Medio ambiente 2

Un planeta en llamas que evidencia la crisis climática

Vivimos una época, como publicaba recientemente la NASA, marcada por el fuego, donde las llamas y el humo son un elemento más de nuestro planeta.

Imagen satélite del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copérnico.

El pasado lunes 19 de agosto, São Paulo, la ciudad más grande de Sudamérica, veía como el anochecer se adelantaba dos horas. La población quedó a oscuras por la mezcla de un frente frío con la nube de humo de los incendios forestales que afecta a Brasil.

El país carioca está en llamas. Según ha publicado esta semana el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE), entre el 1 de enero y el 18 de agosto de 2019 los incendios forestales han aumentado un 83% respecto al mismo periodo de 2018. Acorde a las imágenes satélites del INPE, se han producido unos 72.800 focos, de los que un 52.5% están ubicados en la región amazónica, según la NASA. En todo el año pasado, hubo 39.759 puntos calientes, un 54% menos aun sin haber finalizado este año.

Parte de los incendios han afectado a 68 áreas protegidas por ser reservas naturales o indígenas, principalmente en la Amazonia. Este hecho llevó a algunos de sus estados, como Amazonas y Acre, a declarar la situación de emergencia por los posibles efectos del humo.

Entre las obvias consecuencia medioambientales, los fuegos del mes de agosto han provocado las emisiones de dióxido de carbono más altas registradas desde 2003, como apunta el científico de Copernicus, Mark Parrington.

No obstante, los incendios no son los únicos elementos que están devastando la selva amazónica, como explica este artículo de Climática. El aumento de la deforestación y los ataques contra las poblaciones indígenas están a la orden del día y sus efectos negativos alcanzan a todo el planeta.

Imágenes satélites de los puntos calientes, del Servicio de Monitoreo de la Atmósfera de Copérnico (CAMS, en inglés)

Brasil no es el único país sudamericano que permanece entre llamas. En Bolivia se han quemado más de medio millón de hectáreas, y la masa de humo que desprende el fuego cubre el país, además de Paraguay y parte de Brasil. 

Los hechos están teniendo lugar en la región boliviana de Santa Cruz. Allí, agricultores llevaron a cabo una quema de rastrojos, una práctica común en esta época aunque ilegal, que se descontroló. Debido a la falta de precipitaciones este año, junto con los fuertes vientos, las llamas continúan sin poder sofocarse.

Siberia, tres semanas ardiendo

Tampoco se escapa Siberia de las llamas. Desde principios de mes, esta vasta región geográfica se encuentra cubierta por el fuego. El 11 de agosto, la Organización Meteorológica Mundial (OMM) informaba de que el humo por los incendios se extendía por más de 5 millones de km². Por comparar: toda la Unión Europea son 4,5 km², y el humo daría para ocupar 10 veces España.

Las previsiones, además, son catastróficas. El Gobierno ruso, que continúa sofocando las llamas, es pesimista, y prevé que los fuegos continúen activos hasta febrero del año que viene.

Un problema local que tiene consecuencias globales. Siberia, que normalmente está congelada, es clave en el sistema de enfriamiento del planeta. En cambio, ahora arroja enormes cantidades de dióxido de carbono a la atmósfera, contribuyendo al calentamiento global, ergo, agravando la crisis climática. Como apuntaba la ONG Greenpeace en una nota de prensa, el incendio está emitiendo «más de 166 millones de toneladas de CO2, casi lo mismo que 36 millones de automóviles al año».

Misma situación en España

En un lapso de siete días, de sábado a sábado, la isla de Gran Canaria ha sufrido tres incendios. El primero afectó a una superficie cercana a las 1.000 hectáreas, mientras que el segundo en torno a las 200. El tercero, el peor de todos, se declaró estabilizado ayer miércoles, aunque seguirá sin estar extinguido durante un tiempo, con la posibilidad de sufrir reactivaciones debido al calor y la sequía.

Juntando los tres, son cerca de 11.000 hectáreas calcinadas, entre las que se encuentra el parque natural de Tamabada, con especies únicas en Canarias. Además, fueron obligas a evacuar a unas 10.000 personas.

