Opinión
¿Dónde están los radicales?
La periodista y escritora Anna Pacheco recorre las calles de Barcelona. Intenta entender las motivaciones de la multitud de jóvenes que se están manifestando ayer y que buena parte de la prensa trata de homogeneizar bajo la etiqueta de "radicales"
Se puede empezar una crónica de cien maneras. A juzgar por mis últimas horas en Plaza Catalunya, a eso de las dos de la mañana, podría empezar titulando que los ‘radicales’ han tomado la ciudad. Que el centro está vandalizado. Que hay papeleras formando barricadas. Que unos chavales saquearon el Foot Locker. Que la imagen de incendios ardiendo en todas las esquinas del centro es, cuanto menos, postapocalíptica. Podría hacerlo pero, en efecto, sería empezar por el final. Y empezar por el final significa que, en el camino, me habría dejado todo el proceso que conecta varios puntos, que ayuda a precisar o dibujar mejor quiénes son esos que medios de izquierda y derecha llaman radicales, de dónde han salido y, sobre todo, cuál es la radicalidad verdadera de sus actos.
El día de huelga general de ayer en Barcelona admitía diferentes intensidades y para constatarlo solo tenías que situarte en un punto u otro de la ciudad. Por un lado, las marchas festivas y alegres, repletas de gente, llegadas de todos los puntos de Catalunya. Por otro, al mismo tiempo, miles de jóvenes desacatando a la autoridad en Via Laietana. Y otros tanto que se movían entre uno y otro escenario.
En Jardinets de Gràcia, a lo largo de todo el día, la fiesta era eminentemente familiar. Algunas pancartas imaginativas y canciones populares. El mismo emplazamiento que el jueves, en la cuarta noche de protestas, reunió a miles de personas jugando a la comba, a la pelota y al “Uno” en lo que los CDR llamaron “Olimpiadas populares”. Ayer, en Barcelona, convergían marchas llegadas de Girona, Vic, Berga, Tàrrega, Tarragona. Los tractores pararon la Gran Vía. En Sagrada Familia se aposentaron otras tantas miles de personas en un Picnic por la República. Los estibadores se sumaron en bloque a la huelga. Había más comercios del centro y de los barrios de la periferia abiertos que cerrados. Se utilizaron algunas marchas para parar, de camino al centro, desahucios como el de Progrés, en el barrio de Gràcia; o el de calle Aurora, en Sants, al ritmo de rumba y recordando que “expulsar a gente de sus casas sí es violencia”. En Nou Barris, antes de unirse a la marcha por la Meridiana, un piquete logró cerrar una casa de apuestas.
Negar que sucedió todo esto es tan ridículo como afirmar que hay “400 radicales” desbaratando el centro. Si la radicalidad es apostar por un tipo de protesta que tiene que ver más con la desobediencia que con la violencia resulta que son muchos más que 400. Bastantes más. Y es ahí donde radica la excepcionalidad de estos hechos para el movimiento independentista.
A primera hora de la tarde, la Via Laietana estaba literalmente plagada de jóvenes y estudiantes ocupando el espacio, desafiantes, sensatos, pero enfadados. Poco más de un kilómetro lleno de gente. La Policía Nacional al frente. Algunos jóvenes encapuchados, sentados en la primera línea. Recordemos que la capucha es para protegerse de posibles identificaciones y penas desproporcionadas. Y tienen motivos para prevenirlas. Una pintada sobre Altsasu en plena fachada de El Corte Inglés recuerda que todo esto de hoy trasciende la aspiracionalidad de un nuevo Estado. Que si llevan cascos es para que no les haga daño si les aporrean en la cabeza como le harán a una chica, frente a mí, al cabo de unas horas en mitad de una carga policial. “A la de las pintas”, oímos decir a un Mosso d’Esquadra. Que si se protegen los ojos con cascos de motos y gafas no es para darte miedo, sino porque les pueden reventar un ojo con una pelota de goma como al joven de veintidós años herido en las cargas del lunes en El Prat.
