Feminisimo

No es no

"Sufrir un trastorno de estrés o de la personalidad, beber, drogarse, no es un eximente y no debe atemperar el rechazo y la condena con que hay que reaccionar ante una agresión sexual", escribe la autora.

Servilletero de la campaña del Ayuntamiento de Madrid en 2017 con el lema 'no es no'. AYUNTAMIENTO DE MADRID

Cuando alguien perpetra una agresión sexual y es confrontado con esa acción a través de un señalamiento o de una intervención (privada o pública) es frecuente que responda —siempre que no le quede más remedio que admitir la agresión— que no sabía que lo que estaba haciendo causara un daño en la otra persona.

Que pensaba que era consentido, que su acción era esperada e incluso buscada. O que simplemente aún sabiendo que tal vez su acción no era ni esperada ni buscada la llevó a cabo apelando —de forma más o menos consciente— a un código social en virtud del cual se puede causar un daño a otra persona, una mujer, sin que esto tenga consecuencias. En casos particularmente alarmantes, por ejemplo, cuando las violencias se ejercen sobre menores, sobre niñas, se argumenta que el daño se le ha causado “por su bien”. Es una violencia con vocación de administrarse como aprendizaje.

Y otras veces sucede que quien ha perpetrado la agresión, simplemente, alega un eximente del tipo: “Lo hice de manera inconsciente”. Por ejemplo, “porque sufro un trastorno, porque estaba drogado, porque había bebido… por circunstancias en definitiva que nada tienen que ver con mi voluntad, pues mi voluntad es respetar y no dañar. Pero, a veces, algo se apodera de mi voluntad de manera que pierdo el control, y cuando pierdo el control, agredo sexualmente. No me da por cantar baladas, por pintar al óleo o por sacudir las alfombras de mi casa o darle la vuelta al colchón. Me da por agredir sexualmente”.

Sufrir un trastorno de estrés o de la personalidad, beber, drogarse, no es un eximente y no debe atemperar el rechazo y la condena con que hay que reaccionar ante una agresión sexual. Y no solo porque el daño se hizo, y es en primera instancia a la víctima a la que hay que atender reconociendo un sufrimiento al que no conviene restar importancia con la exposición de eximentes, sino porque no hay ninguna relación entre estar enajenado o enajenarse y agredir sexualmente. Lo primero no es nunca causa de lo segundo, sino excusa e instrumento para la agresión. Donde hay una agresión sexual, hay una voluntad deliberada, firme e inclemente del perpetrador de la agresión. Una voluntad de dominar, humillar y ejercer un poder violento y ofuscado sobre la víctima. Que esa voluntad pueda conectar y dar expresión a vulnerabilidades que flotan en la personalidad del agresor es más que probable, pero que la voluntad existe es un hecho incontestable como lo será el daño causado en la víctima, y su huella.

Las huellas de las agresiones sexuales son ecos en la memoria de las víctimas, cajas de resonancia que filtrarán nuevas experiencias y modificarán la percepción de recuerdos anteriores. Y porque somos memoria en una medida muy importante, la víctima de una agresión sexual siempre va a ser, incluso cuando abandone oficialmente ese estatus, una víctima. Por supuesto que será otras muchas cosas también, tantas como decida y la vida le permita, pero cuando has sido violada algo insondable y decisivo se ha quebrado en tu personalidad, y ya es muy difícil que se recomponga. Cuando las agresiones sufridas no alcanzan ese nivel de violencia, su huella es, por supuesto, mucho más tenue, pero queda, permanece. Todas las mujeres sufrimos agresiones, todas somos objeto de violencias por parte de alguien que, recordémoslo siempre, tenía la voluntad de causar un daño, de inocular en nosotras el virus de una preocupación o de una angustia, para liberarse de la suya. Por eso las víctimas se autoinculpan: el verdadero culpable nos traslada su (i)responsabilidad y el patriarcado lo certifica.

Pues bien. No es no. La no aceptación expresa equivale a una negativa. No es no. El silencio no es admisible en estas circunstancias, es cómplice. No es no. No hay eximentes ni circunstancia que rebajen la importancia de una agresión sexual. No dejemos que los victimarios capten nuestra atención en detrimento de la que debemos prestar a las víctimas. No es no.

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios
  1. Bravo, brillante artículo. Las excusas del presunto agresor me generaban cierta confusión y un sabor desagradable. Este artículo es necesario para dejar las cosas muy claras. Bravo.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.