Sociedad

(Des)protección pública de islas privadas

Tanto en las Islas Baleares como en el archipiélago canario se dan ejemplos del fracaso de la Administración en estos espacios

Las Pitiusas se sitúan en el mar Mediterráneo y constan de dos islas, Ibiza y Formentera, y numerosos islotes, como Espalmador, Espardell, etc. IMAGEN DE SATÉLITE DE LA NASA

Relato de Lady Distopí publicado en el dossier de #LaMarea71: ‘¿De quién es España?’ (julio-agosto de 2019). A la venta aquí

«Nosotros consideramos que esto tiene que acabar en manos públicas”. Esto es la paradisíaca isla de S’Espalmador, en Formentera, y quien habla –en un reportaje emitido en TVE–, es Norman Cinnamond, uno de sus copropietarios hasta 2018, cuando fue vendida a una familia luxemburguesa por 18 millones de euros. La familia Cinnamond la compró en 1932 a otro propietario por 42.500 pesetas. “La gente se pasea por las dunas, utiliza la isla de una forma, yo diría, que inadecuada”, criticaba Cinnamond en el mismo reportaje. El islote, de 137 hectáreas –con casi tres kilómetros de largo y menos de un kilómetro de ancho– está enclavado en el parque natural de Ses Salines de Ibiza y Formentera. El consell y el gobierno balear pidieron ayuda al gobierno central para adquirir el espacio, pero no llegaron a ningún acuerdo. Ese mismo año, un empresario cubano-estadounidense compró por 3,2 millones de euros la l’Illa de’n Colom, junto a Menorca, un espacio que forma parte del Parque Natural de S’Albufera des Grau.

No existen muchas islas privadas en España, pero la mayoría cuenta con alta protección y ese es el principal problema que señalan los grupos ecologistas, que pelean por su conservación. Uno de los casos más conflictivos se da en la isla de Tagomago, a 900 metros de Ibiza. Según publicó eldiario.es, pertenece a una familia austríaca, relacionada con la nobleza centro europea, aunque la gestiona el empresario Matthias Kühn, asiduo de la prensa rosa junto a su pareja, Norma Duval. En idealista.com la describen como una superficie de 600.000 m2 que dispone de tres construcciones: una villa, un club y un faro. Para acceder a la isla se puede hacer tanto por barco como por helicóptero. Alquilarla por una noche cuesta 20.000 euros, indica el portal inmobiliario. En 2009, los agentes medioambientales del Govern balear denunciaron unas obras. Kühn fue condenado a seis meses de prisión y a 18 meses de multa con cuota diaria de 10 euros por ejecutar las obras sin licencia. La sentencia fue recurrida y aún no ha sido resuelta.

En el archipiélago canario también hay islas privadas. Un ejemplo que ha llevado a enfrentamientos en los tribunales por las leyes de protección es Alegranza, propiedad de Enrique Jordán, dentro del archipiélago Chinijo junto con Montaña Clara, de los herederos de Mariano López Soca, exprocurador de las Cortes franquistas. «Casi treinta años después, la conservación del espacio natural que alberga la mayor biodiversidad marina de Canarias, las poblaciones de aves marinas, rapaces y aves amenazadas de Canarias y una de las zonas más importantes de Europa en concentración de especies endémicas de flora, sigue en peligro, pese a que durante estos años se le hayan sumado más figuras de protección, tanto regionales, nacionales como internacionales, como la última de Geoparque», avisó el grupo ecologista WWF en una de sus advertencias, esta en 2015.

Un año después, el Tribunal Superior de Justicia de Canarias, en una sentencia posteriormente confirmada por el Supremo, anuló el Plan Rector de Uso y Gestión, impugnado por Jordán. Los tribunales consideraron que al no existir Plan de Ordenación de Recursos Naturales del Archipiélago Chinijo, la declaración de parque natural quedaba “sin eficacia”. Estos planes de recursos naturales, según la sentencia y recogió Diario de Lanzarote, debían aprobarse, como muy tarde, un año después de la declaración del espacio natural protegido: “Lo realmente lamentable es que después de transcurridos lustros de su declaración no se cuente con el documento básico vertebrador de la protección exigida por la normativa básica y europea para estos espacios naturales”. El Gobierno alegó, infructuosamente, que la declaración formal del espacio natural era suficiente ya que se había producido con anterioridad a la entrada en vigor de la ley, y para ello estaba el Plan Insular de Ordenación de Lanzarote.  