Marc, Pep y Benjamí, de 23 años, han bajado caminando desde la marcha de Girona y ahora descansan en el Bracafé. Marc se frota los ojos porque la Policía ha echado gases lacrimógenos mientras revisa las fotografías que ha hecho con su cámara. Ellos no participan en la puesta en marcha de las barricadas, pero están ahí como forma de presión. “Llevamos mucho tiempo siendo simpáticos, manifestándonos como si todo fuera una fiesta. Se han hecho chistes sobre nuestras movilizaciones, que si macarronadas, que si caceroladas, que si el himno del Segadors… Pero ahora se ha demostrado que siendo simpáticos tampoco se consigue nada. Hay mucha rabia”, expone Pep.
Otro grupo de cinco chicos de dieciséis años se acerca a la zona de Via Laietana a eso de las cuatro de la tarde cuando oyen que se “empieza a liar” tras unas detenciones violentas en un bar. Vienen de Alella. Entienden que se estén haciendo barricadas aunque, hasta ahora, ni siquiera tenían muy claro lo que eran. “Es autodefensa”, me dice uno. Y me muestra un hilo de Twitter llamado “Barricadas para dummies”. Ellos van vestidos de sábado tarde y me dicen que luego quizás acaban en la discoteca Cocoa.
Para muchos jóvenes que están en Vía Laietana es la primera vez que participan en unas protestas de este tipo, que en intensidad aún distan bastante a otras revueltas recientes en Grecia o Francia. Tres chicas de Pedralbes y Sarrià, barrios ricos de la ciudad, sin capuchas y vestidas con colores alegres, también están ahí y portan esteladas a modo de capa. Una de ellas la lleva y ni siquiera es independentista. Natalia Palou, la joven que minutos antes se ha subido a un poste de Correos para gritar «Libertad!», me cuenta que está ahí por una sentencia que considera injusta. “Claro que nos da miedo cuando todo el mundo echa a correr”. También es la primera vez que lo hacen. “Pero no hay que cogerle miedo”. Hoy vienen con deportivas y dispuestas a lo que haga falta.
Mientras están ahí, también hablan de sus cosas y se hacen fotos con el móvil como cualquier joven a esa edad. Cada tanto, resuenan unos disparos de pelotas de goma al cielo con carácter dispersatorio. Los jóvenes de primera fila se plantan y lanzan objetos a modo de provocación. Los disparos funcionan, claro, porque dan miedo. Y cada tanto también se forma una bruma de gente corriendo hacia la zona norte de la vía, la contraría a la delegación de la Policía.
Los más experimentados tranquilizan al resto no sin cierto nerviosismo. “No corráis, joder, nos estamos haciendo daños entre nosotros. No corráis, que no estamos haciendo nada. Quietos”, grita un chaval de veintipocos y sudadera antifa, levantando las manos. El miedo, para los que no están en las primeras filas, es el de ser aplastado por una estampida.
El tema va de resistir ahí, de estar ahí, de desafiar lo límites. Y la pedagogía es constante. Los atuendos también se van sofisticando con el paso de los días de protestas: hay quien viene con una huevera a modo de antibalas. Un par llegan con una especie de pasamontañas con luces reflectantes que parecen sacados de un videoclip de Bad Bunny. En los grupos de Telegram se recomienda cómo protegerse la cara o los ojos. En mitad de una nueva carrera, alguien ha perdido el zapato y entre todos le ayudan a encontrarlo. Los sonidos de las pistolas de goma resuenan cada tanto y un hombre de unos treinta y pico años, que viene de la otra marcha, la de la alegría, “la de ningún papel al suelo”, dice, se muestra incrédulo mientras observa lo que está sucediendo. “Son un montón de críos. Qué fuerte”, me dice. Suenan nuevos disparos de pelotas de goma. “Aún no es la hora del correfoc*”, dice el hombre entre risas. Una mujer que acompaña a su hija dice que le parece estar viviendo otra época.