A pesar de la gravedad, este incendio forestal queda lejos del sufrido en 2007, donde 18.000 hectáreas, incluido un zoológico con los animales dentro, fueron arrasadas por las llamas.

Portugal, ejemplo de la influencia de la crisis climática

Importante es también el caso de Portugal. En 2017, el país se vio inmerso en un gran incendio forestal, con el resultado de 64 personas fallecidas, incluida un bombero.

Aquel evento fue especialmente significativo: 5.000 hectáreas ardían en tan solo una hora, cuando lo normal es que lo haga en varios días. Incendios cada vez más grandes y devastadores a causa del calor extremo y la sequía, fenómenos potenciados por el cambio climático.

California, tierra de incendios

Hablar de incendios es hacerlo del estado de California, en los Estados Unidos. Allí son continuos e incluso habituales estos episodios, pero ninguno como los acontecidos en 2018, la fecha más mortal y destructiva jamás registrada. En total, hubo cerca de 8.500 incendios que afectaron a más de 760.000 hectáreas. Aquel año, murieron un centenar de personas y más de 22.000 viviendas quedaron destruidas. El llamado ‘Camp Fire’, ocurrido en noviembre de ese año, ha sido hasta la fecha el peor de la historia de California, con 62.053 hectáreas quemadas, 187.000 estructuras destruidas y 85 personas fallecidas. Estuvo activo un total de 229 días. Los daños económicos por culpa de los incendios ascienden a cifras con hasta diez ceros.

Crisis climática, incendios forestales y viceversa

Los grandes incendios forestales dejan a su paso una larga lista de daños materiales, medioambientales y personales. Personas evacuadas, heridas o fallecidas; fauna y flora -muchas veces protegida o en peligro de extinción- mermadas; miles de casas derruidas; o paisajes que antes eran verdes y pasan a estar cubiertos por un manto negro, son algunas de las peores consecuencias. Sin embargo, sus secuelas van más allá y alcanzan una dimensión global.

Para entender su gravedad, es necesario saber que los incendios y el calentamiento global -que deriva en un cambio climático- están estrechamente relacionados y se retroalimentan. Por un lado, los episodios de altas temperaturas y sequías -recordemos, potenciados por la crisis climática- crean condiciones ideales para la formación de incendios, hacen que estos se propaguen con mayor virulencia y provocan que sean más difíciles de extinguir. A su vez, los incendios forestales contribuyen al calentamiento global al emitir grandes cantidades de gases de efecto invernadero a la atmósfera.

En un artículo publicado recientemente por la NASA, la agencia especial estadounidense avisa de que sus satélites reflejan un mundo marcado por el fuego, «un mosaico global de llamas y humo impulsado por las estaciones y la actividad humana». Como se puede comprobar desde su página web, el mundo está lleno de miles de puntos rojos, donde cada uno representa un fuego.

Este escenario lleva décadas planteándolo el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés), siendo el informe especial de 2018 sobre la limitación a 1,5 ºC el aumento de la temperatura la prueba definitiva.

El planeta ha experimentado una subida de 1 ºC respecto a niveles preindustriales, y los eventos meteorológicos extremos ya son visibles (sequía, ciclones, incendios…). Permitir que aumente otro grado cambiaría radicalmente la sociedad que conocemos hoy.

Si te gusta este artículo, apóyanos con una donación.

¿Sabes lo que cuesta este artículo?

Publicar esta pieza ha requerido la participación de varias personas. Un artículo es siempre un trabajo de equipo en el que participan periodistas, responsables de edición de texto e imágenes, programación, redes sociales… Según la complejidad del tema, sobre todo si es un reportaje de investigación, el coste será más o menos elevado. La principal fuente de financiación de lamarea.com son las suscripciones. Si crees en el periodismo independiente, colabora.

Comentarios
  1. NO ES EL FUEGO, ES EL CAPITALISMO, por Katu Arkonada.
    (Ruego se me disculpe por tan extenso texto; pero es que no le veo desperdicio por ninguna parte)

    Es en los momentos de crisis como este, donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, cuando surgen los monstruos.