INCORDIO | Destronar a Poseidón o el dominio sobre las aguas, por Ana Carrasco-Conde

“Panta plere theon” (“Todo está lleno de dioses”). Eso, al menos, es lo que, según se dice, sostuvo Tales de Mileto, el mismo que hizo del agua el elemento principal del cosmos. ¿Cuáles son los dioses de los que hoy todo está lleno, si además, según Nietzsche, Dios ha muerto? Ni Tales ni Nietzsche, con toda la distancia temporal y, sobre todo, epocal que los separa, entendían por “dioses” lo que nosotros creemos entender por tales. En Grecia en un principio lo divino no era relativo a “un dios”, sino a la condición misma, activa, dinámiva, viva, de estar siendo y que vinculaba cada cosa con el todo (‘to theion’). Si para los griegos no había un cielo, por mucho que se hable del Olimpo, lo divino estaba en este mismo mundo, el mismo para mortales e inmortales. Cada río era un dios, y cada dios como cada río procedía del Océano, a su vez otro dios como bien nos cuenta Hesíodo. De entre todos los dioses, aquel que no por primero era el más poderoso, fue Poseidón quien obtuvo el dominio sobre las aguas en el reparto de “territorios” tras la lucha contra los titanes. Nada natural entonces, sino puro reparto. Un desaire a Poseidón conllevaba el peligro de la imposibilidad, como en el caso de Odiseo, de volver a casa, es decir, de estar conectado con los tuyos y reintegrarse con el todo. 

Para Nietzsche la muerte de dios significa la muerte de un ciclo y la consumación de una época en la que no se encuentra ya un fundamento cierto y verdadero, sino una verdad que, en realidad, se constituye como tal tras la victoria. Con Nietzsche puede observarse que no es la “verdad” lo que se impone, sino la relación de poder que, a su vez, constituye de pronto aquello en lo que creemos sin saber. Los dioses quizá no hayan muerto si los entendemos al modo griego, sino que han mutado perversamente su forma. Dioses comerciales, dioses industriales, dioses empresariales, dioses corporativos que, como el Dios cristiano, son omnipresentes y (casi siempre) invisibles por habernos acostumbrado a la exposición masiva de su presencia, y que, como los dioses griegos que carecen de ámbito de trascendencia, se han hecho con el dominio, tras guerras comerciales entre ellos, de los elementos. El río ya no es entonces, lo que naturalmente conecta poblaciones entre sí, sino el territorio de dominio de quien decide qué se conecta y qué no, que decide incluso cómo lo que era río puede dejar de serlo. Poseidón ha sido destronado. Y en su lugar aparecen falsos dioses que no velan por el todo, sino por su parte y en cuyas manos recae la vida y subsistencia del ser humano y de la naturaleza. Dioses que generan su propia verdad. O posverdad, según se mire.

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Comentarios
  1. EL TURISMO EN ESPAÑA
    El desarrollo del turismo ha contribuido a agudizar las desigualdades sociales.
    Lejos de contribuir a la lucha contra la pobreza, promover un medioambiente saludable o reducir las desigualdades sociales, el sector turístico ha agravado estos problemas en todos los territorios receptores de turismo.
    El sector turístico se está imponiendo como el de mayor crecimiento a nivel mundial: ya es el 10 % del PIB y se ha encumbrado con la ayuda de inversiones públicas que las empresas del sector nunca podrían haber acometido.
    Este sector está lejos de contribuir a la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible que este año enmarcan la feria de turismo. A pesar del crecimiento económico del turismo, no existe un retorno de la inversión social que mejore la vida de la ciudadanía.
    La salud ambiental queda supeditada a los beneficios macroeconómicos. La contaminación generada por el transporte, los cruceros o la aviación provoca el aumento del riesgo de cáncer y problemas respiratorios.
    El crecimiento del sector turístico ha sido a costa de otros procesos nada beneficiosos para las personas. La desigualdad social es el primero y más evidente de estos efectos. El sector turístico está concentrado en muy pocas manos mientras que ha desplazado a poblaciones, ha arruinado a pequeños negocios, ha agotado los recursos locales y ha precarizado las condiciones laborales. Además, este sector ha acarreado otras actividades como la corrupción, la explotación sexual o el dinero negro.
    El desarrollo del turismo no ha contribuido a la erradicación de la pobreza. El sector se impone como un nuevo embate colonizador e incluso el denominado ‘turismo verde’, ‘turismo responsable’ o ‘ético’ aparece como un nuevo disfraz de un sector que arrasa con tradiciones, culturas y economías sostenibles.

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