Me encierro en un Vivari cuando cuatro furgones policiales empiezan a hacer carruseles, esto es, recorrer la Vía Laietana a gran velocidad. La gente corre a apartarse. Carrusel fue lo que terminó atropellando a un menor en las protestas del miércoles de Tarragona. La mayor parte de la gente se esconde como puede en los bordes de la calle y en los portales. Un joven de Sanitaris per la República, el comité de voluntarios que asisten a los heridos durante las diferentes jornadas, explica a otro manifestante, de unos veintipocos años, qué es eso de los carruseles. El chaval contesta: “¿Pero esta mierda no es ilegal? Parece un atentado”. Al salir, un grupo de gente increpa al responsable de un hotel que, en mitad del tumulto, ha blindado sus puertas y ha dejado a la gente atemorizada fuera de su hotel. Rompen un cristal y le llaman “Espanyolista de merda. ¿Qué, no tienes humanidad?”. Al poco de este carrusel, un grupo de chicos empieza a conformar una barricada con contenedores, carritos de la compra y motos Ecooltra. No quieren repetir el momento de angustia. No son ni las seis de la tarde.
Un grupo de chicas, excompañeras de trabajo, caminan por Plaza Catalunya después de salir del tumulto. Cerca, en Portal de l’Àngel, tendrán lugar horas después más carruseles para dispersar y acorralar a los manifestantes. Tienen 42, 25 y 24 años y la segunda se define como anarquista. Ninguna de ellas es independentista. Bueno, una se define así: “Yo soy independentista, pero solo de no querer al Estado fascista español, pero tampoco lo quiero para el resto de España”. Están ahí porque les parece incomprensible la sentencia, se muestran indignadas, sobre todo por la condena de los Jordis. Las dos más jóvenes han salido casi cada noche desde el lunes y también fueron al aeropuerto. “Yo creo que todo esto no es violento, entiéndeme, definamos violencia. Todo el mundo habla de violencia, ¿pero qué es? Si se condena la violencia de quemar un contenedor, no sé por qué no sé condena la violencia de pegar a alguien hasta que pierda un ojo o un testículo”, dice Gloria. El periodista Albert Lloreta realizó un vídeo en Youtube ahondando en eso titulado Sobre violencia y tsunami democrático (para gente preocupada). “A la violencia en España le pasa como al colesterol, hay bueno y malo, siendo ignorada o tratada con sobreactuación por nuestros dirigentes en función del cálculo político”, cuenta Gerardo Tecé en CTX.
Gloria viene de movimientos como el del 8M y el de 15M. “Yo parezco la más radical, pero no hago barricadas porque me cago de miedo. Mido 1.50 y me pueden reventar”, explica. Para ella, ha sido clave que, a lo largo de estos dos años de esperar la sentencia, también ha habido un auge de grupos fascistas. Gloria no cree que se esté gestando un 15M, pero confirma que es palpable la cantidad de jóvenes que se han sumado a estas protestas, simplemente indignadas o enfadadas. “No creo que se esté organizando algo parecido al 15M, pero podría ser el inicio de algo”. Para esa misma noche los CDR han convocado una acampada en la Gran Vía aunque finalmente no se lleva a cabo.
Laura, de 21 años, estudiante gallega de periodismo, está en la zona “caliente” junto con dos amigas alemanas, Nell y Pauline. Todas dispuestas a correr o refugiarse en algún comercio cuando la gente arranque a correr. Laura también considera “injusta” la sentencia y critica la manipulación de los medios. “No es una protesta unilateral de los independentistas, es una protesta general contra un hecho que se ve como algo injusto”. Para ella, que viene también de otras manifestaciones feministas o por el clima, “los jóvenes son los protagonistas de estas protestas”. Son, dice, los que están manifestando su rabia. Laura hace referencia a La Manada, a la violencia machista y al auge de VOX para ejemplificar un descontento que ella percibe como algo general.
