Internacional

“El problema de Bolsonaro es que quiere combatir el crimen organizado organizando el crimen”

Dilma Rousseff reclama en un acto organizado por Unidas Podemos que Europa y América Latina establezcan un diálogo para combatir la creciente precarización y desigualdad que promueve el neoliberalismo, y que están en el origen del resurgir del fascismo y la ultraderecha a ambos lados del Atlántico.

Dilma Roussef en uno de los 'Diálogos feministas' organizados por Unidas Podemos en la sede madrileña del Parlamento Europeo. ÁLVARO MINGUITO

Era 2011. Por segunda vez en su historia el Foro Social Mundial se celebraba en un país africano, esta vez Senegal. Lula da Silva llevaba unos meses como expresidente y viajaba alrededor del mundo como líder del altermundismo institucional. Cientos de personas de las que hicieron cola durante horas para asistir a su conferencia se quedaron sin poder entrar en el abarrotado recinto de Dakar. Los aplausos se escuchaban desde fuera. 

Ocho años después, su sucesora al frente del Partido de los Trabajadores y del gobierno brasileño hasta agosto de 2016, Dilma Rousseff, recorre ahora el mundo exigiendo la puesta en libertad de su compañero de filas, pero sobre todo, advirtiendo del peligro global que supone la constitución de gobiernos “basados en la alianza siamesa entre el neoliberalismo y el neofascismo, como el de Bolsonaro”. También parte de las personas que se acercaron la tarde del miércoles a la sede del Parlamento Europeo en Madrid para escucharla se quedaron con las ganas. La sala del acto, pistoletazo de salida de una serie de Diálogos feministas organizados por la eurodiputada de Unidas Podemos María Eugenia Palop, estaba abarrotada, con una importante representación de brasileños y brasileñas residentes en España que recibieron a su exmandataria al grito de “Lula libre”. Ella les saludaba con la mano mirando a los ojos a sus destinatarios y lanzando algún beso. La que fuese presidenta de la primera economía de América Latina, y sexta a nivel mundial durante su mandato –ahora es la novena–, y destituida por un proceso que muchos expertos consideran cercano a un golpe de Estado, destiló tanta seguridad como calidez con su entregado público.

Tras una elogiosa presentación por parte del maestro de ceremonias Juan Carlos Monedero, tomó la palabra la profesora de Filosofía del derecho en la Universidad Carlos III de Madrid María Eugenia Palop. En su exposición, la ahora eurodiputada presentó al gobierno brasileño de Bolsonaro como ejemplo paradigmático del “eje en el que se conjuga el militarismo, el colonialismo, el racismo y la misoginia”, un frente político que ha sido la semilla del ecofascismo que «estuvo detrás de matanzas como la de Nueva Zelanda y El Paso”.

El ecofascismo es una teoría política que advierte que ante la creciente escasez de recursos, regímenes autoritarios van a intentar controlarlos para reservarlos para sus élites. “Un ecofascismo que expulsa a las mujeres del espacio público y que criminaliza a las feministas, acusándolas de defender la perversa idea de la ideología de género, en lugar de la perspectiva de género, cuando la única ideología de género es la del machismo”, continuó Palop, describiendo discursos que en los últimos años se han normalizado especialmente en países de Europa del Este, América Latina y que han sido definitivamente impulsados por la Administración Trump de Estados Unidos.

Un ecofascismo que practicaron durante décadas las transnacionales con su expolio de recursos, concentración de tierras y asesinato de los que se resistían a abandonar sus territorios y que ahora se ha convertido en política de Estado en numerosos países. Entre los factores que lo han originado, según Palop, se encuentran “las contradicciones a las que nos ha llevado el neoliberalismo globalizador, la connivencia de muchos partidos socialdemócratas, democristianos, socioliberales  y conservadores con la extrema derecha –convirtiéndose en muchos casos en una pista de aterrizaje de la misma–, y la crisis de esos mismos partidos socialdemócratas que se han entregado a ser gestores de lo posible y a fomentar una mentalidad promercado, en la que se da ese maridaje entre la mundialización financiera y el capital especulativo”. Un capitalismo financiero que más adelante la ahora atenta Rousseff señalaría como corazón del problema.

