Sociedad
El aguante de los residentes en la pandemia del coronavirus
“Nosotros somos los primeros que sabemos que ahora mismo no es momento para protestar. Pero te quema. Esto no viene de ahora, viene de muchos años", explica uno de ellos.
Una orden ministerial ha ampliado a residentes de cualquier año y de cualquier especialidad la lista de profesionales que pueden ser llamados a trabajar en la gestión sanitaria de la crisis del coronavirus. En España hay, según estadísticas del Ministerio de Sanidad, 146.678 profesionales de la medicina. De ellos, 25.577 son residentes. El Centro de Estudios del Sindicato Médico de Granada informa de que su salario, en 2018, partía desde los 1.020 euros netos que reciben los R1 (de primer año), sin guardias, a los 1.311 que cobran los de quinto (R5). Por eso suelen asumir entre seis o siete guardias. Gracias a ellas ganan entre 1.703 y 2.290 euros: “Estás casi literalmente la mitad del tiempo en el hospital”, afirma un R3 que trabaja en un hospital madrileño.
Tras la huelga que protagonizaron en el hospital 12 de octubre, en Madrid, la ratio de médicos adjuntos y profesionales en formación especializada que se ocupa de las urgencias del centro pasó a ser de 2-22 a 4-22: cuatro médicos y 22 residentes. Según fuentes del hospital, habrá un quinto médico en breve. “Nosotros somos los primeros que sabemos que ahora mismo no es momento para protestar. Pero te quema. Esto no viene de ahora, viene de muchos años. Y la única cosa que puedes hacer, más por vocación que por otra cosa, es tirar para adelante”, lamenta otro residente.
Como todos los profesionales sanitarios en esta crisis, se están dejando la piel. Los que no tienen una participación más directa se están organizando con sus compañeros. “Estamos en disposición total. Si falta alguien hay que ir. Los turnos se están reorganizando, intentando que no sean tan infernales como lo son habitualmente. De repente, hemos recordado que las guardias 24 horas son bastante inhumanas”, comenta, irónico un R4. Han aparecido, incluso, iniciativas de investigadores MIR que, confinados obligatoriamente por la cuarentena, tratan de ayudar desde sus casas en el avance de la investigación de la cura.
Son, no obstante, conscientes de su situación. «En todas las pirámides hay un eslabón más bajo. Y en el hospital somos los residentes, eso te lo puedo asegurar. Es una ley no escrita”, reflexiona uno de ellos. “Somos el último escalón en la jerarquía médica”, comparte un R2 dedicado por completo a la UCI [los residentes consultados para este reportaje prefieren que no se publiquen sus nombres para proteger su intimidad]. Todos coinciden en el desequilibrio que existe entre la enorme responsabilidad que asumen y el reconocimiento profesional y salarial que reciben: «El sistema está montado para que se sostenga sobre los residentes. Al fin y al cabo son más baratos”, lamenta uno de ellos. La crisis del coronavirus ha ahondado la brecha, pero no ha modificado sustancialmente la situación que lo precedía.
“Normalmente un R3 en el hospital tiene una supervisión relativa: si preguntas, te supervisan; pero si no, haces, haces, haces. Cambiar… tampoco ha cambiado mucho. Pero en una zona para 8 pacientes máximo te encuentras 14. Son seis pacientes extra que tienes que controlar, en un espacio en el que solía haber un adjunto y tú estabas de apoyo. Ahora, de repente, la llevas tú solo, todo el día. Son más pacientes, potencialmente graves, para menos médicos, para médicos con menor titulación”, describe una médica R3. Donde antes había un adjunto y dos R1 ahora hay un R3 y un R1. Otros residentes, sin embargo, sostienen que trabajan todos los días con pacientes críticos en equipos con un reparto casi equitativo entre facultativos y residentes.
Sus tareas, no osbstante, han sido multiplicadas por la COVID-19. “Haces labores que tampoco son normales, como revisar bombonas de oxígeno. Tú normalmente no te enfrentas a que una bombona de oxígeno se pueda estar agotando”, narra una médica. También se han disparado la tensión y la angustia. “Llegas a la guardia y te encuentras a personas que llevan 50 horas esperando una cama de ingreso; o en un área que normalmente tiene 30 pacientes, hay 50”, continúa. Esta R3 teme normalizar “que un paciente tarde tres días en ingresar”. “Eso sí que mina bastante la moral. Ves ancianos solos, sin ningún tipo de compañía porque no pueden pasar familiares. Intentas ayudarles. Tu mayor labor, a veces, es coger el móvil del señor, encenderlo, que te diga el pin y enchufarlo para que pueda hablar con alguien”.
“Es muy duro emocionalmente. Tú sabes que en otras circunstancias ese paciente habría salido, porque habría una UCI, un respirador…», explica, crudo otro médico. «Los hay que estamos más enteros y los hay que no. Somos igual de sensibles que cualquier otra persona. Hay quien llega a casa y se pone a llorar. Jamás pensamos que esto iba a pasar aquí». Algunos creen que tendrá consecuencias: “Más de uno va a colgar el fonendo”.