“Estoy segura de que hay muchos infiltrados y agitadores”, me cuenta una mujer a la “que toda esa violencia no le representa”. Otra mujer mira el fuego de Vía Laietana desde la distancia y “dice que no cree que esa sea la solución de nada”. Minutos después de hablar de eso, empezarán las cargas ahí mismo. Algunos amigos se separan durante la jornada, entre los que quieren ir a ver qué hay en Vía Laietana y los que no porque les parece “peligroso”. Los familiares alertan por Whatsapp con imágenes de Barcelona en llamas sacadas de la tele y hay que consolarles diciéndoles que no es para tanto. La idea de los infiltrados no para de repetirse. Se usa indistintamente para hablar de policía secreta como de otros jóvenes que no pertenecen al movimiento independentista. También lo ha dicho Puigdemont. Pero habría que preguntarse a quiénes consideran realmente infiltrados. ¿Otro descontento, otra rabia, de otros jóvenes, no sería igualmente algo reseñable, legítimo? El periodista y politólogo Javi Muñoz analiza en este hilo de Twitter sus sensaciones de ayer a propósito de ese idea que corría sobre que habían llegado antifascistas y anarquistas llegados de toda Europa.
La ciudad amanece hoy salpicada de pintadas que piden la libertad de los presos políticos, o la amnistía; también que acusan a Torra de traidor; pero también de A.C.A.B y otras pintadas más propias de antisistemas o anarquistas. “Mort a l’estat” (‘Muerte al Estado’) se puede leer, aún a estas horas de la mañana, en el obelisco de la plaza Cinc d’Oros. Y es sintomático, pues esto no va solo de independencia. Los camiones de limpieza se apresuran hoy para solucionar los desperfectos. El tránsito de los turistas, con sus maletas subiendo y bajando por Paseo de Gràcia, es una imagen ya recurrente en estos días en los que la ciudad es dual y extraña. Ayer un grupo de tres chicas salían de casa vestidas de fiesta de un piso de Paseo de Gràcia después de que, por ahí mismo, un grupo de Sanitarios x la República dieran por acabada su jornada, soñolientos después de un día intenso de trabajo.
*Tradicional pasacalles de fuego catalán
LOS RADICALES ESTABAN EN ZARAGOZA.
La consejera de Servicios Públicos (del trifachazo) se niega a condenar la rotura de mobiliario urbano en Zaragoza por parte de grupos fascistas en una concentración en protesta por la sentencia dictada por el tribunal Supremo en Catalunya contra los presos políticos.
el concejal de Zaragoza en Común, Alberto Cubero, le preguntaba a la consejera de Servicios Públicos, Natalia Chueca, sobre la suciedad generada en el barrio de Valdespartera durante las fiestas del Pilar. Sin embargo, la concejala del Partido Popular se salía por la tangente y le contestaba asegurando que a Cubero no le preocupaba tanto la suciedad generada estos día por los CDR en Barcelona. “Tenga un poco más decencia”, le replicaba Cubero, al ver que la contestación de la consejera nada tenía que ver con la pregunta que el edil de ZeC le había formulado.
A continuación, Cubero le ha recordado que el pasado viernes estuvo presente en una concentración en protesta por la sentencia dictada por el tribunal Supremo en Catalunya contra los presos políticos. “Allí aparecieron grupos de ultraderecha y fascistas -en una concentración no autorizada-, que empezaron no solo a proferir insultos, a violentar el derecho de manifestación -esta sí autorizada- y arrojar piedras y objetos de vidrio. De hecho rompieron uno de los termómetros semafóricos que hay en la Plaza de España. Que por cierto lo licita usted y es responsabilidad suya, de Servicios Públicos. Y está roto ahora mismo. ¿Va usted a condenar la rotura de mobiliario urbano, del que usted es responsable, por grupos fascistas de esta ciudad? Fascistas porque llevaban banderas con el ‘aguilucho’, banderas con simbología neonazi de las SS y hacían el saludo fascista. Y han roto mobiliario urbano de esta ciudad.. Y me viene a hablar a mí, que le pregunto de la suciedad de Valdespartera, que yo apoyo los disturbios de Barcelona de los CDR y usted ni siquiera ha condenado esos actos fascistas en esta ciudad y que han roto mobiliario urbano. Váyase un poco a cascarla”, añadía seguidamente Cubero mostrando su hartazgo.
