Internacional

Macedonia del Norte: crónica de un encierro paulatino

Un hombre camina por las calles de Skopje durante el invernal 1 de abril. M.F.I.

Skopje, Macedonia del Norte | En Skopje, la que puede ser la capital europea con el aire más contaminado, la principal preocupación sanitaria son las enfermedades relacionadas con la polución en el aire, que afecta a los pulmones y genera, entre otras enfermedades, asma. Ahora, con la crisis de la COVID-19 expandiéndose, las personas con enfermedades respiratorias podrían no poder superar la neumonía que, en sus casos más severos, provoca el coronavirus. Sin embargo, la sociedad parece no tener miedo, reta a un sistema sanitario debilitado por la corrupción y a unos pulmones, los suyos, condicionados por la inhalación de partículas tóxicas durante décadas.

Es domingo 22 de marzo, y Skopje, la capital de Macedonia del Norte, está irreconocible: sus bulliciosas calles se constriñen en un silencio roto por algún grupo de jóvenes y repartidores de comida a domicilio. Ha pasado un mes desde que Italia descubriese 79 casos de infectados por coronavirus, tres semanas desde que la cifra ascendiese a 1.701, dos desde que se alcanzase hasta 7.375, una desde que se disparase a 24.747. Es el mismo día en el que se reportan 59.138 casos en Italia y 114 en Macedonia, que esta noche a las 9 comienza a vivir bajo el toque de queda.

Como en el resto de los Balcanes, en enero se miraba con incredulidad la situación en China. Quedaba muy lejos, y en Macedonia había elecciones previstas para el de 12 de abril. En febrero, cuando el brote apareció en Italia, las conversaciones comenzaron a incluir a la COVID-19. Sin embargo, si los italianos no se preocupaban, ¿por qué iban a hacerlo aquí? Entonces, mientras se veía la eliminatoria de fútbol Valencia-Atalanta, un constipado o unas décimas de fiebre valían para gastarse unas bromas. En marzo, poco a poco, se terminó la coña. El Gobierno macedonio comenzó a actuar a partir del día 10. Las primeras medidas afectaron a los centros escolares y universidades, que ahora imparten clases online, y a los eventos multitudinarios, que se prohibieron. Luego le llegó el turno a las cafeterías y los restaurantes: se determinó que su apertura no iba más allá de las 6 de la tarde. Sin embargo, de día todavía se podía acudir a beber un café o comer a más de un metro de distancia de la siguiente mesa: en el bar Che, por ejemplo, no cabía un alfiler, y Vodno, la montaña de Skopje, congregaba a más senderistas de lo habitual.

La sociedad tenía entonces como referencias del coronavirus el caso de contagio masivo en la región de Debar y, en particular, el de la doctora Nina Biljanovska, directora de la Clínica Dermatológica de Skopje. Su historia comenzó con un viaje de esquí al norte de Italia. A su vuelta, incumplió la cuarentena: no solo fue a trabajar, poniendo en peligro a sus 100 compañeros, sino que organizó una conferencia. Luego comenzó a encontrarse mal y fue diagnosticada positivo por coronavirus. Más tarde, varios de sus compañeros dieron positivo. Su imprudencia, decía y dice la sociedad, pone en peligro a todos.

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Doctora de la sección de enfermedades víricas del hospital Nena Tereza, en Skopje. M.F.I.

Son las dos de la tarde del 22 de marzo, y el gentrificado barrio de Debar Maalo está desierto: las cafeterías ya están cerradas las 24 horas y las kafanas, los restaurantes donde los macedonios beben y comen sin mesura, solo pueden servir a domicilio. En el centro de la ciudad, un puñado de locales de joyería abren sus puertas. Los restaurantes, en su mayoría, están cerrados: solo atienden las tiendas de bürek, la cadena de hamburguesas Teteks, y un pequeño kebab. Su competencia, las cadenas Hamza Döner y Plaset Döner, ha decidido cerrar indefinidamente sus restaurantes del centro.

