La mirada de José Ovejero | ¿Narrador omnisciente in da house?

La vida debería tener, como muchas novelas, un narrador omnisciente. Yo en estos momentos echo de menos esa voz capaz de explicar las motivaciones ocultas de los personajes, sus deseos inconfesables, el flujo de conciencia que va acompañando sus actos. Es verdad que los personajes de ficción a menudo son más interesantes si tienen una zona de sombra o indeterminación, si nos es imposible adentrarnos en los recovecos de su cerebro.

Pero ahora necesito esa voz, ese narrador que me explique cómo es posible que Sánchez e Iglesias, irreconciliables, enfrentados de una forma que parecía definitiva, se fundan en un abrazo; cuando Sánchez afirmaba no hace tanto, también por boca de su vicepresidenta, que no se podía gobernar con Podemos.

Como los afectos y las ideas no suelen cambiar de forma tan drástica y veloz, empiezo yo a escribir mentalmente la historia en mi cabeza: detrás de las negativas y desplantes había táctica, cálculos electorales de unos o de otros o de todos, estaban dispuestos a arriesgar que cayésemos en manos de la ultraderecha siguiendo un álgebra electoral que no nos revelan. ¿O hay intereses que van más allá de los poderes de los partidos? La mano oculta o la mano negra, pactos y compromisos que no conoceremos nunca. ¿Escribimos una historia de terror social y económico en un mundo habitado por individuos que mueven los hilos desde despachos inaccesibles? ¿O escribimos una de esas novelas de amor en las que los protagonistas se aborrecen al principio, se insultan y atacan, manifiestan su desprecio a la menor oportunidad… tan solo para ocultar la irresistible atracción que sienten uno por el otro? Solo se me ocurren clichés, argumentos de literatura barata. Y sin embargo sé que ese abrazo oculta algo que sería esencial saber. Porque no podemos confiar en una política diseñada a nuestras espaldas y a nuestra costa.

Aclararé que este final –si es el final- feliz de ver a nuestros protagonistas compartiendo sonrientes las fotos, me parece preferible a que la caballería filofascista en el último momento irrumpa a tiros en el fuerte mientras la derecha supuestamente civilizada aprovecha la oscuridad para abrirle las puertas. Me alegra ese abrazo, pero también me desconcierta y preocupa. Porque sé que no me han dicho la verdad. Peor: sé que en nuestra política nadie lo hace y no tenemos a un narrador omnisciente que desvele sus imposturas, sus razones inconfesables; y quizá injustificables.