Sociedad

Especulaciones biológicas en el control de la reproducción

"La reproducción es un asunto capital, y del capital. Una propiedad elemental de la materia viviente se convierte en sujeto de control cuando esta atañe a la estructuración de los órdenes económicos y sociales", explican los autores.

Macrofotografia de una fecundación in vitro. DMYTRO SUKHAREVSKYI

Artículo publicado en #LaMarea70: ‘La memoria de Europa’ (marzo de 2019). A la venta aquí

La ciencia ha dado argumentos de base para la capitalización del ciclo de la reproducción humana, a través de instrumentos explícitos y tecnológicos (compra-venta de neonatos, gestación subrogada, fecundación in vitro) e implícitos (crianza como recurso no valoralizable, regeneración poblacional independiente de contexto, sometimiento y pérdida de libertad sobre el embarazo y su interrupción). Concretamente, la biología basada en objetos discretos y mecanismos causales ha perfilado una realidad poblada por agentes individuales descontextualizados. La genética, como su principal abanderada, ha dispuesto un pensamiento de causa-efecto, de predeterminación y sucesión hereditaria [1]. El darwinismo, como base teórica de la Biología, es una extensión del pensamiento liberal, y eleva sus mecanismos al estatus de ley natural [2]. Como consecuencia, la disociación entre objetos es vista como algo natural, así como su capitalización; todo proceso es reducible a mecanismos aislados y todo cuerpo es un ente individual por sí mismo, con agencia propia desde su misma concepción [3].

El estado actual de la cuestión está a años luz de lo que el relato científico sostenía hace solo unas décadas. Por contra, ha emergido una noción de interconexión profunda que atraviesa toda la Biología, la cual puede ser considerada como el eje común de los actuales paradigmas en consolidación. La disociación profunda de procesos es hoy vista como un artefacto, los límites individuales son cada vez más difusos, el entorno es inseparable de la herencia y el desarrollo. Algunas de estas cuestiones inhabilitan totalmente los argumentos previamente usados para legitimar las bases más elementales en las que se enmarca la capitalización reproductiva. Estas son resumidas a continuación:

  • La reproducción no es un recurso a coste cero. La inversión en trabajo metabólico, la energía consumida durante el transcurso del proceso, es enorme. El proceso reproductivo es irreversible y tiene consecuencias a largo plazo (incluso de por vida), y por tanto no puede ser discretizado como un episodio vital aislado.
  • La gestación no es una incubación de cigotos, esto es, células resultantes de la unión de los gametos femenino y masculino con potencial de desarrollo. La gestación es una propiedad emergente del cuerpo materno. Su transformación es inseparable del desarrollo y crecimiento del embrión-feto, y constituyen un todo indivisible
  • La reproducción es un proceso complejo, con flujos constantes de materia, información y energía. No solo se trata del tránsito de nutrientes, sino también de sustancias maternas como hormonas y anticuerpos, indicadores ambientales y células. Todo organismo en gestación es una quimera [4], y el intercambio de células (humanas y microbianas) que se da en este proceso persiste mucho después del nacimiento. La reproducción es, por definición, una simbiosis extendida.
  • La herencia no es reducible a la perpetuación del material genético de los progenitores. El «fetichismo del ADN» (como ha sido denominado) solo es la continuación del concepto linaje, un tópico que legitima con argumentos naturales y sobrenaturales el estatismo de las clases sociales. La herencia se extiende a otros dominios de la biología (microbios, sustancias maternas, marcas epigenéticas y todo lo que acontece en el entorno de nacimiento y gestación, incluyendo el poder adquisitivo y la calidad de vida). Existen efectos transgeneracionales por los que las condiciones de vida se imprimen en la descendencia, incluso pasadas dos o más generaciones.
  • El desarrollo es un proceso histórico. Este es consecuencia de la expresión de instrucciones (epi)genéticamente codificadas que se adaptan al contexto inmediato, por lo que las variaciones sobre este contexto son relevantes. El organismo materno ya existe previo a la implantación del cigoto, y este constituye el agente responsable de comunicarse con el exterior, construyendo contextos coherentes en el desarrollo del embrión-feto y adaptándose como un todo indivisible: transduciendo, transformando y filtrando las señales del ambiente (nutrientes, tóxicos, radiación, estímulos neuroendocrinos), modificando su fisiología y morfología, alterando su microbioma y sus hábitos.
  • La reproducción no es la concepción de un nuevo individuo y su desarrollo hasta el nacimiento. El «individuo» no es un objeto atemporal y con agencia propia, sino un proceso «transespecífico» en continua construcción y adaptación. El cigoto no tiene agencia ni es un sujeto propio. Durante el desarrollo, el embrión-feto es una continuación del cuerpo materno y de las simbiosis que en este existen. Ni siquiera el nacimiento, la disociación física entre el cuerpo materno y el (ahora) neonato, constituye la emancipación de un individuo autónomo. La simbiosis reproductiva continúa meses después del nacimiento, extendiéndose a través de la lactancia, el intercambio de microbios y la instrucción sensorial-cognitiva.

