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ROT, el mejor equipo del mundo
El Equipo Olímpico de Atletas Refugiados competirá en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020.
«No puedo luchar por mí país. Lucharé por las olimpiadas. Lucharé por todos los refugiados del mundo, para defender a todos los refugiados del mundo». Así se expresaba Yolande Mabika, miembro del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados (ROT, por sus siglas en inglés: Refugee Olympic Team) que participó en los Juegos de Río 2016, en una entrevista para The Guardian publicada el 7 de enero de 2016. Desde aquel año, las noticias sobre esta peculiar delegación olímpica han sido más bien escasas. Veamos: cuando los deportistas pierden la nacionalidad, pierden también el sentido de pertenencia a una comunidad y, por lo tanto, dejan de contar para la masa; no hay medios que sigan sus carreras, ni hinchas que les animen, ni ilusiones depositadas en ellos. Representar a un país en una disciplina profesional supone para la mayoría de las personas un honor y una responsabilidad. Pero ¿qué ocurre con los apátridas y los refugiados?
Yolande Mabika acudió a Brasil junto a su compañero de entrenamiento, Popole Misenga, para disputar el Mundial de Judo de 2013 con el equipo de la República Democrática del Congo. Pero ambos judocas huyeron del hotel de concentración de su equipo para no tener que regresar a su país. Sus entrenadores les habían retirado los pasaportes para evitar una posible fuga. Tampoco tenían dinero. Así que tuvieron que dormir en la calle y pasar hambre hasta que un ciudadano angoleño les acogió en su casa de la favela de Cordovil. Semanas después, tramitaron una solicitud de asilo gracias a la ayuda de Cáritas.
Mabika y Misenga proceden de Bukavu, una zona rica en coltán y severamente afectada por la Segunda Guerra del Congo; el mayor conflicto armado de la historia de África. Cuando Misenga tenía nueve años, su madre fue asesinada, sus hermanos desaparecieron y él se vio obligado a huir a la selva. Ocho días más tarde fue rescatado por las tropas del Gobierno, que lo llevaron a un campamento para desplazados en la capital, Kinshasa. Allí comenzó a practicar judo, disciplina en la que destacó hasta llegar a ser uno de los mejores luchadores africanos de categoría sub-20. Una vez refugiado en Brasil, fue admitido, junto a Mabika, en el Instituto Reaçao, un proyecto social dirigido por el judoca olímpico Flávio Canto. Gracias a él se convirtió en un deportista de élite que sin embargo no podía competir internacionalmente.
El ROT fue creado por el Comité Olímpico Internacional para preservar el potencial de los atletas de élite afectados por la crisis mundial de refugiados. Así las cosas, el COI requirió a los comités nacionales que identificaran a los atletas de nivel internacional que se encontraban en condición de refugiados. Para ello tenían que ratificar el cumplimiento de las marcas mínimas para participar en unos Juegos Olímpicos y poseer el estatus de refugiado verificado por las Naciones Unidas. La primera lista del ROT contaba con cuarenta y tres atletas, de los cuales diez fueron seleccionados para participar en los Juegos de Río. Dos nadadores, dos judocas y seis corredores acudieron a Brasil sin bandera, sin himno y sin aficionados apoyándoles. Popole Misenga fue el único que pasó la primera ronda de su disciplina.
No era la primera vez que una delegación de atletas competía bajo la bandera del COI. Sucedió en Barcelona 92 con el Equipo Unificado, que agrupaba a todos los atletas de las exrepúblicas soviéticas tras la disolución de la URSS. También en Sídney 2000 con los atletas de Timor Oriental, cuyo país se encontraba administrado por la ONU. Y en Londres 2012 con los olímpicos antillanos de la desparecida colonia holandesa. Pero el caso del Equipo Olímpico de Atletas Refugiados es único en la historia, puesto que no todos sus miembros pertenecen a una misma región, zona administrativa o país. No obstante, todos tienen algo en común: huyeron de su lugar de origen para alejarse de las calamidades, para evitar el hambre, la violencia y el miedo; no poseen nacionalidad, no representan a un país, ni tampoco a un pueblo; no representan a nadie y, sin embargo, nos representan a todos.
Según ACNUR, en 2018 había en el mundo más de 68,5 millones de personas desplazadas por la fuerza. Con estos datos, y sin que exista un pacto mundial sobre los refugiados, el ROT que competirá en los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 debería ser el equipo de todos; el equipo de la cooperación internacional, el equipo del humanitarismo, el equipo de la solidaridad, el único equipo que, siguiendo la enseñanza de Pierre de Coubertin, se conforma con participar, pues su principal objetivo no es la victoria, sino la creación de un espacio de protección para todos aquellos deportistas que, debido a su vulnerabilidad, ni siquiera se pueden permitir el lujo de tener una patria.