Opinión
Enrocar en tangram o los modos de articulación de lo político
"No se puede hacer política buscando homogeneizar opiniones, comerse las piezas del contrincante o enrocarse, sino, al menos en democracia, únicamente construyendo un espacio de lo común plural y diverso con aquello de lo que se dispone".
Desde hace ya algún tiempo cada domingo dos personas se sientan en un parque en torno a un tablero de ajedrez. Dibujado sobre la superficie desgastada de una mesa ambos jugadores colocan sobre él sus piezas y, obviando el estado del tablero, las mueven siguiendo las líneas de los desdibujados escaques que, a causa de la intemperie y la erosión de décadas, son casi indistinguibles. Nada de esto importa. Están tan habituados a ellas que no perciben su estado. No ven más que la partida y, mientras buscan ofensivamente avanzar posiciones, defienden aquellas que no quieren perder. Llevan tanto tiempo jugando que, con la inercia de unos modos convertidos en rutina, han convertido el juego en una partida fatal que si es tal es precisamente porque acabará en tablas. La situación se agrava. El tiempo apremia. El fin de la partida no puede demorarse mucho más.
En un movimiento de agónica defensa ambos enrocan y después llegan las temidas tablas. Parece que nadie pierde ni gana y sin embargo los dos jugadores salen derrotados. Pero no solo: sale sobre todo derrotado el propio juego. Es lo que sucede cuando se quiere jugar al ajedrez con las tans del tangram: no se trata de mover las piezas sobre un tablero para ganar a un contrincante, sino de construir junto con el otro jugador algo nuevo con todas las piezas disponibles. La derrota es un fracaso. Centrados en aquel viejo y desgastado tablero que antaño presenció tantas partidas de un juego que ya no es el nuestro, nuestros jugadores no vieron lo evidente: que estaban movimiento piezas que no correspondían con el tablero. Que lo que tenían entre manos no eran alfiles, torres o caballos, sino frágiles piezas que otros habían puestos en sus manos. Era un tangram. Y aquí no se puede enrocar ni el juego consiste en hacerse con el tablero.
Del mismo modo, no se puede hacer política buscando homogeneizar opiniones, comerse las piezas del contrincante o enrocarse, sino, al menos en democracia, únicamente construyendo un espacio de lo común plural y diverso con aquello de lo que se dispone. Ahora bien, si lo que se quiere es jugar al ajedrez con la desaparición de las fichas del contrario, quizá no se esté jugando a la democracia. La democracia es un tangram cuyas piezas se ponen de manifiesto en el sistema de representación. La tarea del político no es jugar a comerse el resto de piezas. Es saber negociar para combinar todas aquellas que han conseguido representación en el tablero de la política y apartar aquellas que son dañinas para la convivencia. Y no claudicar.
Chantal Mouffe hace una distinción entre “la política” y lo “político” que es interesante rescatar: lo político, sostiene ella, consiste en la diferencia de pareceres, posiciones, creencias que entran en conflicto (polemos) en la construcción de toda realidad social. Somos seres en conflicto, con intereses no sólo diversos, sino opuestos o “antagónicos” y es esta realidad social como punto de partida donde comienza el trabajo de la política cuya tarea, al menos en democracia, no es relegar este tipo de pasiones a la esfera privada, sino saber trasladarlas al ámbito de lo público y ponerlas en escena de tal modo que aparezca representado el pluralismo y la diversidad.
La presencia del otro, tan distinto y tan extraño, es aquello que para Mouffe caracteriza al antagonismo de lo político. Frente a éste la política se convierte en una delicada artesanía que sublima este antagonismo para traducirlo no en una oposición sino en una serie de posiciones que deben ser combinadas y colocadas adecuadamente para permitir la mejor convivencia posible que atienda a las necesidades y obligaciones de todos y todas. Solo así evitamos a misos (por recordar la disrupción sobre el odio) al transformar al radicalmente otro cuya existencia es incompatible con la nuestra (el enemigo) en alguien con quien debemos entendernos.
Al menos, como digo, en democracia porque según cómo se produzca esta articulación de lo político en el saber hacer de la política obtendremos diferentes regímenes políticos. Lo político, entonces, más allá de Mouffe, queda constituido por los materiales tangibles e intangibles, diferencias, problemas, deseos, pasiones que aparecen en una comunidad y a partir de las cuales ha de edificarse, previa mediación de la política, el gobierno. Algo parecido señala Hannah Arendt cuando sostiene que la condición indispensable de la política es la irreductible pluralidad relacionada con nuestra singularidad.