Un ecofascismo del que no está exento España, y en el que Palop encontró similitudes con el brasileño: un antimemorialismo que en ambos países sigue defendiendo sus dictaduras, un continuismo institucional garantizado gracias a unas transiciones sustentadas en la impunidad de los golpistas y un incontestable poder de las iglesias pentecostales en el primero, y de la católica en el segundo. Para contrarrestar esta deriva neofascista la respuesta ha de ser, insistió Palop, el ecofeminismo. 

Dilma Rousseff suscribía su análisis con movimientos afirmativos de su cabeza, antes de tomar la palabra y adoptar un tono solemne: “La situación que vive Brasil es dramática, especialmente para las mujeres, que hemos sido acusadas por el gobierno de Bolsonaro de destruir las familias cuando hacemos exactamente lo contrario”. A partir de este momento, la expresidenta realizó un repaso por las políticas que desarrollaron los gobiernos del Partido de los Trabajadores desde que Lula da Silva llegó a la presidencia en 2003 hasta que ella fue expulsada en 2016. Trece años en los que, según el propio Banco Mundial, el país carioca redujo a la mitad su población pobre y casi duplicó su clase media, hasta alcanzar los 111 millones de personas, más de la mitad de sus 209 millones de habitantes. 

«Un golpe de Estado para implantar el neoliberalismo»

Ahora, todo ello está en peligro según Rousseff por “el gobierno neofascista de Bolsonaro”, que tuvo que recurrir a “un golpe de Estado para implantar el neoliberalismo en Brasil”. Cambiar el modelo de desarrollo implantado por el Partido de los Trabajadores, reconocido por las Naciones Unidas, requirió según la expresidenta de su impeachment”un golpe de Estado que hoy reconoce su propio beneficiario en la tele, aunque diga que él no lo deseaba; el colmo del sincericidio malintencionado”, apostilló, provocando carcajadas entre el público–. “En segundo lugar, adoptar unas políticas neoliberales que no fueron ganadas en las elecciones. Después, la persecución, enjuiciamiento y encarcelamiento de Lula, esperando que perdiese su popularidad”, continuó. “Y, por último, impedirle que se presentara a las elecciones, aunque el Comité de Derechos Humanos de la ONU declarase que debía poder presentarse, e impidiéndole hablar en prisión con la prensa”. Solo así pudo alcanzar la presidencia Bolsonaro, según Rousseff.  

Y desde entonces, ha emprendido una carrera por erradicar algunos de los grandes logros de la etapa del Partido de los Trabajadores en el gobierno –que no ha estado exenta de casos de corrupción–, muchos de ellos tejidos estrechamente con las mujeres: “La experiencia de Lula y mía es que si se quiere acabar con la pobreza –que tiene rostro negro, de mujer, niños y jóvenes–, las políticas sociales tienen que estar centradas en las mujeres, porque son las que, mayoritariamente, sustentan la familia y las que más luchan por sus hijos”, explica Rousseff sobre un país en el que un 30% de las familias son monomarentales. “La pobreza y la miseria es un destructor de las relaciones familiares”, recuerda, por lo que las tarjetas del programa Bolsa Familia, una de sus apuestas más exitosas y reconocidas, eran entregadas a las madres con una cuantía destinada a alimentación y enseres básicos, a cambio de que sus hijos asistiesen al colegio y cumplieran el calendario de vacunaciones. De ellas se beneficiaron más de 55 millones de personas. Un programa que Bolsonaro ya ha amenazado con suspender si el Congreso no aprueba la solicitud de créditos de decenas de miles de millones de euros para, supuestamente, políticas sociales. 

Rousseff también recordó las dos leyes aprobadas por el PT contra los feminicidios y la violencia de género, que han sido vaciadas de presupuesto por el gobierno de Bolsonaro, y las cientos de Casas de la Mujer brasileña, una red de centros de apoyo a las mujeres y a las familias distribuidos por todo el país que está siendo también desmantelada. 

“Conseguimos que el 37% de los estudiantes universitarios fuesen los primeros de sus familias que accedían a estudios superiores, y la mitad de estos eran mujeres”, subrayó Rousseff. Las universidades públicas han sido de las primeras instituciones en sufrir drásticos recortes presupuestarios con la nueva presidencia, y su alumnado, uno de los colectivos más activos en las protestas contra las políticas de Bolsonaro. 

