Opinión

Carta a mis padres… aún vivos

"Papa, mama, ¿qué os voy a contar yo de crisis mortales? Nos vemos dentro de unos domingos para comer todos juntos ese plato de huevos rellenos tan rico y esa ensaladilla rusa con el nombre de mi hermano escrito con pimientos".

Si algo hemos aprendido de las películas de guerra, y por lo que nos dicen unos señores muy marciales y muy uniformados estamos en una –guerra, no película-–, si alguien escribe una carta a sus padres tiene todas las papeletas para caer fulminado en los siguientes minutos.

Voy a desafiar ese cliché, voy a escribir una carta a mis padres… aún vivos.

Queridos mama y papa, ¿qué pasa?

Nunca os he llamado por vuestros nombres, María de los Ángeles y Victoriano, y somos mayores todos para empezar ahora, así que no lo voy a hacer.

Papa y mama, ¿qué os voy a contar yo a vosotros de crisis mortales? Vosotros que habéis sobrevivido a una postguerra, a la polio, a abandonar vuestros pueblos y familias para buscaros la vida, a varias crisis económicas salvajes, al aceite de colza, a unos jefes lameculos, al paro, a las sobredosis y a la delincuencia en el barrio, a las cada vez más numerosas pérdidas de familiares y amigos.

Tampoco os voy a dar ningún consejo para pasar mejor este encierro, ya tenéis un máster, de los de verdad, criando a cuatro hijos, con sus respectivas adolescencias, en un piso de menos de cincuenta metros cuadrados y además con el bonus extra, durante años, de un abuelo rebelde que desafiaba a los coches cruzando por cualquier sitio al grito de: «Atropéllame, tienes tú más que perder que yo».

Mama, papa. Esta es la última vez que os pido quedaros en casa.

Vosotros ya os habéis quedado en casa suficiente, os habéis quedado en casa por encima de vuestras posibilidades. Os habéis quedado en casa en vez de salir a cenar, al cine, al teatro, de fin de semana…y lo habéis hecho para que nosotros pudiéramos salir, comprar libros, ir a conciertos, de fiesta, de viajes de fin de curso, de vacaciones al extranjero; incluso, por primera vez en la familia, ir a la Universidad.

Ahora nos toca a todos quedarnos en casa por vosotros, ¡qué menos!

Papa, mama, os escribo esta carta porque ya sabéis que somos una de esas familias que no se dicen demasiado –casi nunca– lo que sienten, que no expresan sus sentimientos. Y esa es una de las cosas que tenemos que cambiar.

Tenemos que abrirnos más, abrazarnos y besarnos más, tenemos que juntarnos más, salir más los domingos a comer, sin tener luego que fregar, «a mesa puesta», tenemos que volver a ir juntos de vacaciones a la playa, en septiembre por supuesto, «más tranquilo y más barato».

Tenemos que cambiar a partir de ahora muchas cosas, nosotros y todo el mundo, y quiero que viváis para vivirlo, para ver cómo lo viven vuestros nietos.

Quiero que el final de vuestras vidas sea el principio de algo mejor para todos, algo más colaborativo, menos egoista, más humano, menos raro, que este liberalismo salvaje que nos está matando, literalmente.

Tenemos que acordarnos de todo lo bueno y todo lo malo que estamos viviendo, para que, como cantan Viva Suecia, decir más veces «Te deseo lo que te mereces».

También tenemos que mantener cosas, nuestras costumbres familiares: que nos volváis a contar las mismas anécdotas y chistes de siempre y que nos vuelvan, cada vez, a hacer casi la misma gracia que la primera vez, que nos avergoncéis sacando nuestras fotos de adolescentes –esas pintas– del álbum familiar, que sigáis dándonos la paga treinta años después, que no queráis usar la vajilla ni la ropa buena reservada para las ocasiones especiales.

Mama, papa, quiero que mantengáis vuestras convicciones, que sigais estando orgullosos de vuestro barrio, de vuestros hijos, de nuestra educación, de haber criado «buenas personas», de haber entendido nuestras maneras de vivir.

Que tampoco os quiero quitar más tiempo, que tendréis que ver, como cada día, los concursos en la tele.

Nos vemos dentro de unos domingos para comer todos juntos ese plato de huevos rellenos tan rico y esa ensaladilla rusa con el nombre de mi hermano escrito con pimientos, para tomarnos la cerveza y el aperitivo con la vajilla buena y, por esta vez, poneos el vestido y el traje de las bodas.

Que tenemos mucho que abrazarnos y que contarnos, como que vuestra hija cajera de supermercado se ha convertido en una superheroína de barrio, y tenemos que ver juntos los vídeos de vuestra nieta trasteando en casa.

Hasta ese próximo domingo que tenemos mucho que celebrar, que celebrarnos.

Vuestro hijo que os quiere, ya lo he dicho.

Postdata:

Dicen que los reyes son los padres, yo os digo, ya quisieran los reyes ser mis padres, nuestros padres.

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Comentarios
  1. Es precioso y que razón tienes ,yo no tengo padre pero echo de menos el tomarme un café con mi madre después de venir de las viñas ,pero pronto pasará yo esto que nos ha tocado vivir un saludo y mucha suerte

  2. Hola a todos los que estéis leyendo este comentario. La carta de un hijo a sus padres vivos me ha hecho llorar, es una pena que tengan que pasar desgracias para darnos cuenta de que se demuestra poco amor a la familia y al ser humano en general, me gustaría que lo que estamos pasando sirva para que cambiemos pero no sólo una semana sino para siempre.
    En ésta época de tantos problemas económicos, los abrazos, besos y te quiero, son lo único que no cuesta dinero.

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