El término griego polis que solemos identificar sin más como ciudad, implica en realidad la concreción de un hacer, de un edificar, que en griego se dice precisamente polizo. Y por eso Heráclito sostenía que una ciudad no son solo sus muros, sino sus instituciones o, por todo lo dicho, las materializaciones del modo en el que se ha articulado lo político a través de la política. Quizá podamos leer desde esta perspectiva aquella afirmación tan citada de Aristóteles: si el hombre es el animal político, lo es porque es el animal que edifica su forma de estar en el mundo atendiendo a lo otro del mundo natural y a lo otro del mundo social.
El objetivo de una política democrática no reside en eliminar las diferencias o, por seguir nuestra analogía, comerse un romboide con un cuadrado, sino en articularse desde ellas y con ellas de tal modo que, sublimadas, lejos de ser oposiciones existencialmente incompatibles, se conviertan en posiciones a articular para favorecer el respeto del pluralismo, la diversidad y la diferencia (lo que implica en este caso expulsar del tablero de todo aquello que sea perjudicial para la sociedad como la homofobia, la transfobia, el machismo o el racismo).
Por lo dicho, la política democrática no debe trasladar sin mediación los conflictos de la realidad social al ámbito de las instituciones, sino saber traducir y moldear ese conflicto a un lenguaje de comunicación y entendimiento. El político no está ahí para exacerbar la destrucción del pólemos, sino para transformalo en una herramienta de construcción a través de los pactos. La tarea no es sencilla. Y por eso los políticos, en principio, son aquellos que deberían saber hacerlo cuando, por ejemplo, se está formando gobierno. Deberían. No, ya no se trata de las piezas blancas y negras del bipartidismo. Se trata de unir fuerzas para proteger los derechos que tanto ha costado conseguir.
¿Qué pasa si este conflicto no es mediado por la política?, ¿qué sucede si los representantes de los partidos se convierten en concreciones crispadas de oposiciones existenciales?, ¿qué sucede entonces cuando lejos de ser elegidos para mover las piezas del tablero de lo común juegan para ganar la partida? Que se enroca una pieza de tangram, que nadie gana y todos pierden, que se pierde de vista al verdadero enemigo que no es otro que la dictadura de lo igual y la imposición bajo diversas formas de sometimiento de un modo de pensar que trata de eliminar y excluir al diferente y que no consigue sino radicalizar las brechas y las desigualdades. A menudo se olvida cuán frágil es la democracia. Como si siempre hubiera estado ahí. Es preciso saber combinar las piezas sobre todo cuando hay quien espera a sacar a la reina de su monasterio y sabe, con conciencia, qué juego quiere volver a poner sobre aquel desgastado tablero… y aviso: no es un tangram.
Gracias, Ana, por hacer análisis afinados en medio de tanta ramplonería y tanto juego de «o estás conmigo al 100% o eres facista». Gracias por ayudarnos a pensar.
Sánchez que no te olvides que gracias a podemos y las confluencias astenido 10 meses degloria y remontastes al PSE
Claro que sí que el PSE de la derecha no quiere un gobierno de izquierdas
Parole, parole, parole…, tu artículo, Ana, es filosofía barata por no emplear otro término más escatológico. Lo que está ocurriendo entre el PSOE y Unidas Podemos, nada tiene que ver con partida de ajedrez alguna, osea, con la filosofía barata. Tiene que ver con las personas que seguirán muriendo en las pateras en el Mediterráneo, con los suicidios por no poder pagar la hipoteca, con los asenitatos machistas a mujeres a quien el estado no protege por falta de recursos públicos, etc., etc., etc., y esto seguirá ocurriendo, por gente como tú, «equidistante». Tan difícil es ver que el PSOE está presionado o abducido por el poder económico en la defensa de sus intereses, y que a su vez, nada tiene que ver con lo que representa y defiende Unidas Podemos…. Espero que tu artículo lo hayas escrito gratis…
En futbol o enganchados al móvil. El mundo va patrás, precisamente por la despreocupación de la ciudadanía que ni siquiera se da cuenta cuenta de ello. El mundo va patrás por la falta de valores cívicos, de sabiduría, de valor y voluntad para cambiar.
https://www.tercerainformacion.es/opinion/opinion/2018/08/20/la-idiotizacion-de-la-sociedad-como-estrategia-de-dominacion
Interesante el artículo. Aunque con menos palabras ya se planteó en el gran 15M de la indignación ciudadadana: construir sobre lo que es común, modular lo que nos diferencia, y apartar de raíz lo antagónico. Como dijo Baltasar Gracián: LO BUENO, SI BREVE DOS VECES BUENO.
Posdata: no se trata el caso de aquél que solo utiliza la pantalla de la negociación para exterminar al contrario, que a su vez se ve obligado a utilizar todos los medios posibles a su disposición para no ser destruido.
Qué pensáis, ciudadanía?