Opinión

Neoliberalismo vírico: vencer el egoísmo

"Ni siquiera hablo de empatía ni de ponerme en la piel de nadie, simplemente de que mis decisiones no jodan al resto", escribe el autor

Un chico hace una foto al cartel de una farmacia de Barcelona que informa sobre las mascarillas. REUTERS / NACHO DOCE

Creo que la mayoría hemos pasado por varias fases desde que empezamos a conocer la expansión del coronavirus. La primera, en mi caso, fue de mucha tranquilidad. Con 24 años y sin ningún tipo de dolencia previa, el virus sería para mí como un catarro. Fue la reacción de la mayor parte de mi entorno; no había sensación de miedo e incluso nos podíamos permitir banalizar con la situación puesto que el COVID-19 solo afectaba de una forma grave a personas de edad avanzada y todavía se estaba concentrando en China.

Era la fase del egoísmo, la del “como a mí no me va a afectar, me da igual lo que le pase al resto”. Prácticamente un darwinismo sanitario, la individualidad en tiempos del coronavirus. El ejemplo de lo que llevamos haciendo décadas: mirar por nuestro bien sin preocuparnos un ápice del que está al lado. Neoliberalismo vírico.

Cuanto más se acercaba el virus más conscientes éramos de la gravedad real de la situación. Pero ahora, el egoísmo pasaba al plano material; acaparar para mí y para los míos, ya fuesen mascarillas, papel higiénico o comida. De forma irracional, sin pararnos a pensar ni un segundo en el porqué ni en la necesidad de nuestras acciones, solo mirándonos el ombligo y que se muera el resto. Ese “no te la juegues” que proponía Uber Eats hace unos días.

Frente a esta histeria que todavía se mantiene, estoy en la fase de pensar en lo colectivo y no en lo que a mí me conviene. Podría salir a la calle, montar en transporte público o ir al gimnasio. Si me contagian da igual, soy joven y no me va a pasar nada. Podría salir de Madrid e irme a mi tierra. No convivo con personas mayores, no tengo que preocuparme ni por mí ni por los míos, pero creo que es el momento de levantar un poco la cabeza y mirar al resto. Ni siquiera hablo de empatía ni de ponerme en la piel de nadie, simplemente de que mis decisiones no jodan al resto. No hablo de ponernos a cuidar a los hijos e hijas de quienes tienen que trabajar –un debate que debemos abordar, por cierto– sino de que nadie se tenga que cuidar más de la necesario porque mis decisiones entrañen un peligro.

Podría comprar más de lo que compro generalmente –aunque tampoco mucho más, porque hasta en una cuarentena los pobres seríamos los primeros en caer– pero es algo innecesario desde un punto de vista racional. Creo que la palabra que estoy buscando es solidaridad. Solidaridad con quien vaya al supermercado a comprar un paquete de pasta y se encuentre con el estante vacío porque tú y otros tantos como tú habéis decidido comprar tres para cada uno “por si acaso”. Solidaridad con quien necesita una mascarilla por prescripción médica pero no consigue ninguna porque tú tienes el cajón lleno. Solidaridad con quien no puede salir de casa pero no puede hacer la compra por Internet porque los servicios están saturados de pequeñoburgueses que no quieren doblar la esquina e ir a por lo que necesitan para los próximos dos o tres días.

Empecemos a aplicar los conocimientos que estamos aprendiendo con esta crisis en otros aspectos de nuestra vida: cuando determinados discursos te digan que tenemos que odiar al que viene huyendo del terror o cuando creas que hay que recortar en sanidad o en educación pública porque tú tienes un seguro privado. Que no sea tanto tú ni tanto yo y que sea más un nosotros, un nosotras. Podemos vencer el egoísmo.

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Comentarios
  1. PODEMOS, PERO VA A SER DIFICIL CONCILIAR LA SOLIDARIDAD CON LOS «VALORES» DEL CAPITALISMO.
    VIVIMOS EN LA ORBITA DEL CAPITAL QUE TE INCULCA CONTINUAMENTE Y POR TODOS LOS MEDIOS EL EGOISMO Y A COMPETIR EN LUGAR DE A COOPERAR.
    EL CAPITAL PARA EXISTIR NECESITA DE LA INCONSCIENCIA Y DEL EGOISMO.

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