Política

“Como mujer, de izquierdas y feminista, me sentí profundamente huérfana cuando tuve a mi hijo”

En 'Mamá desobediente' (Capitán Swing), Esther Vivas aborda la maternidad desde un punto de vista feminista en el que introduce también el factor determinante de clase: "Ser madre se está convirtiendo en un privilegio".

Esther Vivas. Foto: Xavier Torres

Cuenta Esther Vivas que uno de los mejores momentos en su experiencia como madre fue precisamente cuando se enteró de que iba a serlo. Tardó cuatro años en lograrlo, con tratamiento de reproducción asistida incluido. Luego se dio cuenta de que ser madre era igualmente una proeza en estos tiempos y va camino, añade, de convertirse en un privilegio. De las contradicciones, de la belleza, de las ambivalencias, de los malos momentos, de los buenos, de las verdades y de las mentiras, de los mitos y los tabúes escribe Vivas en Mamá desobediente, editado por Capitán Swing, y publicado también en catalán por Ara Llibres. 

¿Cuál es el mensaje, qué quiere trasladar con este libro?

La necesidad de repensar la maternidad en clave feminista y de reivindicar una maternidad rebelde, insumisa y emancipadora. Y visibilizar una serie de temas vinculados a la maternidad que son tabú, ponerlos encima de la mesa y abordarlos. Porque ¿cómo unas prácticas tan fundamentales para la reproducción humana como gestar, parir y dar de mamar son tan menospreciadas? A partir de esta mirada tenemos que repensar todo ello. 

¿A quién va dirigido?

Es un libro que no solo va dirigido a madres, a mujeres embarazadas o que quieran tener un hijo. Este libro va más allá. La maternidad es un hecho que nos incumbe a todos, no es una responsabilidad individual. Es una responsabilidad colectiva. Aun no siendo madres, por el hecho de que hemos sido hijas e hijos, tenemos una relación con ella, o bien porque acompañamos procesos de crianza. Yo, como mujer, de izquierdas y feminista, cuando me quedé embarazada y tuve a mi hijo, me  sentí profundamente huérfana porque, a menudo, desde estos espacios no se ha abordado la maternidad con todas sus complejidades y contradicciones, y se ha dejado en manos de la derecha. Yo misma no me había planteado la maternidad hasta que, como digo, me quedé embarazada y tuve a mi hijo. Entonces fue cuando me di cuenta de todo esto, de cómo unas prácticas tan esenciales son tan invisibilizadas, no ya a nivel social y político, sino incluso en movimientos sociales que aspiran a cambiar el orden de cosas. Y eso me movió a reflexionar sobre el tema.

Lo dice también en su libro, que percibió que no se hablaba de maternidad en las asambleas, en las reuniones. ¿Ha sentido incomprensión por parte de otras mujeres que no tienen hijos?

A nivel personal no me ha sucedido nada así. Pero creo que la maternidad es vista desde distintas perspectivas en el feminismo y hay distintas sensibilidades. Hay un sector del feminismo que asocia maternidad a una carga, a una esclavitud y yo creo que la maternidad no es esto o no tendría que ser esto. Decía Adrienne Rich que hay que distinguir entre la institución de la maternidad, que es el uso que hace el patriarcado de la maternidad para controlar el cuerpo de las mujeres, y la experiencia materna, que es cómo la podemos vivir, sentir. Hay que abolir la institución de la maternidad y liberar la experiencia materna de la carga del patriarcado, sin caer en una idea romántica de la misma. Pero hoy, insisto, si eres mujer y feminista y eres madre te sientes huérfana de referentes porque la izquierda y un sector del feminismo ha renunciado a la maternidad y ha considerado que dar relevancia al parto, a la lactancia y a todas estas cuestiones era hacerle el juego a la derecha y a posiciones reaccionarias. Sin embargo, creo que no enfrentar el debate es un error. No se puede abordar la maternidad comprando ese discurso que dice que la maternidad es un lastre, como si la maternidad fuera el problema, cuando el problema es el mercado y este sistema.

¿Qué implica ser madre hoy en día en comparación con nuestras madres y abuelas?

La rebelión de las feministas de los años 60 y 70 fue necesaria porque la maternidad, a lo largo de los siglos, ha sido utilizada como instrumento de control del cuerpo de las mujeres, pero en este rebelarse también se cayó en un cierto discurso antimaternal, antirreproductivo. Hay una nueva generación de mujeres madres nacidas en un contexto que, gracias a la lucha de nuestras antecesoras, hemos conseguido una serie de logros en términos de igualdad, aunque falta mucho camino. Hoy se empieza a abordar el debate sobre la maternidad en otros términos, con menos prejuicios.