Lamentablemente, la respuesta de la consejera dejaba mucho que desear. “No compare los disturbios del otro día -en Zaragoza- con los disturbios y el vandalismo que ha tenido lugar en Barcelona. Y que usted esté a favor de los CDR independentistas. No tengo nada que condenar, que no estamos hablando de eso”
https://arainfo.org/la-consejera-de-servicios-publicos-se-niega-a-condenar-la-rotura-de-mobiliario-urbano-en-zaragoza-por-parte-de-grupos-fascistas/
Anónimo: A tí, que creo que te defines republicano, yo te animo a que vengas a vivir aunque sólo sea por un año a esta España fascista.Y digo bien, fascista porque España hoy día está totalmente escorada hacia la derecha. Si te gusta este tufillo fasciodictatorial e irrespirable, no dudes en venirte. Disfrutarás.
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Lo que importa es que la gente lo ha vuelto a hacer porque es valiente y no está condicionada por ninguna trifulca de poder
Estoy confundida. Por un lado comparto totalmente las declaraciones de Jordi Sánchez y de todos los presos en contra de la violencia y de otra parte, cada hora que pasa, pienso que la situación que vivimos nos gustará más o menos pero que es inevitable , porque el objetivo de nuestra lucha es inmenso y en todo caso debemos asumir que no se puede protestar sin molestar. Debemos estar indignados porque 100 años de prisión impuestos en un juicio farsa con pruebas imaginarias, si no nos indigna, es que no tenemos conciencia. Pero estoy confundida porque también tengo la seguridad de la existencia de provocadores a sueldo de quien tiene la obsesión de convertir el proceso en violento, porque es precisamente nuestro pacifismo lo que crea tantos nervios en el Estado y sus fuerzas de seguridad . Estoy confundida porque estos días hemos visto con gran preocupación actuaciones intolerables de los Mossos. Yo no puedo olvidar la voz del estudiante de bachillerato de Cassà de la Selva diciendo: «Ya nos íbamos con las manos arriba y nos han hostiat, nuestros, han sido nuestros!» Y qué decir de la negligencia de dejar campar fascistas armados con palos y machetes a la caza de miembros de CDR. Una de las razones para alejarme de España es para dejar atrás para siempre un modelo de seguridad centrado en la represión y la criminalización de la disidencia, y el uso de la mentira como excusa de todo. han sido nuestros!
¿El último aliento? Imma Tubella.
La desobediencia civil no puede ser criminalizada
Ecologistas en Acción considera que la sentencia de los juicios del 1-O es un ataque a la desobediencia civil y una regresión democrática.
El 7 de octubre Ecologistas en Acción celebró una acción directa no violenta realizada por un grupo de personas que protestaban por la inacción política frente a la emergencia climática. La desobediencia civil pacífica, que forma parte de los principios ideológicos de Ecologistas en Acción, ha sido una herramienta fundamental para conseguir derechos ambientales y laborales, derechos para las mujeres y para otros colectivos que han sufrido, y aún sufren, discriminación. Por ello Ecologistas en Acción considera que la sentencia del Tribunal Supremo por los hechos relacionados con el 1 de octubre de 2017 contiene una inaceptable criminalización de la protesta y de la desobediencia civil.
Para Ecologistas en Acción la calidad democrática de una sociedad se mide fundamentalmente por la capacidad de acoger la protesta y la discrepancia. No es la primera vez que se criminaliza injustamente a movimientos sociales: colectivos anarquistas, personas jornaleras o grupos ecologistas, entre otros, hemos sufrido ya la represión por ejercitar el derecho de libertad de expresión, de reunión o de huelga. La sentencia del juicio al 1-O, además de saltarse el principio de proporcionalidad al condenar a años de cárcel a personas que han organizado un referéndum, abona el terreno para escalar en esta criminalización de todos los movimientos sociales.