Como está ocurriendo con los pueblos indígenas, a los que Rousseff defendió de los ataques recibidos por parte de Bolsonaro: «Es mentira lo que dice de que son los indígenas los que están deforestando el Amazonas», y apuntó a los verdaderos beneficiados: «Los madereros, los ganaderos, los que hacen carbón vegetal con la madera, la agroindustria… Y ahora Bolsonaro quiere entregar el Amazonas a la explotación mineral porque tiene recursos estratégicos para los medios digitales».

«La siamesa alianza entre neoliberalismo y el neofascismo»

“El fascismo siempre usó la violencia como forma de control y Bolsonaro lo está haciendo con la liberalización del acceso a las armas y la ley anticrimen, que exime a los policías que matan en servicio de ser juzgados”, alertó Rousseff. “El problema de Bolsonaro es que quiere combatir el crimen organizado organizando el crimen”, sentenció. La prensa brasileña ha documentado ampliamente los históricos y estrechos vínculos del clan de los Bolsonaro con milicias, y la relación del hijo de Bolsonaro con la milicia que asesinó a la concejala de Río Marielle Franco. De igual modo, se revelaron las conversaciones que mantuvo el ahora ministro de Justicia, Sérgio Moro, con los fiscales encargados del caso de Lula da Silva para impedirle la vuelta a la política. Él fue el juez que le condenó a prisión.

“No solo luchamos por la libertad de Lula porque sea inocente, sino porque para que haya democracia todos tenemos que ser iguales ante la ley. Y si es posible hacer esto con un presidente, imaginaos lo que hacen con los pobres, con los negros… Este debilitamiento de la justicia es consecuencia del neoliberalismo, que cuando se combina con el neofascismo, conlleva muertes. Lula representaba otro mundo posible, otro modelo de desarrollo en el que países tan ricos como Brasil no podían tener a su gente sin educación, sin salud, con su medio ambiente destruido”, defendió con contundencia Rousseff. “Por todo ello, Lula libre es una condición de democracia, no suficiente, pero necesaria”, sostuvo Rousseff, quien llamó a la movilización por la recuperación de las democracias, no solo en Brasil, sino también en Europa, donde los partidos neofascistas, recordó, también están ocupando carteras y presidencias, por lo que llamó a un diálogo transatlántico para dar respuesta a los mismos riesgos. 

“Tenemos que organizarnos para luchar y resistir, porque recuperar la democracia no va a ser una lucha a corto plazo, pero sabemos que lo podemos hacer porque ya lo hicimos”, sentenció quien sufrió prisión y torturas durante la dictadura de su país. “Estoy de acuerdo con Pepe Mújica (expresidente de Uruguay) cuando dice que no hay ninguna derrota definitiva, pero tampoco ninguna victoria definitiva. Solo se mantienen con la lucha de las personas”, arengó.

“En Europa y Brasil estamos sufriendo la precarización de la clase trabajadora por parte del neoliberalismo, que arrasa con la perspectiva de las personas de que sus hijos y nietos vayan a vivir mejor. Tenemos que combatir esa creciente desigualdad que es la que explica el surgimiento de los movimientos fascistas y de ultraderecha”, concluyó, antes de que el aforo volviera a abrazarla con gritos de “Lula libre”, “Marielle presente” y de que decenas de personas volvieran a esperar para poder cruzar unas palabras con ella. Como ocurrió hace ocho años en Dakar con Lula, solo que ahora este está preso, ella ya no es presidenta y la esperanza altermundista anda huérfana de líderes institucionales que la dibujen factible.

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Comentarios
  1. Los derechos indígenas están en el corazón de la lucha contra el cambio climático.
    Los pueblos indígenas y tribales son los mejores guardianes del mundo natural. No solo dependen de él, sino que también lo defienden y lo cuidan. ¡No es casualidad que el 80% de la biodiversidad del planeta se encuentre en territorios indígenas!
    Como afirma Rousseff:
    «Es mentira lo que dice Bolsonaro de que son los indígenas los que están deforestando el Amazonas», y apuntó a los verdaderos beneficiados: «Los madereros, los ganaderos, los que hacen carbón vegetal con la madera, la agroindustria… Y ahora Bolsonaro quiere entregar el Amazonas a la explotación mineral porque tiene recursos estratégicos para los medios digitales».

