Sociedad

José Luis Gordillo: “Las guerras modernas no se declaran”

El profesor de Filosofía del derecho, experto en movilizaciones ciudadanas, advierte de la deriva autoritaria y liberticida que han normalizado las leyes antiterroristas aprobadas tras el 11S.

Soldados franceses de la misión Barkhane registrando una casa tuareg en la región de Gourma, Mali (REUTERS/Benoit Tessier)

José Luis Gordillo (1959) es doctor en Derecho, profesor de Filosofía del Derecho de la Universidad de Barcelona y experto en movimientos sociales, desobediencia civil y objeción de conciencia, entre otras cuestiones. Conversamos con él en la cafetería Zurich, junto a la barcelonesa Plaza de Catalunya. El tono quedo con el que elige cuidadosamente las palabras no le resta vehemencia a sus afirmaciones, tan preocupantes como coherentes con la involución ideológica de los últimos años que describe. Desde el autoritarismo que se está implantando en los gobiernos occidentales a través de reformas legislativas, pasando por su relación con los discursos de la extrema derecha o las vías que tiene la ciudadanía de enfrentarse a un mundo cada vez más conflictivo y violento.

P. El fenómeno de los chalecos amarillos en Francia ha confluido con la masiva movilización contra la reforma del sistema de pensiones, que se ha transformado en una enmienda a la totalidad del sistema. ¿Qué lecciones podemos extraer de un ejemplo tan cercano como el francés?

R. La movilización de los chalecos amarillos tuvo su origen en el aumento del precio del diésel, un detonante que se va a repetir en el futuro porque tenemos la obligación moral de cambiar nuestro modelo energético para combatir la crisis climática. La Agencia Internacional de la Energía ha advertido que en seis años habrá un declive muy pronunciado en el acceso al petróleo, por lo que se encarecerá. Como consecuencia, surgirán nuevos conflictos porque toda actividad económica consume energía y sin ella, nuestras sociedades no funcionan. Habrá que imponer un racionamiento energético y eso será explosivo socialmente. 

P. ¿Y cómo cree que va a evolucionar la respuesta ciudadana a estos nuevos conflictos? 

R. Puede haber varias respuestas. Una, la del ‘nosotros solos’: vamos a buscar nuestra solución rompiendo los lazos de solidaridad. Sería la Ética del bote salvavidas del biólogo estadounidense Garret Hardin, que a principios de los años 90 expuso que ante la crisis energética los países tendrán que optar por el sálvese quien pueda. Es más, sostenía que no había que prestar ayuda de emergencia a las personas afectadas por las hambrunas. Una reacción muy bestia que es el preludio del ecofascismo. En un mundo de recursos escasos y agotables, podemos repartirlos igualitariamente y asegurar un mínimo a todo el mundo o luchar por acapararlos. 

Y los centros de poder occidentales ya son conscientes de que va a haber problemas y de que hay que prepararse. 

P. ¿Cómo se están preparando?

R. Hay una corriente que comienza tras el 11 de septiembre de 2001, con el discurso de la seguridad versus la libertad por el que se aprueban unas medidas que aumentan el poder de los gobiernos y la policía y restringen las libertades. Es una tendencia general en todo Occidente. La OTAN exige que los gobiernos hagan reformas legales en este sentido, en la UE se aprueba la definición común de terrorismo y a partir de ahí todo se justifica en pos de la seguridad. Es el discurso de las dictaduras: todas se han justificado sosteniendo que defienden el orden y la seguridad, y que por ello restringen las libertades. Son discursos muy autoritarios: en aras de vuestra seguridad tenéis que prescindir de derechos y libertades y darle más poder de vigilancia sobre vuestras vidas a las policías.

Es el retorno del derecho penal de autor que castiga por lo que eres, no por lo que haces. Por eso se establecen perfiles de personas que se entienden que son socialmente peligrosas y que, por tanto, han de ser vigiladas y, eventualmente, reprimidas con antelación incluso antes de que hagan algo. 

Es la Ley de peligrosidad del franquismo, de los nazis o de Stalin. No se trata de que hayas hecho algo sino de que tu etnia, ideología, personalidad o religión son consideradas peligrosas.

Tras el 11S hay una criminalización del islam a través de un discurso muy esquemático: todos los musulmanes son unos fanáticos porque el islam es una religión de fanáticos y el fanatismo lleva al terrorismo. Ergo, cuidado con los musulmanes porque todos pueden llegar a ser potencialmente terroristas. No es lo que declaran oficialmente los presidentes de gobierno, aún, pero es el discurso de los partidos de extrema derecha, que tienen en común la islamofobia. Estamos volviendo a modelos penales de los años 30. 