Escribe en el libro que ser madre queda reducido y normativizado a dos opciones: la de ángel del hogar o la superwoman. Cuándo no eres ni una ni otra, ¿qué eres? 

Es que el sistema nos encasilla en el ideal de madre sacrificada, que es útil al patriarcado. O la alternativa que se plantea es esa maternidad donde la mujer llega a todo, 100% disponible para el mercado de trabajo. Es decir, la crianza supeditada al empleo, útil al sistema neoliberal y capitalista. Por tanto, hay que romper con ello, reivindicar poder vivir la maternidad al margen de estas imposiciones, reivindicar la importancia social política y económica de lo que significa gestar, parir, amamantar, criar. A las mujeres además nos han vendido una maternidad de color de rosa, un postparto de película en el que a los dos días la madre está perfecta a nivel físico y emocional, y es una gran mentira. La maternidad implica muchas contradicciones, cambios en la relación de pareja, en cómo conciliar o cómo encajar esa maternidad con el ámbito personal y profesional. La maternidad es todo menos fácil y de ahí que sea vivida con tanta culpa por las mujeres. Hay que desenmascarar esa maternidad de color de rosa, hay que aprender a convivir con estas ambivalencias.

¿Se ha arrepentido de ser madre?

No, no me arrepentido. La maternidad se vive de manera muy distinta en función de cada mujer, incluso la misma madre puede vivir esta experiencia de distintas maneras con cada hijo, en función del contexto. En general, tendemos a juzgar las prácticas maternas desde un punto de vista  individual, si esta madre da la teta o el biberón, en función de cómo cría, y esa mirada individual es errónea. Hoy criamos como buenamente podemos en un entorno socioeconómico completamente hostil a la maternidad, a la crianza y a la vida. 

¿Un momento malo en su experiencia?

Tengo dos. Uno, la dificultad que enfrenté para ser madre. Tardé cuatro años. Y no poder tener una criatura cuando lo deseas, cuando te sometes además a un tratamiento de reproducción asistida, es una experiencia muy dura a nivel físico y emocional, porque convives con una incertidumbre constante: no sabes si podrás tener una criatura o no. La infertilidad es una enfermedad social, una de las principales del siglo XXI y de las más silenciadas. Finalmente, tuve un hijo, pero cuántas mujeres no pueden por una cuestión socioeconómica, por un problema de infertilidad… Y hay que destapar este tabú. Y no es un problema solo de las mujeres. Hay una alta tasa de infertilidad masculina. Y la otra experiencia negativa fue mi segundo embarazo, que tuve una pérdida gestacional. Un aborto debido a una malformación de la criatura incompatible con la vida. Y este es otro gran tabú, sufrir una pérdida. Porque formalmente significa el fracaso de la maternidad. Y, además, como nadie salvo tú lo ha sentido, lo ha conocido, es como si esa criatura no hubiese existido, como si no tuvieras derecho a llorarlo, como si el duelo no fuese posible. Pero hay que empezar a reconocer a esos hijos no nacidos, y que las madres sean tratadas como madres, que puedan acceder al cuerpo de sus criaturas si así lo desean, verlas, lo cual ayuda a enfrentar el duelo…

¿En ningún momento se le pasó por la cabeza un vientre de alquiler?

Por descontado que no. Los vientres de alquiler, la gestación subrogada, no puede considerarse una técnica de reproducción asistida. Implica la mercantilización de un proceso biológico. Y este deseo no puede pasar por encima de los derechos de terceros, por encima de los derechos del bebé y de la madre gestante.

Insiste mucho en su libro en la ampliación más que en el permiso de paternidad –que parece que poco a poco se va logrando–, en el de maternidad…

Aumentar el permiso de paternidad es positivo, pero esta demanda no puede ir desligada de reivindicar un aumento del permiso de las madres, y más cuando este es tan escaso. Sí, es que cuatro meses no llegan ni siquiera a permitir los seis meses de lactancia materna en exclusiva que recomienda la Organización Mundial de la Salud (OMS). De hecho, aquí hay un claro factor de clase social: porque solo las madres que pueden permitirse una excedencia sin remunerar son las que pueden estar más tiempo con sus bebés. Si eres pobre, a las dieciséis semanas tienes que volver al empleo. De este modo, la maternidad se está convirtiendo en un privilegio. Quienes apuestan por unos permisos iguales e intransferibles consideran que de este modo criar será responsabilidad de ambos progenitores y se conseguirán mayores cuotas de igualdad en el mercado de trabajo, pero esta visión es corta de miras, ya que las causas de la desigualdad en el mercado de trabajo van mucho más allá de si eres madre o no. A la vez, esta mirada sigue señalando que el problema lo tenemos con la maternidad, cuando el problema reside en el mercado. El problema, a mi entender, consiste en supeditar la crianza al mercado. Además, si finalmente el permiso de paternidad llega a las ocho semanas en 2019, que es la apuesta del PSOE, nos vamos a encontrar que, en tres años, este habrá aumentado un 300%. Mientras que desde 1989, el permiso de maternidad no se ha ampliado ni una coma ni está previsto que lo haga.