En Italia, país que representa a la octava economía del mundo, este 22 de marzo se alcanzan las 5.476 muertes. Macedonia, el trastero de Europa, sufre su primera víctima. Bombardeados en los medios de comunicación con la crisis sanitaria, con las elecciones suspendidas, el transporte público limitado, el aeropuerto y las fronteras cerradas salvo para el tráfico de mercancías y los centros de culto religioso sin oraciones masivas, la población macedonia parece entender el monstruo que arrasa España e Italia: en un desapacible día tras una nublada semana que siguió a un caluroso y divertido invierno, apenas hay gente en la calle. Sin embargo, una semana más tarde, el domingo 29, en un soleado día, el primero después de una mala semana, la calle Partizanki Odredi tiene ritmo: hay colas en la calle para comprar bürek y muchas familias se dirigen al parque Gradski. La gente, puede que imprudente, goza del que puede ser el último día antes de que todo se nuble y una tormenta de prohibiciones del Gobierno termine con la libertad de elegir entre salir al parque o quedarse en casa.

Es 1 de abril, y en este año en el que nada es normal, premonitorio tal vez, nieva con más fuerza que en todo el invierno. La gente, salvo por obligación, no sale a la calle. Dos días más tarde, el 3 de abril, con 430 contagiados y 12 fallecidos en Macedonia, la ciudad de Kumanovo vive su primer fin de semana con la prohibición de salir a la calle para todos aquellos que no trabajen en el sector agrícola. Dos días más tarde, con 570 infectados, el Gobierno anuncia que a partir del día 8 se intensifican las restricciones a nivel nacional: el toque de queda, que entre semana comenzaba a las 9 de la noche, se adelanta a las 4, y los mayores de 67 años solo pueden salir a la calle entre las 10 y las 12 de la mañana; además, los fines de semana se impone el confinamiento en casa las 24 horas. Por tanto, se acaba la libertad que permitía a los y las macedonias pasear por el parque Gradski en sus días libres. Además, salvo para las familias con menores al cargo, están prohibidos los grupos de más de dos personas.

Derechos laborales

Es 30 de marzo, aunque podría ser cualquier otro día laboral, y las calles de Skopje no están vacías. Se escruta a cada persona, se busca la manera de alejarse. Todos, incluso uno mismo, son susceptibles de portar el coronavirus. Apenas se han realizado 3.000 test. Los datos, en una población que ronda el millón y medio de habitantes, no son fiables. Cada día hay más mascarillas que cubren boca y nariz. El bazar, pese a ser un probable foco de contagio, no se detiene, y los tenderos, la mayoría protegidos con mascarillas, bromean. En los supermercados hay días en los que desparece el detergente de las marcas blancas. Casi siempre falta alguna marca de galletas. Los precios, pese al temor, se mantienen: son ya caros, en muchos casos similares a España, para salarios medios de 300 euros mensuales.

La actividad empresarial no se va a detener, dicen los líderes en los Balcanes, al menos hasta que Europa actúe en esa dirección, porque aquí no se pueden afrontar las ayudas sociales aprobadas en Occidente. Algunas empresas como Marquardt, en la ciudad de Veles, han suspendido la actividad. Seguramente el número se amplíe con el paso de los días. La curva acecha, porque aquí aún no hablan de pico, y entonces los trabajadores serán golpeados con más fuerza que en sistemas menos corruptos: Macedonia ocupa el puesto 106 en el Índice elaborado por Transparencia Internacional.

Salvo en el sector público, que podría perder parte de su salario durante esta crisis, se estilan los contratos de tres meses y, a veces, se cobra una parte en negro, afectando a la prestación por desempleo. Así, las circunstancias fuerzan a los empleados a aceptar que no tendrán vacaciones, ni compensaciones por ellas, o firmar nuevos contratos a la baja. Por tanto, pese a los paquetes de ayudas del Gobierno, pago de salarios o congelación de créditos, los trabajadores desconfían de su implementación y son los primero que no quieren detener la actividad económica.

Naxhip
Naxhip, de 48 años, regenta una tienda de tostadas de embutidos en el centro de Skopje. M.F.I.

