Opinión

Vox y el dilema de las derechas

Publicamos un fragmento del libro 'Familia, raza y nación en tiempos de posfascismo', editado por la Fundación de los Comunes con Traficantes de Sueños.

Rocío Monasterio en el cierre de campaña de Vox en Madrid. Foto: Flickr oficial Rocío Monasterio.

A por ellas. Ideología de género, multiculturalismo y políticas securitarias

En el año 2016, la militante de Vox Alicia Rubio publicó el libro Cuando nos prohibieron ser mujeres y os persiguieron por ser hombres. Para entender cómo nos afecta la ideología de género. En este libro, la autora afirma que vivimos en un nuevo paradigma en el que «se trata de acabar con las diferencias biológicas entre los hombres y las mujeres. ¿Cómo? Promocionando un nuevo ideal de mujer (la lesbiana) y de hombre (el homosexual) […] tengo la sensación de que a nosotros nos diezmaron y redujeron con el SIDA y con la droga. A esta generación le ha tocado bregar con las consecuencias de la ideología de género, mucho más efectiva y silente en eliminar población».

El discurso sobre la ideología de género, en reacción al movimiento feminista y de derechos LGTBI de los últimos años, trata de enmarcar la lucha por estos nuevos derechos en un plano hegemónico y de poder. Su presupuesto consiste en una supuesta opresión del conjunto del sistema social por sus lobbys. De algún modo, la vuelta a los valores tradicionales (léase patriarcales), ya sea en materia reproductiva o de relaciones de poder y desigualdad como las violencias machistas estarían insertos dentro de un orden moral mayor y no tendría tanto que ver con discriminaciones y relaciones de poder inscritas en la normatividad heteropatriarcal. 

Como sucedía con el PP de Ana Botella, cuando declaró que no se podían juntar peras y manzanas para dar manzanas —particular metáfora de la crítica al matrimonio homosexual—, de fondo está la vieja lucha de la derecha contra todo tipo de diversidad sexual o afectiva más allá de la familia tradicional. De ahí que quieran eliminar el matrimonio homosexual, cualquier supuesto de derecho al aborto o descafeinar y ningunear la realidad de las violencias machistas. La lucha por controlar y decidir sobre el cuerpo y las vidas de las mujeres, en un momento de auge del movimiento feminista, ha supuesto que electoralmente la mayoría de las mujeres den la espalda a Vox. De hecho, más del 65 % de los votantes de Vox en las elecciones andaluzas y cerca de un 70 % en las generales fueron varones. 

Pero lo fundamental es que estos motivos no son nuevos. Recordemos por ejemplo los recursos de inconstitucionalidad presentados por el PP contra la reforma de la Ley del aborto en 2010 —de Zapatero— o contra el matrimonio homosexual en 2012, iniciativas que dividieron a los populares. Recordemos también las manifestaciones que convocaron de la mano de las redes neoconservadoras que hoy impulsan Vox y la Conferencia episcopal. También deberíamos recordar la dimisión de Alberto Ruiz Gallardón en 2014 tras las fuertes movilizaciones feministas por la nueva propuesta de Ley del aborto. Estas protestas llevaron al Presidente Rajoy a dar marcha atrás en el proyecto de ley y a desautorizar a su ministro. 

La singularidad de la apuesta de Vox está en haber abierto una vía electoral que se apoya en exclusiva en los nuevos sectores antifeministas que —sin pertenecer estrictamente a Vox— han crecido en la sociedad civil. Este es el caso de algunas organizaciones de hombres divorciados, abogadas como Yobana Carril —que logró cierta relevancia al denunciar que la Ley Integral de Violencia de Género encubre numerosos abusos de mujeres sobre los hombres, con denuncias falsas— o de youtubers como el conocido Un Hombre Blanco Hetero que cuenta con cientos de miles de seguidores.

En momentos de gran crecimiento del movimiento feminista, la apuesta contra la denominada ideología de género —lo que Monasterio llama la «colectivización de las mujeres»— es social y electoralmente muy arriesgada, aun cuando los réditos a nivel de guerras culturales mediáticas están sin duda garantizados. Estas escaramuzas han mantenido en el candelero a Vox, tanto en campaña como en los pactos poselectorales, si bien su alcance ha resultado muy limitado. Por un lado, se trata de un programa antifeminista que —con matices— puede ser aceptado por el Partido Popular. Por otro, sin embargo, se basa en reivindicaciones materialmente insostenibles. Mientras la experiencia de las violencias machistas sufridas por las mujeres es aplastantemente mayoritaria, los sujetos víctima en los que se apoya Vox son estadísticamente testimoniales, como muestra el caso por ejemplo de las víctimas de denuncias falsas según los datos de la Fiscalía General del Estado. 

Vox se topa con menos resistencias en el campo de la inmigración o, como ellos dicen, del «multiculturalismo». Se trata de otro de los temas clásicos que han tomado de los neoconservadores de Aznar. De hecho, uno de los principales fichajes de aquella ola neocon ha sido el conocido Rafael Bardají, responsable del think tank neocon GEES (Grupo de Estudios Estratégicos). Bardají tuvo fuerte influencia en Eduardo Serra, cuando era Ministro de Defensa. Del GEES ha sido también estrecho colaborador Ignacio Cosidó, influyente político, director general de la Policía Nacional y portavoz del Partido Popular en el senado a lo largo de los últimos años. 