La UE aprobó dos documentos en 2010 en los que el Consejo Europeo, es decir, todos los jefes de Estado, acordaban que había que vigilar, sin necesidad de informarles, a aquellas personas que emitían discursos que incitaban al odio, la radicalidad. 

Las guerras modernas
José Luis Gordillo

P. Pero esto viola el derecho a la privacidad de las comunicaciones y a la libertad de pensamiento y de expresión…

R. Sí, y en un documento anterior se especificaba quiénes eran las personas sospechosas: los grupos de extrema izquierda y derecha, nacionalistas, religiosos y antiglobalización. 

En España, se tradujo también en la reforma del código penal de 2015, que incluye un delito de incitación al odio y al terrorismo y meten todo ese discurso de prevenir la radicalización… ¿Cómo la previenes, si es un fenómeno ideológico, sin controlar la ideología de la gente? Son discursos muy liberticidas.

P. Uno de los temores que tienen en lugares como Chile es que la extrema derecha aproveche las protestas para enarbolar la necesidad de instaurar el orden y, así, ahondar en los recortes de derechos.

R. Es la característica de los Estados de excepción. Todas las constituciones preven unos supuestos como el estado de alarma, de excepción y de guerra. La característica común de todos ellos es la suspensión de todos los derechos fundamentales. En España se aplicó el Estado de alarma en 2010 con la huelga de los controladores aéreos. Se les suprime el derecho a la huelga y, en caso de desobediencia, podían ser juzgados por delito militar.

P. Todas estas legislaciones antiterroristas son también una forma de normalizar la represión propia de una situación de excepción sin necesidad de declararla. 

R. Tras los atentados de 2015, Francia estuvo tres años en estado de urgencia. En 2018, incorpora acciones antes restringidas al estado de excepción a una nueva ley antiterrorista, como que la policía pueda entrar en domicilios sin orden judicial, y ya no necesitan declararlo. Eso, en la patria de los derechos humanos. El espíritu de los tiempos va por ahí.  

P. Ver las calles de París, Bruselas o Roma con presencia militar de manera cotidiana ayuda a esa normalización del estado de excepción.

R. Y eso también está en los tratados de la Unión Europea, que los Ejércitos pueden luchar contra el terrorismo dentro y fuera de sus fronteras.

P. En términos de filosofía del derecho, ¿cómo describiría esa tendencia hacia el ecofascismo que se atisba con el auge de gobiernos populistas de extrema derecha?

R. Hay una deriva autoritaria, pero es difícil atisbar su alcance porque las conquistas en términos de derechos se van a mantener mientras la gente las defienda. En Francia, por ejemplo, el estado de emergencia permitía prohibir manifestaciones, pero la ciudadanía siguió convocándolas y reafirmando así ese derecho. Es una batalla de avances y retrocesos, los derechos se logran y se defienden porque no hay conquistas para siempre. 

Hay que tener presente que los regímenes occidentales son oligarquías burocráticas con reconocimiento de derechos y libertades y la celebración de elecciones libres periódicamente. Pero desde 2001, cada vez se da más poder a la policía y se restringen derechos. Los presos de Guantánamo consiguieron al final poder recurrir a un tribunal, un derecho que inicialmente se les negaba porque no estaban en territorio estadounidense. Tampoco se les aplicaba el derecho internacional porque Estados Unidos decía que eran combatientes ilegales, por lo que no les aplicaban el protocolo de Ginebra para prisioneros de guerra. Guantánamo representa la arbitrariedad absoluta y es hacia donde vamos.

P. ¿Y cómo ha evolucionado lo que se entiende por violencia en estas dos décadas de retroceso autoritario? ¿Cómo se ha conseguido que quemar contenedores de basura, como hacían los trabajadores de los Astilleros o los mineros en sus protestas, se considere ahora terrorismo?

El discurso securitario ha conquistado los corazones y las mentes de buena parte de la gente. Según la definición de terrorismo de la UE, la destrucción masiva de propiedad pública o privada, realizada con unas intenciones determinadas, como destruir las infraestructuras económicas y políticas, es terrorismo.

La reforma del código penal de 2015 es brutal. Hay un artículo que define la colaboración con el terrorismo en el que se plantea que una persona que haya dado una información que pueda servir después para la comisión de un atentado puede ser acusada de este delito. Esto es muy amplio e impreciso. También se redefinen las finalidades, porque el terrorismo son delitos comunes que se diferencian por la finalidad.  Antes era subvertir el ordenamiento español o la paz pública. Ahora se amplía a obligar a un gobierno a tomar una decisión, querer destruir las estructuras, aterrorizar a una población… De esta manera se justifica el discurso de vigilar la radicalización de aquellos que predican esas finalidades.

