Los socios/as escriben
‘Las tres revoluciones que viví’. Capítulo 12.
Decimosegunda entrega de la serie distópica de Alejandro Gaita 'Las tres revoluciones que viví'.
Tras la última temporada de lluvias fuertes acabé mi fase de capacitación en Nezahualcóyotl y estoy de vuelta en NTec, huyendo del ruido. ¡Qué descanso! Me han ofrecido volver al que fue mi cuarto, pero ahora lo está ocupando Ixchel, así que prefiero compartir cuarto con Rosario. Estamos teniendo… algo. No sé qué nombre ponerle. Algo bonito. Cuando está conmigo, me pierdo en sus ojos. Cuando no está, trabajo alegre imaginando que en cualquier momento pueda venir y abrazarme por la espalda.
No solamente es elle: todos los míos se alegran de verme, claro, y yo a ellos. John y Louise han tenido un chamaquito precioso. Me alegro mucho por ellos. Y la chamaquita de Citlalí y Tonatiuh está creciendo encantadora y despierta.
Ahora estoy con el grupo de la Enciclopedia Libre, para leer, porque tengo mucho que aprender, y a veces la mejor forma de asimilar lo que una lee es escribir sobre ello. En la EL estoy aprendiendo más física y más ingeniería de la que había sabido nunca. Voy a necesitar todo esto y más para diseñar los pulsos con los datos de entrada y detectores para los datos de salida, y toda la ingeniería intermedia que será necesaria para sincronizar las señales. Un montón de mecánica y electrónica, con discos cortadores de haz y amplificadores en cascada. Busco hacerlo todo con tecnología robusta, del siglo XX, fácil de mantener. Tecnología con huella de carbono relativamente baja, que es lo que necesitamos.
A veces me vence la congoja. Nací y me crié en la supuesta tierra de la libertad. Por un acto de libre responsabilidad, renuncié a todos mis sueños de infancia ¡renuncié a mi mamá! y me cerré todas las opciones menos la de huir. Me vine a una sociedad anarquista, con todas las posibilidades abiertas otra vez, y en esta etapa de mi vida me encuentro con que otra vez estoy renunciando a todas las opciones. ¿Es esto hacerse adulta, renunciar a todo una y otra vez? Me estoy encajonando a mí misma con este proyecto tan a largo plazo. ¡Y va tan lento! Pero ¿qué voy a hacer? Me da pánico la irresponsabilidad de abandonar mi proyecto vital sin un motivo, porque en realidad sí estoy avanzando. Por una cosa o por la otra, paso malas noches, estoy nerviosa, me araño los tobillos, pongo las sábanas perdidas de manchas de sangre. Me da vergüenza, pero no soy capaz de evitarlo.
Escuela comunitaria de NTec, primavera de 2067
Ya se ha ido la última estudiante. He quedado yo en el aula, sola, tranquila, satisfecha y agotada. Y ventilando, porque hoy hemos dejado una jauría de olores que no se la deseo a nadie.
Yo de maestra en la escuelita comunitaria, quién me lo iba a decir. No me siento igual que los años que investigué en la Universidad Libre o cuando estuve escribiendo en la Enciclopedia Libre, pero la verdad que también me sirve para aprender. Sobre todo porque, para no ser un tequio, se vive como una labor con una utilidad social inmediata. Lo ves cada día en la sonrisa de los ojos cuando amanece la idea para resolver un problema. O en cómo crecemos juntos, rápidos como tallos de maíz, en los días buenos, cada vez que entendemos mejor un concepto difícil. Me viene bien porque me agobia bastante el estar apostando todo mi esfuerzo vital a un proyecto de investigación que es tan a largo plazo.
Llevo poco tiempo, pero creo que el suficiente para decir que soy bastante mala maestra. No tengo paciencia, ni con los niños ni con los adultos. O con les adultes, debería decir, porque tengo a Rosario en clase. Es muy inteligente (y no es que yo sea tonta que digamos). A ver si aprende algo de física. A cambio, cuando estamos juntes en el agro, quitando malas hierbas, elle me cuenta cosas de su especialidad y su pasión, que es la organización social.
Las guardias son una experiencia nueva. Consideramos que la escuela es un servicio primario, como la biblioteca, la clínica, la brigada de mantenimiento o la radio comunitaria, así que hacemos guardias para mantenerla abierta día y noche. Es verdad que se suaviza la actividad en las horas de oscuridad, pero es bonito estar siempre disponibles para quien quiera venir a aprender con nosotres. Al ser cara al público, es un ambiente muy distinto del entorno académico que se vive en la Universidad o en la Enciclopedia. De todas formas, hay condiciones de trabajo más difíciles que la escuela, tampoco me quejo. Los artistas, como el grupo del coro o el de teatro, que casi solamente pueden trabajar juntos, o el círculo de escritores, que casi solamente pueden trabajar por separado.
Conforme platicar con Rosario me ayuda a asimilar herramientas de análisis social algo más sofisticadas, me estoy dando cuenta de que hay una competición un poco rara entre colectivos. Primero pensaba que era cosa de Nezahualcóyotl, pero ahora veo que en realidad en NTec es lo mismo, solamente que antes no tenía ojos entrenados para saber verlo. Cada grupo busca el prestigio de su actividad productiva, al menos entre las que tienen que ver con la producción de conocimiento, que son las que conozco por dentro. La EL quiere ser más importante para la sociedad que la UL, y ambas más que la capacitación para el servicio industrial. Y se extiende fractalmente hacia arriba y hacia abajo: dentro de cada rama, unos departamentos de la UL quieren quedar como mejores que otros, y dentro de cada colectivo muchas personas buscan quedar como la mejor facilitadora. Y nadie quiere quedar como un vago, un inútil, o un abusador. No sé si es un problema social, o un problema natural. Si hay solución, será social, eso seguro.