¿Qué medidas debería aportar la izquierda para fomentar la natalidad, si considera que debería hacerse esto, claro?

Fomentar la natalidad y apoyar la maternidad es esencial, y más desde una perspectiva de izquierdas, porque cuidar es fundamental para la reproducción de la vida. ¿Qué sucede? Que la derecha es quien más ha hecho bandera de la maternidad y la familia. Sin embargo, lo hace desde un punto de vista reaccionario, apelando a una maternidad que es utilizada como instrumento de control del cuerpo de las mujeres. Y además, lo hace de una manera totalmente hipócrita, porque nos dice, a las mujeres, que tengamos criaturas pero promueve unas políticas socioeconómicas contrarias a la crianza, una políticas que nos dificultan poder tener hijos, ya que precariza el mercado laboral, recorta en servicios públicos, permite la especulación inmobiliaria. La izquierda debería desenmascarar esa supuesta promaternidad de la derecha con un discurso propio, feminista y emancipador. Apoyar la maternidad implica apoyar si quieres ser madre o no, tanto a aquella que quiere quedarse embarazada como a aquella que quiere abortar. La maternidad no es lo que dice la derecha, es otra cosa. Y hay que romper con este complejo de inferioridad que tiene la izquierda a la hora de hablar de la maternidad y la familia. 

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Comentarios
  1. La autora se contradice a sí misma.

    Es absurdo sufrir por no poder traer un hijo a este mundo (que es injusto y no sabes cómo le va a afectar). No sabes cómo será contigo ni con el mundo por muy bien que lo eduques ni por muy positiva que seas. Miles de madres hubieran preferido quedar estériles si hubieran sabido que traerían hijos gravemente enfermos o que cometerían graves delitos. Sufrir por no poder ser madre biológica es sinónimo de idealizar la maternidad y pensar que ser madre es indispensable para poder ser feliz o realizarse como mujer por el mero hecho de desearlo. No se puede romper la idealización sobre la maternidad si no llamamos las cosas por su nombre. Es absurdo sufrir por ello como también lo es sufrir por no tener pareja, hermanos o no haber podido acceder a una carrera determinada. Por ello, es contraproducente no decirlo alto y claro. No es lo mismo no poder ser madre biológica e intentarlo sin pensar que es una desgracia ser estéril que pensar que sí. Y para que esto llegue a ser hay que enterrar la idea de que no poder ser madre biológica es algo grave.

    Fomentar la natalidad no solo no es esencial sino contraproducente en un mundo superpoblado en constante crisis social, económica y medioambiental. Se debe apoyar la maternidad en sí por el bien de los hijos, de las madres y de la sociedad en general. Y se debe fomentar la responsabilidad reproductiva (solo tener hijos si se tiene estabilidad económica y emocional) y la adopción no solo para parejas estériles.

  2. 38 AÑOS DE CÁRCEL Y 148 LATIGAZOS PARA DESTACADA ABOGADA IRANÍ.
    Nasrin Sotoudeh ha sido condenada por defender los derechos de las mujeres en Irán

    Luchar pacíficamente por los derechos humanos. Eso es lo que ha hecho Nasrin toda su vida. Como abogada defendía a las mujeres que se negaban a acatar las degradantes leyes sobre el uso del velo o hijab.
    https://www.es.amnesty.org/actua/acciones/iran-nasrin-sotoudeh-mar19/?utm_source=email&utm_medium=email&utm_campaign=mailsoc&utm_content=nasrin

    En Irán, a las mujeres y a las niñas no se les permite salir de sus hogares a menos que se cubran el cabello con un pañuelo y los brazos y las piernas con ropa suelta. Nasrin quería cambiar esto y fue detenida por ello.
    Las autoridades iraníes interpretan que eso atenta contra la seguridad nacional o es un insulto al “Líder Supremo”.

    Y le han impuesto la pena más cruel. La de Nasrin es la sentencia más dura que se recuerde en muchos años contra un defensor o defensora de los derechos humanos .

    No podemos permitir que esta gran mujer reciba un solo latigazo ni pase un día más en prisión.

    Exige al Líder Supremo de Irán la liberación inmediata e incondicional de Nasrin Sotoudeh y que la sentencia sea anulada ya

  3. El sadismo de la derecha: fomentar la natalidad para condenar a estas criaturas a la precariedad, a la enfermedad, a la incultura; para abusar de ellas.

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