Y tenemos el artículo 579 sobre incitación al terrorismo, que hace una especial mención a los docentes. Yo estoy en clase, explico algo, alguien que me escucha sale y pone una bomba y pueden venir a detenerme porque él haya dicho que ha puesto una bomba porque yo he dicho no sé qué. Esto es muy peliagudo.

P. Y luego está el delito de incitación al odio que también es muy controvertido.

R. Es lo mismo, porque yo digo algo y la gente se puede poner a odiar algo. Los penalistas garantistas los llaman delitos de sentimientos. Es como el enaltecimiento del terrorismo, otro delito que deriva en que puedas hacer un chiste sobre Carrero Blando en Twitter y te acusen de enaltecer el terrorismo.

Hay que tener cuidado con los delitos que se incorporan con argumentos progresistas como combatir la discriminación racial, la homofobia… A la izquierda le suena bien, pero tiene una vuelta y, por ejemplo, un discurso sobre la lucha de clases puede ser interpretado como incitación al odio. Hay que defender la libertad de expresión y combatir el racismo y la homofobia intelectuales por la vía intelectual. Y a las agresiones, policialmente. Rosa Luxemburgo decía que la libertad es siempre la libertad del que no piensa como tú. Y además, a los fascistas hay que dejarles expresarse libremente porque esa es la garantía de que tú también puedes hacerlo.

Esta penalización de expresiones es muy negativa, una pendiente deslizante. Además, una vez que la has metido en la normativa, es muy difícil sacarla porque te vas a enfrentar con la derecha y con determinados sectores de la izquierda.

Aquí en Barcelona se asaltaba una librería nazi. Me parece deleznable que vendan libros de exaltación del nazismo, pero es libertad de expresión. Mientras hagan eso…

P. ¿Nos adentramos en una década más violenta que la anterior? 

R. En un principio sí, estamos en un periodo histórico que puede ser muy convulso. Las previsiones sobre las consecuencias del cambio climático y de la Agencia Internacional de la Energía nos dicen que va a ser una etapa muy conflictiva.

P. ¿También se está redefiniendo las formas de rebeldía?

R. Cuando haces una revolución, que significa poner en cuestión todo lo que existe, si la ganas, pasas a ser héroe nacional. Si no, te fusilan o te encierran. Todas las revoluciones han sido consideradas golpes de Estado por sus enemigos y los golpes de Estado, revoluciones por parte de quien los apoya. Depende de cuál sea tu bando y a quién afecta sus intereses.

P. Y también estamos viendo nuevas formas de guerra en las que nuestros países participan sin que la ciudadanía sean consciente, a menudo bajo el paraguas del combate al terrorismo islamista.

R. Los soldados franceses están en Mali sin que nos planteemos que hay una invasión. Las guerras modernas no se declaran. Jurídicamente tiene mucha importancia la declaración por sus consecuencias jurídicas, por eso se evita.

P. ¿Y qué puede hacer la ciudadanía frente a este desalentador escenario?

R. Recuperar los vínculos de solidaridad, la actividad comunitaria, que la gente confíe en la capacidad de hacer cosas juntos, de saber llevar bien las diferencias… Para los tiempos que vienen es muy importante que no se rompan los vínculos sociales, que no vayamos al individualismo extremo.

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Comentarios
  1. el capitalismo depredador es el que si le dejamos nos mandara a una muerte segura porque no podremos ni beber un vaso de agua, ni comer una zanahoria , ni respirar porque no quedara nada vamos derechos hacia el muro y en vez de frenar vamos acelerando!!!

  2. No se necesita ser muy avispados para entender que el terrorismo está programado y provocado desde las mismas entrañas de este global sistema demencial, exterminador, depredador, de esta genocida dictadura del capital; pero hay mucha manipulación, y mucho y calculado entretenimiento y evasión por medio y la gente se deja aborregar…
    Lo mejor que puede hacer la ciudadanía frente a este desalentador escenario es no dejarse manipular y tener claro que la alternativa a la dictadura del capital, que ha llevado a la agonía al Planeta y a la muerte o a la precariedad a millones de sus hijos, la alternativa es la propia vida.
    «No Sociedad. El Fin de la Clase Media Occidental»
    https://www.youtube.com/watch?v=V5HrKYrsJUs&feature=youtu.be

  3. ¿Ecofascismo? ¿Qué eso? Suena a países republicanos como Estados Unidos, Francia o Brasil contaminando como locos y echándole la culpa a Hitler y Mussolini. Como lo del racismo, que ahora resulta que Estados Unidos tenía esclavos en los siglos XVIII y XIX por culpa de los nazis.

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