    El capitalismo ha entrado en una fase de descomposición que hace imposible, si quiere mantener la tasa de ganancia, garantizar la reproducción de la vida en condiciones dignas.

    El modo de producción capitalista sólo puede mantenerse a costa de la explotación de las personas y de la naturaleza. La economía se financiariza y uberiza, explotando a un cada vez mayor porcentaje de la población mundial, al mismo tiempo que la minería y el agronegocio van destruyendo nuestras montañas, lagos y bosques, fundamentales para regular el clima y proveer alimentos y agua.

    Al mismo tiempo, y como bien señalaba Gramsci, es en los momentos de crisis como este, donde lo viejo no termina de morir y lo nuevo no termina de nacer, cuando surgen los monstruos. La trumpización de la política es ya una realidad.

    Es por todo lo anterior que en Brasil, y tras la aplicación de un golpe parlamentario contra Dilma y el lawfare contra Lula, ha surgido un monstruo como Bolsonaro, que avanza a paso firme en la destrucción social y ambiental del país más grande, geográfica y económicamente, de América Latina.

    Los incendios que surcan la Amazonía, pulmón del planeta, son la cristalización del nuevo tiempo que nos toca vivir. Son más que un síntoma, son la metástasis de este mundo de monstruos regido por el modo de producción capitalista.

    En primer lugar, no podemos obviar que Bolsonaro llegó al gobierno apoyado por la coalición BBB (Biblia, bala, buey), la unión de sectores evangélicos, milicias paramilitares y agronegocio. Y a ellos se debe y para ellos está modificando las leyes. En el caso del agronegocio, le recompensó entregándoles el control sobre agricultura, medio ambiente y pueblo indígenas.

    El resultado: alrededor de 75 mil incendios en la Amazonia en los menos de 250 días que Bolsonaro lleva en el gobierno, la mayoría de ellos provocados con el objetivo de deforestar bosque y expandir el territorio del agronegocio, incendios que ya han afectado más de 3 mil kilómetros cuadrados de superficie.

    El desastre ambiental es ya un hecho en un Amazonas que con su sola existencia impide la desertificación de toda su cuenca, conformada por 8 países: Brasil, Bolivia, Perú, Colombia, Ecuador, Venezuela y Surinam.
    Un Amazonas que produce 20 por ciento del oxígeno que respira el planeta, y captura asimismo otro 20 por ciento del CO?, que es emitido a la atmósfera en la medida en que los árboles se van quemando, aumentando el calentamiento global.

    Antes de la destrucción ambiental, y en menos de nueve meses de gobierno, Bolsonaro ya ha consumado una destrucción social en Brasil. La ofensiva contra los derechos sociales no tiene precedente. Desde la defensa de la dictadura militar o la tortura, a la legalización de facto de la posesión de armas, la flexibilización laboral, el recorte a las pensiones o la privatización de la educación universitaria.

    En cualquier caso, que las ramas no nos impidan ver el bosque (si es que no se quema antes).

    El debate en torno a la quema de la Amazonia está cargado de hipocresía. Desde quienes nunca denunciaron el encarcelamiento de Lula (germen de la tragedia social y ambiental que vive Brasil hoy), hasta veganos que critican a quienes consumen carne, pero no denuncian la explotación laboral de la clase trabajadora, especialmente quienes en el campo producen los vegetales que consumimos en las ciudades. Por no hablar, en un plano más estructural, de la hipocresía de los países del norte que quieren convertir a los países del sur en sus guardabosques. Un norte que pudo crecer y hacer sus revoluciones industriales y tecnológicas a costa de la explotación de los pueblos y recursos naturales del sur.

    El debate sobre el modelo de desarrollo es uno de los grandes pendientes que tenemos como humanidad. El equilibrio entre el derecho al desarrollo, a sacar a cientos de millones de personas de la pobreza, y los derechos de la Madre Tierra, es un debate todavía no resuelto.