La realidad es que el personal médico se siente poco valorado. Y por eso se va. “El año pasado se solicitaron en el Colegio de Médicos 4.100 certificados de idoneidad para salir del país. Es el dato histórico récord de los últimos años», explica Sheila Justo, portavoz de la Asociación de Médicos y Titulados Superiores (Amyts). «En 2011 eran 1.000. Los países europeos nos ofrecen grandes garantías a los médicos, tanto contractuales como salariales –continúa la portavoz de Amyts–. Tenemos muy buena prensa, muy buena fama, tenemos un sistema ejemplar y los médicos que se forman en España son catalogados como de los mejores del mundo. Tendrán que ver cómo se está tratando a los médicos en España. Se convocan oposiciones con muy poca frecuencia, no se estabiliza en el empleo y la carrera profesional se restringe”.
Los MIR de último año: adjuntos oficiosos con salario de residente
La ampliación de la orden ministerial menciona, en su apartado cuarto, una circunstancia que se está produciendo en muchos hospitales: los residentes de último año están actuando como médicos adjuntos. En circunstancias normales estarían a menos de dos meses de serlo oficialmente. Sin embargo, la situación está generando una brecha paradójica: los profesionales que están ejerciendo como adjuntos son los que van a alargar más su periodo de residencia. Atendiendo a esta circunstancia, el ministerio ha instado a las comunidades a ajustar los salarios que perciben a las funciones que efectivamente realizan. Es decir: quien esté asumiendo las funciones de un médico adjunto debe cobrar como tal. Algunas comunidades autónomas, como Galicia, Castilla y León o Castilla-La Mancha, ya habían anunciado previamente su intención de hacerlo.
La portavoz de Amyts aplaude la iniciativa. Cree que es una forma de reconocer la realidad y premiar su esfuerzo. «Nadie en la carrera nos prepara para asumir una crisis de este calibre. En Ifema, por ejemplo, los R4 y los R5 están siendo supervisores, incluso, en situaciones en las que hay médicos adjuntos. Intercambian información como especialistas. Muchos de ellos están trabajando sin descanso», concluye.
Uno de los residentes consultados comparte su visión. “Se está aprovechando que los R4 o R5 somos personas muy formadas, que mal que bien podemos sacar adelante el trabajo de un adjunto. Ya hemos pasado por mucha experiencia y sabemos sacar las castañas del fuego. La experiencia es casi todo en medicina”, resume. Considera, sin embargo, que el ministerio no está valorando este bagaje: “No tenemos ninguna garantía de que cuando termine ese periodo nos vayan a contratar automáticamente”.
La enfermería: la eterna olvidada
La ratio de profesionales de enfermería en periodo de formación especializada, según datos de Sanidad, es mucho menor. De las 182.000 que integran el sector tan solo 2.000 son residentes. Eso no justifica, no obstante, algunas contradicciones. Por ejemplo: que el salario de las trabajadoras que se incluyen en el decreto del BOE (las integradas en las especialidades de Enfermería del Trabajo, Enfermería Familiar y Comunitaria, Enfermería Geriátrica y Enfermería Pediátrica) suponga, prácticamente, la mitad del de sus compañeras generalistas. El Colegio de Enfermería ha denunciado esta situación y pide que se contrate directamente a las R2 sin prolongar su residencia.
Mónica, R2, lo califica como “una putada”. Los salarios de las EIR no llegan a los 1.000 euros: la media nacional es de “969,27”. Sus guardias, además, también, son peor pagadas. “Yo llego a los 1.300 mensuales porque hago guardias. Cualquier otra enfermera gana 1.500 euros de base más los complementos. Se supone que cobramos menos porque estamos en formación. Yo estoy trabajando igual que cualquier otra compañera. Exactamente igual que la de al lado”. Si las comunidades cumplen con la orden del ministerio, este desequilibrio debería verse compensado, al menos, durante el estado de alarma.
Las enfermeras, a diferencia de los médicos, no necesitan pasar por un examen de EIR para ejercer una especialidad. Lucía, EIR R1 de Asturias, lo critica. “No tiene nada que ver los cuidados de un bebé, con los de un enfermo de cirugía, con alguien de psiquiatría por ejemplo. Se pide que enfermería valga para todo y no es así porque es humanamente imposible, necesitas muchísimos años para dominar cualquier tipo de paciente”.
“Tu haces cuatro de carrera y puedes acabar en absolutamente cualquier sitio: en urgencias, en una UCI, en una planta de geriatría, en neonatos, en diálisis…”, confirma Mónica. “Hay servicios que necesitan formación especializada. Las UCI, el quirófano, familia comunitaria (atención primaria)… No es que queramos que sea todo obligatorio, pero hay una parte que puede ser generalista y otra que no puede serlo”.Esta enfermera se siente valorada por “la población” pero no “por las instituciones”. “Para ellas soy un numerito, que les encaja. Mi especialidad (familia comunitaria) no tiene un reconocimiento oficial por la Comunidad de Madrid, ni bolsa específica de trabajo. Tampoco en muchas otras”. Dice que esto se debe a que la enfermería “siempre ha sido como la hermana pequeña de la medicina, cuando no debería serlo” Sostiene que esto se debe a que es un oficio desarrollado principalmente por mujeres. Las cosas que hacemos nosotras se reconocen menos”. Y concluye gráficamente: “A veces me asomo a la ventana y pienso: si esta gente supiera lo que está aplaudiendo…”.