo de la clase media aspiracional, de esa gente que no quería meterse en jaleos y pedía gestión neutra. Encontraron una masa que asumió eso como propio porque constantemente se nos bombardea con eso.
Si no tienes esos resortes comunicativos, tienes que basar tu sujeto político en algo que exista realmente. Y eso son una serie de problemas comunes que todas las personas tenemos y que tienen que ver, no solo con nuestra relación con el mundo del trabajo, sino con diferentes aspectos relacionados con el mismo, desde el precio de la vivienda, la subida de los alquileres, la destrucción de los servicios públicos… Esa vinculación general, durante el siglo XX tuvo el nombre de clase. El hecho de que ahora funcione o no funcione no tiene que ver tanto con que no sea real sino con que la construcción del sujeto político es una tarea ingente a la cual se dedican muy pocos esfuerzos; no te puedes extrañar de que demasiadas personas no se reconozcan a sí mismas cuando nadie las hace reconocerse, sino que es justo lo contrario, los mensajes culturales les dicen que tienen que dirigirse hacia otra parte.
Si alguien considera que puede construir otros sujetos de manera más rápida, que lo haga, como de hecho se lleva haciendo desde hace 30 años, que es lo que nunca decimos. La clase trabajadora ha sido abandonada por la izquierda en general y el progresismo que a lo que se ha referido es a una serie de sujetos diferentes, seccionados y que compiten entre sí. Buenos resultados no se han obtenido y llevamos ya 30 años articulando nuevos sujetos; el problema no es inventado o teórico, está ahí.
Hace muy poco hemos visto a una serie de señores, también alguna mujer, generalmente bastante mayores y de clase alta, diciendo “Viva el Rey”. ¿Qué significa exactamente esa frase?
Lo que representa, evidentemente, no es el deseo de larga vida a la persona que encabeza la institución monárquica, sino la transformación de la institución en un ariete contra lo que ellos consideran un gobierno ilegítimo de la izquierda. Sencillamente es eso. Y eso es un enorme problema para la corona, que es una gran metáfora del poder y que sirve de parapeto al poder de verdad, al económico.
El rey, si es rey, es por la asunción por parte de los ciudadanos de que es una figura política neutra que no se casa con ningún partido. Y, en ese sentido, pese a sus comportamientos, Juan Carlos I supo jugar bien ese papel; y en gran parte de su reinado concitaba las simpatías de muchos españoles, de derechas y de izquierdas. Sin embargo, Felipe VI, desde la intentona independentista catalana, tiene un discurso que suscita los aplausos de la parte de más reaccionaria de la sociedad pero que horroriza no solo a los independentistas sino incluso a las personas progresistas que podrían haber tenido confianza en él pero que ven que adopta una actitud beligerante que no es aceptable.
Esto, lo que significa es que hay una parte de la derecha de este país, no solo Vox sino gran parte del PP, que no entiende el sistema democrático como la voluntad de las urnas sino como la voluntad de una serie de intereses muy concretos, en su mayor parte económicos, que en todo caso es refrendada por las urnas. Por eso, cuando sale un gobierno que objetivamente además no preocupa al poder económico pero que ellos consideran que está mucho más allá de lo aceptable, inician una campaña desde el minuto uno calificándolo de ilegítimo y utilizando maniobras muy oscuras para tirarlo, y donde se está utilizando la corona como ariete. No soportan que haya comunistas en el Gobierno; comunistas haciendo políticas socialdemócratas, pero comunistas.
Lo paradójico de todo esto es que el Ejecutivo está mucho más centrado de lo que la derecha lo pinta. De hecho, no creo que ahora haya una parte sustancial del poder económico preocupado por esto, sino más bien por cómo se está comportando la derecha.
¿Cree que en La distancia del presente Parte 2, allá por 2030, podrá contar que en España hubo un referendum para elegir la forma de la jefatura del Estado?
Iba a decir que la alegría va por barrios, pero en realidad va por días. En Minority Report, de Steven Spielberg con Tom Cruise, la policía tiene a tres individuos que predicen el futuro y pueden adelantarse a los crímenes. Hay un momento en el que ocurren ciertos hechos y no pueden predecirlo. Estamos en un momento parecido en el que todas las certezas que teníamos, también las políticas, se están difuminando a pasos muy agigantados y lo que sirve para una semana no sirve en la siguiente. Ahora mismo es muy difícil trazar perspectivas, ya no digo para los siguientes 5 años, sino para los próximos 5 meses. Es muy difícil saber dónde estará España en 1 año.
Si alguien quiere construir un proyecto republicano, y aquí respondo a la pregunta, lo que tiene que hacer es crear un proyecto republicano. Parece una obviedad, pero no lo es, porque se está construyendo en base a la desafección a la monarquía y eso es inútil, porque las desafecciones, si la derecha las permite, siempre se acaban restañando. Que Juan Carlos salga de España por recomendación del Gobierno, es beneficioso para el rey actual quitándose el problema de en medio. Pero si la derecha utiliza eso para decir que en realidad hay un plan republicano, está perjudicando a los intereses de la corona.
El problema es que si los republicanos de este país creen que los resultados de vuestra encuesta son buenos, es que no la están leyendo bien. Si con todo lo que ha llovido, los datos son los que son, no hay realmente una alternativa ni una mayoría alternativa. ¿Por qué? Porque no existe un proyecto republicano. Existe un proceso muy positivo y muy necesario que fue el de recuperación de la Memoria Histórica, entre ella la memoria de la II República. Pero eso es una cosa y otra cosa diferente es construir una nueva que nada tiene que ver con banderas tricolores; tiene que ver con la vinculación de políticas concretas y sociales: solo así la República puede tener visos de posibilidad. Si no, en un contexto como este, nadie quiere verse inmerso en aventuras. Creo que la III República puede empezar a construirse desde ya como un régimen social netamente diferente al actual.