    Es un debate en el que las responsabilidades deben ser compartidas, pero diferenciadas entre norte y sur. El 10 por ciento más rico de la población genera 50 por ciento de las emisiones de CO?, mientras que la mitad más pobre de la población mundial genera tan sólo 10 por ciento de las emisiones. Está claro quienes son los responsables del problema y quienes deben ser los primeros en buscar soluciones.

    Mientras tanto, algunas certezas sí tenemos. La solución no pasa por ningún tipo de capitalismo verde, ni mucho menos por soluciones individuales que satisfagan nuestras conciencias, pero no generen cambios estructurales. Las soluciones deben ser colectivas y pasan por replantear el modelo de desarrollo y modo de producción capitalista, para preocuparnos por la supervivencia de la Madre Tierra, entendida esta como la unión entre la humanidad y la naturaleza con la que compartimos el planeta.

    Tenía razón Fredric Jameson cuando decía que es más fácil imaginarse el fin del mundo que el fin del capitalismo. Esa es la gran victoria cultural de un sistema que parece adentrarse en una obsolescencia no programada. Aunque es probable al paso que vamos que antes se consuma el planeta, y con él la humanidad entera, pero mientras haya un resquicio de esperanza para la acción, no nos confundamos, no es el fuego, es el capitalismo.

  2. «Este escenario lleva décadas planteándolo el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, en sus siglas en inglés), siendo el informe especial de 2018 sobre la limitación a 1,5 ºC el aumento de la temperatura la prueba definitiva».
    Y las Ongs. ecologistas todavía llevan más tiempo planteándolo, recibiendo como respuesta hostilidad y considerándoles «enemigos del progreso».
    Nos vamos al garete… cada vez lo veo más claro…
    Greenpeace: La Amazonia está sufriendo uno de los mayores ataques en lo que llevamos de siglo: solo desde enero hasta agosto de este año, el número de incendios en la región aumentó en un 145% con respecto al mismo período en 2018. Es una emergencia.
    La destrucción de la Amazonia significa perder ecosistemas y hábitats enteros y especies en peligro de extinción. Significa que las comunidades indígenas perderán sus tierras. Y significa que podríamos perder la lucha contra la crisis climática actual. Gran parte de lo que ya se ha quemado nunca podrá recuperarse.
    Nuestros compañeros de Greenpeace Brasil están trabajando a contrarreloj: desde el corazón de la selva amazónica, con las comunidades indígenas con las que llevan años trabajando; sobrevolando la Amazonia, para documentar las extensísimas áreas que están ardiendo; y desde la capital, Brasilia, para tratar de revertir las agresivas políticas anti-ambientales de Bolsonaro que han permitido que esto suceda.
    Estos fuegos no son un accidente. Los incendios son una de las principales herramientas utilizadas para la deforestación: una vez que la industria maderera ha talado las maderas preciosas, los propietarios ganaderos y del sector de la soja queman la selva para seguir lucrándose con la Amazonia. Todo esto alentado por las políticas del presidente Bolsonaro.

    Los ojos de todo el mundo están puestos en los pulmones del planeta: millones de personas en todo el mundo se han unido a la campaña para salvar la Amazonia y la movilización está funcionando: los líderes políticos han mostrado su preocupación y la presión internacional ha obligado a Bolsonaro a enviar al ejército a luchar contra las llamas.