Ecologistas en Acción quiere recordar que nos encontramos en un momento de emergencia ecológica en el que detener la pérdida de biodiversidad, mitigar y adaptarse al cambio climático y reducir la inequidad social son objetivos prioritarios. En este contexto es más necesaria que nunca una sociedad civil unida y dispuesta a desobedecer las normas que nos han llevado a esta situación.
Hola Maria . Si tan pacifistas sois todos los independentistas , dime el porque insultasteìs en la manifestaciòn de ayer Sàbado a Rufiàn llamandolè botifler , solo por atreverse a condenar la violencia .
Soy catalàn y lo màs seguro bastante màs mayor que tù y se del palo que vais con tanto victimismo . A mì , como a tantos otras personas de la clase obrera , tanto nos ha maltratado el estado español como el govern català .
No se si tè acuerdas , hace ya unos cuàntos años en las manifestaciones del 15-M en Plaza Catalunya ( creo que fuè en el 2012 ) , como un gobierno tan demòcratico y nada fascista como era el de A.Mas y F. Puig como conseller de interior , reprimieron a los manifestantes del 15-M a palo limpio , causandoles heridas de consideraciòn a muchos manifestantes , ¿ tè acuerdas ? . El sr A. Mas , tambièn se dedicò a retirar urnas de las calles en una consulta popular en Barcelona , sobre si las èlectricas tenìan que pasar a ser pùblicas o privadas , mandando a los Mossos a secuestrar las urnas . O las torturas y malos tratos a detenidos que se practicaba en las comiserÌas de los Mossos , fuera parte los grandes escàndalos de corrupciòn de CDC còmo los patriotas del PP . Ya ves Marìa , todo esto ha pasado en Catalunya , bajo el mandato de A. Mas ( CDC ) .
No se , si eres demasiada joven y no sabes nada de esto o el àrbol no te deja ver el bosque ? .
«El Estado español sigue anclado en la vieja mentalidad inquisitorial»
La sentencia refleja que aquello del atado y bien atado no era ninguna broma. Está bien atado. . No hay duda de que, en gran parte, las estructuras del Estado siguen siendo franquistas, empezando por la judicatura y siguiendo por el IBEX 35. No nos equivoquemos: es una sentencia guiada por la filosofía de Vox y en especial del rey. Eliseu Climent)
¿Pero entonces hay infiltrados del sistema que emplean la violencia para boicotear la protesta o la violencia proviene de quienes protestan de forma legítima «volviéndose violentos» porque el sistema les obliga a ello? ¿O todo junto?
Yo de verdad que no me aclaro.
“Yo soy independentista, pero solo de no querer al Estado fascista español, pero tampoco lo quiero para el resto de España”.
“No es una protesta unilateral de los independentistas, es una protesta general contra un hecho que se ve como algo injusto”.
Estas opiniones de dos manifestantes lo dicen todo.
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Más que seguro, segurísimo que hay infiltrados. Ni dudarlo siquiera; pero del sistema. Más claro que se vió en las multitudinarias Marchas de la Dignidad 22-M 2014. Fueron un ejemplo de civismo ciudadano y por lo visto el poder no podía permitirlo así que vimos como nada más terminar de leer el Manifiesto final empezaron los disturbios y no por parte de los cívicos manifestantes.
LA VIOLENCIA ES EL SISTEMA ESTABLECIDO.
QUE NO NOS HAGAN CREER QUE LOS VIOLENTOS SOMOS LOS CIUDADANOS QUE EXIGIMOS, PACIFICAMENTE, UN MUNDO MÁS JUSTO Y LIBRE. SI NO NOS DEJAN SIQUIERA EXIGIR QUE SE CUMPLAN NUESTROS DERECHOS Y HUBIERA QUE RECURRIR A LA VIOLENCIA, EN ULTIMA INSTANCIA LA RESPONSABILIDAD SERIA DE QUIENES MEDIANTE METODOS VIOLENTOS NO PERMITEN A LOS PUEBLOS EXIGIR Y EJERCER SUS DERECHOS.