Internacional

Las victorias póstumas de Suleimani

"Irán gana, y las poblaciones pierden, gracias a la errática política de Trump", concluye en este artículo la periodista Mónica G. Prieto.

Procesiones funerarias por el general Suleimani en Kerman, su ciudad natal. REUTERS

La mirada’ es una sección de ‘La Marea’ en la que diversas autoras y autores ponen el foco en la actualidad desde otro punto de vista a partir de una fotografía. Puedes leer todos los artículos de Mónica G. Prieto aquí.

Si no murió ningún estadounidense en el ataque contra bases iraquíes, el martes, fue porque Irán no quiso. Resulta angustiosa la idea de que la estabilidad mundial dependa del sentido de la responsabilidad del régimen de los ayatolás. Sin embargo, con su respuesta a la declaración de guerra lanzada por Donald Trump cuando ordenó el asesinato del todopoderoso estratega militar iraní Qassem Suleimani, elevado a la categoría de mártir el mismo día en que su vehículo reventó por los aires en un ataque norteamericano –de haber sido cualquier otro país, se le habría calificado de ‘terrorista’, se habría convocado al Consejo de Seguridad de forma urgente y se habría formado una coalición internacional para frenarlo–, Teherán ha superado todas las expectativas.

Demuestra contención optando por una respuesta pusilánime e incruenta, suficiente para contentar a su ultrajada opinión pública pero insuficiente para desatar una guerra a gran escala, y exhibe la inteligencia de un régimen que busca su expansión regional a corto plazo y su preservación a largo plazo. Y lo hace porque ya ha ganado con el martirio de su general, echando de nuevo por tierra la teoría de que los asesinatos selectivos pueden acabar con movimientos armados.

Su contención no responde a falta de recursos: el régimen iraní, experto en guerras asimétricas, ha curtido sus tropas en guerras regionales –Siria, Iraq, Yemen– y se ha lanzado a aventuras mayores que revelan su progresiva sofisticación, como el ataque con drones contra las instalaciones petrolíferas de Aramco en Arabia Saudí el pasado septiembre. El mero hecho de que los misiles lanzados contra bases en Iraq no fueran detectados por los estadounidenses en pleno estado de alerta hablan a gritos de su capacidad militar. Pero Jamenei conoce el precio de una guerra abierta con Estados Unidos –a quienes se sumaría Israel y Arabia Saudí, archienemigos de Teherán– y sabe que sería su final, como Trump sabe que una guerra contra Irán no es una aventura simple, sino una sangría donde perecerán norteamericanos a gran escala y en diferentes escenarios del planeta.

Trump busca desde el inicio de su mandato retirar a sus tropas del mundo entero. Quién sabe si asesinar a Suleimani, en contra los consejos de sus asesores, no le facilita esa decisión: Bagdad, ultrajada, ha roto sus acuerdos para garantizar la presencia de las tropas. Puede que sea la victoria que busca: acabar con el desgaste financiero de sus misiones en el exterior, aunque eso sepulte su poder y su influencia a nivel mundial.

Nada comparable a lo que gana Irán, destinada a ocupar el vacío militar que dejará Estados Unidos en Iraq y a disfrutar de una amplia capacidad de maniobra en el resto de la región. El asesinato de Suleimani legitima al régimen iraní y aglutina a la población en torno a los ayatolás –las agresiones externas victimizan a los pueblos, que se refugian en su gobierno–, le ofrece una excusa para retirarse del acuerdo nuclear roto de forma unilateral por EEUU en 2018 y además condena a la extinción a los movimientos democráticos que clamaban por derechos básicos en las calles de los tres principales países del arco chií –Líbano, Iraq o Irán– contra la corrupción de sus gobernantes. Esa incómoda voz popular agotada de corruptelas y clientelismos que exigía respeto, y a la que Suleimani en persona trataba de acallar a disparo limpio porque cuestionaba al imparable régimen iraní, cada vez con más influencia regional.

Ahora será su recuerdo el que les silencie, a través de las milicias que juran vengarle y que ven en los manifestantes a potenciales traidores, o blancos fáciles en quienes proyectar sus ansias de venganza. Eso es lo más triste. Si las previsiones se cumplen, el asesinato de Suleimani le habrá concedido la victoria póstuma en sus dos principales campañas: acabar con la presencia norteamericana en Oriente Próximo y acabar con las protestas legítimas en Iraq, Irán o Líbano. Irán gana, y las poblaciones pierden, gracias a la errática política de Trump.

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Comentarios
  1. ¿Si Irán no mató yanquís porque no quiso, los 176 pasajeros murieron intencionadamente?

    Todos sabemos bien quienes son los yanquis, pero ni en el 11S derribaron aviones comerciales ante el pánico de ser víctimas de un ataque.

    176 pasajeros que se suman a los más de 50 muertos en la estampida del funeral… Por ahora la guerra de muertos la está perdiendo Irán, por goleada.

  2. El próximo domingo, 12 de enero, ha sido convocada en la plaza España de Zaragoza a las 19.00 horas una concentración contra la guerra en Irak e Irán.
    Hay que recordar que el pasado 3 de enero Estados Unidos asesinó al general iraní, Qasem Soleimani, quien se encontraba realizando labores de lucha anti-terrorista para el gobierno de Irak.
    «Este acto, que constituye un atentado contra el derecho internacional y una agresión a la soberanía de ambos estados, es sólo uno más de los que Estados Unidos es responsable. Su lista de ataques contra gobiernos legítimos es tan larga como infame, pasando por el bloqueo a Cuba, el intento de golpe de Estado recientemente promovido en Venezuela, las invasiones de Afganistán e Iraq en 2003 o la guerra promovida contra Siria, entre otros», recuerdan desde Comité Antiimperialista de Zaragoza.
    Para este colectivo, «ante la evidencia de que la agresión estadounidense es una declaración de guerra contra un país soberano, Francia, Alemania y España, que tienen importantes intereses en Irán, deben posicionarse».
    Subrayan también que «no puede repetirse la barbarie de hace diecisiete años, sólo cabe luchar contra el sanguinario imperialismo de Estados Unidos». Asimismo, el Comité Antiimperialista de Zaragoza exige la retirada «inmediata» de las tropas desplegadas en el territorio, la condena del asesinato del general Soleimani, y el «respeto absoluto» a la soberanía de Irán e Irak.

  3. Para ocupación y expansión regional la del gringo y su medio- encubierto socio, el israelita….
    Desgraciados los países en los que el gringo (y cía.) ponen su pezuña…Aún no ha dejado de correr la sangre en ellos ni tampoco su involución respecto a la pérdida de derechos y progresismo que habían conseguido.

    …Y SI EL MISIL HUBIESE CAIDO EN WASHINGTON?
    (Insurgente.org)
    Se acepta con tanta normalidad que EE.UU bombardee o invada un pais, que las condenas de nuestra clase política y la indignación ya ni se frecuentan. Nadie del entorno va a pedir explicaciones ni mucho menos condenar lo que haga Trump como antes lo hizo Obama en Libia. Ellos se han auto proclamado los gendarmes del planeta y el resto de los países capitalistas acatan, los intereses de clase ante todo. Ahora bien, qué hubiera pasado si un misil hubiera caído en Washington. Barbarie, guerra, terrorismo, cámaras in situ grabando las consecuencias, reunión urgente de la ONU, venganza justificada, etc, etc. ¿A qué sí? Hasta el progreso Sánchez hubiera hecho un impasse de sus reuniones para formar gobierno para salir en tv a condenar lo ocurrido y romper relaciones con el agresor.

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