Mucho se ha escrito sobre los aspectos históricos referentes al control reproductivo a través de mecanismos legales y morales, de la violencia física y la estructural. No es una tesis nueva [5] el hecho de que la mano de obra constituye el recurso más importante del capitalismo, y que su producción ha sido sistemáticamente controlada a través del dominio del cuerpo femenino y la estructuración familiar como unidad mínima de la estratificación del poder.

¿Qué decir, a partir de los datos actuales, sobre las condiciones de vida implícitas en la reproducción de las diferentes clases sociales? La pobreza es un factor complejo que afecta a la gestación, el desarrollo, y provoca alteraciones sistémicas en el organismo gestante, con frecuencia hereditarias. Propensión a diabetes, obesidad, hipertensión y otras condiciones endocrinas, cáncer, disgénesis y cuadros neuroendocrinos que llevan a la depresión, la ansiedad y el suicidio. Un ‘regalo’ implícito en las condiciones de existencia durante la reproducción de las clases más bajas.

¿Qué decir de las nuevas tecnologías dispuestas para la satisfacción de necesidades creadas de las clases medias y altas? Las terapias de fertilidad son un modismo caprichoso que busca dar continuidad al espectro del linaje, ahora materializado en la forma del ADN, haciendo de la reproducción un fenómeno centrado en la perpetuación del individuo (otra forma de vida eterna). La gestación subrogada supone un paso más allá en esta línea. La cosificación de la mujer gestante como un mero contenedor, una incubadora en la que lo importante, el cigoto, con la esencia de quien paga, no solo deja de lado los aspectos morales y las cicatrices psicológicas ya conocidas, sino que se asienta sobre un castillo de naipes.

Los flujos de información durante la gestación destruyen la unicidad del embrión-feto, el cual es una quimera que hereda material genético y epigenético, y deja una impronta perdurable en el cuerpo en el que se desarrolló. Todo en pos de un mercado tremendamente lucrativo al auspicio del «fetichismo del ADN», y una renovación también del «fetichismo de la maternidad» imprimido a fuego en la educación de las mujeres bajo consignas morales y culturales.

¿Qué decir de la violación sistemática y estructurada del derecho a la interrupción del embarazo? La objetivación del embrión como sujeto con agencia propia, como una «persona en proceso», ha sido y sigue siendo un argumento para controlar la natalidad (la reproducción de la fuerza de trabajo), y sustraer el poder de las mujeres sobre su cuerpo y la extensión del mismo. Argumento que ha sido rebatido desde la comunidad científica desde hace décadas, y que las nuevas perspectivas no hacen más que reforzar su inhabilitación. Entendido como un todo indivisible, el proceso de gestación debe ser estructurado en base a la persona que existe y atendiendo a la simbiosis que se establece en su interior, como sujeto soberano de las transformaciones biológicas de su ser.

El ejercicio político económico permite controlar las necesidades que hacen que un embrión se establezca bajo las condiciones de clase heredadas de su progenitora, haciendo que esta sea condición necesaria y suficiente para su reproducción. Parecería sencillo entonces, la reproducción del capital depende de nuestros cuerpos, de nuestras factorías ordinarias, de los sujetos criados y sometidos bajo estas formas. ¿Por qué la condición humana de la mayoría sigue reproduciéndose bajo estos ciclos si solo depende de su voluntad?

¿Cómo afecta esto a la cadena de producción de trabajadores? ¿Qué lecturas hacemos de los procesos demográficos y migratorios? ¿Cómo se enlaza la sustitución de trabajadores orgánicos en los países desarrollados por trabajadores sintéticos? ¿Cuál es el coste de mantenimiento de cada uno de ellos y cómo se polarizan geográficamente en base al PIB de los países explotados y explotadores?

La reproducción es un asunto capital, y del capital. Una propiedad elemental de la materia viviente –la continuación generacional de los mecanismos orgánicos– se convierte en sujeto de control cuando esta atañe a la estructuración de los órdenes económicos y sociales. La estratificación de las clases, su estabilidad y perpetuación, solo ha sido posible a través del control reproductivo, explícito e implícito. La ciencia ha respaldado, como fuerza intelectual, las bases legales y morales (impuestas mediante fuerza física llegado el caso) con las que el capitalismo se reproduce a sí mismo a través de la reproducción de sus clases. Ahora puede ser palanca para resistir desde otras estructuras sociales.


Notas

[1] Ver El Mito del Gen; o cualquier referencia en la línea más actualizada. 

[2] Ver Darwin y el capital; entre otras referencias.

[3] La búsqueda de agentes individuales llega al extremo con la sociobiología y la noción del gen egoísta.

[4] En biología: un organismo mixto compuesto por células de distintos orígenes. En este caso, se habla de microquimerismo como fenómeno extendido en el que el cuerpo de la mujer gestante y el feto intercambian células. Estas circulan por la sangre y se integran en los tejidos, llegando incluso a construir o regenerar órganos completos. La permanencia de estas “células de intercambio” puede durar décadas. Ver bibliografía.

[5] Ver el trabajo seminal de Silvia Federici: Calibán y la Bruja, entre muchos otros en su estela. 


Referencias y Bibliografía

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