  3. El Amazonas está incendiado para producir carne barata.
    Y la situación podría empeorar. La UE está negociando un acuerdo comercial, parecido al TTIP, con países de Sudamérica, incluyendo Brasil. Para el presidente brasileño de extrema derecha, Bolsonaro, es muy importante conseguir que el acuerdo se finalice, puesto que permitiría a Brasil vender carne barata y soja a toda Europa.
    Francia e Irlanda ya han amenazado con votar en contra de este acuerdo si Brasil no toma medidas al respecto de los fuegos.
    Con la bendición del presidente brasileño Jair Bolsonaro, los madereros ilegales están organizando un ataque en toda regla contra el «pulmón verde» de nuestro planeta. Primero cortan los árboles, luego queman la tierra y la usan para actividades ganaderas y agrícolas. Están destruyendo reservas vitales de carbono y a los cientos de miles de especies que lo llaman hogar. Todo para ayudar a la industria cárnica [1].
    ¡Y Europa está a punto de de echar leña al fuego! La UE pretende firmar un «nuevo TTIP» con el bloque Mercosur: con países integrantes como Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Es un acuerdo para importar carne barata, soja, madera y otros productos cultivados sobre las cenizas del Amazonas.
    El tratado comercial entre la UE y Brasil es un orgullo para el presidente Bolsonaro. Sabe que hay mucho en juego: la UE es el segundo mayor socio comercial de Brasil. Este acuerdo se ha estado negociando desde hace más de 20 años y está a punto de ser cerrado: Bolsonaro se jacta de cómo conseguirá que se firme en breve [2]. Con las negociaciones todavía abiertas, la UE tiene un poderoso medio para presionar y hacer que Bolsonaro salve el Amazonas.
    El acuerdo comercial entre la UE y el bloque Mercosur permitiría que los productos de estos países entren por vía rápida a Europa, engordando los bolsillos de las grandes empresas a ambos lados del Atlántico.
    Y aunque los políticos detrás del acuerdo afirman que incluye un «compromiso para hacer frente a la deforestación», más de 600 científicos, dos organizaciones indígenas brasileñas y 340 grupos de la sociedad civil nos avisan de que esta claúsula es un fiasco [3]. Europa no debe recompensar a Bolsonaro y sus compinches por la indescriptible devastación de la selva tropical, que viene sucediendo desde que asumió el cargo hace apenas ocho meses.
    No puede haber acuerdo mientras el Amazonas esté en llamas.
    El Amazonas está ardiendo: ¡No al acuerdo comercial UE-Brasil!, por favor, fírmalo.
    https://act.wemove.eu/campaigns/no-acuerdo-ue-mercosur-amazonas-ardiendo?utm_source=civimail-25637&utm_medium=email&utm_campaign=20190828_ES

  4. Es profundamente desolador ver imágenes satelites de vastas extensiones de selva ardiendo, pero lo más terrorífico es que esto no es accidental.
    Agricultores, terratenientes y ganaderos prenden fuego deliberadamente para despejar grandes áreas de bosque y poder así explotar rápidamente los territorios quemados.

    Sucede desde hace años, pero ahora ha alcanzado un nivel crítico como consecuencia de la retórica y las políticas tóxicas del presidente de Brasil, Jair Bolsonaro.
    Bolsonaro ha “declarado la guerra” a los pueblos indígenas de Brasil.

    – ha intentado sacar el departamento gubernamental de asuntos indígenas, FUNAI, del Ministerio de Justicia para situarlo bajo el control de la ministra Damares Alves, predicadora evangélica que está siendo investigada por incitar al odio racial contra los pueblos indígenas
    – ha intentado retirar la responsabilidad de la demarcación de los territorios indígenas de la FUNAI para encomendársela al Ministerio de Agricultura, dirigido por políticos antindígenas del lobby del agronegocio
    -ha adoptado decretos para dificultar la protección de los territorios indígenas y el “seguimiento” de los aliados de los pueblos indígenas.
    – ha envalentonado a través de su retórica racista a los invasores a robar tierras indígenas y a atacar comunidades…
    – y más…

    Estas iniciativas anuncian una catástrofe para los pueblos indígenas en todo el país y podrían acarrear la extinción de docenas de tribus no contactadas.
    Por todo el país, los territorios indígenas están siendo invadidos y las selvas están siendo quemadas a un ritmo sin precedentes.
    Sin embargo, los pueblos indígenas del país están llevando a cabo una contraofensiva. No permitirán que nadie les robe sus tierras, pues sin ellas no pueden sobrevivir.
    Piden que les apoyes, por esto te pedimos que firmes y compartas.
    Es más urgente que nunca… La Amazonia está en un punto de no retorno.
    Por los indígenas, por la naturaleza, por toda la humanidad.
    https://www.survival.es/recogidasdefirmas/stopgenocidiobrasil

  5. Debemos exigir a nuestros políticos posiciones claras ante la emergencia climática que estamos viviendo. Soy mayor y me queda poco en este convento y es muy duro lo que les viene a la juventud

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.