Naxhip, de 48 años, siempre educado y padre de dos hijos, es autónomo desde que abrió su negocio hace menos de dos años. Paga 400 euros al mes por alquilar un pequeño local donde prepara deliciosas tostadas con embutidos. En un mes normal, gana 800 euros netos. Pero nada es ya normal aquí, y ha perdido el 90% de sus clientes: jóvenes que iban a la zona centro y que ahora sin ocio se quedan en sus barrios, y trabajadores que querían un mordisco rápido y que hoy trabajan desde casa. Ahora, Naxhip solo consigue dinero para pagar la factura de la electricidad: pierde 400 euros mensuales. “Tengo ahorros para unos cuatro meses”, dice Naxhip, que teme más a la crisis económica que al coronavirus: “No tengo un miedo especial al coronavirus: mantengo las distancias y sigo las recomendaciones de las autoridades. Lo que más miedo da es desconocer cuánto va a durar esta crisis. Seguro que 4 o 5 meses o tal vez para siempre”.

Militares y doctores, preparados en el hospital Nena Tereza

El sistema de salud en los Balcanes comenzó a deteriorarse en la década 1980, cuando el préstamo del FMI obligó a Yugoslavia a efectuar privatizaciones y recortes en parcelas sociales que afectaron también a la Sanidad. Tras la desintegración de Yugoslavia, Macedonia, a diferencia de Serbia, Croacia, Bosnia y Kosovo, no vivió una traumática guerra, aunque sí tuvo la desgracia de estar regida por líderes que, con el paso de los años, se volvieron más y más corruptos. Como resultado, desde la pacífica independencia de 1991, muchos macedonios han abandonado su país: el Banco Mundial estima que 600.000 de los 2 millones de habitantes censados viven fuera, en Alemania, Suiza, Australia o Canadá.

Debido a las malas condiciones laborales, los jóvenes más preparados, además, emigran a países de Europa occidental, especialmente a Alemania. “Nuestros doctores tienen una media de edad de más de 50 años y estamos perdiendo el 50% de los nuevos graduados. Alemania es la tierra prometida, pero también hay muchos doctores en Croacia, Eslovenia y Gran Bretaña”, lamenta Bozidar Kochoski, hematólogo de 35 años y miembro de la Asociación de Doctores Jóvenes, quien reconoce que las cifras de su organización son superiores a las oficiales.

Pese a que el sistema sanitario no está en un estado crítico, los gobiernos no han destinado los fondos necesarios para el mantenimiento de las instalaciones médicas o la renovación tecnológica. “La transición, que aún está en marcha, es una mezcla entre el sistema anterior y el nuevo orden político y capitalista. Todavía tiene cierta dimensión social como colchón contra la interferencia política, pero no es justo en su distribución geográfica”, explica Kochoski, quien subraya que las privatizaciones, subcontratas, bajos salarios y clientelismo han provocado que descienda la motivación para formarse y que los mejores expertos en cirugía cardiovascular terminen operando en los hospitales privados.

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Militares montan un hospital móvil junto a la sección de infecciones víricas del hospital Nena Tereza, en Skopje. M.F.I.

Conocedores de esta situación, en el departamento de infecciones víricas del hospital Nena Tereza existe una calma tensa. No parece desbordado. Según el Gobierno, la expansión del coronavirus está siendo controlada. Sin embargo, se prepara para lo peor: en un descampado frente al departamento de infecciones víricas, los militares han montado un hospital móvil. “Ningún sistema en el mundo está preparado para este tipo de crisis, pero la pandemia está bajo control. Hemos actuado a tiempo con las medidas de mitigación y mantenemos la curva estable. Sin embargo, nos faltan respiradores, personal y, como en el resto del mundo, protección. Pero vamos a mantener el número de muertes bajo. Después, tocará repensar nuestro sistema de salud”, dice confiado Kochoski, quien añade que “los datos de China indican que la gente con problemas pulmonares por el uso de tabaco o la inhalación de aire contaminado son más vulnerables”: “Sin duda, como veremos al final de esta crisis, la ratio de supervivencia será inferior en comparación con ciudades más limpias”.

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