  2. Esclarecedor e interesante. Reconforta escuchar a políticxs que hablan tan claro y acertado.

    ES EL CAPITALISMO, Katu Arkonada
    https://insurgente.org/katu-arkonada-no-es-el-fuego-es-el-capitalismo/ —————————————-
    …El modo de producción capitalista sólo puede mantenerse a costa de la explotación de las personas y de la naturaleza. La economía se financiariza y uberiza, explotando a un cada vez mayor porcentaje de la población mundial, al mismo tiempo que la minería y el agronegocio van destruyendo nuestras montañas, lagos y bosques, fundamentales para regular el clima y proveer alimentos y agua.
    Es por todo lo anterior que en Brasil, y tras la aplicación de un golpe parlamentario contra Dilma y el lawfare contra Lula, ha surgido un monstruo como Bolsonaro, que avanza a paso firme en la destrucción social y ambiental del país más grande, geográfica y económicamente, de América Latina.
    Los incendios que surcan la Amazonía, pulmón del planeta, son la cristalización del nuevo tiempo que nos toca vivir. Son más que un síntoma, son la metástasis de este mundo de monstruos regido por el modo de producción capitalista.
    En primer lugar, no podemos obviar que Bolsonaro llegó al gobierno apoyado por la coalición BBB (Biblia, bala, buey), la unión de sectores evangélicos, milicias paramilitares y agronegocio. Y a ellos se debe y para ellos está modificando las leyes. En el caso del agronegocio, le recompensó entregándoles el control sobre agricultura, medio ambiente y pueblo indígenas.
    El resultado: alrededor de 75 mil incendios en la Amazonia en los menos de 250 días que Bolsonaro lleva en el gobierno, la mayoría de ellos provocados con el objetivo de deforestar bosque y expandir el territorio del agronegocio, incendios que ya han afectado más de 3 mil kilómetros cuadrados de superficie.
    Antes de la destrucción ambiental, y en menos de nueve meses de gobierno, Bolsonaro ya ha consumado una destrucción social en Brasil. La ofensiva contra los derechos sociales no tiene precedente. Desde la defensa de la dictadura militar o la tortura, a la legalización de facto de la posesión de armas, la flexibilización laboral, el recorte a las pensiones o la privatización de la educación universitaria.
    Tenía razón Fredric Jameson cuando decía que es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo. Esa es la gran victoria cultural de un sistema que parece adentrarse en una obsolescencia no programada. Aunque es probable al paso que vamos que antes se consuma el planeta, y con él la humanidad entera, pero mientras haya un resquicio de esperanza para la acción, no nos confundamos, no es el fuego, es el capitalismo.

  3. Dios los cría y ellos se juntan,
    ¡cuantos crímenes se cometieron y se siguen cometiendo en nombre de Dios!
    ¡cuanta cretinez y cuanta perfidia!:
    Bolsonaro cita la Biblia y glorifica a Dios en el discurso de la 74ª Edición de la ONU:
    En su discurso donde dijo que Brasil estaba allí para restablecer la verdad, Bolsonaro abordó varios temas, incluidos la democracia, la economía, los regímenes políticos en América Latina, los derechos humanos, la causa indígena, la paz, el medio ambiente, la Amazonía y la libertad religiosa.
    Todo lo que necesitamos es contemplar la verdad siguiendo a Juan 8:32, ‘Conocerás la verdad, y la verdad te hará libre», dijo.
    También agradeció a Israel por su apoyo en la lucha contra incendios en la Amazonía.
    En la misma línea, el presidente de los Estados Unidos, Donaldo Trump, quien habló después de Bolsonaro, dijo que el 80 por ciento de la población vive en países donde la libertad religiosa no existe y que Estados Unidos nunca se cansará de apoyar la libertad de culto y religión.
    https://laicismo.org/bolsonaro-cita-la-biblia-y-glorifica-a-dios-en-el-discurso-de-la-onu/

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