Siguiendo la tópica neoconservadora, Vox asegura que existe una amenaza sobre el mundo occidental y sus valores que se expresa en dos grandes fuerzas: la inmigración y el Islam. En este sencillo marco del choque de civilizaciones se justifican gran parte de sus medidas securitarias y racistas. La inseguridad ciudadana, la pérdida de valores en Occidente o la falta del principio de autoridad en nuestra sociedad, por ejemplo en la escuela, tendrían que ver con la rendición ante los valores de otras culturas y el debilitamiento de nuestras tradiciones. De esta manera, lo español debe ir siempre primero. Para ello —a su criterio— no se debe ceder a políticas humanitarias «buenistas», que no hacen sino dañar lo esencial de la nación española y su cultura. El multiculturalismo que, en sus palabras, se abre paso gracias a los grupos de izquierdas, sería el mayor enemigo de nuestra sociedad. En esta dirección, escribe Monasterio: «Somos críticos con una tolerancia mal entendida que pasa por renunciar a la defensa de nuestro valores y que está degenerando en una sumisión a otros con una concepción del mundo radicalmente distinta a la nuestra. Han manipulado la concepción cristiana del libre albedrío y misericordia hasta convertirla en una pulsión suicida».

Para Vox, gracias al multiculturalismo impulsado por la cultura progre dominante se está intentando construir individuos manejables y maleables, carentes de raíces. Estas raíces no serían otras que la cultura española que, en el más puro estilo tradicionalista, tendría que ver con el pasado glorioso español que forjó la Reconquista, la «gran empresa imperial» contra el islam y en favor de la «uni-dad cristiana peninsular». 

Si se lee el programa electoral de Vox y sus 100 medidas para España, se puede ver claramente el olor racista y antiinmigración que desprende. Hasta la fecha ningún partido había elaborado un discurso con tal nivel de racismo. Pero lo más grave, y que también tiene consecuencias electorales claras, es que la mayor parte de las medidas que propone Vox han sido ya ejecutadas por gobiernos del Partido Popular y del PSOE. 

Vox propone, por ejemplo, que se ejecute la búsqueda y expulsión sistemática de todos los inmigrantes irregulares. Pero lo cierto es que el programa de Vox no hace más que sistematizar políticas de «caza de inmigrantes» que ya se llevan a cabo. Así ha sucedido, por ejemplo, con la conocida Circular 1/2010 que emitió el ministro Alfredo Pérez Rubalcaba durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero y que ordenaba intensificar las identificaciones con la finalidad de expulsar a los migrantes en situación irregular. Las redadas por perfil étnico se han convertido desde entonces en algo absolutamente normalizado. Entre 2008 y 2011, los gobiernos socialistas expulsaron a decenas de miles de migrantes, concretamente más de 338.000 inmigrantes recibieron orden de expulsión. Junto a los Centros de Internamiento para Extranjeros y los vuelos regulares de deportación, esta circular dio cumplimiento a la Directiva de Retorno aprobada en junio de 2008 con los votos favorables del PSOE y del Partido Popular. La Directiva pretendía expulsar a más de 8 millones de personas de la Unión Europea. 

Otra de las grandes medidas de Vox, como retirar derechos a los inmigrantes ilegales, tampoco son novedosas. El Partido Popular en sus años de mandato eliminó el derecho de asociación, sindicación y reunión de este colectivo, además de ordenar su exclusión del sistema sanitario. Esta última medida, con matices de mejora, sigue aún hoy vigente con el gobierno del PSOE. Solo las sentencias del Tribunal Constitucional, los recursos legales, las denuncias y la movilización de numerosos colectivos sociales y movimientos de inmigrantes han revertido parcialmente la situación. 

Por último, la medida más novedosa del programa de Vox en materia migratoria, pasa por desactivar los sistemas de regularización por arraigo. Ciertamente, esta medida excede lo dicho y hecho por los gobiernos anteriores, pero tampoco se puede afirmar que sea totalmente novedosa. A lo largo de 2019, múltiples organizaciones vienen denunciando que la vía de regularización por arraigo se está cerrando en nuestro país por medio de multitud de trabas administrativas. Esta situación ha llevado a lanzar la campaña #sincitanohayderecho que denuncia la sistemática imposibilidad de tener citas para acceder o renovar los papeles de residencia y trabajo. Por la puerta del cierre administrativo, se está cumpliendo con un alto grado de efectividad la propuesta de Vox. 
Con el programa en la mano y las experiencias de gobierno de los últimos años, es difícil defender una línea argumental que sitúe a Vox fuera del sistema de partidos convencional, fuera del marco de nuestra democracia. Toda la izquierda ha jugado a esta separación táctica de que dentro de las tres derechas existe una ultramontana, que puede llevar a la derecha civilizada por el mal camino. Se le han hecho manifestaciones y denuncias, todas ellas justificadas, pero con un particular reverso oscuro. De un lado, han servido para que Vox logre relevancia mediática, lo que en muchos momentos es su único punto fuerte. Su fórmula es clara: consiste en teñir viejas reivindicaciones de la derecha neocon, las políticas neoliberales y muchas políticas de Estado —como el racismo institucional—, con un lenguaje neofranquista destinado a tener un fuerte impacto mediático y cultural. De otra parte, el cerco a Vox ha servido a la izquierda tradicional, sobre todo al PSOE, para disciplinar y acuartelar el voto de las izquierdas en torno a una suerte de «frentepopulismo» progresista. El Partido Socialista Obrero Español ha sacado de nuevo al dóberman de Felipe González recuperando así —aunque sea de manera precaria— las riendas del gobierno contra una derecha extrema y corrupta.

Aquí puedes conseguir el libro ‘Familia, raza y nación en tiempos de posfascismo’.

Puedes leer todos los materiales del especial #LMAntifascista aquí

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.