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Javier Baeza | ¿Quién se va a creer tu historia?

Javier Baeza, de la parroquia San Carlos Borromeo de Entrevías (Madrid) escribe sobre el cierre de los CIE y la urgencia de "de una regularización para las personas que están viviendo en nuestro Estado".

Vista desde la isla de Tarifa, uno de los lugares que acoge un CIE. Foto: OLIVIA CARBALLAR

Y ahora que la luz del día brilla / sobre tus pupilas / ¿Quién se va a creer tu historia? / ¿Quién se va a creer tu historia? El artista del alambre. AMARAL

Me llama la atención esta estrofa del grupo musical Amaral al coincidir con la propuesta de pensar sobre los CIE y esta maldita pandemia de la COVID-19. La verdad es que podríamos utilizar este famoso palabro, pandemia, para referirnos también a los CIE. Efectivamente, la existencia misma de esos centros de privación de libertad es descafeinar los derechos fundamentales -que toda democracia dice garantizar- de quienes tienen la suerte de verse encerrados en ellos por su situación de irregularidad administrativa. Es curioso, además, cómo la pandemia ha venido a revertir aquellas razones que siempre, durante estos años de existencia de los CIE, se consideraban insalvables: a las personas irregulares no se las podía mantener en libertad según no sé qué sacrosanto derecho. 

Resulta que, como en tantas otras circunstancias de la vida, ha tenido que ser un pequeño e inapreciable bicho quien ponga esa sacralidad en solfa y, efectivamente, los CIE hayan sido cerrados. Y sobre las personas liberadas, cuando este estado de alarma finalice, pues se estudiará qué hacer con ellas y cuál es el proceso con respecto a su regularización o expulsión. Pero creemos que esta situación no puede soltarse de la mano de aquella otra reclamación que, desde colectivos sociales, organizaciones judiciales y hasta la misma Iglesia hemos reclamado estos días: la urgencia de una regularización para las personas que están viviendo en nuestro Estado. Quizás sirva como ejemplo el país vecino Portugal.

Es verdad también que no podemos mantener viva la sola alegría por el cierre de los CIE. Esta ha sido por una situación de alarma que, además, ponía en riesgo la salud pública a cuantas personas tuvieran la obligatoriedad laboral de estar en esos lugares. No sé si el cierre responde a haber entendido que son espacios de “impunidad y tortura”, como definió un juez de control del CIE de Madrid o que era imposible mantener unos mínimos de salud pública privando de libertad a unas personas que, por el estado de alarma, se habían convertido en inexpulsables.

Si las razones abundaron en las primeras, quizás estemos en un nuevo escenario para el tratamiento de personas extranjeras que llegan a nuestro país. Si, por el contrario -y me temo que serán esas las razones de estos cierres- nos quedamos en las segundas, no tardaremos mucho en volver a contemplar controles raciales -como los que propició Rubalcaba y que no han cesado- para averiguar la regularidad de muchos de nuestros vecinos y vecinas. Esto es, si abundamos en esas segundas razones, la actual política de no reconocimiento de la ciudadanía a personas extranjeras entre nosotros -previas a la pandemia, desde luego- no tardaremos en ver nuevamente llenos de personas esos lugares de tormento que son los CIE. 

De hecho, con sorpresa leemos cómo ya hay alguna jueza de control de CIE que ha ordenado cómo han de ser las condiciones de privación de libertad cuando esta vuelva a estar en vigor.

Si la vulnerabilidad de las seguridades personales y colectivas que este bichito ha hecho emerger no son capaz, como sociedad, partidos políticos y organizaciones sociales de hacernos replantear el cómo tratar a quienes llegan a nuestras sociedades necesitadas y solidarias, estaremos creando nuevamente un caldo de cultivo donde el horizonte de Fraternidad, Democracia y Derechos humanos sea conculcado por la inseguridad, el prejuicio y el odio al otro y -con mayor agravamiento- al otro necesitado. Por eso comenzábamos recordando ese estribillo de la canción de Amaral: “¿Quién se va a creer tu historia?”.

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Comentarios
  1. Existe una “entente cordiale” a cuatro bandas consolidada en Europa entre las Administraciones nacionales, para mejorar la competitividad de sus economías, los empresarios, porque necesitan reserva de mano de obra barata, los trabajadores autóctonos, porque podemos abandonar determinados nichos laborales sin preocuparnos por mejorarlos y los trabajadores inmigrantes, porque encuentran empleo aunque sea en condiciones pésimas; todos hemos consentido irregularidades en la inmigración, algunas de ellas aberrantes. Los inmigrantes llegan a Europa, atraídos sobre todo por las oportunidades de empleo que les ofrece la economía sumergida, que genera entre el 12% y el 23% del PIB, según los países. Las migración forzada supone para millones de personas la única manera de participar en los beneficios de la globalización.

  2. Gracias por el artículo Javi, tú siempre tan lúcido. Ojalá se consiga que esta nueva normalidad traiga también la visión de que mantener a personas encerradas en un CIE, por el crimen de no haber nacido en este país y no tener las oportunidades que muchos hemos tenido, no debería ser permitido de ninguna manera. Por que ningún ser humano es ilegal,…

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